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¿Nacionalizamos futbolistas o el patrioterismo no nos va a dejar?

Pensando en el Mundial, sería bueno que vaya Armani, ¿no?

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Foto: Gettyimages

El patriotismo, en sí mismo, es una idea cuestionable, pero hasta comprensible. Sentir pertenencia o un cariño especial por el país donde, para bien o para mal, nos tocó vivir es apenas sensato. Lo que se me hace inaceptable es el “patrioterismo”, que es una característica muy colombiana. “No me dé trago extranjero, que es caro y no sabe a bueno”, dice la canción típica que todos nos sabemos. Ahí sí, como dirían los millennials chiquitos, PARFAVAAR.

Por Álvaro Castellanos | @alvaro_caste

         Como nos gusta, a última hora, Colombia aseguró su presencia directa en el próximo Panini mundialista y en este momento todo es cheveridad y socialbacanería, incluso si Pékerman insiste en llevar a Stefan Medina. La Selección no va a ser cabeza de grupo, ni se ve tan sólida como en Brasil 2014, pero está adentro y, por ahora, con eso basta. De todos modos, merecían meterse entre los 32 del Mundial, donde también estarán rellenos flojísimos como Irán, Arabia Saudita o Marruecos (en detrimento de Italia, Holanda o Chile). Y ni nos amarguemos recordando que los mercenarios de la FIFA ya confirmaron 48 selecciones a partir de 2026. Ahí sí nos va a tocar aguantarnos horripilancias como Suazilandia-Turkmenistán o Tahití-Nicaragua y para ese momento será un torneo con menos dignidad que la nueva temporada de The Walking Dead. La cosa es que, buscando mejorar el nivel, a la Selección le vendría muy bien aplicar un recurso beneficioso, pero controversial: el de nacionalizar extranjeros. El caso actual que revive el debate es el de Franco Armani, el arquero argentino de Atlético Nacional.

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         Armani llegó en 2010 a Medellín casi en situación de mochilero y hoy, siete años después, está graduado de ídolo en el multicampeón colombiano. El ex Deportivo Merlo sería un gran suplente de David Ospina, toda vez que la Selección lo necesita. No sería una nacionalización porque sí. Armani lleva mucho tiempo atajando en Colombia con total éxito y, de no ser por el cariño que le tomó al equipo y porque la billetera de Nacional es robusta, seguramente ya se habría ido a un destino importante. Aparte, se habrán fijado que el fútbol colombiano se llenó de arqueros extranjeros y a los pocos decentes que atajan con éxito en Primera, y que Pékerman ha probado, parece que se les olvida llevar los brazos cuando son convocados.

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Ni Camilo Vargas, ni David González, ni Leandro Castellanos. Ninguno ha rendido bien. Ni hablemos de Cristian Bonilla, que hizo todo el proceso en selecciones juveniles, pero que con los años ha ido marchitándose. Así que Armani, que nunca ha tapado en el seleccionado argentino y por lo tanto es apto para defender los colores colombianos, sería una gran solución. Claro, a menos de que el patrioterismo impida su convocatoria.

         El patriotismo, en sí mismo, es una idea cuestionable, pero hasta comprensible. Sentir pertenencia o un cariño especial por el país donde, para bien o para mal, nos tocó vivir es apenas sensato. Lo que se me hace inaceptable es el “patrioterismo”, que es una característica muy colombiana. “No me dé trago extranjero, que es caro y no sabe a bueno”, dice la canción típica que todos nos sabemos. Ahí sí, como dirían los millennials chiquitos, PARFAVAAR.

Nada bueno sale del patrioterismo. Deslegitimar lo que no conocemos. Defender a ojos cerrados nuestras taras. Exaltar nuestros complejos. Perder toda autocrítica. Ser procaces, impuntuales, chavacanes. Justificar lo injustificable. ¿Vieron los ojitos rasgados que le hizo Edwin Cardona a un rival en el amistoso contra Corea del Sur? Aquel gazapo, que le podría costar al 10 de Boca su presencia en el Mundial, se ha intentado suavizar diciendo que fue una “picardía”. Qué picardía ni que nada. Su reacción no fue otra cosa que racismo puro, aunque normalizado bajo la licencia poética de la “picardía”.

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Puede que detrás del gesto de Cardona no hubiese una intención xenófoba, sino de recocha, pero eso no lo justifica. No me cabe duda que Colombia sería un mejor país si dejáramos de creer que ser recocheros es algo bueno. Muy diferente, eso sí, reaccionamos hace unos años cuando una modelo holandesa publicó en redes sociales un montaje con Falcao y James oliendo perico. Ahí no hubo “picardía”. Eso sí que nos escandalizó.

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En el caso de la nacionalización de Armani, muchos lo ven con malos ojos. Se justifican en que no ha estado con la Selección antes y por eso ahora “no merece” estar en el Mundial. O aseguran que su llamado no tiene justificación, pues los arqueros suplentes tienen un puesto escriturado en la banca y seguro no se van a necesitar. Detrás de tantos cuestionamientos, pónganle la firma, se asoma el patrioterismo. Claro que Armani sería útil. ¿No han visto que David Ospina es propenso a lesionarse? Por algún motivo (de fundamentación, puede ser), el arquero del Arsenal de Inglaterra suele caer con la cabeza y los hombros enterrados en el pasto cuando corta centros, y no vaya y sea que le pase algo, antes o durante el Mundial. Como colombianos debemos tener claro que la suerte no corre del lado nuestro y tener al argentino como Plan B para el arco sería más que una buena idea.

En Colombia anteriormente ya han jugado futbolistas nacionalizados. El caso más popular fue el del delantero argentino Hugo Horacio Lóndero, que jugó con la Selección la Copa América de 1975, apoyado en más de 200 goles que anotó en el fútbol colombiano. Otro caso, indirecto, pero igualmente célebre, fue el de Carlos Fernando Navarro Montoya. Portero él, nació en Medellín, pero es más argentino que Grande Pa, Cebollitas Verano del 98En la Eliminatoria a México 86, el ex Independiente Santa Fe y Boca Juniors aceptó el llamado de Gabriel Ochoa Uribe. Y sí, fue un desacierto, porque de esa forma echó a perder la opción de atajar por muchos años con la selección argentina y, en cambio, sólo tapó tres partidos con la Selección Colombia.

 

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Sobre el alboroto que surge hoy sobre la posibilidad de nacionalizar a Armani, en contraste con los demás casos, sobra decir que en aquellos tiempos no había Facebook, Twitter, ni esas cadenas de WhatsApp que dicen que a Colombia se lo va a devorar el castrochavismo. Por eso ninguno de estos antecedentes aguantó mayores críticas. En total, han sido seis extranjeros los que jugaron con Colombia. Y aunque no conviene abusar del recurso, sí que valdría la pena romper paradigmas y llamar a Armani que, con 31 años, extingue cada vez más su opción de atajar con Argentina, donde Sergio Romero, Nahuel Guzmán, Andújar y otros más jóvenes, como Jerónimo Rulli, tienen acaparado el puesto.

         Selecciones como México han convertido el recurso de la nacionalización en un desacierto de proporciones chapulinescas. Con excepción de un par de casos de éxito, nacionalizan a cualquiera y, claro, no se trata de eso. Uno reciente, Guillermo Franco, de prominente cumbamba y recurrentes problemas de definición, fue uno de los descriterios más grandes. El tipo tuvo una carrera futbolera buena. Jugó en San Lorenzo, Villarreal y hasta en West Ham United, pero metió solamente siete goles en 25 partidos con el “tri”. Y aunque jugó un Mundial, se cansó a acumular bloopers con la Selección que lo nacionalizó. El último caso de posible nacionalización del que se habló mucho en Colombia fue el de Sergio Galván Rey, hace una década. El tucumano, que metió 251 goles en el fútbol local, la mayoría con Once Caldas, hubiera sido una opción muy decente en épocas en que las figuras ofensivas de la Selección eran Sergio Herrera, Juan Gabriel Rey y Juan Pablo Ángel.

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Con respecto al deseo de Armani de jugar con Colombia, el arquero que ha ganado 13 títulos con Atlético Nacional no ha escondido su deseo de atajar con Argentina, pero es consciente de que sus opciones son casi nulas.“He esperado mucho el llamado de la Selección de mi país, pero, como ven, no me tienen en cuenta”. Mientras tanto, David Ospina, figurón con Colombia y dueño del puesto en el último tiempo, ha regado un poquito de mala leche sobre esta posibilidad. “Conozco a Franco, es un buen arquero, pero debemos seguir creyendo en los nuestros y seguir con los juveniles”. ¿Cómo le iría a Armani en un vestuario probablemente tan chauvinista como el país al que representan? Bueno, esa es otra historia, si bien el argentino ha compartido por años con muchos jugadores del seleccionado que juegan o han jugado en Atlético Nacional.

 

A siete meses mal contados de que nos embriaguemos de optimismo con las borrosas posibilidades de éxito con las que cuenta Colombia en Rusia 2018, la polémica sobre el llamado de Franco Armani seguirá creciendo. Mientras tanto, la despensa de arqueros colombianos en buen momento sigue medio desocupada. José Fernando Cuadrado, de Once Caldas, es por ahora el más opcionado para ser el suplente de Ospina en tierras de la montaña rusa, la ruleta rusa y la paja rusa. Pero igual su inclusión en el Mundial no debería ser excluyente de que también llamen a Armani. Eso sí, a menos de que la oposición de muchos dirigentes bigotudos de arzobispal barriga, y de los hinchas patrioteros de sombrero vueltiao’ (de esos que uno ve con evidente sonrojo en los aeropuertos del mundo), terminen cerrándole la puerta, con doble tranca y la clásica estampita del Divino Niño, a su nacionalización.

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