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Paren todo: ¿y si no vamos al Mundial?

Suena triste, pero no descartemos volver a nuestra tradicional comodidad en la derrota.

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¿Vieron que Gianluca Vacchi estuvo en el 1-2 de Colombia con Paraguay en Barranquilla? A este ramplón espantoso, el que tuvo amoríos con Ariadna Gutiérrez, se le vio en el estadio tomándose fotos con Juan Manuel Santos y esparciendo toda la sal posible para que, en sólo tres minutos, los paraguayos le dieran vuelta al resultado y nos dejaran un poquito por fuera del Mundial. La presencia del millonario italiano en el partido, para muchos un dato menor, explica perfectamente en lo que se convirtió ver a la selección: en un evento social lleno de incoherencia y descriterio.

Por Álvaro Castellanos | @alvaro_caste

El hincha de la Selección

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Ya sea en el estadio o por televisión, en un partido de Colombia la gente (no toda, pero sí mucha) se pinta la jeta, se emborracha, se toma selfies, aplaude los saques de banda y celebra y putea con una ligereza que indigna. El fútbol es lo de menos. Y si la selección gana, ganamos todos; pero si pierde, pierden ellos. Circula en Twitter un video de un hincha en la tribuna quejándose de la indolencia del público en el partido con Paraguay. Es cierto que el juego se perdió en la cancha, pero molesta la frialdad, sobre todo, entre tanto calor.

Y no es culpa de Barranquilla. Tiene que ver con el tipo de hincha que sigue a la selección. Ocasional, insoportable, indiferente, «volti-arepas»: todos, rasgos muy colombianos. De «Te amo, James» a «James hijueputa», en cuestión de minutos. El hincha de cubículo con la camiseta embutida sobre la camisa, y metida en los pantaloncillos, es experto en pasar del amor al odio con una serenidad desesperante. En chamuscar ídolos. Es el mismo que tira basura a la calle, que cree que la ley es para todos, menos para él, y que no fue a votar para el plebiscito por la paz hace un año.

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El ADN perdedor

A falta de un partido para que termine la eliminatoria, Colombia saborea la posibilidad de ausentarse del Panini de Rusia 2018. Las eliminaciones de los Mundiales de 2002, 2006 y 2010 ya habían dejado en evidencia la comodidad que nos produce la derrota. Por suerte surgieron cracks como Falcao, James, Teo, Ospina, Cuadrado, Dávinson (Stefan Medina no) y un seleccionador importado de afuera que contribuyó muchísimo para construir una mentalidad ganadora que dejó a Colombia en el quinto puesto de Brasil 2014.

Sin embargo, de vez en cuando, como en el 1-2 con Paraguay, el miedo al triunfo, las ingenuidades, la soberbia y las celebraciones prematuras, nos golpean otra vez. Como si fuera imposible arrancarnos del todo ese ADN perdedor que tan a menudo nos configura como país.

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Luego del mamarracho contra Paraguay, el presentador argentino Alejandro Fantino aseguró que «Colombia y Pékerman son los más pechofríos de América». Y su declaración molestó muchísimo en Colombia porque tal vez tenga toda la razón.

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Perdiendo sobre el final

Así por encima, en Colombia no somos ajenos a tropezones como el del penúltimo partido de eliminatorias. América de Cali perdió ridículamente con Peñarol la final de la Copa Libertadores de 1987 cuando faltaban siete segundos para el final del partido. El 0-0 del partido definitivo coronaba a América y hasta el minuto 119 eran campeones. Anecdótico fue que, justo antes del final del partido, se fue la luz en gran parte del país y los hinchas que lo seguían por TV se perdieron el gol de Diego Aguirre que coronó a los uruguayos. Cuando la electricidad volvió, y millones de americanos celebraban, notaron en sus televisores que eran los jugadores de Peñarol quienes lloraban y se abrazaban. Muy macondiano, muy colombiano, todo.

Pero incluso de estas derrotas repentinas no se salvan ni los mejores equipos del mundo. En 1999, Bayern Múnich le ganaba la final de la Champions League a Manchester United, pero en tiempo de reposición llegaron los goles de Teddy Sheringham y Ole-Gunnar Solksjaer y fueron los Red Devils quienes terminaron levantando la «orejona». O devolvámonos sólo unos meses, cuando en marzo de 2017 el Barcelona metió tres goles en siete minutos y le arrancó al PSG su tiquete a cuartos de final de la Champions.

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El duelo y medidas extremas

El fútbol, a fin de cuentas, es una forma de distraernos de la realidad horrible que vivimos. Un bálsamo a la violencia, la corrupción, la falta de oportunidades y a tener que cotizar salud y pensión por cada trabajito que nos sale. Para algunos de nosotros es «lo más importante entre lo menos importante», como dijo hace años Jorge Valdano, y si en definitiva Colombia vuelve a quedar fuera del Mundial es clave entender que no es el fin del mundo y que, como sea, con Mundial o sin Mundial, en el Congreso de todos modos nos van a clavar leyes de porquería que sólo favorecen a los congresistas.

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            Quedar fuera del Mundial es lo más improbable, pero aun así preparémonos para lo peor porque somos colombianos. Por lo tanto, aunque el fútbol sea sólo un accesorio para que hacer de la vida algo más llevadero, todo valdrá para encarar un eventual duelo futbolero. No conozca dignidad. Si quiere berrear, como si estuviera entusado, hágalo. O invéntese que un primo de sus abuelos es europeo, cómprese la camiseta de alguna selección ya clasificada al Mundial y diga que, en el fondo, la pasión de su vida siempre fue la selección de Bélgica. Indague tres datos pendejos sobre De Bruyne, Lukaku y Hazard y vuélvase un barrabrava belga. Ahora bien, lo anterior hágalo sólo en casos extremos, pero si toca, toca. Eso sí, suena desalmado, pero si usted dice ser  un verdadero futbolero, el Mundial le va a gustar de cualquier manera, con Colombia o sin Colombia.

Todo a última hora, como nos gusta

            Una colombianada más épica que meter talegos dentro de otros talegos es dejar todo para última hora. Pagar el recibo en la fecha de suspensión. Pasar la declaración de renta el día límite. Seguir derecho toda la noche haciendo el informe de la empresa asignado hace un mes. O estudiar solamente para el examen final para ver si apruebo raspando. En el caso de la Selección, fue muy poco colombiano clasificar con antelación a Brasil 2014. Pero para Rusia 2018 retomamos nuevamente nuestra ancestral costumbre de estar ahí, hasta último momento y tragándonos las uñas a la espera de concretar una nueva clasificación al Mundial que nos haga volver a subirnos a este tren Transiberiano de la victoria.

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