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¿Por qué el caso de Asia Argento no le quita validez al #MeToo?

De los mismos creadores de “No todos los hombres” llega “Las mujeres también”.

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Getty Images.

Ya conocemos los alcances e intenciones del #NotAllMen. Hombres que, ante la apabullante evidencia de violencia machista, ante las pruebas masivas de que a las mujeres nos violentan todos los días, prefieren –en lugar de condenar y combatir el machismo- gastar sus esfuerzos contándonos que sí, que los hombres son violentos, pero no todos, que la generalización daña, que algunos son unos príncipes a los que su mamá les enseñó que ni con el pétalo de una rosa se tocaba a la más bella creación del universo (¿?), por lo que limpiar su buen nombre es apenas justo.

Por ZaCarmenza // @ZaCarmenza

Ya los conocemos y ya no caemos fácilmente en lo que en realidad es una actitud provocadora para volver a ponerlos en el centro del universo y evitar la discusión sobre el problema de fondo: si bien todos y todas somos víctimas del sistema patriarcal, las mujeres y la comunidad LGBTI viven la violencia de forma agravada y sistemática… a manos, mayoritariamente, de los hombres.

El más reciente caso de denuncia por abuso sexual en Hollywood que involucra a Asia Argento, ahora como supuesta victimaria, le ha dado excusas recargadas a quienes se han opuesto al movimiento #MeToo y a aquellos que, con el #NotAllMen agotado, aparecen en la escena a decir que bueno, que puede que los hombres sí sean mayoritariamente violentos, pero que las mujeres también, ni más faltaba, y que si todos somos violentos es como si nadie lo fuera así que ¡apague y vámonos!

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Argento, actriz y directora, fue de las primeras en ponerle nombre y rostro a las denuncias contra el productor hollywoodense Harvey Wenstein y ahora, según información revelada por el New York Times, estaría envuelta en un caso de agresión sexual contra el actor Jimmy Bennett. Bennett, para la fecha en que habrían ocurrido los hechos, contaba con 17 años: 20 menos de los que sumaba Argento.

La que podría haber sido una excelente oportunidad para hablar de lo que significa el abuso sexual contra los hombres, socialmente más silenciado que el que se ejerce contra las mujeres, se convirtió en una ola de comentarios amenazantes y que buscaban, aprovechando los señalamientos contra Argento, desacreditar el movimiento feminista y, particularmente, el movimiento #MeToo. 

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¿Por qué nos da risa el acoso sexual en hombres?

Ya sabíamos, repito, que a quienes se oponen al feminismo (y particularmente a causas como la de #MeToo que hizo pública la cotidianidad con la que las mujeres somos víctimas de violencia sexual) no les importa que haya otros seres afectados, les tiene sin cuidado si se trata de menores y tampoco van a hacer nada por evitar que se repita. Lo que les afana es acabar con cualquier expresión que se resista a la violencia de la que ellos hacen parte, bien por acción o bien, como los príncipes a la que la mamá les enseñó a no pegarle a las mujeres, por omisión.

Lo fundamental, tal como lo señaló Tarana Burke, otra de las líderes del #MeToo, es entender que “la violencia sexual es sobre poder y privilegio. Eso no cambia si el perpetrador es tu actriz favorita”. Esto implica reconocer que los agresores no son “monstruos”, “depredadores” o “casos aislados”, sino personas del común que usan su poder y privilegios para violentar a los demás.

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Y claro, aunque las mujeres pueden encajar en este perfil, no es común que lo hagan si tenemos en cuenta que el poder y los privilegios siguen mayoritariamente concentrados en... ¿adivinan?... ¡Bingo! ¡manos masculinas! Así, las mujeres agresoras son la excepción a la regla que siguen constituyendo los hombres.

Es la masculinidad, y no las mujeres, la que obliga a los hombres a callar cuando son víctimas, a no denunciar cuando los agreden y a no reconocerse como frágiles en situaciones de violencia. Es la masculinidad hegemónica la que los convence de que todos (aquí ya no vale el #NotAllMen) son inquebrantables, incuestionables y, obviamente, inviolables.

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Pero como no es así (de verdad,amigos, créanme) más harían sumándose a una lucha que también los beneficia, en lugar de demostrar que además de cuestionables y quebrantables, la masculinidad los hizo lo suficientemente inseguros para necesitar que a cada denuncia por violencia de género que hagamos, le sumemos una nota aclaratoria que diga “todos malos -las mujeres también- menos tú, mi amor”. 

 

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