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¿Por qué se tienen que poner la camiseta de la Selección Colombia para todo?

¿Símbolo de un nuevo país o moda pop pasajera?

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La usan los políticos de todos los bandos para hacernos creer que están interesados en el país. Justin Bieber, Will Smith, Snoop Dogg, Millie Bobby Brown y Nicolaj Coster-Waldau se la pusieron en sus recientes visitas. Daneidy Barrera la lucía mientras decía “E-e-epa Colombia, rico, rico, rico” en su inmortalizado video. Se la ponen los que marchan en contra el gobierno y los que lo hacen en contra de la oposición. También los gringos mochileros que recorren el país, los ex guerrilleros en tránsito a la vida civil y cientos de miles de paisanos anónimos. ¿Símbolo de un nuevo país o moda pop pasajera?

Por: Héctor Cañón

Tras las farras que armaron la selección Colombia y sus miles de hinchas en el camino al mundial y durante el torneo de Brasil 2014 a punta de buen fútbol y Ras Tas Tas, la camiseta tricolor resucitó del olvido en el que había estado desde que el Pibe Valderrama & cía. colgaron los guayos.

Ahora, mientras la Selección Colombia está por entrar a la recta final hacia el Mundial Rusia 2018, es prácticamente imposible salir a las calles colombianas y no verla, incluso en los días en los que no hay partidos ni campeonatos en disputa. Adidas aseguró que había sido la camiseta más vendida en el pasado Mundial con más de un millón de unidades. Y cuando llegan las eliminatorias o los torneos continentales, los vendedores informales hacen su agosto con las versiones “made in China” de 10 lucas o con las imitaciones nacionales hechas en fábricas clandestinas que facturan alrededor de 500 millones de pesos por temporada.

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Si hay cotejo, los presentadores televisivos cambian de pinta y las calles del país lucen amarillas por encima de cualquier otro color. Juegue o no juegue la Selección, todos los días miles de paisanos la lucen con orgullo y se las arreglan para que ese amarillo intenso y difícil de combinar se vea vestidor.  Otros recurren a la roja, la azul o a la blanca de la edición especial, que usaron los jugadores en la Copa América Centenario del año pasado como un homenaje a la que vistieron los primeros seleccionados colombianos en participar en un torneo continental en 1945 y una alusión al proceso de paz entre el gobierno y la guerrilla.

Hasta ahí, todo bien. Dan ganas de ponérsela de vez en cuando. Sin embargo, la tricolor ha pasado de ser un símbolo con el que se expresa la pasión por la Selección a convertirse en la bandera de los diferentes bandos políticos en conflicto, de los pastores cristianos más manipuladores, de ex guerrilleros en tránsito a la vida civil, de artistas extranjeros que quieren congraciarse con el público, de personajes anónimos que saltan a la popularidad por sus vídeos caseros y de backpackers que sueñan con camuflarse y verse como locales mientras recorren el país.

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El pastor Miguel Arrázola, acusado de cotizar en la seguridad social como si ganara el salario mínimo, aunque tiene propiedades avaluadas en más de dos mil millones de pesos, se la pone cuando en sus sermones manipula a su antojo la compleja realidad política del país y les pide a sus fieles que sean puntuales y generosos con el diezmo. Todo un patriota.

Como el líder de la Iglesia Ríos de Vida, varios personajes públicos se le miden a vestirse de amarillo chillón con tal de mostrarse interesados en el país. Del presidente para abajo, algunos políticos saben que desde que el técnico argentino José Pékerman enderezó el rumbo de un equipo acostumbrado a las derrotas, la tricolor se ha convertido en símbolo de progreso, alegría desbordada y trabajo en equipo. Juan Manuel Santos se la ha puesto para alocuciones televisadas, para acompañar al equipo en Barranquilla y para promover el complejo proceso de paz.

En el otro lado de la cancha, su enemigo acérrimo, Álvaro Uribe Vélez también la ha utilizado en su estrategia política mientras la confundida audiencia trata de elegir entre dos bandos que visten el mismo uniforme. El ex presidente no se la pone, pero algunos de los miembros de su partido han empezado a usarla en actos públicosneo continental en 1945 y una alomo el lanzamiento de susios colombianos en participar en un torneo continental en 1945 y una al. El senador Daniel Cabrales la llevaba puesta mientras culpaba irresponsablemente a las Farc de la tragedia de Mocoa, mientras que el precandidato presidencial Iván Duque la usó en la marcha que el Centro Democrático organizó contra el gobierno el pasado 2 de abril. A su lado, miles de paisanos también la vestían.

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Sin embargo, sería equivocado decir que esta prenda se está convirtiendo en el uniforme del gobierno o de la derecha. La izquierda, moderada y extrema, también la viste con orgullo. Iván Márquez y otros líderes de las Farc la lucían durante los diálogos en La Habana y cientos de miles de personas que han marchado en el Día del Trabajo, en el paro de los educadores o en las actuales protestas del Pacífico también la llevaban puesta.

En medio de los dos extremos, la usa también la sociedad civil que no cree que los graves problemas del país se puedan arreglar con posiciones radicales, pero que sale a las calles a manifestar su inconformismo con los sucesos nacionales. Es decir, la camiseta de la Selección se ve por toda la cancha y en las tribunas de la política nacional.

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La farándula también recurre a su fuerte amarillo para acercarse a sus fans. Justin Bieber se la puso en una recocha con su equipo de trabajo y para cerrar su concierto ante 30 mil personas en Bogotá el pasado 12 de abril. Lo primero que uno podría preguntarse es si el cantante canadiense aplica el mismo truco por donde quiera que va. La respuesta es sí y no. En Costa Rica usó camiseta de fútbol, pero no la de la selección, sino la del club local Saprissa. Lo mismo hizo en Brasil donde prefirió la de Palmeiras a la pentacampeona mundial. En Argentina no se decidió por ningún color futbolero. Y fresquito está el caso de los invitados a la Comic Con Colombia, Millie Bobby Brown y Nicolaj Coster-Waldau, que también lucieron la amarilla.

Además de pastores, políticos, ex guerrilleros, cantantes reconocidos en todo el planeta, famosos criollos en su cuarto de hora, hinchas fieles, profesores y afrocolombianos aburridos de la desigualdad social y la corrupción, también se la ponen los mochileros gringos. Hasta la llegada de Pékerman al banquillo de la sele, era común ver a los backpackers luciendo las camisetas de Brasil , Argentina, Boca Juniors o Flamengo cuando se animaban a viajar por un país en guerra. Ahora, el amarillo chillón de nuestra tricolor brilla tanto como el de su pelo mono en los pueblos más apartados del país y en las congestionadas capitales.

¿Aguanta ponerse la camiseta de la Selección en tiempos en que algunos la utilizan para buscar objetivos diferentes a alentar al equipo? Acá creemos que, más allá de los intentos de manipulación de los políticos o de las estrategias comerciales de la farándula, se ha convertido en un símbolo de ese país que, como diría Chocquibtown, “es más que coca, marihuana y café”. Además, es la hora de aprovechar: la racha de éxitos del equipo puede acabarse en cualquier momento como lo hacen las modas pasajeras. Sí, aguanta a pesar de su amarillo chillón.

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