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Si los burdeles hablaran, esto nos dirían sobre nuestra sociedad

Crudo relato, entre realidad, ficción y poesía, de las historias secretas de prostíbulos, prostitutas y sus clientes.

Esposas manos - Foto Gettyimages
Archivo artículos sexualidad en Shock
// Gettyimages

Lo que hay en un burdel refleja la cultura de la época tanto como lo pueden hacer la música, la pintura o la literatura. Este es un crudo relato, entre realidad, ficción y poesía, de las historias secretas de prostíbulos, prostitutas y sus clientes.

Siga sin compromiso que estamos en show, los tres servicios por 20.000, solo bebés, solo barbies, semivirgenes. Todos los juguetes aquí en Kukiland con una oferta sin fin, repleta de espejos para transitar desde putas a masajistas, de acompañantes a enjauladas, de polvos rapiditos a amanecidas, de reconocidas modelos a raponeras de la décima. Por toda la ciudad el neón nos introduce en el extenso mundo de los clubes sociales, burdeles, moteles, amanecederos con servicio de whiskería y miles de locales donde cualquier deseo se puede cumplir. Hasta al lado de su casa u oficina puede funcionar, con surtido adicional de servicio a domicilio, cabinas de video y bares swinger. Una gama completa de posibilidades impresas en papelitos. 

La expresión “casa de putas” viene de la Edad Media. Anteriormente existían los términos “dicetrion” y “lupanarium”, y más tarde surgieron los de “burdel”, “baño” y “salón de masajes”. Sea cual sea el término con el que se designa a este tipo de lugar, lo que confiere al burdel un enorme interés es la forma en que refleja la sociedad en la que existe. Lo que hay en un burdel, cómo se mueve, a qué huele, qué tipo de personas lo habitan, su arquitectura y decoración, el personal que los asiste, la comida y bebida que en ellos se sirve, refleja la cultura de la época tanto como lo pueden hacer la música, la pintura o la literatura. Y por encima de todo son un reflejo de la sociedad. 

Entre destellos de colores y una luz tenue encontramos a la prostituta que se convierte en emperatriz y a la emperatriz que se convierte en prostituta, así como a reinas del espectáculo que sueñan con su propio burdel; cortesanas que han sido inmortalizadas en obras de arte y otras en cuyas manos está la suerte de las naciones. Es el caso de la “güera” Rodríguez, hermosa criolla clave en la independencia de México, conocida por su amorío con Alexander van Humboldt o Teodora Bizancio, prostituta desde los 16 años y que se convirtió en emperatriz de Bizancio. 

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Hay y hubo meretrices ninfómanas como Scylla, mayor prostituta de Roma, retada por la emperatriz Mesalina a ver quién satisfacía más hombres en una noche.  “Filles de joie” lesbianas como Lucille Le Suer, más conocida como Joan Crawford, estrella de cine con clientela exclusiva para mujeres. Entre las meretrices se encuentran multitud de grandes ladronas, asesinas de masas y suicidas. Se trata de un conjunto variopinto, tan perverso y maligno, tan justo y noble como el resto de la humanidad. Desde la María Magdalena perdonada por Jesús, hasta Madame Pompedauer, mecenas de científicos y artistas en la época de la Ilustración. Victorine Meurent fue musa del pintor Édouard Manet y después fue formada en la pintura también. Juliette Ballette fue la madame del mayor burdel de Virginia City, ciudad que después fue refugio de esclavos fugitivos y hospital para el cuidado de pacientes con tifo. 

Por lo que se refiere a sus seguidores, representan un muestrario humano significativo: emperadores y empresarios, capitalistas enloquecidos y asesinos amables, estrellas de cine y monjes, criminales y reyes, arriesgados caballeros y bastardos bellacos, saltimbanquis y banqueros, lacayos y petimetres, chulos y príncipes, traficantes de drogas y duques arruinados, santos y espías, sádicos y sodomitas, papás y cobardes, sacerdotes impíos y desacralizados, pintores locos, políticos prostituidos y hombres de genios. Dado que la historia de los burdeles viene configurada por un conjunto de personas de tales características, no es de extrañar que esta institución no existiera en las sociedades más primitivas: es un producto de la civilización. 

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Están los lupanares con licencia y lugares donde el sexo se ofrece como complemento del negocio principal. Un bombillo rojo de influencia francesa en la entrada indica con claridad el tipo de negocio, y muestra la evolución a través de grandes esculturas talladas con formas fálicas o pintadas que se utilizaban en la Edad Media para darle carácter al negocio y que no hubiera duda de la clase de actividad y facilitar la fiscalización. Una rockola de 200 pesos la canción, en forma de camioneta de traficante de Sinaloa, recrea perfectamente los anhelos y frustraciones de quienes frecuentan el lugar en día de quincena, mientras la camioneta despliega colores y tonadas cada vez mas sentimentales con el paso de la noche, rodeada de veteranas prostitutas y albañiles tristes y borrachos que no controlan bien sus esfínteres, ni el bolsillo, que con el paso de la noche es testigo de la progresiva disminución de la quincena. 

Casas con olor a putiadero ubicadas clandestinamente en cualquier lugar de la ciudad, donde al ingreso hacen bajar de sus cuartos todo un arsenal de mujeres para que desfilen ante uno. Allí el juego consiste en escoger entre una gran variedad, dependiendo el día por supuesto, entre un inventario ante la habilidad de cada una de ellas de mostrar en poco tiempo su mejor arma y explotarla al máximo. Por supuesto su habilidad es leer al cliente sentado como un imbécil viviendo el anhelo y la frustración, recreando la fantasía de ser un Don Juan; habilidades que trascienden de la coquetería descarada, la indiferencia, “estoy muy buena y tú no vales nada, soy muy perra, soy un enigma y no me muero de hambre si no me escoges entre otras”. 

Burdeles con show cada media hora en todos los sabores, dependiendo del nivel adquisitivo, en el que las mujeres leen de distintas maneras el bolsillo, de lo cual depende en gran medida la buena compañía, mala compañía, multiplicidad de compañías u ostracismo absoluto. Siga sin compromiso, solo bebés, solo mamis, estamos en show; semivírgenes que honran a Artemisa, diosa de la castidad, solo mamis en honor a Hera, diosa de la fidelidad, solo barbies y sabor en honor a Afrodita y el objeto del deseo sexual. Cerveza barata y un tubo grasoso entre la luz tenue aliada de la fantasía y más efectiva que el maquillaje para esconder los defectos. Todo un despliegue de arte erótico en las paredes ahogadas entre humo de cigarrillo, y voces roncas dinamizando el negocio. 

Lugares de películas XXX en donde si usted se pone muy caliente le engrasan el pito y si tiene más dinero tiene sexo viendo películas en cuartos diminutos y discretos. Se comieron a mi esposa, escándalos sexuales, sexo en familia, bizarras, perdiendo la virginidad, porno hija, árabe, forzado, cámara oculta, ama de casa, teen, celebridades, viejos y jóvenes, sorpresa, japonés, voyeur, tortura, clásico, she-males, mucama, italiana, drunk sex, anal, vintage, enanos, selva, doloroso, trío… todo en la incomodidad de un cuartillo discreto y sudoroso que cuenta entre sus paredes la historia de hombres tristes y solitarios, incapaces de vivir la realidad, hastiados del rechazo y abstraídos por el mismo, cada vez más atrapados por las fantasías que van creciendo en intensidad, y que cada vez alejan más la posibilidad del contacto. 

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Llega el encanto de las prostitutas paradas en las calles y las diferencias de vivir la experiencia a pie o en el carro, y la variedad de posibilidades que puede brindar cada uno de los encuentros. Ellas van adornadas de perfumes baratos y un pelo con reflejos púrpura, faldas brillantes que encandelillan con el pasar de las luces de los carros en la madrugada y tacones plateados que acechan en cada movimiento, en cada coqueteo. Teñidas de pelo, uñas de pies y manos, y escotes profundos que parecen no tener fin; cejas pintadas con cristales azul-grisáceos que imprimen mayor salvajismo al acto de estar paradas en las calles peligrosas y frías, y que exageran con polvo para los ojos que dan profundidad; y barras de labios impactantes que dibujan una boca más que prometedora.  

Lugares ocultos entre arbustos. Parqueadero en el carro o en el cuarto o contra los muros del parqueadero. El encanto del peligro y la adrenalina, de no tener más protección que el propio instinto y la intuición.

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De la posibilidad de una mamada en un árbol y tocar una tética mientras mira para todos lados porque lo que realmente más excita es la posibilidad de ver unas luces azules y rojas pasar. O una mamada mientras maneja poniéndose más intensa la cosa durante los semáforos en un trayecto que paladea la posibilidad de un polvo en la madrugada entre un carro. Ese deseo incontenido de meterlo, en medio del peligro, del escarnio público, de un posible robo, de una llevada del carro a los patios, de caer preso por exhibicionista, de terminar sin carro y con la cara en todos los periódicos del país. 

Masajistas con consultorio y con olor a consultorio médico. Cartones pegados a la pared que inician la función quiropráctica ya que en cierta medida hacen más creíble el fetiche de la enfermera que ha perdido sentido por la falta de veracidad. Con el paso del tiempo van ofreciendo más servicios de acuerdo con cómo ven la situación, y cuando uno sale ha hecho de todo y se ha gastado hasta lo del mercado por una cita médica sin precedentes. Está en la misma línea del burdel “emergencia médica”, que a pesar de su nombre rimbombante se jacta de ser hogareño y atendido solo por profesionales en el arte del amor y las ciencias médicas. 

Grandes burdeles, reservados de lujo en donde, como en la mansión de Afrodita en los tiempos de Heródoto, se puede encontrar riqueza, lugares maravillosos, un cielo límpido y exhibiciones públicas. Allí están filósofos, estadistas, metales preciosos, una academia de la ciencia, exquisitos licores, rocas puras y las más bellas cortesanas: mujeres silenciosas invitadas de honor en banquetes de ciudadanos destacados; brillantes acompañantes con enorme poder político, como Madame de Pompadour, influyente cortesana de Versalles y con amplio goce y notoriedad semejante al de las estrellas de cine y tv. 

Son mujeres danzarinas y frívolas, que tocan la flauta y hacen malabares adornadas de extravagantes perfumes, las uñas de pies y manos con henna. Y por supuesto siempre tienen a la mano modernísimos reemplazantes de la raíz de mandrágora, utilizada según el Génesis como afrodisiaco para los placeres del amor. A la orden hay pastillas estrafalarias con nombres de Viagra en reemplazo de los testículos de animales, de asno salvaje que en otros tiempos gozaron de gran reputación como estímulo para la virilidad, para el que “necesita un verdadero empuje”.

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La prostitución es toda una oferta creativa que narra con mayor precisión la historia de la humanidad, de un pueblo, de una nación que entre los lupanares y sus paredes deja escritas las vivencias más sublimes de la historia humana y su respectivo paso por los sinuosos caminos de lo pusilánime. Un reflejo de algunos destellos ocultos de la magnitud de la civilización.

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