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Tipos de hinchas inmamables de la Selección Colombia

Lo que nos tendremos que aguantar en junio para la Copa Mundial

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Se viene el Mundial y para que no lo coja por sorpresa (y pueda evitarlo), le contamos
anticipadamente todo lo que harán los hinchas inmamables de la Selección Colombia.

Sebastián Nohra
@sebastiannohra


El “Era gol de Yepes”
El no-gol de Yepes es el mito fundacional del hincha insoportable. No hay reunión en la
que, en algún momento, y sobre todo si el resultado es adverso, se oiga a lo lejos un
“tranquilos, igual era gol de Yepes”, seguido de la carcajada ahogada de algún borracho o
del amigo lambón del emisor. Por lo general, así el chiste no haya tenido éxito, el borracho
que se rio la primera vez lo repetirá entre tres y cuatro veces por tiempo.
El hincha insoportable o bien sigue creyendo, ingenuo, que efectivamente nos robaron o
le parece chistosísimo recordar el momento más amargo de la historia de nuestra
Selección.


El Ricachón
Este fijo se gastó los 250.000 pesos que cuesta la última camiseta Adidas manga larga de
la Selección, estampada con el diez y el nombre de James. Es también el primero del
parche en poner en Facebook la foto de las boletas para seguir a la ‘Sele’ en Rusia y el
primero en llenar el álbum (comprando las cajas que sean necesarias, claro). En las
Eliminatorias se le vio siempre en el Metropolitano, con máscara de Falcao, melena del
Pibe y todos los accesorios que a un compulsivo se le puedan vender.
Cuando se trata de la Selección, su billetera no tiene fondo.

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El Borracho
Cuando la fiebre amarilla ataca a este fanático, el alcohol, incluso antes que el televisor y
los gritos de gol, es lo más importante. Amigo íntimo de los dos productos insignia del
hincha insoportable de la Selección, la cerveza y el aguardiente, termina siempre y sin
excepción engorilado por el licor al minuto 90 (bueno, antes).
Sentado en una esquina del sofá, después de haber ignorado por hora y media a su novia,
apretando el puño y con las patillas sudadas, es el motor logístico de la fiesta; poco
importa si es martes. Su estado de alicoramiento es proporcional al número de goles: si la
Selección golea, queda borrado del mapa. Si el resultado es un tímido 1-0, la borrachera es
soportable (igual incluye coreografía del Ras-Tas- Tas).

El Inquisidor
El resultado final le tiene sin cuidado, pase lo que pase, gane Colombia o pierda Colombia,
los partidos de la Selección le sirven para ahorrarse lo que vale una cita con el psiquiatra.
Desde el minuto 0 hasta el 90 se dedica a supurar bilis por la boca; a liberar toda su mala
sangre por medio de ademanes agresivos, golpes a cualquier objeto que tenga a su
alcance e improperios ya pasados contra los jugadores. Nada le parece bien, todo lo grita
airadamente y luego de sus intervenciones suele venir un silencio incómodo o la risa
avergonzada pero descontrolada de alguien que no puede más con el papelón.

El Ignorante
El último partido que le vio a los jugadores fue precisamente el último que vio de la
Selección Colombia. Y eso le basta para elogiar o destruir. Si Fabra jugó mal hace cuatro
meses  —sin importarle un bledo que lleve nueve partidos rompiéndola en Boca— no
tendrá problema en dejar caer el irritante: “ese Fabra este año está flojito flojito”. Así
mismo, después de la segunda tapada de Ospina, hipnotizado por el “Túuu, tranquilo”,
dirá sin sonrojarse y pasando por alto la suplencia eterna de David: “Ospina estos meses
está que la rompe”.

El Farandulero
A este no le basta con pedir una pizza de pepperoni, picotear unos Choclitos y tomarse
cuatro cervezas con los amigos del colegio. No. Este necesita un evento multitudinario,
que amerite gafas de sol, tenga pantalla gigante y en el que la comida no baje de una
ternera a la llanera. Si él no fue el que se inventó el asado en la hacienda que sus abuelos
tienen en Sopó, antes de aceptar la invitación, de frente y sin sonrojarse, tira la pregunta
que mejor lo caracteriza: “¿Y qué viejas van?”.

El Oportunista
Este fanático invoca el fracaso, disfruta del pesimismo previo a un partido importante e
incluso se burla con sarcasmo y altanería de los “ingenuos” y optimistas que sufren con la
Selección... Pero después del primer gol, sin ninguna vergüenza, se sube por la puerta de
atrás (cual vendedor de maní) al bus de la victoria. “Este es mucho equipo tan hijueputa”,
vocifera orgulloso así Colombia gane jugando horrible… Si la Selección pierde, jugando
bien o mal, con su arrogante cara de yo se los dije y mirando a todos desde arriba se
aferrará al “siempre es la misma mierda con estos manes”.

El Narrador
Los partidos de la Selección son el escenario idóneo para demostrarle a propios y ajenos
que sabe demasiaaaado de fútbol. Antes de que arranque el partido, mientras el árbitro y
los capitanes están rifando la cancha, y luego de cerciorarse de que nadie más está
hablando, dejará caer un “Elizondo es muy permisivo y siempre pita mal en contra de Colombia”.
Y con esa sentencia habrá dado por inaugurada una verborrea sabionda que se
durará los 90 minutos.

Como no le basta con sus apreciaciones tácticas, datos históricos y estadísticas inútiles,
tiene la manía de referirse a los jugadores por su nombre de pila. Para él Sánchez no es
Sánchez sino Carlos Alberto; Zapata no es Zapata sino Cristian Eduardo; y Mina no es Mina
sino Yerry Fernando. Así sucesivamente con todos los jugadores, el cuerpo técnico, el
médico, el fisio y el jefe de prensa.

El Ludópata
Para este, el fútbol no merece la pena y es muy plano si no tiene apuestas de por medio.
Desde que las casas de apuesta están en auge se siente menos solo en el mundo y
considera que los que todavía ven fútbol porque sí son menos inteligentes o “mariquitas”.
No le basta con saciar su enfermedad en soledad y entonces aprovecha cada acción de
juego para probar “que es un varón”. “A ver, le apuesto a que en el primer tiempo
Colombia hace más de diez faltas”. “A ver, 20.000 a que hoy pitan un penalti en contra”.
“50 lucas a que hoy no juega Duván Zapata”.

El Anti-Selección
Profesa que la Selección lo tiene sin cuidado, que le da la misma si pierden. Cuando
Colombia hace gol, mientras los demás celebran amontonados en la mitad de la sala, él
frunce el ceño y los observa con una mezcla de sorpresa y desaprobación, le da un sorbo
corto a su vaso de agua y pide calma, aun sabiendo que nadie lo va a oír. Es raro porque
aunque sostiene que el fútbol es una actividad fútil, y que este país tiene cosas mucho
más importantes por las que preocuparse, lleva años sin perderse un partido de la
Selección.

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