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Una visita guiada al decepcionante universo de autoayuda de Mía Astral

Mia Astral: ¿Astróloga? ¿Gurú de la autoayuda? ¿Celebridad digital? ¿Vendedora de humo? ¿La mamá de los dragones?

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Mía Astral es la maestra de una nueva escuela de autosugestión nacida bajo los filtros de Instagram. Sus millones de seguidores y un discurso frankeisteniano que incluye astrología, psicología, yoga, superación personal y jugos verdes la convirtieron en la Walter Mercado de las millenials latinas.

Por Fabián Páez López @davidchaka

Que la falacia astrológica ha sido tan demostrada como ignorada es una verdad casi obvia. Como en el juego callejero de encontrar la bolita, puede que hayamos visto estudios que cuentan cómo funciona el timo, o que alguien haya tratado de explicarnos la mecánica de la trampa, pero siempre nos es más reconfortante creer que tenemos la sartén por el mango, que hay una fórmula para no caer. Y, sobre todo, que depende de nosotros mismos. Aprovechándose de esa actitud ansiosa por tener metas a la mano y certezas sobre el mundo, sobreviven las viejas y las nuevas vertientes de gurús espirituales.

Hace poco más de un mes vino a Colombia la mujer latinoamericana más popular en esa categoría. Los medios la reconocen como fenómeno digital, como guía espiritual de los tiempos de Instagram y, como tituló el periódico El País de Cali: “Astróloga, abogada y bomba sexy”. Su nombre real es María Pineda, pero su alterego/marca registrada es la de Mía Astral.

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En el reino de Internet Astral parece tener más títulos que Khaleesi en Game of Thrones: es astróloga, coach, escritora, nutricionista, conferencista, instagrammer y youtuber. Pero sus dominios no se limitan a la difusión del astrocoaching. Según afirma ella misma, su éxito se debe a que también utiliza recursos de la psicología, la meditación y la psicoterapia. Un sancocho de saberes a primera vista incompatibles. (Un sancocho light y vegetariano, por supuesto).

Como resultado de su popularidad en línea, la venezolana construyó un imperio digital con recursos altamente monetizables. Una búsqueda rápida deja ver sus credenciales: más de 860 mil seguidores en Instagram, 204 mil en Twitter y 1,3 millones en Facebook. Tiene desde una app de pago con tips para proceder en la vida hasta posteos diarios sobre cómo nos afectan los ciclos lunares, los ingresos planetarios fuertes y la retrogradación de Mercurio (un movimiento planetario con apariencia de retroceso que, aunque no tiene nada que ver con el atún contaminado, también es señal de un atraso vital).

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(Vea también: Internet y sus cifras infladas están arruinando nuestro juicio musical)

Haber alcanzado tanto público es el resultado de una tan admirable como discutible capacidad para condensar discursos que ofrecen soluciones a las incertidumbres y los miedos de mucha gente. Supo borrar de tajo la apariencia de la superstición y presentarse como sus seguidoras quisieran verse. Como empresaria le pegó al perro, como conferencista y escritora puede ocupar fácilmente una sección cercana a la retórica arjoniana de Paulo Coelho y el individualismo new age de Osho

Sobre todo, porque la mayoría de sus tips para la vida recurren a una fórmula paradójica y contradictoria: por un lado, prescribe el “haz ejercicio” y “emprende”, por el otro el sueño de la individualidad: “sé tú misma”. ¿Cómo empatar premisas tan ancladas a nuestra época, como el cuidado de sí mismo o el emprendimiento, con la búsqueda interior de un ‘yo’ único e irrepetible? Y, más complicado aún, ¿cómo hacer cuajar el coaching con los movimientos astrales y el psicoanálisis freudiano?

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Ante la sorpresa que me genera su popularidad y los incomprensibles ingredientes de su sancocho discursivo decidí ir a su conferencia en Bogotá: Mi locura ama tu locura

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  • Mi locura ama tu locura: el festival del astro-coaching

El público que convoca y la parafernalia que rodea un espectáculo de Mía Astral dice mucho del porqué hay un grupo particularmente propenso a comerse el cuento.
La conferencia en Bogotá se había anunciado a las 4 de la tarde, pero empezó a las 5 y duró un poco más de cuatro horas. No es un dato certero, pero así por encima uno puede decir que el público lo conformaban, en un 99%, mujeres. Estar ahí costaba unos $350.000 y se llenaron unas 400 butacas. Un dato no menor, pues clasifica a sus seguidoras dentro de un nicho con ciertas posibilidades económicas. En definitiva, no es una prédica para todo el mundo, ni para gente con las mismas expectativas.

El lugar del evento era el Centro de Convenciones Ágora, frente a Corferias; un edificio nuevo de 5 pisos con muros de vidrio y escaleras eléctricas bordeadas por esos letreros luminosos que se deslizan como los de la bolsa de valores, pero estos no tenían indicadores económicos, sino que anunciaban a la conferencista.

El escenario era de una espectacularidad poco común para tratarse de la charla de una astróloga. No había ni signos del zodiaco ni constelaciones impresas por ningún lado. La tarima simulaba la sala de una casa, o el montaje de un programa mañanero. 

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Cuando Mía Astral salió al escenario, sonó una canción de Shakira, lanzaron humo de discoteca y ella salió bailando. El despliegue era como para recibir una cantante pop, y su salida casi que provocó la misma histeria que hubiera generado una celebridad menor entre sus groupies adolescentes.

Su imagen en el escenario, o en Instagram, cuidadosamente curada, es el emblema de la autorrealización de muchas mujeres. No en vano la describen como ‘bomba sexy’ y, cada tanto, durante la charla, o en sus post, hace referencia a cosas como ‘tomarse el jugo verde’ para ‘hacer bien la tarea’. Una tarea en la que ella aparece como consejera de lo físico y lo emocional.

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A diferencia de viejos astrólogos como Salomón o Walter Mercado, Mía Astral cambió el botox por yoga y una rutina fitness, la capa morada por moda low cost y las recetas de velas (muchas velas) por jugos verdes (muy verdes). Y claro: también le dio una vuelta de tuerca a la superstición de las viejas lecturas astrales que predicen el futuro.

Mía Astral invita a sus seguidoras a cerrar los ojos. Hacer ejercicios de respiración y meditar. ¿Alguien quiere pensar en los astros?

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La conferencia, que duró un poco más de cuatro horas, lo dijo la presentadora (una mujer que se presentó como “influenciadora digital”) y la misma Mía Astral: era una guía práctica, un taller para la vida, una “anticonferencia”. No sé si era porque fui a verla cargado de escepticismo, pero creo que, para cualquier espectador no creyente como yo, el contenido pudo haber parecido más la conversación de un grupo de amigas en Whatsapp.

  • ¿Qué hay detrás de la histeria por Mía Astral?

Debo suponer que una “Astralista” podría recibir esta columna pensando algo así como “claro, eso es exactamente lo que diría un Virgo”; o peor, con el desesperante argumento para huir de la argumentación: “cada uno cree en lo que quiera”. Hasta algún punto, esto último puede ser cierto, pero no está de más recordar que traería peores consecuencias dudar de la fuerza de gravedad que de la fuerza de atracción de El Secreto. Hay que diseccionar la historia antes de masticarla.

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Resumiéndolo por encima, lo novedoso del discurso de Mía Astral es que los movimientos de los planetas no nos condicionan, sino que hacen algo así como “mostrarnos una ruta para actuar”. Es ahí donde entra el coaching. Los significados y las rutas no están trazadas en el espacio, sino en un conocimiento de la vida en la tierra que toma una forma abusivamente moral. 

Así, al desviar toda la responsabilidad hacia la persona, no solo se resiste a la comprobación en la realidad, también empata su prédica con el popular cuento de vendedor de Herbalife: ‘Tú eres el dueño de tu futuro’. Por cosas así, de ella se ha dicho que sacudió los cimientos de la astrología tradicional (la del tipo Walter Mercado) y abrió paso a una “nueva estructura, que no se enfoca en la predestinación, sino en el empoderamiento”. Incluso, dicen que es la cara "cool" de la astrología, pero bien se sabe que ser cool no es un atributo natural, sino social, y para ser "cool" alguien tiene que serlo menos.

Detrás de ese revuelto frankesteiniano de tips para la vida se esconde un modo de ser correcto muy específico: orientado al cuerpoel emprendimiento y las creencias. Al fin de cuentas, los astros, sus movimientos y lógicas que no sabemos ni podemos corroborar, son prescindibles.

Basta con creérselo para que haga efecto. Hay que seguir invirtiendo, como en el juego de la bolita, porque lo importante es creer en algo. Suena a un negocio inocente: ofrecer esperanza. Pero pensar a estas alturas que el universo nos habla como individuos, que se comunica con nosotros o que de alguna u otra forma le importamos, dice mucho del estado de narcisismo en el que vivimos. No se trata de una apertura cósmica o de relacionarse con el entorno, se trata más bien de que estamos todo el pensando que somos el foco del universo.

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Puede que esté exagerando. Que no haya problema en el negocio de Mía Astral. De hecho, cada que hablo del asunto con alguna astralbieleber, parecen coincidir en que no hay que tomárselo tan en serio. Al fin y al cabo, a los millenials nos han criado bajo la premisa de que somos especiales. No obstante, hay que reconocer que sí huele muy mal la intención oculta tras ese pastiche de meditación, coaching, filosofías orientales y referencias mal puestas de los conceptos del psicoanálisis freudiano.

En palabras de Cesar Gómez, profesor de la facultad de psicología de la Universidad Javeriana, el problema no es el uso de palabras como tal, “sino el uso de palabras que apelan a un campo para atraer de él un régimen de validación. Es decir, que utiliza la jerga para darle un estatuto de cientificidad…Lo que hace es desterritorializar los discursos y coger las palabras aisladas cargadas de cierto valor referente frente al estatuto para untárselas a esto…”.

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(Para la muestra, Astral intentando hablar del aparato psíquico freudiano -ego, superego, ello- en una entrevista para Shock antes de su charla)

Parece que lo que hay allí es una receta bien planeada para sonar creíble (para vender). Una receta armada encima de la paradoja recurrente del coaching: al mismo tiempo que ordena “encontrar tú estilo” reproduce un modelo muy homogéneo para manejarse a sí mismo. Una especie de cuidado corporativo en el que uno es su propio publicista (en Instagram), gerente (de su marca propia) y cuidador (a punta de dieta, gimnasio y jugos verdes).

El combo engancha tanto porque ofrece un modo de enfrentar los grandes problemas de la vida. Hay que volverse deseable para el mercado y conseguir trabajo, a pesar de la falta de buenas condiciones laborales. Hay que tener un hipercuidado de sí mismo y una vida saludable, ante la inoperatividad de los sistemas de salud. Hay que aliviar la soledad, optimizarse a sí mismo para conseguir pareja, a pesar de que la sociabilidad en la era de internet se reduce cada vez más y es más fácil sentirse amigo de una celebridad en YouTube que de un compañero de oficina.

En últimas, esa proclividad al consumo de los gurús de la autoayuda ha tenido que ver con la deformación que hemos hecho en occidente de las filosofías orientales. El último de los ingredientes New Age en la prédica de Mía Astral. Partimos, sin ninguna base sólida, o sin un sistema de creencias que le dé sentido, de la idea de que nuestras vidas y nuestro entorno son equilibrados por naturaleza, y perseguimos el balance como una búsqueda interna. Pero tanto la naturaleza humana, como la naturaleza a secas, está llena de catástrofe, de accidentes vacíos de significado profundo y trascendental, de agujeros negros impenetrables.

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Con más o menos novedad en la predica, los nuevos gurús tomaron diferentes formas. Son los que escuchan y ocasionalmente nos dicen lo que queremos oír. Bien puede ser el peluquero o el brujo del barrio; o el youtuber y predicador con el discurso más familiar de la época. La novedad es que para escucharlos ya no hacen falta las procesiones domingueras, ni crear una comunidad hippie como Rajnishpuram. Basta con pagar un buen plan de datos.

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