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47 Ronin: una película de mentiritas para una historia de verdad

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Por: Juan Pablo Castiblanco (@KidCasti)

¿Qué es?

La recreación de un mito japonés sobre la valentía de un ejército de samuráis que vengaron la muerte de su amo desobedeciendo la orden del máximo gobernante… hablada en inglés. Toda la mística oriental, con algunos intentos de generar una narrativa más poética al estilo de películas como Héroe o El tigre y el dragón, salpicada de ese ineludible sello hollywoodense que convierte todo en la lucha del bueno contra el malo. De cualquier manera, no deja de ser una divertida excusa para empacarse un tarro de crispetas en una sesión de cine de fin de semana. Además, un ejemplo más de que Keanu Reeves tiene menos rango expresivo que un paquete de emoticones, Jorge Enrique Abello y Fonseca juntos. Espadas, dragones, zapaticos de madera y gente comiendo arrodillada: lo mismo de siempre pero para algunos “muchas no son tantas”. 

¿Por qué verla?

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Porque nunca sobra una película de puño-patada-espadas.

¿Por qué no verla?

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Porque es hora de dejar de acolitarle la sinvergüenzada a Keanu Reeves. 

Consejo Shock:

Véala en cine (vale la pena por la dirección de arte y algunos efectos) pero ahórrese verla en su innecesaria versión en 3D y use esa platica en clases de karate o kung fu.

Además del reto de reconstruir el modo de vida japonés de comienzos del siglo 18, época en la que se lleva a cabo esta historia, sus realizadores también tuvieron el desafío de construir una historia que pudiera ser creíble para el público japonés. Hablamos con su director, Carl Rinsch, y uno de sus protagonistas, el japonés Hiroyuki Sanada, sobre los retos que implicó la realización de 47 Ronin.

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