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5 datos para navegar “The Endless River” de Pink Floyd

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Por: Jenny Cifuentes @Jenny_Cifu / Foto: latinstock 

En la música no hay garantías de pervivencia, hoy un grupo está encumbrado y mañana descabezado.  Espectadores, medios o sellos, podrían contar entre verdugos, pero el más rudo, el definitivo es el tiempo: es el que instala en el reino de los cielos o echa tierra y condena al olvido, es el que otorga la supervivencia a los genios incluso luego de la muerte.

Tras casi cinco décadas de su nacimiento, Pink Floyd ha permanecido incólume en el trono de la música, inmune al tic tac, siendo testigo de pocos, que como ellos se quedaron y de cientos de bandas que entran y salen por la puerta giratoria del rock. “El sol es el mismo pero tú eres más viejo”, rezaba su corte Time en el 73.  Ahora los Pink Floyd son casi todos setentones, cabecillas de efemérides en el calendario y sus canciones, menú imprescindible de medio mundo.  

El tiempo los ha blindado,  su historia se ha contado y se seguirá contando desde sus testimonios y sus discos, y desde la  mitología armada por una buena porción de  fans quienes durante 20 años fantasearon con reencuentros y  nuevas grabaciones. Hoy después de tantos desvaríos, existe una certeza: es 2014 y hay un nuevo disco de Pink Floyd.

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La banda que hurgó las entrañas del sonido

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Todo con Pink Floyd es monumental, a lo grande. Ellos derribaron el muro y descubrieron para el público lados  desconocidos de la luna. Con Pink Floyd usted va a escuchar perfección, sincronía, un engranaje que funciona con magia, que anduvo cuando la sicodelia pintó el Reino Unido en los 60, que años más tarde no claudicó ante la irrupción del blues rock británico, que surfeo con comodidad  durante la prevalencia del rock sinfónico, que no tuvo baches por  la época punk y que en el transcurso de todas sus etapas avanzó en la parte técnica del sonido experimentando ruidos, efectos y artimañas,  armados de mucha imaginación y gran capacidad de sorprender.

La banda manipuló el sonido al extremo. El disco Dark Side of The Moon (1973) gestado al  lado de Alan Parsons  es una pieza maestra de la producción y de la ingeniería. Desde su formación, y por una larga temporada Pink Floyd hizo malabares con lo análogo,  luego de la partida de Waters, entre el 86 y 87, incursionó en el terreno de las grabaciones digitales y en  A Momentary Lapse of Reason (1987) incorporó  por primera vez cantidad significativa de samples. 

Los registros del grupo cargan con mucha investigación, pruebas, ensayos, maromas sónicas y cada disco es digno sucesores del anterior en materia de sonido. The Endless River es el remate de todos sus  procesos, un álbum con nueva tecnología, como lo dijo su coproductor Phil Manzanera: “es un disco de Pink Floyd del siglo XXI”.

Waters no hace parte de Pink Floyd hace más de 30 años

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La separación de Waters de la banda es bien conocida y por si alguien la ignora, el músico ha salido recientemente a los medios a ratificarla.  Las últimas veces que tocaron juntos Waters, Gilmour, Mason y Wright  (antes de su reencuentro en Live 8 en 2005) fueron cinco conciertos en Earls Court (Londres) en junio de 1981. Después de la gira de The Wall y de la película, Pink Floyd como cuarteto dejó de existir. Luego de muchos rollos, en diciembre del 87 se acordó con Waters que Gilmour y Mason podían seguir trabajando bajo el nombre de Pink Floyd, en ese entonces Waters ya estaba de gira con su álbum Radio Kaos y ellos con A Momentary Lapse of Reason.

Pink Floyd tras la partida de Waters, antes de esta nueva producción, había publicado dos discos: el ya citado A Momentary Lapse of Reason y The Division Bell.  Entonces, no insista. Si usted es un seguidor fiel, no le queda más remedio que amarlos por separado, esperar sus discos y conciertos en solitario y consolarse viéndolos juntos, más sabios y canosos, en el show del Live 8.

Pasada la tormenta vino The Endless River

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En enero del 93 Mason, Gilmour y Wright empezaron a trabajar para el álbum The Division Bell, en el estudio Britannia Row,  sin músicos contratados, simplemente  los tres cerebros con un ingeniero, luego de unos días llamaron a Guy Pratt para que tocara el bajo.  Después  cambiaron de lugar, y muchos de los registros de esas sesiones de The Division Bell que hoy hacen parte de The Endlesss River se hicieron flotando en El Astoria, un estudio armado en un barco propiedad de  Gilmour,  amarrado en el río Támesis, que fue mandado a construir en 1910 por Fred Karno, un empresario del Music  Hall quien según cuenta la leyenda invitaba a bordo personajes como Charles Chaplin.

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El barco, en el que Gilmour hizo el estudio, mide 27 metros de largo y en el techo puede tocar una orquesta de 70 músicos, rezan las versiones de Mason, quien en su publicación Inside Out cuenta sobre esas sesiones y dice que tenían cintas, colecciones de riffs, esquemas, bocetos y una buena fuente de temas potenciales que según el ritmo habitual de trabajo del grupo eran “suficiente material como para seguir grabando hasta bien entrado el siglo XXI”. “Tuvimos tanto material que pensamos editarlo en un segundo álbum, incluyendo una serie de canciones que apodamos con el nombre de “el gran porro”: un tipo de música ambiental que adoptaron bandas como The Orb. La atmósfera era agradable y tranquila, encima de todo estábamos libres de cualquier litigio ya. Se trataba de hacer música porque no había una presión,  Rick estaba más integrado al proceso y estábamos felices de tenerlo de vuelta”, escribió Mason.

En homenaje a Richard Wright

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La presencia  de Richard Wright en Pink Floyd estuvo en un periodo entre lo oficial y lo no oficial.  La “marcha” de Wright se dio en 1981. Aunque grabó The Wall, no estuvo en el disco The Final Cut, y por ejemplo, no podía aparecer en la cubierta de A Momentary Lapse of Reason por motivos legales tras la disputa con Waters. El teclista, uno de los más grandes del rock de todos los tiempos, fallecido en septiembre de 2008,  es parte esencial del sonido de The Endless River, tanto que por parte de Gilmour se ha descrito la nueva placa como un homenaje que exalta el aporte de su talento a la banda. El guitarrista ha dicho que tristemente, fueron las últimas grabaciones de Wright con Pink Floyd.  Su toque particular ofrece novedades que marcan el sonido de este disco.

No habrá más Pink Floyd en Vivo

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Con Pink Floyd la audiencia ha visto cerdos rosados y camas  volando,  gigantes paredes derrumbándose, ha alucinado con derroches de luces y pantallas. La banda exploró con el video desde sus épocas más remotas: en el 66 cuando Syd Barrett, Roger Waters, Richard Wright y Nick Mason llevaban juntos 6 meses decidieron potenciar la parte visual de sus conciertos con diapositivas y cintas proyectadas en un telón de fondo a base de colores vivos apuntando a generar la sensación de líquido en movimiento.

El grupo siempre buscó  crear un efecto complementario a su música, sobre esto en un tiempo Nick Mason argumentaba: “Tenemos una ventaja muy específica sobre la mayoría de bandas que salen de gira: la total incapacidad por nuestra parte de bailar como Michael Jackson, prenderle fuego a nuestro cabello o tocar la guitarra con los dientes, significa que el público no necesita constantemente un monitor de video para mostrar lo que estamos haciendo sobre el escenario”. Pero los grandes montajes de los shows que ocupaban decenas de personas (The Wall 60 trabajadores o  A Momentary Lapse of Reason 100, por citar algunos conciertos), con The Endless River, según ha anunciado la banda y sus colaboradores, no se verán, en una entrevista David Gilmour aseguró que “sin Rick es obviamente imposible”.

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The Endless River cierra el grifo del torrente sonoro que ha sido la agrupación que tiene hijos y nietos de su música por todo el planeta, y que escribió con sus notas un extenso capítulo del rock. Entonces, a apagar la luz, a cerrar los ojos y a escuchar con devoción el último disco de Pink Floyd.

 

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