Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Alias 'El Principito'

544152_alias-maria.jpg
alias-maria.jpg

La niñez se pierde todos los días en las selvas de Colombia, podemos decidir olvidarla o rescatarla. Conozca la historia de Alias María en cines y apoye el programa #MasNiñosMenosAlias para ayudar a prevenir la reclusión infantil.

Por: Sebastian Mallarino

Imagínese que está en la mitad de la selva mirando su avioneta averiada sobre la copa de los árboles en un aterrizaje forzoso, pero milagroso.  Mientras piensa cómo repararlo, sin Súper Bonder a la mano, aparece un niño tierno, de churcos rubios parecido al principito pero más criollo, pasándole un lápiz Mirado número 2 y un cuaderno Jean Book cuadriculado, para que le pinte un guerrillero. 

“¿Un guerrillero?” pregunta usted algo incómodo, y él le responde sin misterio: 

Publicidad

“Sí, un guerrillero, están de moda, todos hablan de ellos en Facebook y Twitter, pero yo nunca he visto uno en persona, no sé cómo son”. Su primer instinto es “googlearlo” para mostrarle una foto y salir del paso, pero no hay señal y no logra adivinar la clave del WiFi de la selva ¿papagayo123? ¿kapaxesunteso?... nada. Entonces, presionado por los pucheros del muchachito, no le queda más remedio que pensar cómo se pinta un guerrillero, mientras apoya el borrador del lápiz Mirado número 2 en su labio superior. 

¿Qué pintaría? ¿es alto o bajito? ¿tiene barba? ¿es viejo o joven? ¿cómo es su expresión? ¿qué lleva puesto? ¿Cómo son sus armas?... trata de recordar lo que ha visto en medios de comunicación; cómo los describen en la radio y de la camiseta… esa del Che que tenían los de once en su colegio. Finalmente con una imagen vaga en su cabeza arranca una hoja del Jean Book sin importarle que la esquinita se haya quedado en las argollas y se pone a dibujar. Después de varios intentos fallidos y de intentar corregir las líneas chuecas con lo poquito que quedaba del borrador mordido al ras de la cabeza, termina su dibujo. 

Publicidad

No está mal, es un hombre inspirado en la fisionomía de Timochenko y Benicio del Toro pero barbudo y cascado, de botas pantaneras y uniforme Army Vintage, ojalá con una AK47 para terminar de hacerle justicia al cliché. Entonces, despierta al niño churco de la selva que se quedó dormido sobre su hombro arrullado por el sonido de la mina contra la hoja y le entrega el dibujo. Él se frota los ojos para enfocar las líneas delgadas del lápiz que se confunden entre la cuadrícula, usted lo mira esperando su veredicto porque sabe que no hay nada más sincero y cruel que un niño.

“¡Es perfecto!” grita él, pegando un salto repentino y espantando a una culebra que se encontraba cerca haciendo la digestión de un becerro. “¿Perfecto?” pregunta usted “Sí, es perfecto”  y viéndolo algo incrédulo con sus propias capacidades artísticas le aclara con la transparencia de sus doce años: “bueno no es que tú pintes muy bien, pero la verdad yo estaba asustado” usted nota que el niño está a punto de llorar y busca calmarlo “¿asustado de qué?”  “asustado de que me pintaras a mí, en vez de a él” contesta mostrándole el dibujo del guerrillero barbudo “¿a ti?”  “Sí, yo he oído que en esta selva hay niños guerrilleros, pero eso es absurdo ¿cierto?”. El aire ya espeso de la selva se pone todavía más denso, no hay un momento más bochornoso que el momento de decirle la verdad a un niño. Por un segundo siente el peso de la responsabilidad de pintarle las cosas como son, pero ya es muy tarde; él está tan eufórico y aliviado que no es el momento para volver a dibujar un menor de edad jugando en una trinchera embarrada con el cartucho de una punto cincuenta. 

En cambio usted decide ser cómplice de su optimismo infantil para protegerlo; 

“Sí, es absurdo” le responde volviendo a concentrarse en el alerón de su avioneta, porque ahora sí que le entró la urgencia de salir de ahí. El niño suelta una risa pegajosa que crece hasta que a usted le queda inevitable compartirla, “Es absurdo porque yo no sé qué es un galil, o un tatuco, no sé qué es atrincherarse ni replegarse, nunca he visto volar un súper tucano ni un halcón negro que no es un halcón, entonces usted tendría que andar detrás de mí armado con un lápiz para pintarme todo eso que no entiendo”. En el fondo suenan los gritos de un grupo de rescate y el niño se alegra tanto como usted, “Corre, vas a poder liberarte de la selva” le dice sin ningún temor en la voz, pero a usted le entra un corto instinto de papá, “¿Y tú?”  “Yo voy a estar bien, tú mismo lo pintaste, no estoy en peligro de convertirme en un guerrillero ¿cierto?” Entonces usted vuelve a tomar el lápiz rápidamente y antes de que las voces de los rescatistas lo dejen atrás, para volver a la ciudad, le pinta al guerrillero un cigarro en la mano para que el engaño sea inequívoco, “Tranquilo, todos los guerrilleros son adultos y fuman cigarro”

Publicidad

La niñez se pierde todos los días en las selvas de Colombia, podemos decidir olvidarla o rescatarla. Conozca la historia de Alias María en cines y apoye el programa #MasNiñosMenosAlias para ayudar a prevenir la reclusión infantil.

  • Publicidad