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Así fue la novena edición del Festival Hip4 en Medellín

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Por: Juan Diego Jaramillo / Fotos por: Tata Gonzáles 

El Hip4 en su novena edición fue llevado a otro nivel. Dos días de Hip-Hop en el mismo pabellón donde días atrás desfilaban líderes mundiales en el marco del WUF7, dice algo del lugar que ocupa el Hip-Hop en Medellín hoy. Es claro que es un Festival que congrega los 4 elementos del Hip-Hop, pero el evento principal son las batallas de breakdance. Rap, graffiti y tornamesismo son más fáciles de ver en las calles y en los parches hoppers de la ciudad, pero el break no tiene muchos como el visto este fin de semana. 

Medellín ha contado muchas historias a través del Hip-Hop. El rap en especial ha marcado tres décadas de historias. El graffiti, por su parte, ha tenido una explosión en las calles de la ciudad en los últimos años. Los tornamesas todavía son escasos. El breakdance, en cambio, es el elemento por el cual Medellín inició sus acercamientos con el Hip-Hop. Es que los primeros parches hoppers de la ciudad eran de b-boys y b-girls. La biblioteca Piloto, luego el INEM, presenciaron grandes batallas de ese incipiente breakdance que intentaba copiar lo que pasaban por televisión en la década de los 80. DJ Luigi de Laberinto, MC Rulaz Plazco (Perro Demente en La Etnnia) y casi todos los que conocieron el Hip-Hop en los 80, fueron b-boys en sus inicios. Es por ello que el Hip4 toma relevancia en su noveno año de realizado. Un evento que congrega a las escuelas, b-boys y b-girls de todo el país revitaliza este elemento que por momentos parecía haber desaparecido de muchas crews de Hip-Hop. 

Y no fue para menos. Primero habría que hablar de la organización. Como los grandes eventos, en los que ha se ha especializado Medellín, el Hip4 contó con sonido, imágenes y montajes impecables. Tarima en dos niveles con espacio para DJ’s, jurados y camerinos para los b-boys y b-girls. Luego, reconocer el trabajo de Crew Peligrosos en este evento: Ratrace y Hunter en los tornamesas soltaron pistas que capturaron la emoción y velocidad de cada batalla. Por su parte, el Jeque y P-Flavor, como buenos maestros de ceremonias, mantuvieron los ánimos arriba de un público que a veces parecía cansarse entre tantos cyphers. Los jurados no necesitaban mucha presentación: Jeromeskee representando a Crew Massive Monkeys de Seattle, Neguin, de Brasil, ganador del BC One 2010 en Tokio y Mariano b-boy local y campeón en varios Hip4. El público respondió a la magnitud del evento, especialmente para en el del sábado donde llenaron las dos gradas y el piso central del pabellón. Además respondieron asistiendo a los otros eventos que hubo en el Festival y a los stands de los colectivos de Hip-Hop, siendo buena oportunidad para conocer en qué andaban los procesos de Hip-Hop en la ciudad. 

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Para el viernes tuvimos las batallas 1vs1. En ésta se escogía el bailarín que viajaría a Brasil para participar en el próximo RedBull BC One. Con menor asistencia que el sábado, las competencias estuvieron a la altura, no era sino ver las caras de los jurados, para entender que allí estábamos ante breakdance de calidad. El ganador b-boy Baby de Bogotá frente a b-boy Kritical de Medellín Repitiendo una final que había ocurrido años antes.  Además tuvimos la oportunidad de ver a los jurados bailar, así como una Ginga de Capoeira por parte de Neguin. 

El sábado era el evento principal. Desde las 10 de la mañana hubo todo un despliegue de Hip-Hop: tiendas de discos, stands de emisoras, tatuadores, graffiti, skaters, ropa y los diferentes colectivos que se tomaron con sus obras y procesos los corredores del pabellón. Además de showcases de diferentes artistas hoppers. Luego vendría el 5vs5. Competencia donde el trabajo en colectivo y los símbolos de crews se perfomativizan en el conker central. Las crews estuvieron a la altura, movimientos preparados en equipo, el reto, crear un poco de tensión, moverse rápido, entrar y salir con gestos para desconcentrar al otro, saltos, remolinos, uso de uniformes, coreografías y un jurado bastante emocionado, especialmente Neguin que, contando movimientos, estuvo a punto de saltar a bailar al conker. Para esta competencia el ganador fue de casa, Crew Peligrosos se llevó el premio en la batalla 5vs5. 

La emoción vivida en los dos días de festival sólo nos trae una reflexión: el Hip-Hop de Medellín ya es algo más grande que “un proyecto de barrio” o “una alternativa a la violencia”. No malinterpreten, no es subvalorar el origen de estos procesos ni su importancia en los barrios, por el contrario, es pensar en dar el salto en el discurso que sustenta al Hip-Hop en Medellín. Pensarlo como algo más allá de una alternativa o un proyecto barrial (sin descuidar estas escuelas) potenciaría un lugar de posibilidades, una industria y, en últimas, es llegarle a un público más grande que gradualmente se va librando de los estereotipos con los que ha cargado el Hip-Hop durante décadas.  

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Daniel Álvarez - @daniel.alvarez9

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Es que el público de esos dos días no era exclusivamente hopper, ni había un tenso ambiente de clanes como en los 90. Estábamos ante un evento de ciudad que atrajo miradas de expertos y curiosos. La batalla simbólica del territorio, el reto gestual sin violencia física, la velocidad de los movimientos que, con algo de arrogancia teatral, prenden la emoción del público y el beat bien logrado de los tornamesas, hacen que el Hip4 esté a la altura para acompañar a otros eventos y colectivos del país que ya están soñando con una plataforma real de promoción, difusión e internacionalización de las prácticas hoppers del país. 

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En la década de los 90 muchos hoppers, que ya venían con un creciente proceso en sus barrios, intentaron pararse de frente ante Medellín para mostrar que esto era una práctica artística y no un montón de imágenes de desorden y violencia juvenil. Quizás estamos recogiendo frutos de ese giro que dio fin a las batallas campales entre hoppers, quizás estamos parados en el momento en que el Hip-Hop puede comenzar a preocuparse por su historia siendo centro y no periferia de control juvenil. Puede que falte mucho trabajo. Habrá que hacerse preguntas por la técnica, el estilo, los públicos, la responsabilidad frente al contexto y las carreras de jóvenes, pero no se puede desaprovechar el momentum acumulado en el que se tiene la oportunidad para hacer del Hip-Hop algo más grande que un asunto entre Estado y barrios marginales, es decir, una práctica nacional con lógicas e industrias propias. 

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