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Black Sabbath hizo temblar el Parque Simón Bolívar

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Un sonido patentado. Nada se le parece. Riguroso desde que fue creado y concebido originalmente, hace ya cuarenta años; tan disciplinado que resulta trepidante y no menos que contundente cuando Black Sabbath se lo dispara al público durante su show, con ese espectro metálico y ese golpe de percusión que raya con lo memorable.

Por: Chucky García @chuckygarcia - Fotos: Alejandra Mar.

Con la primera localidad llena y la segunda a media asta (unas diez mil personas como mínimo, en general), la legendaria agrupación británica brilló en el escenario del Simón Bolívar, en la noche del sábado. Luna llena, una presentación escoltada por la actuación también fulgurante de Megadeth (sí, su cantante, líder y guitarrista Dave Mustaine demostró una vez más en Colombia que tiene oficio y se mantiene punzante); puntualidad en el inicio de cada una de las presentaciones del cartel y dos horas de show para un Sabbath que por momentos hacía palidecer la noche bogotana con los destellos interpretativos de sus canciones más solemnes o incluso más recientes (estas últimas pertenecientes a su nuevo álbum 13).

Con su paseíllo de sexagenario perdido en centro comercial, Ozzy Osbourne solo se ausentó una vez del escenario para cederle el paso a la gran sorpresa de la fecha, el show dentro del show o la actuación que de entrada pagó la boleta: la del baterista soporte del tour de Black Sabbath, Tommy Clufetos, baterista de confianza de Osbourne y un intérprete de una características animales: su golpe es monstruoso y su resistencia a toda prueba; y con su participación los temas clásicos de la banda (Paranoid, Iron Man, Fairies Wear Boots o N.I.B, entre muchos otros) sonaron como recién salidos del horno o, mejor aún, con un embate que superó a la simple reminiscencia.

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Sabbath se hizo presente cumpliendo a cabalidad con la fama que le precede en la historia del rock y el desarrollo del heavy metal en el siglo XX; y el guitarrista Tony Iommi fue alabado por Ozzy: en un momento del concierto, se arrodilló y alzó los brazos para ofrendarse en reconocimiento a su dedicación a la causa: su sonido de guitarra perfectamente puede ser clasificado como enclave aparte. No menos se puede decir del bajista Geezer Butler, escritor de la mayoría de temas de la icónica banda; y un desaire sería no hablar del momento en que los tres –apoyados en Clufetos– interpretaron la emblemática canción Black Sabbath. Como hecha a imagen y semejanza de Bogotá, una “forma grande negra con ojos de fuego” y con las llamas “subiendo cada vez más alto”, como reza la canción, y una ciudad en la que por mucho tiempo se hablará de esta cita con Sabbath en el Parque Metropolitano.

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