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Celso Piña: “La cumbia nunca ha tenido un receso”

Un homenaje al eterno rey de la cumbia.

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Celso Piña

Celso Piña presenta su disco Aquí presente compa, donde seguirá entregándole cumbia rebelde a las pistas de baile de todo el mundo. 

Por: Juan Pablo Castiblanco Ricaurte // @KidCasti

Hace cuatro años el boom de la nueva cumbia estalló con una gran explosión que iba desde Buenos Aires hasta Monterrey, con réplicas en Nueva York, Los Ángeles y algunas partes de Europa. Mientras Shakira hablaba en sus canciones de un ritmo llamado cumbia, pero sin hacer cumbia, las discotecas del mundo entero reventaron de la mano de nuevos exponentes tan diversos como Bomba Estéreo, Mexican Dubwiser, Toy Selectah, Villa Diamante, Frente Cumbiero, Pernett o Chicha Libre, y de mutaciones del ritmo madre como la cumbia digital, la villera, la chicha o la digital.  

Ese boom se sostuvo en las creaciones de los maestros de siempre, de nombres como los de los colombianos Andrés Landero, Lucho Bermúdez, Aníbal Velásquez, Los Corraleros de Majagual o La Sonora Dinamita; de los mexicanos Carmen Rivero, Mike Laure o Xavier Passos; de peruanos como Los Destellos, Juaneco y su Combo o Manzanita y su Conjunto; o de venezolanos como Pastor López o La Billo’s Caracas Boys. Sin embargo, en medio de este ilustre cuadro de honor, un mexicano se ha destacado por servir de puente entre la vieja y la nueva guardia y, de alguna manera, ser uno de los padrinos del boom. Se trata del regiomontano Celso Piña, “el Señor de los Cielos”, prolífico músico que luego de participar en varias agrupaciones fundó su propia banda cuyo nombre dejaba muy en claro el origen de sus influencias: Ronda Bogotá. Acordeonero autodidacta, ha sido uno de los primeros artistas de su generación en aparecer en MTV, y uno de los pioneros en establecer lazos creativos con artistas más jóvenes. Su disco Barrio bravo (2001), incluyó colaboraciones con agrupaciones como Café Tacuba, El Gran Silencio, King Changó o Control Machete, estuvo nominado al Grammy Latino por Mejor Álbum Tropical, y marcó un quiebre en su carrera, que desde entonces ha estado marcada por sus célebres duetos con artistas más jóvenes.

Luego de cinco años sin grabar, Piña vuelve con Aquí presente compa: un disco que a pesar de haber sido lanzado en mayo de este año, hasta ahora presentará en Colombia con un concierto este viernes 21 de noviembre en La Ventana. En su más reciente producción, Piña les quitó protagonismo a los duetos para entregárselo a su Ronda Bogotá, y donde también incluyó una versión del vallenato Alicia adorada.

Hace tres o cuatro años la cumbia tuvo un nuevo boom continental donde surgieron muchos nuevos grupos que acercaron el ritmo a las nuevas generaciones. ¿Qué pasó después de ese boom?
Para mí la cumbia no ha tenido nada de dormida, ni un receso, ni mucho menos. Ha sido un folclor de Colombia que ya tiene años y años. Yo platico con gente que está muy adentrada en esto y dice que antes, en los 50, se escuchaba mucho el porro y la cumbia también. “La cumbia cienaguera” es un himno, la madre de todas las cumbias. Como yo he tocado en varias partes del mundo te puedo decir que no hay un lugar donde yo haya estado donde la gente no se prenda la cumbia.

No sé a otros músicos en otras partes cómo les vaya, pero a mí me ha ido muy bien en Europa, hemos “soldado” en Centro y Sur América, en la misma Colombia. Yo duré como 20 años tocando cumbia muy pura, desde el primer disco que grabé en los 80 hasta el 2000, y me fue bien, pero tenía que encontrar un poco de diferencia; mezclar y buscar una alternativa musical, pero dentro del ritmo de la cumbia. ¿Qué fue lo que hicimos? En el 2000, se nos pegó la loquera de hacer un álbum medio locotrón, algo de fusiones con el rocanrol, el reggae, el rap o el hip hop. Estuvimos batallando para poder meter esos sonidos, pero al fin y al cabo, después de un tiempo de estar haciendo pruebas y demos, dimos con el ritmo que llamamos “free style”.

Lo grabamos en un disco que se llamó “Barrio bravo” que tuvo una aceptación considerablemente buena, tanto que la gente nos decía que cuándo íbamos a hacer otro disco así o mejor donde la cumbia sonara pesada y gruesa, como si tocara heavy metal. Como les gustó, les fue otro disco igual. A la gente lo que le gusta son las innovaciones, no siempre estar con lo mismo, entonces hay que seguirle buscando cosas que le aporten al ritmo de la cumbia. Es lo principal.

De ahí vienen las colaboraciones y el trabajo con músicos más jóvenes…
Cada quien tiene su estilo, y si juntas uno con otro, si lo sabes hacer bien, da buen resultado. Es como una receta de cocina, que dice que le pongas 20 gramos de esto, 20 de lo otro, pero si le pones 50, ya no sirvió la receta. Acá es lo mismo. Cuando empecé a hacer este tipo de fusiones musicales, lo único que pedía es que no quitaran de la grabación la caja, que lleva el ritmo, la guacharaca y el acordeón, que son nuestros elementos principales para tocar géneros colombianos, ya sea cumbia, vallenato, porro.

"Para mí la cumbia no ha tenido nada de dormida, ni un receso, ni mucho menos"

Su conexión con Colombia es muy especial, desde el nombre de su banda, hasta el origen de sus referentes. Incluso en Europa han confundido su nacionalidad con la colombiana. ¿Qué significa para usted volver a tocar acá?
Es una experiencia muy padre porque es un país al que le debo toda mi carrera. Gracias a su folclor musical he hecho mi carrera. Ya tengo 35 años en esto y me ha ido muy bien, no puedo quejarme. Estoy muy agradecido con el folclor y la música de Colombia.

Aparte de la cumbia, hay otro ritmo con el que usted también está conectado como el vallenato, y en este nuevo disco incluyó una versión de “Alicia adorada”…
Hay una anécdota con respecto a Alicia adorada. ¿Te acuerdas cuando Carlos Vives grabó Los clásicos de la Provincia y tenía una versión de Alicia adorada? Nosotros estábamos trabajando sobre ese tema, pero en ese tiempo teníamos un arreglo con una disquera a la que le dije que quería grabar esa canción pero no muy pura, sino meterle un piano, un órgano o una batería.

Estuvimos en charlas con la compañía pero finalmente no llegamos a ningún arreglo y no hicimos nada. Al poco tiempo la oí con Carlos Vives y pensaba “¡ya me la ganó este pelado!”. Luego le reclamé a Vives cuando vino a Monterrey a una gira de promoción y le dije “oye, me robaste la canción de Alicia”. Y él, “no hombre, ¿cómo?”. Y yo “sí, ¡ya la iba a grabar yo!”. Así que él me dijo “bueno, el que se duerme se lo lleva la corriente”. Ahora me acordé de esa anécdota y quise volver a grabarla y a la gente le ha gustado mucho. Me gusta meter un vallenato en cada disco, para que la gente vea que no toco la pura cumbia, sino que también algunos otros ritmos. Ahora hice también un rock, algo con Natalia Lafourcade, con Lila Downs, con mucha gente y a todos le he dado mi estilo.

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 "Ese primer momento en el que escuché un acordeón me marcó y me hizo decidir ser acordeonista"

¿Cómo se siente tocando ante públicos más jóvenes como el que tendrá este viernes en La Ventana?
Creo que mi música es para gente muy joven, y para gente mediana y para gente ya sesentona. Cuando nos presentamos, hacemos lo mismo que hemos hecho en todas partes, tocamos algunas rolas de Café Tacuba, algunas que hemos hecho con Panteón Rococo, luego hacemos algún vallenato de Diomedes Díaz y luego algo de los Hermanos Zuleta. Tengo música para todos los gustos dentro de mi estilo.

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¿Cómo es su relación actual con el acordeón?
Yo pasé por todos los instrumentos, antes de hacer mi banda, la Ronda Bogotá. Pasé por tres o cuatro agrupaciones donde toqué cencerro, tumbadoras, órgano, batería, bajo, guitarra o canté. Eso me sirvió mucho porque cuando hice mi propio grupo, yo ya les decía a los integrantes cómo quería que sonara su instrumento. Pero cuando escuché por primera vez, por allá en el 72 o 73, un sonidero que tocaba música de Aníbal Velásquez, Alfredo Gutiérrez, Alejandro Durán o Andrés Landero, me cautivó tanto el sonido de ese acordeón, que dejé todos los instrumentos y empecé a buscar un acordeón.

Ensayaba yo solo sobre los ritmos de Alfredo, de Aníbal, y así aprendí. No hubo un maestro que me enseñara, pues en ese tiempo no había gente que tocara música colombiana. Ese primer momento en el que escuché un acordeón me marcó y me hizo decidir ser acordeonista. 

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