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Con o sin cartón, acá todos son “Doctor”

Con la educación como está, y con el arribismo típico y la lambonería de nuestros entornos laborales, acá a cualquiera le dicen doctor.

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Con la educación como está, y con el arribismo típico y la lambonería latente en nuestros entornos laborales, acá a cualquiera le dicen doctor. O peor aún, "doctorsito". 

Por: Fabián Páez López @Davidchaka // Foto: Facebook Enrique Peñalosa

A Enrique Peñalosa se le vino encima la ciudad por un “pequeñísimo” descuido. Según contaron Juana Afanador y Carlos Carrillo en una columna para El Espectador, el actual alcalde de Bogotá ostenta un título que no tiene, el de doctor. Al parecer lo confundió con un diplomado que hizo en París. 

El errorcito no es reciente y cuesta creer, como salió a decir su equipo de prensa, que haya sido culpa de ellos. ¿Se le habrá olvidado que en cada uno de sus libros,-Democracia y capitalismo: desafíos del próximo siglo (1984) y Capitalismo ¿la mejor opción? (1989)-, dice que tiene doctorado?.¿Será que ni él los lee? También, en cada perfil de su campaña, apareció esa información, lo cual podría considerarse publicidad engañosa con sus electores. 

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Pero a la larga, tanto para él como para la mayoría de gente que habita en este terruño, ser doctor o no, es cualquier cosa. Es una palabrita que se quita o se pone, que se arregla con corrector y no pasa nada. ¿Por qué?

Primero, hay que ver la situación de la educación en el país. Comparados con la región, el número de doctores que se gradúan al año en Colombia es de los más bajos. Brasil es el líder con 12.217, le sigue México con 4.665, Argentina con 1.680, Cuba con 1.235, y Chile con 514. Colombia, con 245 graduados según datos de 2011, solo supera a Costa Rica que tiene 112. O sea, acá la educación de élite es cuestión de unos pocos. Y eso también se refleja en el mercado laboral. 

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Por esa misma razón, porque son muy pocos los que pueden acceder a los títulos académicos, tampoco sabemos cómo es que funciona la cosa. Estudiar un doctorado requiere en la mayoría de los casos haber pasado por una maestría y trabajar en un proyecto de investigación que se tarda como mínimo 5 años. Es trabajo duro, costoso, y demorado. 

De ahí también que el título de doctor se haya vuelto sinónimo de lagartería, de arribismo, de la popular lambonería. Las brechas educacionales acá son tan amplías y tan poco cuestionadas que en las estructuras empresariales, cualquiera que ocupa un cargo mejor remunerado, es un “doctor”. O peor aún, si conocen un juzgado, uno de esos paraísos de la lambonería del mundo de los abogados, los empleados se tratan de “doctor, doctorsito”.

Lo cierto es que en algunos casos, ni siquiera un estudiante de medicina recién salido de un pregrado, es un doctor. Para ellos también hay una figura académica conocida como Doctor en Medicina. Para las otras disciplinas, existe el grado de PhD o Doctor en Filosofía. Lo cual no quiere decir que sea sobre filosofía, es un título que se puede tener en muchas disciplinas. Se utiliza esta palabra según su uso clásico, el del estudio general de conocimientos y el amor por los mismos

Así que, en todo caso, seguramente a Peñalosa le decían tanto “Doctor” que se lo empezó a creer, y le pareció que estaba bien ponerse el título. Igual, estudió un diplomado en Francia, para él eso debió ser la cúspide del conocimiento. 

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Por ahora, como todo acá es un chiste, recopilamos la reacción de la gente en Internet a la noticia. 

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