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Cuando mundiales y elecciones coinciden en Colombia

Fútbol y política: asqueroso y pesado coctel.

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Fútbol y política en Colombia

Por afortunada coincidencia o trágica desgracia, los años de mundiales de fútbol y elecciones presidenciales coinciden en Colombia. Rusia 2018 llega en un momento crucial de posconflicto, preguntas chimbas, guerra sucia, cadenas de WhatsApp, hijas de candidatos bailarinas, memes de alto y bajo nivel y amenazas muy graciosas de que nos volveremos la nueva Venezuela. ¿Logrará la Yerrymanía curarnos este sinsabor? ¿Algún gol de James o Falcao será manoseado por los políticos de turno? ¿Cómo fue este cruce en años pasados? A continuación historias de cortinas de humo, técnicos, candidatos y perdedores "a la holandesa".

Por: Bestiario del Balón / @BESTDELBALON  

Italia 1990 y tres candidatos menos

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1989 fue un año bipolar para Colombia. En cuestión de horas pasábamos de la más intensa y sincera euforia futbolera a la angustia y al drama por cuenta de la guerra que ese año le declaró el Cartel de Medellín al Estado. El punto de encuentro más diciente ocurrió en agosto de 1989. El viernes 18 fue asesinado en Soacha el candidato por el Partido Liberal, Luis Carlos Galán; dos días después comenzaba la eliminatoria para Italia 1990 con el partido contra Ecuador en Barranquilla. El triunfo 2-0 fue un potente analgésico y así se presentó. “Que la alegría que hoy nos dan estos muchachos sirva para paliar el dolor”, se dijo. Pocos días después, la selección de Maturana consiguió la hazaña de volver a un Mundial luego de 28 años. Y fue cosa de días, porque entonces no se jugaba la eliminatoria con el sistema actual, sino que era un torneo breve entre cuatro equipos cuyo ganador, solo esa vez, tenía que jugar después una serie contra Israel en octubre.

El caso es que para comienzos de 1990 ya estábamos clasificados. Meses antes se había cancelado el torneo, luego del asesinato del árbitro Álvaro Ortega, a la salida del partido Medellín-América; y seis meses atrás, el 31 de mayo de 1989, Nacional había ganado la primera Copa Libertadores en la historia del país. Íbamos de un extremo al otro, de la dicha al llanto en un parpadeo.

El primer semestre de 1990 estuvo marcado por las bombas de Pablo Escobar, el asesinato de dos candidatos a manos de las sempiternas fuerzas oscuras (el ya mencionado líder del Nuevo Liberalismo y Jaime Pardo Leal, de la Unión Patriótica en 1987. Ese mismo año en el que se desató una revolución futbolística en el banquillo, cuando el seleccionado contrató a un tal Francisco Maturana) y la expectativa por el debut mundialista. El favorito, César Gaviria, el señalado por el entonces adolescente Juan Manuel Galán como sucesor de su padre el día del funeral, se convirtió en un amuleto de la Selección.

Mientras Colombia soñaba con una actuación pletórica en Italia 90, se despertaba con terror porque, antes del gol de Freddy Rincón frente a Alemania —que significó el paso de Colombia por primera vez a los octavos de final de la Copa del Mundo— asesinaban a otros dos candidatos presidenciales más: Bernardo Jaramillo Ossa, de la Unión Patriótica, y Carlos Pizarro Leongómez del M-19, quienes no alcanzaron a ver el debut de los nuestros frente a Emiratos Árabes Unidos. Y, a decir verdad, la dicha tras el milagroso gol tuvo "efecto decol" sobre el brutal recuerdo de una campaña con tres aspirantes que no alcanzaron a salir en el tarjetón.

Estados Unidos 1994 y la era de los casettes

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A mediados de la década de los 90, era todo un furor ir a los sanandresitos cercanos para abastecerse de casettes. Era imposible encontrar cintas vírgenes en cualquier lugar del país porque el colombiano se volvió adicto a eso: a programar el VHS o a estar listo para grabar todo lo que ocurría en uno de los tantos partidos de fútbol de la Selección Colombia que maravillaban al mundo. Hasta Pelé, dicen, grabó algunos de esos juegos de “preparación” que tuvimos contra equipos clase B, como el Parma B o un Bayern Munich, que era una mezcla de soroche y estragos de los martinis de demás que degustaron en el jumbo de Lufthansa que los trajo. No hay que olvidar el rejuntado de nigerianos de distintas profesiones que compraron un paquete turístico, que les permitió conocer el Eje Cafetero y, de paso, jugar contra el equipo de Maturana, vistiendo la camiseta de su país. Por todo eso, Pelé nos postuló como favoritos para ganar la Copa del Mundo. Fue una serie de interminables encuentros que aumentaron la ansiedad en Colombia y la responsabilidad de una escuadra que justo, en el momento de rodar la bola en USA 94, llegaba en su peor momento individual.

Todo fue por culpa de un resultado extraño que difícilmente se repetirá: en las eliminatorias, Colombia tuvo que enfrentarse a Argentina, en Buenos Aires, para definir cuál de los dos pasaba de manera directa al Mundial, y Colombia, contra todos los pronósticos, incluido el de Max Henríquez, se llevó el triunfo con la famosa goleada 5-0. Cuando llegó el Mundial y con el ego futbolístico colombiano completamente argentinizado, explotó todo. Fue escándalo, decepción profunda y hasta el crimen de Andrés Escobar terminó por acabar con cualquier autoestima. Claro: el fútbol de la selección se parecía mucho a ese país que rabioso desgrababa los partidos de Colombia en venganza por el fracaso. Mientras eso pasaba en las canchas, los políticos, con poquísimo ingenio, vivían de la vendimia con comerciales alusivos al triunfo de Colombia sobre Argentina. Andrés Pastrana tenía en su tarjetón el número 5, de ahí el nexo con el juego en Buenos Aires, y Ernesto Samper hizo una sólida sociedad con Carlos Valderrama, similar a la que el samario tuvo con Bernardo Redín en el Deportivo Cali. Cuando en un cerrado duelo, Samper le ganó la presidencia a Pastrana, este, se encontró unos narcocasettes que nadie tuvo la idea de borrar. Empezó el proceso 8000 y, como en el fútbol, no hubo culpables.

Pastrana todavía insiste con los casettes. Le pasa como a los canales deportivos cuando les da por repetir 8000 veces el famoso 5-0. Nadie supo quién gobernó durante todo ese período (1994-1998). Muchos coinciden en afirmar que mientras Ernesto Samper gambeteaba sus responsabilidades en el escándalo, diciendo que todo había ocurrido a sus espaldas, Max Caimán —la mascota que se inventaron algunos publicistas desocupados, cuya figura era un reptil al que había que frotarle la barriga para que Colombia ganara sus encuentros— fue el encargado de la toma de decisiones gubernamentales ante la ausencia natural del presidente que se defendía como gato patas arriba.

Francia 1998 y el candidato holandés

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En las lides electorales también existen las selecciones de Holanda. Para los que no saben mucho de fútbol es bueno hacer un pequeño contexto que, dentro del panorama criollo, también aplica para el Deportivo Cali. En 1974, los holandeses decidieron que la mejor manera de pasar el tiempo en las concentraciones, haciéndole el quiebre al aburrido encierro, era llevar a sus amantes, a sus novias y a sus esposas. Y el clima fue fantástico: todas y cada una de las selecciones de ese Mundial envidiaban a los holandeses. Y para completar estaban jugando con Johan Cruyff. No había manera de perder. Sin embargo, no importa contra quién jueguen o qué maquinaria futbolística hayan armado con esmero los holandeses; mucho menos interesa si son tipos liberales: igual perdieron la final 2-1 contra Alemania.

Cuatro años después, de nuevo se dio ese clima distendido respaldado por una propuesta futbolística sólida. Tan sólida que no importó que Cruyff no viajara a Argentina. Fue una fotocopia del 74: perdieron la final 3-1 ante el anfitrión (Argentina). Y en Suráfrica 2010, de nuevo, contando con lo mejor de lo mejor, el balance fue el mismo: derrota 1-0 ante España. Holanda, serio aspirante siempre a la corona mundialista, perdió las tres finales que disputó. Debe ser bien duro eso.

Con su derrota en las urnas, Horacio Serpa se declaró el Holanda de la política al perder las elecciones con Andrés Pastrana para 1998 (derrota que repitió en el 2002 y 2006 ante Álvaro Uribe). La contienda electoral del domingo 21 de junio opacó ligeramente la actuación colombiana en el Mundial de Francia 1998. Tal vez parecía más importante guardar energías para saber si Pastrana podía conseguir la paz y no gastarlas en el partido contra Túnez porque los antecedentes eran de terror: Colombia, sin hacer un tiro al arco de Rumania, perdió en el debut 1-0 y además el cuerpo técnico decidió expulsar de la concentración a Faustino Asprilla, en pleno torneo, porque deseaba someterse a un régimen más blando, como el holandés.

Al final, y un día después de elecciones, Colombia ganó ante los africanos un partido que fue pura ilusión. El gol de Léider Preciado fue una quimera, como el famoso proceso de paz de Pastrana, mientras que este Mundial, el más plano, el más anodino de los cuatro mencionados, quedó arrumado junto a esas elecciones —no menos insípidas— en un rincón de la memoria colectiva del país cubierta por una polisombra de olvido.

Brasil 2014 y el técnico candidato

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Mientras que el médico José Noronha hizo lo posible por ilusionar a un país con la recuperación de Falcao García y su participación en el mundial de Brasil 2014, los políticos se dedicaron a hablar, gritar, denunciar y vociferar como si fueran una especie de Eduardo Pimentel (impertinente presidente-técnico-dueño del Boyacá Chicó) en la arena electoral. Como es su costumbre, desilusionaron y siguieron desilusionando. Es que cuando llegaban los debates, estos eran más una versión política de la decadente Telepolémica, que una respetuosa y decorosa confrontación de ideas que permitan entre todos, construir un mejor país.

El caso es que los historiadores dirán luego que hubo un paro agrario que no existió, pero que estuvo candente y que existió aunque el Gobierno insistiera en lo contrario; que hubo presidente-candidato que jugó con medias de rombos y reloj puesto con los muchachos de las selecciones Sub 20 y de mayores cada vez que iban a concentrar en Bogotá; que hubo dislates dialécticos del mismo Santos, cuando le dijo al “Chicho” Serna, “Chucho”; que hubo 12 millones de dólares que se perdieron negociando la entrega de los Comba; que hubo actrices de reparto que por fin fueron protagonistas, aunque a costa de las cibernecedades de su marido; que hubo declaración de paz para reuniones familiares, pero declaración de guerra en las urnas porque un primo le dijo al otro que no vota por él porque lo conocía; que hubo un Zuluaga que aunque político parecía descendiente de Montecristo o del Topolino —ambos famosos humoristas colombianos de antaño y que eran más conocidos por sus remoquetes que por el apellido Zuluaga—; que hubo alcalde, pero no hubo, y cuando lo sacaron tampoco hubo, y cuando volvió el anterior, hubo discursos, pero no acciones…

Por eso salió alguna idea desencajada y de idiota efervescencia en las redes sociales sobre la posibilidad de que el técnico José Pékerman se lanzara a la presidencia. Mejor dejarlo quieto: con la defensa en pésimo momento (Zúñiga volviendo, Yepes yéndose, Armero bailando mucho y jugando poco en Londres, Zapata como el alcalde maniatado, pero no por culpa de Miguel Gómez y Alejandro Ordóñez, sino por Clarence Seedorf; y fuera de eso el goleador lesionado) hartas preocupaciones tenía. Bien decía Bilardo, que fue DT de la Selección Colombia a comienzos de los 80 y al que le fue mal: “los puestos más difíciles en una nación son los de presidente, ministro de economía y director técnico de la Selección”.

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Línea de tiempo futbolística-política

1948
El asesinato de Gaitán obligó al Gobierno a buscar algo que entretuviera a la gente los domingos para así evitar que se reunieran a echar carreta y que el encuentro terminara en un nuevo intento para sacudir al régimen. Con¬tactaron a los dueños de los equipos, les prestaron dólares y les dieron las llaves de los estadios para que montaran de afán un torneo profesional que comenzó en agosto.

1982
Si la reelección hubiera existido por esos años, nadie sabe qué habría pasado con el futuro político de Belisario Betancur: el presidente que no quiso que su país fuera sede de un Mundial. Aunque estábamos clasificados en 1986 por ser país sede, por ese mandato presidencial, nos tocó jugar eliminatorias. Y, como es obvio, las perdimos.

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1985
Mientras el Palacio de Justicia ardía, la ministra de comunicaciones Noemí Sanín, decidió que la gente mirara para otro lado y ordenó que por los únicos tres canales de Tv que existían en ese momento se transmitiera el “gran” clásico del fútbol colombiano Millonarios vs. Unión Magdalena. Una torpe decisión que luego se le convirtió en fantasma durante las tres veces que fue candidata presidencial.

2010
Con el Waka Waka como único representante colombiano en el Mundial de Sudáfrica, el Consejo Nacional Electoral no tuvo mejor idea que citar a elecciones preciso el mismo día que jugaban Brasil y Portugal. Como los colombianos le hacen barra a Brasil cuando Colombia no clasifica, el mensaje que se promovió desde Palacio fue el de ir a votar temprano. Y sobrios.

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