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Denver: conversaciones con un punkero que oye Chayanne y Shakira

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Por: Juan Pablo Castiblanco Ricaurte // @KidCasti

Foto por: Inaldo Pérez

Milton Mahan es el miembro de un dueto de pop. Su complemento (y ex-pareja –la separación casi les significa acabar con la banda–) es Mariana Montenegro. Ambos son de San Felipe, una pequeña ciudad chilena en la que hace mucho calor en verano y mucho frío en invierno. Ahí formaron Denver: una agrupación que, remando en el mismo barco de artistas como Javiera Mena, Gepe, Alex Anwandter o Astro, ha consagrado al pop chileno como una de las movidas más refrescantes, arriesgadas, innovadores y variadas de la alternativa latina. El año pasado Mahan y Montenegro lanzaron su tercer disco de estudio, “Fuera de campo”, y fue escogido por varios portales especializados en música latina como Sounds & Colours, Club Fonograma, Red Bull Panamerika o el propio periódico El País de España, como uno de los mejores álbumes del año. En el 2010 ya habían dado su gran golpe internacional con “Música, gramática, gimnasia”, que presentó su brillante amalgama de balada romántica empalagosamente cursi, shoegaze bien ruidoso, disco setentero y, por supuesto, las fórmulas más típicas  y premeditadas del pop. 

Anoche Denver se presentó en La Ventana para celebrar el tercer aniversario de Cromatic Live. Un par de horas antes de su presentación, acompañamos a Mahan a un restaurante de comida oriental. Al mirar la carta, este escuálido hombre de 28 años que vestía pantalón negro, una camiseta negra de Michael Jackson, gafas oscuras y un imperdible pelo decolorado, sabía que iba a pedir ramen (un plato con fideos). ¿La razón? Era uno de los platos preferidos en una de sus series favoritas de animé.

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¿Le gusta mucho el animé?
No todo, pero me gusta mucho la cultura oriental. “Shingeki no Kyojin”, ¿lo viste? Es el anime que la rompió este año en todo el mundo, es como el nuevo “Evangelion”. También me gusta todo lo que ha hecho Hayao Miyazaki.

¿Y Michael Jackson?
¡Sí! ¿A quién no le gusta Michael?

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¿Qué más le gusta de cine?
De todo un poco. Aki Kaurismaki me gusta mucho. También lo que hace Luis Ospina acá en Colombia.

¿Ospina? ¿Cómo llegó a él?
A través de Andrés Caicedo, del que soy muy fanático. Sé que hicieron un par de cosas juntos antes que Caicedo se muriera.

Entonces ya sabe que se está haciendo una película sobre “¡Qué viva la música!”.
Sí y me enoja. No se debería hacer una película sobre ese libro, no es una historia buena para contar. La gracia de ese libro es cómo está narrado, pero no pasa nada. Es sobre gente caminando por las calles.

Pero la va a hacer un director caleño de renombre. Tal vez tenga la sensibilidad y capte el espíritu…
¡Es que es tan difícil! Por ejemplo el personaje de María del Carmen, el momento en el que la vea y le pongan rostro, se me va a destruir todo.

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O sea que no ha visto a la actriz que la va a interpretar.
¿Ya hay fotos?

Sí.
¡No!

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Yo tengo fe porque el director es bueno.
Hay un director brasileño,  Júlio Bressane, que me gusta mucho porque hace películas muy raras. Hizo por ejemplo “Días de Nietzsche en Turín” y yo me imagino “¡Qué viva la música!” con ese ritmo, porque mostraba a Nietzsche cuando se volvió loco. Era más de divagar que de contar una historia. Si no va a quedar como la adaptación de “On the road” de Jack Kerouac, que era horrible y ese es tremendo libro.

¿Y cómo llegó a los libros de Andrés Caicedo?
Existía en Chile un magazín incluido en El Mercurio, el diario más grande del país. Ahí hablaron alguna vez de Andrés Caicedo. Lo leí en el colegio y me influenció mucho. Hay una parte en “¡Qué viva la música!” en la que habla de los cerros de  Cali y los compara con las piernas de unos negros. Yo leía y pensaba que era muy parecido a San Felipe, que es un valle encajonado. Cuando empezamos a hacer música quise hacer lo mismo de Andrés Caicedo. Si tú agarras sus novelas son como una gran novela. Todo sucedía en Cali, los personajes se repetían. Quizá para ustedes es difícil de saber, pero a lo largo de los discos de Denver hay muchos guiños a lugares de San Felipe. En el último disco mencionamos el colegio donde estudiaba la Mariana, que era el de las religiosas carmelitas, hablamos del Cerro de la Virgen, del club de tenis, del liceo de hombres. Me gusta crear una ficción pero siempre partiendo de San Felipe. Es la identidad que hemos tratado de buscar.

¿Cómo es San Felipe?
Es una ciudad muy pequeña, no muy bonita, de 70.000 personas, muy calurosa en verano y muy fría en invierno. Cada vez está más llena de centros comerciales. Cuando yo era chico había un poco más de campo, pero igual puedes agarrar tu bicicleta y en diez minutos llegas a algún riachuelo, a algún humedal donde nos escapábamos con nuestros amigos. “Fuera de campo” es un tributo a nuestros amigos, es muy hermético en ese sentido. Hay cosas que solo entienden nuestros amigos. Hay una canción que menciona a “la isla” que es un potrero donde nos juntábamos todas las noches a beber. Hay muchas de esas citas. Siento que Andrés Caicedo va a eso, a sus amigos y sus lugares. Eso me influenció mucho.
Ahora que habla de Andrés Caicedo, en su literatura también hay algo muy importante y es el furor, la vitalidad y el ímpetu de la juventud. ¿Eso también está presente en Denver?
Sí, por alguna razón uno se queda en eso. Pero no quiero hablar eternamente sobre adolescentes. Me gustaría evolucionar y cantar sobre la edad que tengo o incluso sobre gente que tenga más edad. Igual “Fuera de campo” es un disco menos adolescente. Son los mismos personajes del disco anterior pero con la nostalgia del tiempo que pasó y que ahora se deben enfrentar al mundo real.

Denver y otros grupos chilenos que están surgiendo ahora le están dando cara a un nuevo pop hecho en Latinoamérica. Pero, ¿les importa participar en la construcción de una nueva cultura latina alternativa?
Hoy en día hablar de identidad, en este mundo tan globalizado, es difícil. Existe un cariño y respeto por lo antiguo, pero la identidad de los países es esto, un McDonald’s, cajeros automáticos en todo lado, centros comerciales…

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¿Pero no siente que están construyendo una nueva identidad latinoamericana?
No sé cómo habrá sido diez años atrás. Hoy en día siento que hay harta unión, hemos tenido la suerte de tocar con bandas amigas de Uruguay, Argentina, México y Perú, y todos se apoyan y van en una misma dirección. La cosa es que Latinoamérica es muy grande, se hace mucha música, pero versus el mercado norteamericano somos nada. Fue algo que vi ahora que estuvimos en el festival South by Southwest: si no nos unimos y cada uno va por su lado, no tenemos la más remota posibilidad de aparecer en el mapa musical.

Y nosotros desde la prensa también lo sentimos. Todos los medios reseñando los mismos discos anglo.
Cambiar eso, que la música no esté dominada por la industria norteamericana, es casi imposible, pero desde hace unos cinco años con la ayuda de blogs y de bandas nuevas, Latinoamérica va apareciendo en el mapa. La cosa es que cantamos en español y eso es muy difícil para entrar en un mercado norteamericano o europeo.

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¿Qué está pasando en Chile para que haya surgido esta camada de músicos refrescantes alternativos?
En general todas las bandas y los músicos son muy trabajadores. Por ejemplo Alex Anwandter termina un disco y ya está comenzando a hacer el otro. Hay un riesgo, demasiadas ganas de hacer cosas. Por otra parte los estudios están muy abiertos a proyectos nuevos. A los estudios más consolidados en Chile como Triana o los Estudios del Sur les interesa más grabar a gente joven porque se dan cuenta que la música que más se exporta es esa.

¿Pero por qué todos coincidieron en el pop? Yo lo veo a usted todo vestido de negro, con gafas oscuras… tiene más pinta de hacer parte de una banda de metal.
Tratamos de impregnarle al pop cierta oscuridad, cierta maldad. Yo pasé por hartos estilos musicales: el punk, el metal, el gótico y hoy en día de todo eso rescato algo. Tenía una banda de punk, después una de noise y luego me di cuenta que dentro del pop podía jugar con todo. En los álbumes de Denver se puede leer un poco de eso. El último tiene cosas muy pop, muy disco, de shoegaze, y tiene cosas krautrock porque lo amo y me encantaría hacer un disco completamente de krautrock. Es un popurrí de cosas encausadas en algo más pop. Soy un amante del pop, me gustan sus arreglos, ver cómo se hace una estrofa, un coro, el puente… finalmente son fórmulas. También tengo otros proyectos donde he podido saciar esas otras ganas, como De Janeiros que es electrónica con noise. A fin del año pasado saqué un disco con otro grupo que se llama Nueva Orleans, que si bien es pop, es muy denso, de canciones largas. Hay una canción que solo armé con ruidos ambientales y voces.

Dentro de todo eso, en Denver el disco setentero es muy presente por el brillo y la espectacularidad de algunas canciones como “Los adolescentes” o “Lo que quieras”.
En “Fuera de Campo” queríamos tributar ciertos discos antiguos de los que, con Mariana, somos muy fans. Algunos de The Carpenters o The Stylistics. Si fuera un náufrago como Tom Hanks, y tuviera la posibilidad de llevarme dos vinilos, sería The Visitors de Abba y uno de Mocedades, que nunca sacó un gran disco pero sus canciones son muy buenas. El productor que estaba detrás de ellos era Juan Carlos Calderón, un español que ha trabajado con Ricky Martin, Pandora, Juan Gabriel, todo lo que es balada latinoamericana. A mí me interesa su forma de producir, su trabajo. Canciones nuestras como “La fuerza” son un tributo directo a él y a Mocedades;  muy cursis, dramáticas, sobre-arregladas.

Latinoamérica tiene unas caras muy distintas. Está la versión Telemundo, “miamesca”, de las novelas, de la corrección política, de Juanes, de Pitbull, con un sello más “internacional”. Y hay otra cara que es lo que artistas como ustedes encarnan. ¿Cómo se relaciona con esa otra cara de nuestra idiosincrasia?
Yo no escucho mucha música latinoamericana de esa que me nombras, sino una más antigua. Por ejemplo soy muy fanático de lo que producía Emilio Estefan en los 80. Hay un disco de Gloria Estefan que se llama “Let It Loose”, ¡increíble la producción! Tiene una canción que se llama “No te olvidaré” que es una de las mejores baladas de esa década. De lo que pasa ahora no me gusta la bachata, no me logra enganchar. Ahora precisamente Emilio Estefan está produciendo bachata.

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Es muy seguidor de la carrera de Emilio Estefan, por lo que veo.
(Risas) Es que trabajo de productor y cada vez que me gusta un disco busco quién lo produjo y qué ha hecho. Por ejemplo Juan Carlos Calderón estuvo tras el mejor disco de Ricky Martin, el tercero, cuyas canciones son todas hits. Ahora lo que está haciendo Ricky Martin es un bodrio, pero sus tres primeros discos me parecen increíbles. Igual que Chayanne, que en su primera época tenía covers de Vangelis como “Para tenerte otra vez”.

Ese gusto me imagino que fue reciente, que ahora aprecia mucho más ese tipo de cosas. Cuando salieron seguramente era una vergüenza aceptar que oía eso. Porque, ¿qué hacía un punk oyendo Chayanne?
Yo odiaba a Chayanne, pero hay como dos discos del principio que son muy buenos. Sí me costó asumirlo. Cuando me metí en la producción y me di cuenta de qué se trataba programar y grabar, uno empieza a escuchar otras cosas. Me di cuenta que lo que hacía Emilio Estefan era una locura. Claro, es comercial, radiable, pero a nivel de producción es genial.

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¿Todos estos referentes y nombres los ha encontrado porque es un estudioso de la cultura popular latina o se los ha ido encontrando por casualidad?
Muchas cosas me llegan. Por ejemplo en el último tiempo me enamoré de Shakira y me bajé toda la discografía. Me empezó gustando el “She Wolf” y me di cuenta que tenía buenas canciones. También tiene canciones horribles como “Gipsy”, que hace que “She Wolf” no sea el disco perfecto, pero es un álbum muy bien asesorado, producido por Neptune y Timbaland. Era imposible que fuera un mal disco. Incluso nosotros le hicimos un cover. Ahora ando con “Pies Descalzos” en mi iPod y me parece muy interesante la producción de ese disco porque solo está hecho solo con cajas de ritmo clásicas y una máquina clásica Roland de la música electrónica, del house, para hacer líneas de bajo. Si le sacas las voces, es un disco muy house. Ese tipo de cosas me interesan.

¿Y cómo era eso del cover de Shakira?
Era de “Lo hecho está hecho”. Lo tocamos una vez en vivo, alguien lo grabó, lo subió a YouTube y ahora todo el mundo sabe que hicimos ese cover. Igual pensamos grabarlo porque me gusta

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