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Devoción suprema

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Por Álvaro Corzo. Desde Nueva York

En nombre de los miles de devotos de Jacko, estuvimos en el sentido tributo que se le brindó en la misma tarima que hace 41 años lo vio nacer. Con su muerte el culto por su legado se convierte en religión. Mientras tanto el mundo aguarda por su resurrección. Si el mundo lloró, Nueva York gimió de dolor cuando su hijo adoptivo más ilustre dijo adiós para siempre. Con la bandera a media asta en toda la ciudad, sus ocho millones de habitantes, sin importar su origen o condición social, pasaron el trago amargo del inesperado luto que dejó su deceso.

Desde que se supo la noticia por medio de la radio local, esta paró el reloj como si se tratara del fin del mundo, iniciando un sentido tributo al rey de reyes, al inigualable y despigmentado Mesías del Pop. Así, en cuestión de horas el legado musical de este incomprendido prodigio, el mismo que hizo soñar al mundo entero con baliar sobre la Luna con zapatos de charol, se esparció sobre la gran ciudad como todo un thriller.

Como si se tratara de un llamado a Tierra Santa, miles de jackómanos, entre  imitadores, seguidores hard core así como melómanos con el corazón destrozado, empacaron maletas hacia la Calle 125 del Alto Manhattan. El punto de encuentro. El lugar exacto donde en 1967, Michael, de nueve años, nacía como estrella ante la mirada atónita del templo de la música afro en este país, el Teatro Apollo, el mismo que vio nacer a leyendas como James Brown, Stevie Wonder, Aretha Franklin, The Supremes, Diana Ross, entre otros. Mas nunca a nadie tan grande y controversial como este talentoso e irremplazable Peter Pan del escenario.

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El corazón de Jacko había parado de bombear cinco días atrás en su casa en California y parecía que hasta el propio cielo lloraba a cántaros en la despedida del Smooth Criminal más popular de todo el planeta. El monumental diluvio fue recibido por los aproximadamente cinco mil fanáticos que rodeaban el lugar como una bendición del del más allá por el alma de su más reciente discípulo. La última vez que MJ había cantado en el Apollo fue en el 2002, invitado por el presidente Bill Clinton para una gala del partido demócrata, sin embargo hoy las miles de personas que esperaban a las afueras del teatro sabían que su estrella nunca más regresaría. Toda una mezcla de rabia, tristeza y júbilo se vivía en la antesala que llevaría tan solo a 2.000 afortunados fanáticos, entre esos nosotros, para rendir tributo en el Apollo, donde a su vez se presentaría el video de aquella inolvidable noche en la que MJ, de la mano de sus hermanos Jackie, Tito, Jermaine y Marlon, mejor conocidos como los Jackson 5, ganaron el concurso de talentos que hizo que Motown Records los firmara para grabar su primer disco.

Cientos de carros aparcados en cada esquina de este sector de Harlem convirtieron las calles, gracias a sus bocinas estéreo, en improvisadas pistas de baile donde todos los presentes cantaban y bailaban, como en un ritual de sanación, los éxitos de Jacko. Viejos, grandes y chicos de todas las razas y colores, vistiendo todo tipo de objetos alusivos al rey, como sus tradicionales guantes blancos, sus chaquetas con brillantes, su sombrero y zapatos de charol, se robaban el show recordando el ‘moonwalk’, el ‘body popping’ y el ‘stride’ que lo convirtieron en una leyenda planetaria. Después de seis horas de espera el momento había llegado. Finalmente se abrieron las puertas y mientras toda la horda Jackoniana gritaba de euforia por estar allí, sus caras bañadas en lágrimas eran recibidas por una pantalla gigante empotrada entre cientos de arreglos florales que habían dejados en los últimos días los seguidores de MJ. En el video, grabado años atrás, un sentido saludo de Jacko a todos sus fans del mundo entero en el que decía: “Los amo con todo mi corazón, siempre, siempre los voy a llevar en mi alma”, desató la euforia general y varios desmayos y gritos de agonía abrieron paso a un enorme y sentido aplauso que ensordeció de arriba abajo todo el Apollo por más de 10 minutos.

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A la salida una enorme pared de color blanco estaba dispuesta para que todos los presentes dejaran consignado un mensaje personal para el icono más grande de la música de todos los tiempos.

“Dios te guarde en su reino, Michael, el mundo no será lo mismo sin ti, por mi parte siempre te llevaré en mi corazón. Paz en tu tumba”.

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