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Don Chunchurria, haga el favor de respetar

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Los modales y el respeto a las normas y a los demás, cualidades que brillan por su ausencia entre tanto atravesado que hay en este país. 

Por: @superhyperacido // Foto: Alejandra Mar - @Alejandra_Mar_

Es imposible afirmar que todos los taxistas son unos gamincitos al volante de sus zapaticos amarillos, que son esos carritos que a veces se pierden tras el retrovisor y caen en un punto ciego. O decir entonces que todos los motociclistas de domicilios son una suerte de ‘Evel Knievel’ criollos. 

Tampoco podríamos afirmar con certeza que todos los policías son unos barrigones que se hacen los de la vista gorda frente a diversas infracciones, bien sea por pereza o porque ya ‘arreglaron’. Es imposible generalizar así, sencillamente porque está demostrado que hay policías que entregan su vida al servicio de la comunidad y ponen en riesgo sus vidas, así como hay taxistas honestos y respetuosos de las normas de tránsito, que espichan el botón de su taxímetro legal al momento de cobrar y enseñan al cliente en la cartilla el valor correspondiente a las unidades. 

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Pero entonces uno se pregunta: “y esos dónde están? Porque a mí, no me han tocado”. Quiero confesar que a mí sí me han tocado, y déjenme decirles que es tan insólito, como natural. Insólito, porque es cierto que pasa pocas veces, que la mayoría de los taxistas le meten la pata al carro a lo que da y que la mayoría de las veces que un ciudadano se ve en problemas con la ley, suele encontrarse con un oficial dispuesto a ‘ayudarle’. Pero natural, porque al momento de analizar el suceso uno se da cuenta que no tiene nada de especial, que así deberían ser todos los taxistas y que los policías deberían hacerse respetar haciendo respetar la ley, y no abusando del poder que esta les otorga (Leer también Bajarse del carro no es bajarse de estrato).

Pero esto no solo aplica a los taxistas o policías, y tampoco podemos decir que junto a los motociclistas estos tres arman un podio del atravesado. Esta es una actitud humana que nos afecta a todos. La tentación de colarnos o ‘ganarles’ a los otros  y que tanto nos seduce, parece latir en el corazón de todos y se ve reflejada de peor manera en unos que en otros. Y entonces qué hacer con ese sentimiento? Por qué existe, en primer lugar? Bueno, pues para entender de donde viene, podríamos partir de la hipótesis: ‘todos lo sentimos’. Y si afirmamos dicha hipótesis debemos entonces  probarla y para ello, realizar un experimento que nos arroje algunas conclusiones.

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El experimento es un trancón infernal de esos que se pueden armar en una operación retorno entrando a alguna ciudad en la peor hora para hacerlo en temporada alta. A quién no lo ha rebasado, mientras lleva 30 minutos para recorrer 80 metros gracias al trancón, alguna Chunchurria (Persona despreciable, pária, detestable, que cae mal) a toda velocidad por la berma no circular a la derecha de la carretera? Solo para después verle intentando meterse otra vez al trancón porque esta se acabó o encontró algún obstáculo como un puente, o sencillamente llegó a la cola de las chunchurrias, que decidieron armar un carril donde no lo había? Y digan si no es así que cuando pasa este tipo de personajes, otros caen en la tentación de pegarse al parche Chunchurriento? Pues sí, yo reconozco que, aunque aún no he sido capaz de intentarlo, he sentido el impulso de unirme a las chunchurrias y pasar de largo a los que respetan las normas con una carcajada burlona hacia su impedimento tal vez moral, por sacar ventaja de los demás. 

Qué conclusiones nos arroja entonces nuestro experimento? 1. Las Chunchurrias existen. 2. Creen tener el derecho a imponer sus propias reglas o a ignorar las que ya hay. 3. Son unos pedazos de m…. 4. Todos somos Chunchurrias en potencia. 5. (la más importante) Acaban por hacernos la vida más amarga a los que tenemos que soportarles. 

Y es que lo peor de todo es eso, que a la larga el atravesado no termina llegando más rápido, no nos enseña a los demás nuevas formas de solucionar problemas, no cumple las promesas que hizo en campaña, no piensa en los demás, no paga sueldos justos, pero sí se queja de las otras Chunchurrias, sí se queja de los malos pagos, sí se queja de la falta de solidaridad cuando la necesita, sí se queja de los trancones a los que tanto contribuye, sí cree tener derecho a poner la música a excesivo volumen, mejor dicho este tipo de personaje criollo es el que más se queja pero el que menos colabora. 

Así que cuando se vea a usted mismo haciendo doble fila en el semáforo, colándose en el supermercado, sentado en el puesto del bus cuando una anciana va de pie, acelerando si el de enfrente pone la direccional para entrar a su carril, pitándole a un bus de transporte público por pretender ingresa a su carril y usted no querer darle vía, cuando se mande en verde a pesar de que claramente el tráfico no le permite avanzar hasta el otro lado de un cruce, cuando se apresure a sobornar a un policía, tenga en mente siempre que está cayendo en el lado oscuro de la fuerza, que se está exponiendo a que su chunchurria interior lo domine y se una a las personas que el mundo no necesita. 

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Tenga siempre presente, que son las chunchurrias del mundo las responsables de los males que tanto afligen la convivencia y que hacen que cada vez nos alejemos más como comunidad, embebidos en nuestro propio individualismo o nuestro fastidio por tanta Chunchurria que hay por ahí. Sepa, que no se necesita esclavizar niños en fábricas para ser uno de estos personajes, sepa que basta con pasar por encima de los demás y del bien común, buscando el propio. Esa es la definición de la chunchurria. No sea una Chunchurria, haga el favor de respetar.

P.D.: Las Chunchurrias no tienen un nicho social especifico, las hay analfabetas y estudiadas en Harvard. Identifíquelas, y no se convierta en seguidor de alguna, mucho menos en una seguida por las demás.

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