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El Grito de Independencia de Rubén Mendoza y su 'Tierra en la Lengua'

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Este 20 de julio se celebra el grito de independencia de Colombia, fecha para muchos de orgullo patrio por el nacimiento de una nueva nación.  Para otros la oportunidad de seguir reflexionando sobre aquella tan anhelada pero esquiva libertad. Nosotros quisimos celebrarlo a través de dos de los más grandes exponentes de la música y la cinematografía nacional: Totó La Momposina (ver su Grito de Independencia)y Rubén Mendoza. Dos artistas que han construido país con sus historias, así su visión del mundo sea completamente diferente. 

Los dos rescatan la memoria de un país que lo necesita, uno desde la mirada del folclor y una sinfonía de gaitas y tambores, y el otro con historias que son una bomba atómica cargada de marginalidad y aislamiento. Eso es Colombia para bien y para mal, y hace parte de la dualidad propia del ser humano.

Por eso hoy los dos tienen cabida en este homenaje al país que amamos con todo el corazón, nuestro hogar. 

Por: Luis Fernando Mayolo - @Mayolito

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Rubén Mendoza y su poesía del aislamiento voluntario en ‘Tierra en la Lengua’

Siempre es grato ver cine colombiano, sobre todo si hay variedad de historias y propuestas. Este fin de semana se estrenó ’Tierra en la Lengua’, la nueva película de Rubén Mendoza, aquel que nos enloqueció con su mirada sobre la urbe con ‘La Sociedad del Semáforo’. Esta vez está de regreso con un discurso que hiere el alma, pero a su vez nos permite un acercamiento con el llano, sus costumbres y sus paisajes. 

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Una película que exorciza algunos demonios interiores, pero también acaricia ángeles, como dice Mendoza narrando la historia de Silvio Vega, uno de esos grandes señores criados en la orfandad y la violencia del campo Colombiano, que en sus últimos días le propone a sus nietos que lo maten para no ser atrapado por la soledad y la vejez.

La película, que ganó la competencia internacional del Festival de Cine de Cartagena 2014, es una propuesta en donde todo el tiempo conviven la vida y la muerte.

Hablamos con el director.

¿De lo urbano a lo rural, o de lo rural a lo urbano?

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El sentido poético de ‘La Sociedad del Semáforo’ , mi ópera prima y ‘Tierra en la Lengua’ mi más reciente producción es el mismo. No hay nada extraño, ni intencional en ese paso de una historia urbana a una rural, porque yo soy un man del campo. En realidad diría que yo estaba era yendo a la ciudad, porque mis cortos casi todos son en el campo: ‘La Casa por la Ventana’, y La Cerca’, por ejemplo. Los espacios que retrato son como lugares de mi peregrinación y eterno retorno, que conozco y he creado un lazo cercano. La verdad y para ser honesto me siento muy enfermo en la ciudad. Vivo en Cali, pero muy cerca del río. No quiero volver a Bogotá, pero bueno, no digo nunca, porque hay un gran placer en traicionarse. Todo esto se plasma en mi cinematografía.

¿Cine para exorcizar sus demonios?

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Con mi cine me siento acariciando ángeles y exorcizando demonios a la vez, eso es lo mismo y se necesitan mutuamente. Hay poesía en la basura o en un horizonte sin montañas, en los gestos y las alegrías de la gente, pero también en sus dolores. En la marginalidad y el aislamiento voluntario principalmente, tal y como sucede en ‘Tierra en la Lengua’: un viejo que necesita de esas condiciones para proponerle a sus nietos algo tan duro como es el que lo maten para que no se le adelante la vejez y la soledad. Yo pensaba que la película era para exorcizarme de las aventuras y desventuras de mi abuelo, un ser tan maravilloso y mágico, pero también tan terrible, y terminé casi que haciendo una cinta para hacer las pases y decirme a mi mismo, bueno yo quién soy para juzgarlo.

Tierra en la Lengua es una historia fuerte, que hiere el corazón…

Jairo Salcedo (Silvio en Tierra en la Lengua): Todos los hombres de esa región somos duros, guapos, machos, demasiado verracos. No le tenemos miedo a nada, estamos hechos para trabajar la tierra sin ninguna protección. Todos lo hacemos descalzos y en guayucos. Ningún llanero se amolda a la ciudad tan fácilmente. En esta película los que no hayan ido a este territorio van a tener la oportunidad de conocer los paisajes y un poco de nuestras costumbres. 

Tierra en la Lengua es una película que deposita su fuerza en su personaje protagónico: Silvio, y es tal vez lo mejor de su producción. ¿Cómo lo encontró?

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Siempre el casting es el punto más delicado. Soy muy riguroso. Por ejemplo para La Sociedad del Semáforo fueron más de 700 personas. Esta vez sabía que había un árbol central que era el viejo, lo demás jugaba a su lado luchando por tumbarlo. Por eso la decisión era aún más trascendental. Buscamos entre más de 100 personas y ya muy cerca del rodaje entre Casanare, Santander, Boyacá y Bogotá y sus alrededores. Ya estaba al borde del desconsuelo cuando fue mi abuela la que me acordó de Jairo, conocido mío desde la niñez. Ahí supe que ahí había un camino, un espíritu porque a través de él podía mostrar esa dualidad de la geografía del llano y del hombre, en el sentido de que por más repulsivo que parezca estar ahí, tenía que capturarse también un magnetismo. El llano es como un gran Yin y Yang, medio año está inundado y el otro en un gran verano. Por eso conviven la vida y la muerte.

Usted es un director que se mantiene fiel a su identidad y cuenta las historias que le dan la gana, sin importar si al público le van a gustar o no…

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Dicen los taoistas que la mejor forma de ofrecer algo puro al mundo es siendo egoísta. Todas las formas son válidas, tanto el cine que busca el billete, como otras tendencias. Lo que pasa es que para mí el cine es un vehículo de pensamiento, de amor potente por la vida, genuina y verdadera, como lo exige una película que uno le dedica muchísimos años. Si toco a alguna persona es por casualidad y es maravilloso.

¿Cuánto tiempo transcurrió desde que concibió y terminó Tierra en Lengua?

Yo la escribí a los 21 años y tengo 33. Se llamaba ‘El Burladero’. La abandoné, la repudié, pero luego apliqué para una beca que da el Festival de Cannes. Allá la replantié, aunque no era el mejor sitio para hacerlo. Eso fue en 2010. Lo importante es que la película nunca dejó de escribirse, incluso hasta cuando se filmó.

¿Después de todo este discurso cinematográfico se puede inferir muchas cosas sobre su personalidad, pero en sus palabras, ¿qué es la independencia?  ¿Siente además que ella le ha permitido construir su propuesta cinematográfica?

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Siento que es algo muy etéreo y mentiroso, no hay cine independiente, todo lo contrario, se es dependiente de todo, de los fondos, favores, etc. La independencia sólo está en la confección de la película. Si pasa eso bien, pero si no soy libre de expectativas. Eso libera mucho la obra. Hay que reflexionar menos sobre qué conseguir después y disfrutar el hacer la película. Mucha gente se mete en ese juega. La independencia está presente porque no quiero casar a la gente con una forma de pensamiento, porque no quiero que sea un cine explicativo o porque quiero que padezcan un personaje o los afecte un paisaje y un sonido como uno lo plantea. Ahí está la independencia. Siempre las películas están colgando de un hilo, dependiendo de las mafias de la exhibición se comporten bien con uno. Es tan ficticia como la independencia de Colombia.

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