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Estudiando en Australia: Lecciones de inglés, lecciones de vida

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Viajé a Australia hace unos meses para aprender inglés, pero para poder mantenerme aquí he tenido que lavar platos durante más de seis horas seguidas, lavar baños en oficinas hasta la medianoche y recoger los carritos de mercado que la gente deja tirados por ahí. Estos trabajos no sólo me han dado el dinero necesario para poder seguir estudiando, también me han dejado una gran enseñanza para la vida.

Por: Esteban Daza Leguizamón desde Australia
Foto: iStock

Día a día somos más quienes decidimos dejar la comodidad de nuestro hogar para aventurar en Oceanía. Y a diferencia de lo que muchos piensan, no todo aquí es estar en la playa, ver canguros y pasarla bien con estudiantes de otras partes del mundo. Vivir en Australia es una experiencia que te prueba y que te cambia en todo sentido. 

Además de lo atractivo que puede llegar a ser conocer un país tan lejano como este, Australia  es un destino cada vez más popular entre los estudiantes por la posibilidad que nos ofrece de trabajar legalmente desde el momento mismo en que recibimos nuestra visa. Para nadie es un secreto que estudiar en otro país resulta muy costoso, así que la posibilidad de trabajar unas cuantas horas a la semana hace que los gastos sean un poco más llevaderos.

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Llegué a Australia a mediados de junio de este año, y después de un mes, gracias a la recomendación de mis compañeros de casa, conseguí mi primer trabajo como lavaplatos o “dishwasher”. Empecé con todas las ganas del mundo, pues el salario era atractivo (1.500 dólares australianos por mes, es decir, tres millones de pesos colombianos) y para mí también representaba una buena oportunidad para practicar el idioma que estaba aprendiendo en un ambiente diferente.

Nunca llegué a imaginar lo pesado que puede resultar lavar platos, ollas, sartenes y otro sinfín de utensilios culinarios por más de seis horas y sin parar, pues más tardaba en desocupar el lavaplatos que en tener otras dos cargas para lavar. Era un oficio agotador. 

Afortunadamente, una semana después, recibí otra oferta; esta vez era como aseador o “cleaner” en un edificio ubicado en el centro de la ciudad, puesto para el que había aplicado semanas atrás con varios compañeros de clase.  Este nuevo trabajo también era pesado, pero nunca tanto como lo fue estar en la cocina, y esto es algo en lo que coincidimos con varios compañeros. 
Como aseador el salario también era bueno, incluso un poco mejor que como lavaplatos, tenía un horario fijo y no había que lidiar con la presión constante del chef y de los meseros como sí pasa en la cocina. 

La primera función que me asignaron fue limpiar baños, sí baños, y tampoco es tan terrible como muchos podrían pensar; dependiendo del lugar donde estén los baños, claro está. Si son en oficinas como en las que yo trabajaba la cosa no es tan dura, pues por lo general la gente es limpia; aunque baño es baño sea en Australia o en Colombia, así que nunca han de faltar las sorpresitas desagradables.

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Llevaba ya tres semanas desempeñando ese trabajo, hasta que me cambiaron el horario; inicialmente era de 7:00 PM a 11:00 PM, luego pasó a ser de 8:00 PM a 12:00 AM, y como último el bus hacia mi casa pasaba a las 12:10 AM, muchas veces me vi obligado a pedir Uber – aquí es más barato que los taxis – para regresar a casa. Cuando empecé a gastarme cerca de 25 dólares diarios en transporte, el trabajo dejó de ser rentable y tuve que empezar a buscar nuevas opciones. Una semana después estaba recogiendo carritos de supermercado en un centro comercial.

El truco para conseguir trabajo en Australia es aplicar a cuanta oferta aparezca y preguntarle a cualquier persona que pueda llegar a ayudarnos, así fue como conseguí mi tercer empleo. Un día después de hacer mercado le pregunté a uno de los chicos que recogían los carritos cómo podía hacer para aplicar para dicha posición. Él me dio el número de su jefe y luego de estar tres días enviando mensajes de texto y llamando insistentemente, conseguí la entrevista. Aquí se aprende a ser intenso y perseverante. 

Quien sería mi nuevo jefe era un sudanés llamado Mohamed. Desde el primer momento fue muy amable, y no solo porque me dio el empleo, sino porque este hombre de unos 50 años de edad me demostró que todavía hay esperanza de cambiar la mala imagen que tiene nuestro país por culpa de los negocios del narcotráfico. En cuanto le dije que era colombiano y que había estudiado periodismo me dijo: “Entonces debes conocer a Gabo”. No se alcanzan a imaginar lo bien que se siente recibir comentarios como este cuando se está en el exterior. Mohamed había leído varios de los libros de Gabo así como varios de sus artículos, sabía donde quedaba Aracataca, que hay un periódico llamado El Espectador, soñaba con visitar Cartagena, en fin, para él, nuestro país es uno de esos destinos mágicos que uno no se puede perder.

El trabajo allí no era muy pesado, teníamos tiempo suficiente para descansar y para comer. Mis compañeros – todos hindúes – eran muy amables. Como “trolley collector” (que traducido al español significa algo así como recolector de carritos), ganaba mucho menos que como aseador o lavaplatos. Empecé emocionado con este nuevo trabajo y no le di mucha importancia, pero cuando recibí mi primer salario y después del descuento que hace el gobierno por impuestos,  me di cuenta de que eso no era suficiente para cubrir mis gastos. En Australia todo es muy costoso. Fue así como después de tres meses y tres trabajos distintos, tuve que empezar a buscar opciones de nuevo.  

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Afortunadamente había quedado en muy buenos términos con mi jefe en el trabajo de aseador – esa es otra clave, siempre dejen las puertas abiertas pues nunca se sabe si hay que volver –. Al cabo de una semana estaba trabajando en el edificio de nuevo, pero esta vez limpiando oficinas, con un mejor horario y el mismo salario. Por fin, después de tanto buscar, encontré una estabilidad. 

La ventaja aquí es que no hay que casarse con ningún empleo. Siempre habrá alguna oferta disponible, la clave es saber buscar, insistir y obviamente mostrar que hay ganas de sobra por trabajar. 

A Australia no solamente vine a aprender inglés. Las experiencias que he vivido aquí me han enseñado a valorar mucho más todo lo que tenía en mi país y la lección más importante que he aprendido en estos cinco meses, es a valorar el lugar del otro, de ese otro que muchas veces es invisible para la mayoría. 

Ahora sé que detrás de un baño, oficina o plato limpio, hubo alguien que lo dejó así para mi; y que ese alguien agradecería infinitamente si trato de dejar todo casi tan limpio como lo encontré. 

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Ahora sé que no hay trabajo pequeño ni inferior a ningún otro, y que esos hombres y mujeres que realizan los mismos trabajos en mi país tienen más temple y fuerza que nadie; pues si bien para mí esta situación es temporal, para muchos de ellos no hay otra opción. 

Así que ya lo saben, si escogen Australia como lugar de destino para aprender inglés, prepárense no solo para mejorar sus habilidades con el idioma, también vengan listos para medir su coraje y conocer los retos que estarían dispuestos a enfrentar con tal de alcanzar sus sueños; los míos no las he conseguido todavía, así que voy a tratar de seguir enfrentando todas las pruebas que este país me ponga por unos meses más, durante los cuales espero, además, poder compartir con ustedes el sinnúmero de experiencias que estoy seguro voy a vivir. 

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