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La desgracia de ser zurdo en un mundo de diestros

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Ser zurdo en un mundo de diestros es un fastidio. Es que las cosas están diseñadas para la comodidad de la mayoría. Y en este mundo la mayoría son diestros.

Por: Álvaro Castellanos @alvaro_caste // Foto: capítulo de los Simpson de Fox.

Desde chiquito, tuve que adaptarme a tijeras para diestros, pupitres para diestros, cuadernos para diestros y me tocaba de paso aguantarme a una tía cristiana que se me regañaba por agarrar el tenedor con la mano izquierda. Disfrazarme de diestro a diario se me volvió una cuestión de supervivencia.

Con lo zurdo, me llegó otro problema: la ilusión familiar de que, tal vez, yo pudiera salir más inteligente que los demás. Un William Shakespeare, un Kurt Cobain, un Johan Cruyff. Pero bueno, rápidamente le demostré a todos que yo no era más que otro zurdo con inteligencia del montón. Malísimo para el fútbol, que se tiró un año en el colegio, que eligió ser periodista y que jamás ha logrado entender la diferencia entre el "hale" y el "empuje" de las puertas.

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Estudios de poca monta indican que los zurdos (que ocupan algo así como el 10% de la población mundial) son más brillantes porque se ven obligados a crear recursos para encajar en un mundo donde todo está diseñado en función de adaptarse a la región derecha del cuerpo. Pero, ¿cómo creerle a los estudios? Los estudios son como las mujeres descomplicadas: una grandísima mentira.

De hecho, históricamente la supremacía de lo diestro va mucho más allá de escribir con la otra mano. La legitimación de la derecha como forma "correcta" de vivir la vida parte incluso del lenguaje.

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Durante siglos, usar la mano izquierda estuvo tan mal que la palabra "siniestra" se instauró como sinónimo de izquierda. En ese sentido, un cero a la izquierda no vale nada y tener ideas de izquierda está pésimamente visto. Ni hablar de Jesucristo, que “está sentado a la diestra de Dios Padre”. Tal parece que el reino de los cielos también excluye, entre otros, a los zurdos.

Dicen que los zurdos viven en promedio nueve años menos que los diestros y, por ratos, espero que así sea. Entre más rápido nos vayamos, mejor. Uno se pone a pensar y son pocas las razones para amañarse a este mundo de diestros.

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