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La odisea de conseguir un taxi en Bogotá

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A propósito de la polémica que sigue desatando la llegada de Uber al país y la amenaza de paro de los taxistas bogotanos, invitamos a varias personas para que nos contaran sus anécdotas como columnistas invitados. Juan Pablo es uno de ellos y se declara un usuario feliz de Uber. Esta es su historia.

Por: Juan Pablo Socarras (columnista invitado) / Foto: Latin Stock Colombia

Son las 5:30 p.m. de un lunes  cualquiera. No es temporada de vacaciones, no es un día festivo; es una tarde bogotana de una semana de trabajo, enmarcada en una ciudad acostumbrada al caos resultado de (entre otras cosas) la insuficiencia de vías, una falta de planeación y de un transporte público masivo que no da abasto para tanta gente que diariamente debe movilizarse de su casa a su trabajo y viceversa.  Estoy tratando de conseguir transporte, pues tengo una reunión en una hora en el centro de la ciudad, lejos de donde estoy (aclaro que no tengo carro, lo que quiere decir que soy usuario permanente del transporte público), pero todas las aplicaciones de taxis que tengo en mi celular (tengo tres) me dicen que es hora pico y que harán todo lo posible para conseguirme un servicio. El paso siguiente es añadir una propina, a ver si la cosa se mueve un poco. Pasan 15 minutos y no consigo nada. Y la opción de salir a la calle a levantar la mano para conseguir un auto no es una opción en estos días. Seguridad ante todo.

Por mi trabajo debo movilizarme constantemente por toda la ciudad, de norte a sur y de oriente a occidente. No soy de los que cumple horarios en una oficina, pues soy independiente y tengo reuniones por todas partes.  Esta situación se repite de manera diaria así es que, si hay alguien a quien deberían dar un reconocimiento por ayudar al gremio taxista, es a mí. Pero a veces es difícil, por no decir imposible, acceder a un servicio de carro amarillo.

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Por sugerencia de alguien, bajé la aplicación de Uber a mi teléfono. Creo que fue gracias a esos momentos de desesperación por el temor de llegar tarde a alguna parte, como lo describí al comienzo. Y tal vez suene un poco exagerado lo que voy a decir pero, Uber me cambió la vida, en relación al transporte claro está. Me voy muy cómodo en un vehículo amplio, limpio, agradable. El conductor siempre es amable; siempre me pregunta qué tipo de música quiero escuchar y su discreción y vocación de servicio es digno de un mayordomo inglés. No tengo el problema de “por allá no voy” o de “¿no tiene más sencillo? Es que no tengo vueltas”. Nada de eso. El carro blanco me lleva donde le digo, sin importar el recorrido o el número de paradas. Y el monto de la carrera se carga a mi tarjeta de crédito, así es que no sufro por no tener el tan anhelado “sencillo” o incluso efectivo en mi billetera. Y todo lo anterior sin mencionar que me siento seguro. Claro, hay que pagar un poco más, pero realmente vale la pena. Es por todo esto que me declaro “un usuario feliz de Uber”.

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