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Las historias secretas de los vínculos entre guerrilla, narcos y vallenato

Un largo nexo entre el género más popular del país y uno de males más extendidos de nuestra historia.

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Archivo Shock

A propósito del acuerdo de paz entre el gobierno y las FARC, y de la manifestación de apoyo a éste por parte de importantes figuras vallenatas, reunimos algunas historias de resistencia, guerrilla y  narcotráfico que ha vivido el vallenato, muchas de ellas, plasmadas en canciones entonadas a punta de caja guacharaca y acordeón,  con mucho sabor y el sonado grito de “¡Ay hombe!”.

Por: Jenny Cifuentes // @Jenny_Cifu

A finales del 2018, en la Casa Museo del Acordeón, en Valledupar, relevantes compositores del vallenato se reunieron para manifestar su posición sobre al acuerdo de paz con las FARC. Beto Murgas, autor de La Negra, un batatazo interpretado por El Binomio de Oro;  Rosendo Romero quien escribió Fantasía, hit eterno en la voz de Diomedes Díaz; Santander Durán, creador de Ausencia, himno de entusados cantado por Jorge Oñate; e Isaac “Tijito” Carrillo, artífice de La Cañaguatera, incluida por Carlos Vives en sus Clásicos de la Provincia Vol 1, entre otros, se juntaron para decirle al país que están a favor de esta concertación,  y para recalcar la necesidad de su pronta consolidación. Entre cantos y versos, además,  firmaron un documento dirigido al Presidente de la República con su proclama.  “Los cultores del folclor vallenato estamos comprometidos con este proceso que se viene dando con la guerrilla.  Creemos que ya es hora de terminar el conflicto y aunque no seamos los grandes políticos, tenemos que hacer un pronunciamiento”, dijo Beto Murgas.   

Esta declaración de creadores del vallenato tradicional recuerda que el género, además de parranda y ron, y de bellísimas canciones llenas de paisaje y sentimiento, también ha sido combativo, ha protestado,  denunciado,  hablado de guerra, víctimas, despojos de  tierra a campesinos y anhelos de paz, en una zona que ha convivido con guerrilla, paramilitarismo, narcotráfico y Bacrim, en la que algunos de sus músicos y gestores,  de manera directa o indirecta han sido afectados. 

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Guerrilla, crímenes y vallenato

“En la región del Cesar, La Guajira y Magdalena, desde hace décadas, venimos rechazando las manifestaciones bélicas. Aquí en Valledupar, por ejemplo, tuvimos dos protagonistas de esta guerra: Simón Trinidad, guerrillero de las FARC que fue extraditado, y el paramilitar  Jorge 40, también extraditado.  Lo que de cierta forma, vulneró la convivencia de todos”,  afirmó  Murgas. 

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Y es que gran porción de la población de estas zonas donde ebulle el vallenato, ha sido víctima de delitos de  grupos armados, y los músicos no han sido la excepción. Cabe recordar el  secuestro en 1999  del cantante Diomedes Dionisio (hijo de Diomedes Díaz) y de su acordeonero en ese tiempo, Rolando Ochoa (hijo de Calixto y actual compañero de Martín Elías), autoría de la guerrilla del  ELN que duró 18 días y  se perpetró cuando los artistas llegaban a  Palocabildo, Tolima, a dar una presentación.

A lo que se suma  el secuestro que vivió el acordeonero, cantante y tres veces Rey Vallenato, Alfredo Gutiérrez en 2001 después de ofrecer un concierto en las fiestas de El Tarra (Norte de Santander), cuando al partir del lugar a media noche en un taxi,  antes  que sus músicos, cayó en un retén de ese mismo grupo guerrillero  que lo internó en la selva argumentando “que lo querían conocer” y lo puso a cantar sus hits.  Esa madrugada, los 19 integrantes de su grupo que viajaban en bus, fueron también raptados, pero por el  EPL (Ejército Popular de Liberación), que buscaba presionar al Ejército para que  detuviera las operaciones que se estaban dando en su contra.  Esta guerrilla, inclusive, al enterarse de que Alfredo había caído  en poder del ELN, buscó  intercambiarlo por sus músicos, pero  los “elenos” no aceptaron  y el acordeonero fue  liberado al otro día en horas de la tarde. Gutiérrez estuvo al frente de  una campaña ante el Gobierno,  la Defensoría del Pueblo  y los medios de comunicación para buscar la libertad de los miembros de su agrupación que permanecieron casi tres semanas con el EPL. Luego de su liberación, los artistas narraron que no sufrieron  maltrato físico y que les habían dicho,  entre otras cosas, que los retuvieron por ser una insignia del vallenato en el país con la que querían coaccionar a las Fuerzas Militares.  

Pero un capítulo que enlutó y marcó tremendamente el folclo, fue el secuestro y posterior asesinato de Consuelo Araújo Noguera, conocida como “La Cacica” a manos de las FARC.  Consuelo, quien fuera la matrona del vallenato, fundadora del Festival de la Leyenda Vallenata en 1968, junto con Rafael Escalona y Alfonso López Michelsen, fue secuestrada por guerrilleros del Frente 59 de las FARC cerca de Valledupar el 24 de septiembre de 2001.  En ese entonces se desempeñaba como Ministra de Cultura del gabinete del presidente Andrés Pastrana. Cinco días después de su rapto fue baleada por la guerrilla mientras el Ejército intentaba su rescate. El vallenato aún no se repone, han sido muchos los tributos en su memoria, y el próximo año “La Cacica” será también objeto de homenaje en el Festival Vallenato en su edición “Rey de Reyes”.

Resistencia vallenata

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Y aunque artistas vallenatos han sufrido actos de la guerra, el ritmo, arraigado a las comunidades,  también  ha sido  usado como elemento de resistencia frente a los violentos.  Una   prueba,  el  episodio sucedido en el 2004 en un ataque guerrillero en Manaure,  Cesar,  que motivó a jóvenes del Colectivo Narradores y Narradoras de la Memoria de Manaure,  a realizar el documental Memorias Vallenatas: Las Parrandas  (2010).  Sobre aquel  incidente, la directora del material, Keidis Julio, cuenta: “Un día  íbamos para el colegio. Eran las 5:30 de la mañana. De repente, la guerrilla entró al municipio, se esparció y tomó un rehén.  Ante tal situación, la gente, sin haberse puesto de acuerdo,  salió con tapas, acordeones y guacharacas,  y comenzó a entonar la canción de Manaure y el Himno Nacional. Todos nos reunimos con banderas alrededor de los conjuntos vallenatos que se armaban.  Presenciando esto, los guerrilleros huyeron sin hacernos nada, y después enviaron panfletos que decían que la gente de Manaure era berraca y echada pa”lante. Por ese suceso hicimos Las Parrandas, homenajeando nuestras costumbres y el folclor.  Porque nuestra música, por más inverosímil que parezca, fue la herramienta que usamos para detener las armas”.

 

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Como parte de la cultura, los versos con caja, guacharaca y acordeón, han sido narradores del conflicto nacional  desde muchísimo tiempo atrás. El acordeonero Chico Bolaño en su tema  Sánchez Cerro, abordó la guerra que se dio a inicios de los años 30 entre Colombia  y Perú –cuando Luis Miguel  Sánchez Cerro era el presidente de esa nación–.  Y durante la época del conflicto colombiano  que detonó a finales de los 40 y se conoció como “La Violencia”, en un merengue vallenato llamado Chulavita –título que aludió a una banda armada de origen campesino, activa en  ese periodo–, Bolaño expresó su temor por la guerra y hasta pensó en  ayuda internacional diciendo: “voy a mandá un telegrama, a la nación de Inglaterra, también vengan de Alemania  al Valle, a acabá esta guerra”.

Con el correr de los años,  esos retratos cantados de la historia, se siguieron escuchando en las  voces de personajes como Máximo Jiménez.  Un artista frentero, de puño en alto, que se vio en los 70 y 80  comprometido con  el movimiento campesino, con causas indígenas y  sindicales, que sin miedo y sin pelos en la lengua,  armado de música, denunció casos de violencia y despojo de tierra a los campesinos, entre otras cosas.  Fue  amenazado, encarcelado varias veces, y tuvo que exiliarse en 1990 por la roncha que levantaron cortes propios y ajenos que interpretó como el compuesto por  Andrés Beleño: Señor Presidente (1976),  dirigido al presidente de la época, Alfonso López Michelsen,  que bien podría achacarse a posteriores jefes de estado.

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A punta de fuelle, a mediados de los 80,  más reflexiones sobre la guerra afloraron, cuando siendo presidente  Belisario Betancur, se constituyó una comisión de paz y se firmaron acuerdos con las guerrillas de las FARC, el M-19 y el EPL (estas dos últimas desmovilizadas posteriormente).  Como resultado de estas concertaciones de paz entre el gobierno Betancur y las FARC, surgió el partido político de izquierda la Unión Patriótica (UP), que fue víctima luego, de múltiples asesinatos de líderes y militantes.  Con tal exterminio y con el holocausto del Palacio de Justicia sucedido en el 85, quedaron opacadas las opciones de lograr la paz  en el país.

 

En ese entorno,  la letra a cerca de desarme, tratados, falsos convenios, torturas para callar la verdad, víctimas y relatos de un viejo sobre el conflicto, quedó registrada en el tema La Próxima Guerra (1985), compuesto por  Daniel Celedón y grabado por él junto al acordeonero Gabriel “El Chiche” Maestre, con un invitado de lujo: el juglar Abel Antonio Villa (el primer acordeonero que grabó y llevó su música a la pasta en los años 40, autor de éxitos como El Higuerón o La Muerte de Abel Antonio).

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Posteriormente esos cantos sobre el conflicto y anhelo de  paz, aunque mermaron,   no pararon. Algunos para darles play:

Canta Conmigo, escrito por Hernando Marín Lacouture, famoso en la voz de Diomedes Díaz y el acordeón de “Juancho” Rois (1990): un clamor de vida pacífica que invadió la radio y rezaba: “Quiero traer de La Guajira el sentimiento, de las montañas guerrilleras,  un son de paz”.

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Callaron las Risas, compuesta por  José Amín Díaz y grabada por Oskar Kamelo (2010), habla  de minas antipersona,  los huérfanos y desplazados que ha dejado la guerra.

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El Desplazado, de Mingo Rivera (2009), en una mezcla de vallenato y porro, pide un acuerdo humanitario  y canta el drama de desplazados, la ley del silencio, suelos minados,  fumigación aérea de cultivos ilícitos, etc. (Escúchelo aquí)

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Se acabó la Guerra, es un tema compuesto por Adrián Villamizar, grabado por Los Niños Vallenatos del “Turco” Gil (2015),  que además,  fue interpretado por ellos ante el Presidente Juan Manuel Santos el año pasado, durante momentos tensos en el marco de los diálogos entre las FARC y el gobierno. “No nos comamos el cuento que solo la guerra compone este asunto. Yo quiero ver un soldado muy enamorado de una guerrillera, ver a un civil y a un paraco como dos hermanos labrando la tierra”, dice.   

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Entre narcos y parranda

Como guerrilla y paramilitarismo, el narcotráfico también ha hecho de la región en la que se gesta el vallenato, epicentro de sus jugadas, y el ritmo no ha salido inmune.  Atrayendo a  santos y maleantes, el género, se vio  “intervenido” por traficantes  en los 70 e inicios de los 80, en una época marcada por alta producción y tráfico de marihuana en La Guajira, Cesar y Magdalena, que se conoció como la “Bonanza Marimbera”.  En una zona en la que por esos años el contrabando era  una “forma usual de trabajo”, el cultivo de marihuana se contempló al inicio de la bonanza, por muchos como otra manera de subsistir.  Luego, cuando la actividad se agigantó,  llegaron más problemas sociales, violencia,   corrupción de  estamentos de vigilancia y control, luchas entre clanes de “duros marimberos” y otros males para esas tierras.

“El narcotráfico altera el orden social, porque entre otras cosas, algunos  adquieren poder económico, lo que lleva después a discrepancias. Cuando vinieron estas bonanzas fueron desequilibrando el ambiente  y hasta la mente de muchos artistas.   La bonanza afectó a la población y a los músicos de la región.  Sucede que el músico vallenato de décadas atrás, siempre fue marginado.  No era como ahora que las figuras obtienen buenos dividendos por sus shows.  El músico de antaño tocaba por ejemplo, en las fiestas patronales y su recompensa,  si mucho,  era la comida.  Pero eso era como una parte de él, porque no vivía pendiente de tener dinero,  sino  que brindaba sus canciones por  la satisfacción de sentirse apreciado por los demás, y en la bonanza,  vio una oportunidad.  Existían unos personajes de estos traficantes que les daban a los artistas mucho dinero, carros, o regalos suntuosos por tocar para ellos o saludarlos en canciones,  y cuando nos dimos cuenta, ya había músicos viviendo de una forma distinta. Hasta  se encareció la música.  Algunos intérpretes incluso perdieron su imagen de personas rectas, claro que también, muchos se pararon en la raya  y se mantuvieron ajenos a eso,  y fue cuando empezaron a estudiar para surgir”, cuenta Murgas.

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De este periodo se narran  historias de parrandas interminables y celebraciones con todo tipo de excesos amenizados por artistas vallenatos. Se dice también  que fue durante la bonanza que algunos músicos se volvieron adictos a la droga.

Uno de los traficantes guajiros de ese tiempo, muy cercano al mundo vallenato, amigo de acordeoneros, cantantes y compositores, fue Raúl Gómez Castrillón, conocido como “El Gavilán”, sobre quien el compositor guajiro Romualdo Brito (autor de Yo Soy el Indio que popularizó Diomedes Díaz, o El Santo Cachón grabada por Los Embajadores del Vallenato)  cuenta:  

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“El Gavilán” tuvo mucha incidencia en que Diomedes Díaz y el acordeonero “Colacho” Mendoza se juntaran.  Sin su intervención, eso no se hubiera dado. Sucede que él era muy seguidor de “Colacho” quien ese entonces  tocaba con el cantante  Jorge Oñate. Cuando Oñate le incumplió en algunos eventos al acordeonero, “Gavilán” le preguntó con quién quería grabar -ofreciéndose para ayudarle a contactar al que fuera -, y  él  contestó: ‘con ese muchacho Diomedes Díaz’.  Diomedes acababa de hacer un disco  con “Juancho” Rois (1978), “Gavilán” lo llamó,  lo convenció de unirse a “Colacho” y fue una pareja histórica dentro de la música vallenata. Eso lo hizo “Gavilán” más que todo por afición, porque él no ganaba nada, al contrario, perdió un poco de plata regalándole a Diomedes un bus para su conjunto,  a uno de sus músicos también le dio un taxi, un amplificador para bajo, etc. Obsequiaba muchas cosas a quien lo complaciera, pero no era sino un amante más del vallenato. Un hombre que se dio el lujo de gastarse su plata en lo que más le gustaba: la música y las mujeres, incluso fue un tipo muy sano que murió violentamente”.

Como haya sido, Raúl Gómez Castrillón quedó identificado en la discografía vallenata con una canción compuesta por Hernando Marín: El Gavilán Mayor, grabada por Diomedes y “Colacho” en 1978.  Unas versiones que circulan sobre la composición, apuntan a  que Marín la escribió para el personaje, y otras, dicen que “El Gavilán” se la auto achacó  cuando ya estaba hecha y le pagó un buen dinero al autor y a los intérpretes.

 

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Otro de los temas que aludieron a  esta temporada fue El Marimbero (1979), autoría de  Romualdo Brito, grabada con Los Hermanos Meriño. “Marimbero” fue el apelativo que se usó para quienes se vincularon a la producción y comercialización de marihuana, y la canción,  una crítica social  con saludos incluidos al “Gavilán Mayor” y a otro nombre de la época, “Lucky” Cotes.

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“Lo que sucedió fue que en la bonanza se estimuló a los buenos intérpretes que había en esa época, aparte de eso no sirvió para nada. Fue lo peor que le pudo pasar a La Guajira, y el narcotráfico lo peor que le ha podido pasar a Colombia”, asegura Romualdo.  

 

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De remembrar es que uno de sus capos fue  responsable de un episodio extremo para el vallenato: el asesinato de Rafael Orozco (1992), que aunque la ley determinó que  fue un “crimen pasional” y que al artista lo mataron por un lío de faldas, se concluyó que el homicidio se dio por orden del narcotraficante José Reinaldo Fiallo alias “El Nano Fiallo” -perteneciente al  llamado “Cartel de la Costa”. Fiallo fue asesinado poco tiempo después de la muerte de Orozco por Pablo Escobar.

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Bien sabido es que en el país  el narcotráfico se tornó en combustible del conflicto armado,  permeó guerrillas, alimentó a los paramilitares, fue detonante de terrorismo, culpable  de masacres, corrompió estamentos, etc.  Muy a pesar de eso, algunos artistas se han visto relacionados con sus oscuros personajes y otros los han mentado en un listado de  canciones vallenatas.  Estos son varios de los que quedaron rotulados entre  acordeones:

  • Jorge Gnecco, hacendado y político, luego vinculado a actividades con las AUC y el narcotráfico,    asesinado en 2001 por orden del jefe paramilitar Jorge 40, nombrado en el tema La Chollita que cantó Jorge Oñate al lado del acordeonero Álvaro López (1986).
  • Samuel Mengual Alarcón, “Samuel Alarcón”,  a quien los organismos de inteligencia calificaban  como el segundo narcotraficante en importancia dentro del “Cartel de La Costa”, asesinado dentro de la Cárcel Nacional Modelo en 1995 al que,  según versiones  para evitar enredos, en las canciones lo llegaron a saludar en clave como “S.A.”. Aparece mencionado en el sencillo Gracias a Dios, grabado por Diomedes Díaz con el acordeón de “Juancho” Rois  (1993).
  • Marcos de Jesús Figueroa, alias  ´Marquitos Figueroa”, señalado de narcotráfico, masacres y cientos de crímenes en la zona norte del país, nombrado por  Silvestre Dangond en su corte al lado del acordeonero “Juancho” De La Espriella,  La Pinta Chévere (2003).
  • Camilo Torres Martínez, alias “Fritanga”, condenado en 2015 a 21 años de prisión por  tráfico de estupefacientes y concierto para delinquir. A la luz salieron varias conversaciones telefónicas documentadas en 2008 por la Fiscalía entre el narcotraficante  y el acordeonero  Iván Zuleta en las que el músico le dice que le grabó un saludo en su más reciente trabajo junto al cantante Iván Villazón (nombrándolo a él y a su esposa Diana Salazar) y  le promete una presentación privada en Manizales con la participación de Villazón. En una llamada posterior, aparece además de Zuleta,  Iván Villazón,  preguntándole al narco, cuándo se van a volver a ver. “Fritanga” y su esposa fueron citados por los artistas en su tema Eres Todo (2008). En el aire no sólo quedó este saludo, sino que en 2012 ocupó titulares la presentación de Silvestre Dangond y del también cantante Jean Carlo Centeno,   en una mega fiesta que ofreció el delincuente, en la que fue capturado.

El año pasado en los medios circularon fragmentos de un vallenato popular en el Catatumbo, que Víctor Ramón Navarro, alias “Megateo”  jefe guerrillero del EPL y capo del narcotráfico -quien murió en octubre de 2015 en un operativo desplegado por parte de la DIJIN,  la Policía y las Fuerzas Militares- , habría mandado componer para él y para sus mujeres, a las que les hacía tatuar su rostro en el cuerpo. Las noticias que rodaron apuntaban a que las autoridades realizarían un cotejo de voz para determinar la identidad del artista responsable de la canción y  que podría ser investigado por enriquecimiento ilícito.  Hubo alharaca y la gente hasta señaló a un músico inocente que tuvo que desmentir el hecho.  Según varios medios, las entidades encargadas de investigar ya tenían un nombre, pero no salió a la luz.

 

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“Pa’ que se acabe la vaina…”

Conscientes de  tanta bala que ha sufrido el país, y  de que el acuerdo de paz con las FARC es uno de los pasos  para rescatar la integridad de los  colombianos, al igual que los compositores que se juntaron en el Museo del Acordeón, otros cultores del vallenatos se han pronunciado. El anteriormente citado autor y cantante Romualdo Brito,  dueño en su repertorio de muchos “vallenatos protesta”, quien asegura haber sido vetado por medios de comunicación y  la clase política por cortes sobre violencia, corrupción o extradición, dijo: “Estoy a favor del diálogo con las FARC y con todos los grupos armados, pero creo también que infortunadamente, ‘la paz’,  se ha cogido además, para que personas busquen un beneficio personal y  político. Nuestro pueblo ha fallado por ignorancia, porque en el país la educación no ha sido la mejor.  Si Colombia fuera un pueblo educado no pasaría todo lo que nos pasa. Acá, además de violencia y hambre, existe  ignorancia y se sabotea la educación.  A  un pueblo bien educado no lo hubieran engañado tres o cuatro como ha sucedido históricamente”.  

También Farid Ortiz, conocido como “El Rey de los Pueblos”, responsable del hit Se Acabaron, es un artista muy popular que se pasea por los lugares más recónditos del país llevando música, y dice que ha padecido la violencia y que le ha cantado a guerrilleros, paramilitares, policías, miembros del Ejército y autoridades. Ortiz  ha manifestado: “lo que pasa en la actualidad, nos afecta a todos. Debemos  apoyar la paz para que los campesinos trabajen la tierra y sus productos puedan ser vendidos en la ciudad, para que vivan tranquilos sin que tengan  que andar huyendo  y convirtiéndose en desplazados por esas balaceras que se dan en el campo. Ellos son los que más caen en el fuego cruzado, no hay que pensar sólo en las ciudades. Yo le he cantado a todo el mundo, y si hay que sacarle una canción a Santos para que se logre la paz, se la saco. ¿Vamos a estar cien años más dándonos plomo nosotros mismos?”.

Cantando el tradicional corte El Amor Amor,  y botando  el verso: “Este es el amor amor, el amor que me divierte, cuando tengamos la paz, no me acuerdo de la muerte”, los compositores vallenatos sellaron con sabor su proclama en el Museo del Acordeón.  Ellos,  y muchos músicos del folclor, esperan que el conflicto con las FARC finalice  sin más taras,  y como  la letra de la canción que el Presidente Santos escuchó en las voces de Los Niños Vallenatos,  “les digan: ¡compa se acabó esta friega!”.

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