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Mi homenaje a Nelson Mandela, por Pablo Fortaleza

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En las paredes de las casas de las abuelas en Colombia es común encontrar retratos familiares, bodegones y quizá también alguna imagen del Sagrado Corazón o el almanaque del año. Sin embargo, en la casa de mi abuela materna hace ya varios años hay una imagen que parece gobernar en la sala de estar: la figura de Nelson Mandela. Una foto de la época en que salió de la cárcel, muy elegante y con la mirada profunda que caracterizaba al líder africano.

En mi niñez, la figura de Mandela representaba la de un héroe legendario, que como muchas personalidades de la historia o personajes bíblicos te enseñan a querer aunque no entiendas su verdadero significado. En mi casa la tensión en los años 91 y 92 cerca de la fecha de su liberación se sentía en el aire, la canción del jamaiquino Barrington Levy , 'Mandela Free', sonaba cada tanto en la sala, y uno de los hermanos de mi madre organizaba marchas y manifestaciones en el parque central de Puerto Tejada, ese pueblo de hijos de macheteros africanos que se levanta en el norte del Cauca,  las ideas y símbolos panafricanistas hacían parte del contexto en el que me enseñaron a sentirme orgulloso de mi herencia africana.

Así aprendí a poner el puño en el aire, y a llevar medallones de cuero con la figura del mapa del continente negro. Volver cada tanto a la casa de mi abuela materna era encontrarme de frente con mi identidad, y en este panorama la figura de Mandela era un monumento moral. De todos los líderes negros (Martin Luther King, Patricio Lumumba, Malcom X) el que más influyó en mi forma de ver el mundo sin duda fue Mandela, por eso cuando decidí ir a la Universidad, apoyado en ese momento por mi familia y una beca para población afro, opté por la carrera de Gobierno y Relaciones Internacionales. De alguna manera no quería alejarme de esa realidad internacional en la que mi héroe se movía como pez en el agua.

Ya en la universidad no dudé en hacerme monitor de Historia Internacional, y por supuesto en hacerme un espacio en el Centro de Estudios Africanos. Ahí comprendí la importancia del proceso post apartheid para el caso colombiano, entendí que en el mundo el ejemplo más claro para un proceso de paz en Colombia, se encontraba en la forma en que Mandela asumió el reto de reconciliar al pueblo sudafricano con los "afrikáners" o blancos colonos que los habían subyugado por décadas. También vi en Mandela el ejemplo de líder africano tan escaso y necesario, en un continente lleno de dictadores cuyas personalidades limitan con la demencia.

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Este año, decidí hacer un homenaje a "Madiba", como cariñosamente le llaman en África, y busqué la ayuda de amigos en instituciones como la Embajada de Francia, La Media Torta,  la Fundación ACUA, amigos periodistas y por supuesto bandas que quisieron regalar su música en un concierto que reunió cientos de personas en Bogotá. Pasaron por la Media Torta: Antombo, La Nueva Fuerza, Radio Matuna, Mala Maña y el músico francés Abaji. El concierto se llamó #Gracias_Mandela y admito que lo organicé con el triste presentimiento de que esta sería mi última oportunidad para dedicar mis esfuerzos y agradecerle en vida al más grande líder africano de todos los tiempos por su ejemplo de libertad y perdón.

Pablo Fortaleza
(PROFETAS)

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