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No votar: ¿Resistir o darse por vencido?

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Existen muchos casos por los que un ciudadano no sale a elegir cuál será la persona que liderará su país en los próximos años. Está la flojera electoral (la misma que impide al votante en potencia pararse de su cama a hacer la fila calurosa, en este caso el ciudadano reniega en sus redes sociales y puede, en algunos casos, llegar a sentir cierta zozobra), está la indiferencia política (el ciudadano se sienta a ver los resultados en la televisión sin ser sorprendido por estos. Al enterarse generalmente pasa el canal y continúa con una película tradicional dominguera); está el ciudadano que se dio por vencido porque se enfrentó con un panorama no muy alentador (aquel  que ha tenido experiencia siendo jurado de votación y ha visto como muertos vivientes tachan la x acordada a cambio de cualquier mecato, luego se pregunta ¿Y yo para qué voto si nada va a cambiar?) y está aquel que no vota como un símbolo de protesta y resistencia activa.

Por: Nadia Orozco @cornfake y Luis Fernando Mayolo @mayolito
 
Estas preguntas no tendrían tanta relevancia si en las pasadas elecciones presidenciales la abstención no hubiera alcanzado la poderosa cifra del 59, 93%. Pero dentro de toda esta maraña de posibles razones, llamó mucho la atención el caso puntual de Barú, zona costera situada al sur de Cartagena y Taganga, corregimiento de Santa Marta, que hace parte de aquellos que eligieron por unanimidad el NO VOTO como una forma de alzar el puño y levantar la voz, sobre un problema que los atormenta día a día: la falta de agua potable.

Buena parte de estas poblaciones decidieron que la mejor forma de visibilizar esa problemática era esa y pusieron a muchos a pensar si para la segunda vuelta este debería ser el ejemplo a seguir. Pero ¿realmente no votar supone un cambio real?

“La gente está cansada de tantas promesas sin cumplir, nos unimos y decidimos hacer una caminata hace dos semanas, ahí quedamos en que no se iba a votar para que nos tengan en cuenta”, dice Airton Mattos, líder de la iniciativa en Taganga. “Queríamos hacer un llamado de atención y lo conseguimos, incluso el Alcalde vino con un gesto de prepotencia y se le dijo que fue un acuerdo, que nadie nos iba a cambiar esa idea. La única forma es que ellos se reúnan con nosotros y den soluciones” explica.

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Y sí, ellos cumplieron, no votaron y esa estrategia a corto plazo sirvió para hacerse notar, pero ¿Qué pasa a largo plazo? “Es inteligente en términos políticos en la medida que saben que esas acciones si tienen repercusión nacional y es el modo de darle al gobierno por donde más le duele. Pero en términos estratégicos más amplios no es la mejor de las tácticas, porque finalmente lo que están haciendo es no participar de las decisiones futuras”, opina Richard Tamayo, investigador y consultor en comunicaciones.
 
Por su parte Gustavo Torrijos, analista político lo ve como el fruto del miedo y el abandono, pero no considera que se pueda masificar: “no deja de ser una situación marginal, atractiva por lo novedoso, pero esto no necesariamente se convierte en deseable para un grupo cada vez más mayoritario de personas. Algo similar como lo que ocurrió con el voto en blanco, que tiende a evaporarse a pesar de llegar al 6% en esta contienda”.
 
El problema es que este fenómeno anarquista de una u otra manera resulta en épocas electorales convirtiéndose en un círculo vicioso donde se piden cosas, se suplen a medias y todo termina en el cofre de las promesas por (sin) cumplir, como viene ocurriendo desde hace muchos años y que como en el caso de Tierra Bomba, todavía siguen aguardando soluciones contundentes a sus problemáticas.
 
“En las elecciones parlamentarias no votamos, pero para las presidenciales si dimos vía libre. Llegamos a unos compromisos con el gobierno local, optamos por nuevamente dar una oportunidad a los políticos que nunca nos han cumplido, porque creemos en la democracia. No la jugamos, lo sabemos, pero no había de otra. De todas formas seguimos en pie de lucha”, afirma Adonilson Cervantes, edil de Tierra Bomba.
 
“Queremos escapar a los políticos, por venales, por inservibles, por dañinos, pero es una vana ilusión. No solo por  la reglamentación electoral colombiana, sino porque es imposible. Es la vieja y siempre frustrada ilusión de la anarquía, que traería con ella la felicidad general”, dice Antonio Caballero en su columna ‘Voto en blanco y negro’ de la revista Semana.
 
Vale la pena, entonces, preguntarse cuál es la verdadera resistencia ¿No votar? ¿La indignación virtual? ¿Votar? O incluso entender que la revolución también la hace cada uno, todos los días.
 
¿Cuál cree que es el camino para esta segunda vuelta?

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