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Petronio Álvarez: viche y marimba hasta el amanecer

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El Festival Petronio Álvarez comienza este 12 de agosto en Cali

Por: Camila Mendoza Dukón // Foto: Archivo Shock - Ximena Vásquez.

Bailé currulao por primera vez a los 5 años en el jardín infantil en Bucaramanga, al otro extremo del país de donde proviene este ritmo, a esa edad no me hubiera podido imaginar que esta música sería tan influyente en mi vida.

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Hace varios años reconocí la marimba de chonta gracias a un profesor en un taller de música tradicional en la escuela en la que yo estudiaba; el piano de la selva y yo nos enamoramos de inmediato, pasé varias horas intentando entender el sonido de cada una de estas tablas afinadas en la “escala pensatónica”, como dice  el maestro Gualajo. Las vibraciones que recibía de este instrumento eran más poderosas que cualquier otra que hubiera podido sentir.

Este profesor hablaba de las fiestas que había en los pueblos del pacífico, como la gente bailaba hasta el amanecer y tomaba Viche, Arrechón y Tomaseca para alegrar la vida, contaba como cada año en Cali, a mediados de agosto, se reunían muchos músicos de esta región y armaban una gran fiesta durante casi una semana.

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Fallé un par de años en mis intentos para llegar a esta celebración, hasta que por primera vez en 2012 compré con millas un tiquete rumbo a Cali e hice una reserva en un buen hostal en San Antonio, un barrio con casas antiguas en el que confluyen muchos viajeros con presupuesto ajustado como yo. Había llegado por fin al Festival de música del pacífico Petronio Álvarez.

Al entrar a las canchas panamericanas me atropelló el olor a empanada de piangua (un pequeño molusco que crece en el litoral pacífico), encocado de camarones y cazuela de mariscos, la música a todo volumen en los puestos de comida y la variedad y luminosidad de los colores propios de climas más cálidos con almas más felices. Una vez pasé el asombro me dispuse a bailar hasta que el cuerpo me dio permiso intentando seguir el paso a los diferentes bloques de bailarines que se forman orgánicamente entre el público dirigidos por algún bailarín más experimentado o por un verdadero coreógrafo. Las jornadas se pasan entre las presentaciones de los grupos de violines caucanos,  chirimía, marimba y versión libre; cuando la gente está más contenta baila con más energía y hace que la nube de humo crezca, esto me molestaba mucho al principio pero luego entendí que esta es una señal de que el grupo es bueno.

Después de la fiesta de cada día en las canchas vienen los remates en diferentes sitios de la ciudad y casi siempre con música en vivo, muchos de los músicos que están participando en el festival improvisan entre ellos hasta el amanecer. Según su preferencia puede ir a una caseta o estanco a bailar salsa, en estos lugares se puede sentar en sillas de plástico o en los andenes y seguir la fiesta con bebidas a precios bajos y música a volumen alto; también se puede ir a Zaperoco o Tintindeo, donde encuentra salsa todo el año. Mikasa bar es un espacio donde tienen una programación constante conciertos y durante el festival invitan a algunas bandas participantes o a músicos reconocidos de esta región. Si usted logra saber dónde es el remate de los ganadores el último día, vaya sin pensarlo, es la mejor fiesta en la que puede estar; amanecerá borracho de biche y música.

Uno de los lugares de los que más hablan los que muchas veces han ido al Petronio es “La calle del pecado”, en esta zona quedan los hoteles donde hospedaban a los músicos en los comienzos del festival. Cuentan que en ese entonces la fiesta era en los pasillos, las habitaciones y en la calle, y el acceso era restringido sólo a las personas que portaran identificación del festival; hoy en día es un lugar sórdido en el que se mezclan los turistas embichados con los travestis, quienes inventan palabras en idiomas extranjeros para atraer clientes, los ladrones sobrios buscan al más borracho para dejarlo sin billetera, en el que duerme un niño escondido bajo la parrilla donde su madre está asando pinchos de carne con dudosa procedencia y al fondo suena un chirimía desafinada que atrae a una multitud a su alrededor; todo huele a orines, biche y cigarrillo, las palabras pierden el sentido y a veces la alegría se diluye en la confusión. Es el peor reflejo de un festival que en el resto de sus manifestaciones invita a la paz, a la hermandad, a la alegría y a exaltar la herencia del pacífico.

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Muchas personas toman yagé, hacen retiros espirituales o baños con hierbas, yo prefiero ir a renovar mi energía con el sonido de la marimba en el Festival de música del pacífico Petronio Álvarez, este es el momento del año en el que la música se encarga de refrescar mis energías y dejarme como nueva, lástima que sea sólo una vez al año.

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