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Radiografía de la comedia colombiana (con porción de papa agrandada)

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Por: Juan Pablo Castiblanco Ricaurte // @KidCasti. 

Se estrenó este fin de semana en cines una nueva joyita de la comedia colombiana que tanto amor-odio suscita entre el público nacional. Con “El cartel de la papa”, Jaime Escallón lanzó una película que a primera vista pareciera ser de la misma fábrica Dago-Trompetero, pero que puesta a la luz revela finos detalles que le dan su propia personalidad y espantan fantasmas de ramplonería y pobreza audiovisual. Es decir, una oportunidad de reconciliación con este género para los que le habían perdido la fe: una película para disfrutar con perro, crispetas y manos grasosas, ni más ni menos.  

En el 2011 Escallón debutó en el cine con una historia basada en el colombianísimo drama de la relación empleado-autoridad en “El Jefe”, presentando una mezcla de comedia con cine negro policial retorciendo las situaciones al mejor estilo de los filmes de Álex de la Iglesia. Ahora Escallón vuelve por la misma línea con una pulida cinta con la dirección de fotografía de Nicolás García (quien hace poco también estuvo tras el lente de “Ella” de Libia Stella Gómez), y divertidas actuaciones de Santiago Reyes (el popular Frito de “Germán Es el Man”), Natalia Durán, Carlos Hurtado, Luis Eduardo Arango, Andrés Castañeda y Marcela Benjumea.

Con solo ver su tráiler y su afiche no hay que ser un genio para darse cuenta que, por supuesto, hay feria del cliché, feria de la sobreactuación, feria del absurdo y abundancia de exageraciones, pero que aun así, de todo sale bien librada “El cartel de la papa”. No se podía esperar menos de la historia de un actor gomelo criado en Nueva York quien, luego de enterarse de la muerte de su padre, descubre que es el heredero de un imperio de tráfico de drogas encaletadas en papas sabanera y pastusa. 

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A propósito de todo lo que trae este filme, y aprovechando un aniversario más de la Independencia Nacional, desglosamos los elementos que se han apoderado de la comedia cinematográfica colombiana. ¿Cuántos ha visto y cuántos le falta por ver?

1.    Usar el recurso del pobre diablo al límite
Dígale como quiera: el gomelo debilucho que es forzado a convertirse en un patrón (“El cartel de la papa”), el padre de familia tibio y oprimido por su jefe (“El paseo”, “Cartas al Niño Dios”), el padre de familia que pierde su trabajo (“Pa”) o el oficinista estancado en su cargo (“La pena máxima”). Siempre habrá un personaje igual de jodido que representa al colombiano promedio, de a pie, y sus dramas de buseta.

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2.    Burlarse de alguna región 
En comedia colombiana que se respete, el costeño se verá 60 veces más ruidoso, el paisa se verá 56435 veces más vivo, el rolo se retratará o como un detestable gomelo o como un cachaco de antaño y, como sucede en este Cartel papero, el boyaco inunda la pantalla con su hablado en letra pegada y plagado de “sumercés”.

3.    Retorcer las relaciones familiares
Hijos detestables, suegras viperinas, primas buenonas, tíos malignos, madres cantaletudas y padres tercos: así es la familia en la gran pantalla colombiana. Un licuado entre “Padres e hijos”, “Los Reyes” y “Dejémonos de vaina” perpetuo.

4.    Armar una historia de amor (con buenona, si es posible)
¿Qué sería del colombiano sin la fe en la relación perfecta, en encontrar buen marido, o en levantarse a la vieja perfecta? Aún en el escenario más triste y desesperanzador, siempre, siempre, habrá esperanza en el amor. No por nada somos el país de las esquelas y las tarjetas de Timoteo.

5.    Jugar con el peligro, la violencia y la inseguridad
En cualquier lugar del mundo, hablar de guerrilla, narcos, ladrones y paracos genera terror y consternación. Pero en Colombia estamos tan tristemente familiarizados con carteles, pillos y cacos, que hasta le hemos sacado chiste y risa a la situación. 

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6.    Exagerar la colombianidad
En Colombia tenemos reinados de lo que sea, velorios que se convierten en tomatas de guaro y pola y parques temáticos hasta de la guanábana.  Pero todo eso, en pantalla grande, se verá tres veces más pintoresco y chabacano. 

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