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Si no ha visto Star Wars, déjala ir

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Pertenezco al 1% de  la población que nunca ha visto esta gloria del cine mundial. 

Por: Johana Arroyave Sánchez // @JohanaArroyave // Foto: iStock

Rondaba mis 13 o 14 años y con varios amigos del colegio quisimos conocer el porno. Buscábamos cualquier cosa que abriera rápidamente con el Internet de tarjeta y conexión telefónica que me daba la “skynet”, en lo que gastaba la mitad de mis onces semanales.

Abrimos una pestaña que recuerdo decía “I can get a war of stars in your ass“, (Puedo meter una guerra de estrellas en tu…). Supongo que lo de “stars” nos pareció tierno y le dimos “ver”. Segundos más tarde en la pantalla salía caminando un hombre con una capa negra hasta los pies, una máscara brillante y un miembro largo, bastante largo, pintado de verde fluorescente. 

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Corría moviendo su amiguito de lado a lado con un efecto en cámara lenta, la atención del lente se fijaba solo en esa cosa larga que subía y bajaba con la gravedad; con  voz gruesa el hombre de la “espadita” verde gritaba: “Leia, come here, come here” (Leia ven aquí). De la nada apareció caminando, con cara de achantada y las manos amarradas a la espalda, una joven con una bata transparente y dos colitas amarradas en el pelo. Con su mano gigante, el fortachón la hizo arrodillarse, mirar la  “espada láser" que salía en medio de sus piernas y abrir su boca. 

Unos minutos más tarde, no sé de dónde, salió una bestia enorme llena de pelos, que agarró a la pobre Leia de las piernas y la obligó a ponerse en cuatro… Después de eso creo que mi infancia e inocencia terminaron, tras ver la escena de Leia en medio de dos bestias enormes, una llena de pelos y otra que le tenía la boca llena de pintura verde…

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De esta manera, señoras y señores, conocí Star Wars. Supongo que la mitad de la población masculina querrá fusilarme, meterme dentro de un costal con la boca tapada y hasta torturarme, pero tengo que admitirlo: Pertenezco al 1% de  la población que nunca ha visto esta gloria del cine mundial. Sin ofender, para mí es solo un película más de ciencia ficción que dañó los pensamientos de los jóvenes pubertos, a quienes algo en medio de sus pantalones se les empezó a mover cuando vieron la aparición en la pantalla de las dos moñitas tipo cebollas, las mismas que abrieron la mente del director que dañó mi inocencia.

La primera vez que dije que no sabía quién era Chewbacca fui la burla de mi grupo de amigos. Cuando  uno de ellos dijo: “¿Cuánto jabón gastará en bañarse Chewbacca?”, todos rieron menos yo. Por supuesto, me miraron asombrados y casi me prenden en llamas cuando, luego de explicar unas dos o tres veces el personaje peludo de la película, dije: “nunca la he visto”. Creo que después de eso hicieron hasta una maratón de Star Wars, a la que nunca fui.

Es decir, 10 años después, supe que la bestia gigante y peluda que “torturaba” a la pobre joven, era más famosa de lo que creía… A riesgo de parecer bruta, también debo confesar que  hasta hace pocos años descubrí que R2-D2 no era en realidad “Arturito”, sino una mezcla de combinaciones que lo convertían en el robot del que tanto hablan. En este momento mi memoria es muy confusa, pero creo que mi versión de R2-D2 se quedó en el robot de los Power Ranger, ese mismo que se cogía la cabeza de lado a lado mientras gritaba.

No sé qué tan malo puede ser Darth Vader, el real, no el del miembro fluorescente, pero supongo que será un enviado de Lucifer o algo extraño, para que todas mis amigas comparen a sus ex novios con este personaje. Para mí, es un man de capita negra que sale en los Simpsons, que va caminando por la 85 en Halloween y tiene un hermano gemelo en Toy Story  que actúa como el papá de Buzz Lightyear y a quien lo derrota un dinosaurio con brazos diminutos.

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Y como sé que después de este post van a usar su frase de cajón, “Si no ha visto Star Wars, déjala ir”, haré mi última confesión, soy consciente que pronto es el estreno de otra película de la saga y estoy segura de que puedo vivir sin ella.

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