Con el lanzamiento de su nuevo disco Solange se consolida como un antídoto, no solo contra las connotaciones del peso de su apellido, sino contra la homogeneización del pop comercial.
Ser la hermana menor de Beyoncé, la abeja reina del pop en el globo, no debe ser fácil a la hora de querer cimentar una carrera artística. Por eso Solange optó por consolidarse como un antídoto, no solo contra las connotaciones del peso de su apellido, sino contra la homogeneización del pop comercial.
Su sonido resulta ser un viaje por un soul retro, un pop ochentero y un R&B melancólico que la proyecta como una matrona indie.
El viernes pasado y sin previo aviso Solange lanzó A Seat At The Table, un disco de 21 tracks, que ella misma ha descrito como un álbum sobre “identidad, empoderamiento, independencia, luto y sanación”. Don’t Touch My Hair, junto a Sampha, y Cranes in the Sky, son los dos sencillos que inauguran este proyecto con videos incluidos y muestran la majestuosidad musical y visual de Solange que también dirigió los clips.
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