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Voto en Blanco: El abismo de una revolución pacífica

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Por: Álvaro Corzo V. - @Corzo360

El guayabo de la apatía hace rato nos tiene pasando aceite. Hoy nadie da un peso más allá de su propio reflejo en las redes sociales. Tiempos en los que la política y sus escándalos, como cualquier otro evento de nuestra cultura popular parece no dejarnos más que una rasquiña que dura menos que un ciclo noticioso.
 
Ver en nuestros políticos una colada de fraude y mentira, en un sistema que responde a la burocracia y la disparidad entre los de arriba y los de abajo, no es algo nuevo. En nuestro país este ha sido por años el teatro político donde abunda la ineficiencia e indiferencia, la misma que nos ha llenando a todos de la más pura y elemental frustración. Vivimos en un lugar como diría Salcedo donde los apodos de narcos como el "El mugre", "Fritanga" o "Gargajo" le quedarían perfecto a muchos de nuestros políticos. 

Sin embargo año tras año, elección tras elección, el silencio de la abstención sigue siendo nuestra reacción nacional, primer y único obstáculo para lograr un cambio. Nuestra complicidad radica en que hemos perdido el deseo de transformar este país a través de una revolución pacífica. 

Como dijo Vallejo llevándose consigo hasta el nido de la perra, al coño con el miedo, con el fracaso de una patria viciada. No más con aquellos anquilosados en los clubs de intereses privados. Adiós a la idea de que podemos escoger cuando sabemos que los candidatos son todos iguales, sería como elegir entre la Coca-Cola y la Pepsi-Cola, entre meras banderas de apariencia. 

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Estamos presos de un confort propio de la falta de pertenencia con nuestros recursos naturales y nuestra gente. ¿Qué sí Santos o Uribe?, pero si Uribe fue Santos y ahora este busca a Petro, némesis del primero. ¿Cómo así?, una esquizofrenia total que nos ha dejado en la última década desde exenciones tributarias y subsidios a transnacionales, la entrega de la biodiversidad, la privatización de empresas como Ecopetrol y Telecom, reformas pensional y laboral en contra de los trabajadores, cierre de hospitales,  ferias de notarías, impunidad parlamentaria, zonas francas, persecución a la oposición, inconstitucionalidad, ilegalidad, transfuguismo político…. bueno la lista no acaba en un país donde tristemente la miseria, la falta de justicia social e impunidad siguen al acecho. 

Pero hay una opción. La constitución del 91 y la reforma del 2009 nos entregó a los cerca de 48 millones de colombianos la opción de reembolsarle esa frustración a nuestro sistema electoral. Una patada a la yugular conocida como el voto en blanco que de ganar le daría, de una vez por todas, una cara a la indignación social en este país.

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De alcanzar más del 50% de los votos más 1, el voto en blanco o de protesta como lo llaman en otros países obligaría a repetir las elecciones con nuevos candidatos. No imagino una forma más efectiva de desestabilizar la ecología del clientelismo, corrupción e ilegalidad que vive nuestra política nacional. Así sea por una fracción de segundo.
 
Es posible. Ya ha ocurrido en Colombia. En Bello, Antioquia, la segunda ciudad más poblada de ese departamento. Por eso, si usted cree que no existe ninguna opción real en el tarjetón vote en blanco este domingo. Mas allá de su alcance este simboliza un instrumento real para que estudiantes, campesinos, indígenas, afro descendientes, miembros de los partidos tradicionales y todos aquellos que quieren una renovación de nuestra política nacional digan ¡basta!. 

O no haga nada y no vote. Verá que nada habrá de cambiar.

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