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Y a mí que ni me gustaban los Foo Fighters

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Por: Nadia Orozco M @Cornfake // Fotos: Alejandra Mar 

Claro que mis hermanas mayores tenían el Nevermind y claro que mis amigos solo se sabían ‘Come as you are’ en guitarra. Por ahí y por Mtv, supe que existía Dave Grohl y que tenía su banda. Y a pesar de mi alterego seudo-rockero de aquellos días de post adolescencia, debo aceptar que nunca reparé en Foo Fighters ni se me dio por piratearme ninguna canción de ellos. No tengo explicación, solo no pasó, nuestra relación no surgió.

Cuando me enteré que estarían arribando en nuestras tierras como parte de su Tour por Latinoamérica no me emocione, más si me pareció un detalle de fina coquetería tener en Colombia a una banda gigante y vigente tocando en el Campín.

En enero de 2015, y de un momento a otro, Facebook pasó de ser un álbum de vacaciones colectivo a una sección de clasificados. “Vendo boleta de Foo Fighters” “Compro boleta que sobre”. Yo era solo una espectadora del regateo, pero nunca se me pasó por la mente hacer algo para ir al concierto. Además para ese día cumplía Don Orozco, mi padre.

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En la oficina yo, en un acto de extrema humildad, le había cedido mi acreditación a mi compañero de al lado, sin luchar. Sin embargo, parecía que la vida quería que me encontrara con los Foo. A mi querido compañero le había salido un viaje a las Vegas para esa fecha y en un momento de lucidez pensé que me lo iba a conferir para él poder cumplir su cita con Dave, pero no. Fui yo la que le incumplió la cita a Don Orozco para ir al Campín.

A las 6 de la tarde estaba entrando al Estadio y a las 7 en punto, justo después de uno de esos increíbles atardeceres que adornan a Bogotá muy de vez en cuando, empezó a tocar el telonero. La banda que tuvo el colosal placer fue Diamante Eléctrico. Una agrupación relativamente nueva pero con integrantes que ya llevan buen tiempo moviéndose en las aguas turbias de la escena local independiente. Y aunque ya tienen cancha en escenarios grandes como él Vive Latino en México, Rock al Parque en hora pico y el Estéreo Picnic, tocar en el Estadio el Campín es un asunto serio, digno de enmarcar. Cuando empezó a tocar el Diamante tuve la oportunidad de estar en un palco donde no se escuchaba nada, pero se veía todo y, digan lo que digan, yo vi a la mayoría de gente con las manos arriba, respondiéndole al rock nacional. Luego, cuando bajé, escuche y vi lo mismo: un cuartero de manes dejándolo todo en la tarima. ¡Qué viva el rock and roll hijueputa! Fueron las últimas palabras, y muy bien dichas de Galeano.

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Exactamente media hora después, Dave Grohl apareció en tarima: y pasó todo lo que ya han visto en videos, fotos y leído en reseñas: globos amarillos, aviones de papel, celulares encendidos, Dave Grohl diciendo que somos el mejor público del mundo, covers y hasta un penoso apagón que nos hizo sudar frío a todos.

Yo, por mi parte, debo decir que nunca había vivido un concierto de rock de esas magnitudes. Aunque pensé que iba a reconocer dos o tres canciones, terminé por tararear más de la mitad del repertorio, porque sin querer queriendo todas esas canciones ya habían pasado por mis oídos. La imagen que tenía de comediante de Grohl, no solo se reafirmó sino que se soldó con la de un frontman capaz de tener una relación intensa por tres horas con su público fiel.

Dicen por ahí en algunas reseñas que los medios grandes no hablan de lo malo porque o sino no nos dan entradas, a lo que respondo que hoy no se puede tapar el sol con un dedo, ya que vivimos en la era de “el que lo publique más rápido gana”, también dicen por ahí que solo lo legendario es lo que viene de afuera, pero creo que esta vez todos coincidimos, que se trató de algo especial. Lo digo yo que ni era fan de los foo. 

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