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Corto y sustancioso: así fue el toque de Nicolas Jaar en Bogotá

La tercera visita del músico electrónico estuvo a la altura de lo esperado, pero pudo ser mejor.

La tercera visita del músico electrónico estuvo a la altura de lo esperado, pero pudo ser mejor. Un set donde Jaar movió al público como se le dio la gana, y sin concesiones, acabó muy temprano y se llevó a cabo en un sitio con un sonido muy limitado.

Texto: Juan Pablo Castiblanco Ricaurte // Fotos: Alejandro Gómez Niño

Esperábamos con ansias a Nicolas Jaar. Sus dos anteriores visitas a Colombia -2011 en el Espacio Odeon y 2016 en el Festival Estéreo Picnic- habían sido épicos fiestones. Con su disco Sirens recién estrenado y presente en la mayoríade los listados de los mejores discos latinoamericanos del año, la visita de Jaar era un lujo que no solo se dio Bogotá este 20 de enero, sino que fue compartido por Cali el pasado jueves 19 y Medellín el sábado 21. Además, para redondear la noche, estuvo precedido en tarima por Helado Negro, proyecto del gringo-ecuatoriano Roberto Carlos Lange, que se ha consagrado como una refrescante mezcla de pop y electrónica lo-fi.

Como se sabía, Jaar no venía a tocar ni las canciones de Sirens ni las de sus álbumes anteriores (o habría exasperado al público porque definitivamente no es música de fiesta. Como se sabía, Jaar iba a dar un delicioso set de house profundo y cercano al minimalismo. Pero Jaar hizo lo que se le dio la gana, se fue más allá de los límites y rompió con lo que se podía esperar de una "fiesta electrónica", insertó algunos momentos de ruido abstracto e hiló su acto en vivo con las exploraciones de sus discos. 

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¿Qué une al Jaar fiestero con el Jaar experimental de los discos? En estos tres toques en Colombia el público pudo entenderlo. ¿Quién es ese artista que comenzó haciendo tracks como Angles para hacer reír a su mamá y luego terminaron sonando en los clubes más importantes de Nueva York? A su manera ha sido un músico caprichoso y que en vez de perseguir un lugar más relevante en el mainstream, que bien podría lograr, busca romper con la monotonía de lo que entendemos por “música electrónica”.

Para entender al músico chileno-estadounidense Nicolas Jaar, es necesario saber que es hijo del influyente artista plástico chileno Alfredo Jaar (protagonista de las vanguardias de los años 80). Su aproximación al sonido a veces desborda la forma en la que entendemos comercialmente la música para acercarse al arte sonoro. Así lo demostró anoche cuando hizo lo que se le dio la gana. Detuvo el toque, volvió a empezar, prendió las luces del Royal Center de Bogotá para fingir que se había acabado su set, para luego retomar con contundencia. 

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Incluso, algunos de sus movimientos han sido gestos políticos, como sucedió en el 2010 cuando decidió publicar Mi mujer El bandido, dos de los momentos clímax de la noche, respondiendo a lo que él consideraba “la muestra de explotación de la cultura latinoamericana por los DJ blancos europeos”. O también, el hecho de incluir en la portada de Sirens la foto de la obra Un logo para América; un registro de una intervención que Alfredo Jaar hizo en 1987 en pleno Times Square, donde a través de la instalación de una valla gigante con el aviso “Esto no es América”, cuestionó la mirada norteamericana hacia América Latina. Ese, a grandes rasgos, es Nicolas Jaar.

Lastimosamente Jaar se presentó en un espacio como el Royal Center que sigue demostrando sus deficiencias para proveer un buen sonido y que no se reparte equitativamente en todas las zonas. Además, lastimosamente, el evento terminó abruptamente apenas Jaar acabó su set, dejando la sensación de que esta vez no se cumplió ese dicho de que lo breve y bueno, doblemente bueno. ¿No se habría podido programar un dj para el final?

 

 

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