Una de las grandes cantautoras del Pacífico nacional, cerebro de hits versionados por artistas como Cynthia Montaño, Esteban Copete o la Orquesta Sinfónica Nacional, estrena Remembranzas: un álbum con el encanto de la música del Pacífico aliado a aires foráneos y letras sobre lo cotidiano, que muestra en sus canciones una poderosa raza que festeja su cultura.
Por: Jenny Cifuentes
Dueña de tremenda versatilidad para componer y una garganta privilegiada, Inés Granja, oriunda de Timbiquí (Cauca), ha dejado piezas instauradas en las mentes de amantes de los ritmos del Pacífico. Memoria de Justino, Sube la Marea, Mi Canalete, Que Baile el Abuelo o Soy Timbiquiereño, temas de su repertorio, han sido interpretadas por decenas de artistas.
Tiene casi 70 años, es alegre, bailadora, dotada del picante, el sabor de su tierra y de energía inagotable. Amante de la salsa y el vallenato, ferviente admiradora de Rubén Blades y Los Hermanos Zuleta. Se estrenó en la composición con un vallenato. Era la década de los ochenta, Inés tenía alrededor de 30 años, y en la televisión emitían un programa de concurso musical llamado Componga, Cante y Gane. Su título resumía la dinámica: hacer una canción, mostrarla y “ganar miles de premios”, según anunciaba el jingle. Granja se fijó que en el espacio solo participaban con baladas, hasta que un monteriano hizo la excepción y llevó un vallenato. Eso le explotó la cabeza. Pensó: “también puedo hacerlo” y cuaderno en mano se dio a la tarea. Así llegó al programa con una canción vallenata llena de sentimiento titulada Corazón Sangrante, que rezaba: “Tengo el corazón sangrante, porque la herida está viva, yo quiero que se me cure, pero contigo mi vida”.
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“Ese programa fue el que me abrió las puertas para componer. El vallenato, no lo grabé y tampoco se lo di a nadie para que lo hiciera. Hace un par de años en un concierto en Bogotá lo tocamos con el acordeonero Carmelo Torres y la gente se entusiasmó. Quizá lo publique más adelante”, cuenta.
Tras ese impulso siguió escribiendo, se volvió una dura, y ahora puede componer lo que se le antoje. Es autora de salsa, boleros, baladas y por sobre todo, aires del Pacífico. De familia musical, orgullosa de su cultura y con inspiración que brota de la tierra, lo cotidiano, y de su espíritu contento, despliega composiciones a ritmo de currulao, bunde, juga o pasillo, que ha grabado además, con Socavón y Santa Bárbara de Timbiquí, agrupación de la que fue directora.
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Canciones como Sube la Marea, Que Baile el Abuelo, A Navegar, Soy Currulao, Mi Canalete o Queremos Paz han sido coreadas por cientos de personas. Incluso, hay temas de Inés tan anclados en la región, que en reiterados casos la gente piensa que son “de la tradición” y omite su crédito.
Entre las más recordadas, está una de sus obras primigenias: Memoria de Justino, dedicada a un marimbero legendario que por su grandeza desató muchos mitos. Fue incluida por el Grupo Socavón, con la voz de la cantadora, en el disco En Memoria de Nuestros Ancestros (2002) y luce versiones de Cynthia Montaño, la Orquesta Sinfónica Nacional, Esteban Copete, Residuo Sólido, La Jagua y otros. “La marimba del Pacífico sur, la trajeron esclavos africanos, pero cuando yo era pequeña no era muy común ver en el pueblo una marimba de chonta, se tocaba bombo y bongó. Y cuando conocí a un marimbero muy destacado llamado Justino García, me impactó y quise homenajearlo con un canto”, dice Inés.
Hace 9 años, la cantadora se encontró con el marimbero y productor Juan David Castaño, (La Revuelta), parte de un círculo de músicos capitalinos que se han dedicado a estudiar de manera profunda los sonidos de las dos costas nacionales. Entre ellos se dio una conexión especial y desde entonces trabajan juntos. Por iniciativa de Castaño, Inés, quien fue durante un tiempo Directora de la Casa de la Cultura de Timbiquí, empezó a realizar además de presentaciones, actividades académicas en Bogotá. Aliada con él y con el productor Julián Gallo, en 2011 publicó su primer disco Inés Granja, La Voz de la Marimba. Una placa en la que se vincularon instrumentos “no tradicionales”, que contó entre sus invitados al pianista Ricardo Gallo y el contrabajista de la escena jazzera bogotana Juan Manuel Toro, los marimberos “Quisú” (Tumaco) y Ferney Segura “Laway” (Guapi). El álbum puso a rodar cortes como Soy Timbiquireña y Baila Negro, que cantan realidades de la región, o Los Camarones con un video realizado en La Bocana de Timbiquí.
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“Mi pueblo me ha dado mucha inspiración para hacer cantos. Es muy alegre. En las fiestas patronales o en navidad es la locura. La gente es dinámica, cariñosa, casi todos son músicos y bailadores amantes del viche, la tomaseca y tumbacatre. Se vive de la minería, la pesca y agricultura, y en la actualidad el ambiente está relajado. Allí a veces me molestan diciéndome: usted, que toca con “los blanquitos”, y yo les contesto que con ellos he grabado mis discos, he tocado en encuentros nacionales como El Carnaval de Barranquilla, y en otros países. Estuve en Brasil invitada por la cantante Lucía Pulido en 2011, al año siguiente fuimos a Argentina, nos presentamos en Buenos Aires, La Plata y Mendoza. En 2013 estuvimos en Brasil de nuevo y 2014 en México. A todo lugar donde voy lo que quiero es mostrar la riqueza artística de nuestra raza, que nuestra música sea un orgullo”, cuenta Granja.
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Ese trabajo por su cultura le ha valido varios reconocimientos. Fue homenajeada en la edición XXI Festival de Música del Pacífico Petronio Álvarez, y a inicios de este año se le rindió un tributo de parte de la Cancillería Nacional por ser una de las mejores cantautoras del Pacífico. “El empeño que hemos tenido muchos de preservar la tradición musical, da sus frutos. El Festival Petronio Álvarez atrae cantidad de jóvenes que quieren conocer nuestros aires. Uno encuentra nuevas generaciones de diferentes ciudades que tienen interés y pasión por tocar bien. Hay jóvenes muy talentosos haciendo música del Pacífico, por ejemplo, a los grupos nuevos de la Escuela Canalón en Cali, y al grupo de niñas Renacer de Timbiquí, me les quito el sombrero”.
Por estos días Granja publica su nuevo álbum Remembranzas (Bánfora Records), grabado junto a Juan David Castaño, director y productor musical, María Barreiro en el bombo, Juanita Sossa en el guasá, Gabriela Sossa en el cununo, Juan Ignacio Arbaiza en flauta y saxofón, y el guitarrista Julián Nieves, sumados a nombres de otros países: Babou Diébaté de Senegal, intérprete de la Kora, la peruana Laura Robles en el cajón y el trombonista alemán Johannes Lauer.
El disco transmite la efervescencia y belleza de los sonidos del Pacífico. Resalta la magnitud de la sabiduría de la maestra y exhibe su música timbiquireña y a la vez universal. Sus composiciones resuenan envolventes y cadenciosas con brillantes arreglos. Aires de su tierra se enlazan a ritmos foráneos: salsa, son o rumba interpretados con voltaje instrumental de la región Pacífica, y destellos actuales renuevan cortes tradicionales.
Remembranzas contagia euforia con letras que retratan las costumbres, el río, los manglares, la pesca, las bebidas y la alegría de ser músico, mostrando en sus canciones una poderosa cultura que festeja su raza. “Este disco cubre las expectativas de Inés de cantar otros géneros, pero con sabor Pacífico. En un tema se le escucha haciendo un son cubano con un formato de marimba, vientos y guitarras. La intensión del trabajo es que la sonoridad sea más global, porque ella, aunque interprete música tradicional es al mismo tiempo muy moderna, y es capaz de hacer dialogar esos dos aspectos sin agredir. El eje transversal sigue siendo el Pacífico”, dice Castaño.
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Remembranzas, canción por canción en palabras de la maestra
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Remembranzas
Hace dos años y medio estaba en Mosquera, Nariño. Como es una isla y se ubica en el manglar, uno ve bajar las personas a conchar, que significa sacar piangua, porque la piangua es una concha. Eso me hizo recordar mi tierra. Mirando el mar, los esteros, le gente que subía cargada de coco, o con canastos de cangrejo o piangua, me inspiré para escribir la canción. Está hecho a ritmo de juga, pero tirando a salsa. Empieza como una rumba.
Sonero
Como me ha gusta tanto la salsa de tanto escuchar esas canciones cubanas de Celia Cruz, de Celina y Reutilio, hace tres años pensé: he escrito vallenato, pasillo, balada, rumba, pues voy a cambiar de género. Acordándome de los discos de acetato, siempre me fijaba no en las carátulas sino en la los créditos de los músicos. Me fascinaba y decía: qué bueno sería yo cantar y que todos esos instrumentos suenen. Me fui metiendo en la película, y me puse a escribir el tema.
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Ese nombre lo tome de un long play que escuchaba con una canción en el que el coro decía sonero. Me gustó porque soneros somos todos los cantantes y los músicos.
“Qué rica la rumba que tocan los soneros”, canto. Así, quiero decir que esa rumba somos todos. Y que los bailadores están moviéndose con lo que les estamos transmitiendo. Escribo las estrofas, las acomodo, luego el coro, y después un contra coro que es cuando viene la arrechera, el movimiento y la gritería. Eso es lo sabroso, tiene son y rumba.
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A la guayabita
Es un tema que cantamos en Timbiquí de recocha en diciembre. Es una juga, pero cambió totalmente con los instrumentos que se le incluyeron. La grabamos con Babou Diabaté, un hombre de Senegal que toca la Kora. Juan David lo conoció en México en un lugar muy popular que se llama El Tintico, luego tocamos con él en Bogotá y más adelante volvió para participar en el disco. La canción suena tremenda porque la Kora tiene ese sonido elegante, muy bonito.
Pacífico
La compuse en Bogotá. Vengo de Timbiquí, del Pacífico, de ríos y manglares, donde nació el folclor. Todos somos negros, raza de África, por eso con orgullo venimos a cantar. Habla de costumbres de mi tierra, las bebidas, el trabajo, de la gente, nuestra familia y la música que tocábamos. Mi papá, Virgilio Granja, era músico, tocaba los aires autóctonos, mi tío y mi abuelo, también lo eran. Un tío de mi abuela tocaba bombo y flauta, y mi mamá, Ana de Jesús Gómez cantaba alabaos, por eso desde siempre he cantado. Lo tengo en la sangre. Siempre me preocupé porque esa música que ellos interpretaban no se refundiera en el tiempo.
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El Gallo Blanco
Como me gusta cantar a nuestro paisaje, a lo natural, a los animales que son parte de nuestro día a día, es una juga que dice:”Allá arriba canta un gallo y ese gallo de quién es, ese es mi gallito blanco que canta al amanecer, pollito no vas pal monte, gavilán te va a comer. Ese es mi gallito blanco que canta al amanecer”.
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Canto de Boga
Es un canto tradicional de río. Se canta al regreso de las jornadas de trabajo y tiene esa cadencia del agua.