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La Etnnia habla sobre sus ideales, su nuevo disco “10”, trap y el rap en NY

“Se pueden lograr grandes cosas casándose con una idea y teniendo claro para dónde se va.”

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La Etnnia - 10

La legendaria agrupación del rap colombiano presentó hace poco su nuevo álbum 10. Kaiser, integrante del grupo, desglosó el proceso detrás del álbum, y habló de sus orgullos, metas, pendientes y motivaciones. Conversación fundamental para entender uno de los lanzamientos más importantes del año musical.

Por: Santiago Cembrano // @scembrano

Los hermanos Wright son recordados por lograr el primer vuelo de avión; los hermanos Grimm, por escribir cuentos como Blancanieves o Caperucita Roja; las hermanas Williams por destacar en el más alto nivel del tenis; los hermanos Lumière, por inventar el cinematógrafo. A esta lista ilustre de hermanos que han inmortalizado su apellido añadan una entrada más: los hermanos Pimienta que, agrupados en La Etnnia, ya hacen parte del panteón del rap colombiano, con cerca de 30 años de carrera musical.

El apellido Pimienta ya hacía ruido desde antes de que La Etnnia rapeara, cuando los hermanos brillaban bailando break, su entrada al hip hop. “Casi todos los hermanos tuvimos la oportunidad de estudiar en el mismo colegio. Allí empezamos a bailar break y se hablaba de los hermanos Pimienta. El apellido siempre ha estado asociado al rap y obviamente hablar de La Etnnia siempre será hablar de los hermanos Pimienta”, cuenta Kaiser, uno de los integrantes del grupo junto con Ata y Kany.

10, el nuevo álbum de la agrupación surgió –y mantiene sus raíces ahí– en la carrera 5 con 2, en el barrio Las Cruces de Bogotá. El nombre celebra que sea el décimo álbum de la banda; no solo hicieron un disco fundamental para el rap colombiano como El Ataque del Metano en 1994, sino que se han mantenido haciendo música –haciendo rap–, cargando la bandera de la cultura con orgullo.

10, que sucede a 5-27 Internacional (2015), no reinventa la rueda: exhibe a los hermanos Pimienta rapeando con fuerza y seriedad, con lealtad al bautismo simbólico que tuvo lugar en el parque de Las Cruces más de 30 años atrás. Así como el título del álbum resalta su amplia trayectoria, la primera canción del proyecto destaca sus raíces, un pagamento a su historia, a lo que los hace quienes son, antes de profundizar en 10. Los valores que ya han sido defendidos en trabajos anteriores aparecen de nuevo acá: la lealtad, la conexión con el barrio, el amor por el rap, la firmeza con la que afrontan la vida en las buenas y en las malas.

Con instrumentales de productores internacionales (Spkilla & Nelly Nel, Beats N Da Hood, Firtzborn y Juliano) y nacionales (El Arkeólogo), 10 equilibra el boom bap que ha caracterizado a La Etnnia con sonidos de trap, reconociendo la tendencia principal del rap hoy en Estados Unidos, donde grabaron buena parte del proyecto; en Nueva York, la meca del rap, más precisamente. En las colaboraciones se encuentran Ali Aka Mind, Alcolirykoz, Primo Profit, Gab Gotcha y Thruway.

Kaiser habló sobre el reciente reconocimiento que La Etnnia recibió de la Cancillería como leyendas de la música colombiana, recordó cuando las disqueras los buscaban, explicó cómo fue hacer el disco y contó más historias que cualquier seguidor de estas leyendas del rap colombiano querrá conocer.  

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Hace unos días la Cancillería los reconoció como leyendas de la música colombiana. ¿Cómo recibieron esa condecoración? ¿Qué implica para ustedes que con un estilo de rap como el suyo llegaran hasta alcanzar ese homenaje?
Tenemos claro que desde que empezamos a componer y a crear música nunca lo hicimos pretenciosamente, esperando reconocimientos, premios o algo como esto. Es uno de los factores por los que hemos logrado algo. La música está ahí, depende de cómo se quiera contar o narrar. Hubo ciertas disqueras que nos quisieron echar mano, pero estábamos seguros de que se iba a contaminar el mensaje y todo lo que queríamos plasmar. Este reconocimiento de la Cancillería es un logro muy grande no solo para La Etnnia sino para todo el movimiento: demuestra que se puede hacer lo que uno verdaderamente quiere sin necesidad de estar contaminado de grandes disqueras o de jefes que simplemente firman chequeras y dicen “haga esto, haga lo otro”. Se pueden lograr grandes cosas casándose con una idea y teniendo claro para dónde se va.

¿Cómo fueron esos momentos en el que las disqueras se acercaron a plantear el negocio? Imagino que la estabilidad económica que prometen debe ser tentadora, pero también se sabe que llegan buscando plata…
Es la primera vez que hablamos tan abiertamente de ese tema. En su momento, de que la plata no nos contaminara nos salvó también nuestro trabajo. Cuando habíamos sacado El Ataque del Metano y se iba a sacar Malicia Indígena, tipo 1996, llegaron disqueras a ofrecernos un contrato con un pliego de hojas sobre la mesa. Querían que firmáramos ya, sin poder leer una letra diminuta. No accedimos. Vendíamos CD y casetes y el negocio era bueno: nuestra música había trascendido no solo en Bogotá sino también en Medellín, Cali, la Costa. Estábamos en almacenes como Prodiscos, Cardona Hermanos, La Rumbita, Tower Records. Nos salvó eso. Teníamos una entrada económica, no estábamos en la inmunda: vivíamos bien y vivíamos de la música. Cuando la música se vendía físicamente bien a nosotros nos pedían semanalmente 200 o 300 CD. Vivir de eso era muy bacano para nosotros.

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Desde el título, 10 comenta que llevan un buen tiempo en el rap. Yo valoro mucho que fueron de los primeros en el rap colombiano y que hoy siguen sacado música y discos, se han mantenido en lo suyo, que no es fácil. ¿Cómo se siente sacar un disco como 10 después de un cuarto de siglo de carrera musical y aún más en el hip hop?
Después de tanto tiempo lo difícil es mantenerse como dice usted. En Colombia hay cientos de producciones de rap, pero a ver, manténgase. Nosotros podríamos sacar un disco por año, pero buscamos ser nosotros mismos, quedar contentos y satisfechos, conformes con lo que hacemos. Llegar al 10 ha sido lucha, no ha sido fácil, pero el objetivo está claro. Ese ha sido uno de los baluartes más importantes: saber para dónde vamos y mantenernos firmes con lo que empezamos.

¿Qué tal hacer rap en Nueva York? Debe sentirse especial, ¿o no?
Sí, claro. Es totalmente diferente. Sin demeritar a Colombia, pero estamos hablando de la meca del rap a nivel mundial. Lo bacano es que el eco de La Etnnia ya ha trascendido, entonces afortunadamente tenemos la posibilidad de tener muchas puertas abiertas allá: productores, medios, ese entorno. Es un ítem muy valioso.

Supongo que con una carrera tan sustanciosa también está el reto de darle un sentido propio a cada disco nuevo. En ese sentido, ¿qué diferencia a 10 del resto de producciones de La Etnnia?
Nos ha servido empaparnos de ese entorno de Estados Unidos. Hablamos de la meca, de que allá los productores van mucho más avanzados en sonido, producción y la elaboración de una canción. Hemos sido afortunados ya que tenemos productores que han trabados con grandes artistas como N.O.R.E. y han pasado por disqueras. Desde que conocieron a La Etnnia han tenido una referencia muy clara de lo que nos gusta. Obviamente el sonido del 2019 ha cambiado mucho frente a lo que era el sonido de 2015 para atrás.

De pronto vale la pena tocar el tema del trap, porque acá no hay una idea clara de lo que es. El trap sigue siendo rap, lo que pasa es que los reggaetoneros, como vieron que el reggaetón estaba de capa caída, lo cogieron y empezaron a cantar sus canciones sobre él, pero el trap sigue siendo rap y se hace desde los 80. Mucha gente piensa que es algo nuevo, pero desde 2017 hasta ahora los artistas de Estados Unidos lo hacen a doble tempo.

En 10 hay colaboraciones con Ali AKA Mind y Alcolirykoz, de Bogotá y Medellín, respectivamente. Imagino que son artistas que ustedes respetan y con los que se identifican. Son menores que ustedes, pero igual hoy son veteranos dentro del rap. ¿Cómo es la relación con ellos?
Con Ali y con Gambeta, Kaztro y Fazeta hemos tenido buena química desde que nos conocemos hace varios años. Cuando Alcolirykoz iba a sacar Servicios Ambulatorioz (2017), nos invitaron, no lo dudamos y dejamos la puerta abierta para que después pudieran trabajar con nosotros. Son artistas que logran algo: no simplemente sacar música, sino transmitir un mensaje, llegarle al público, que también es otra faceta importante de lo que es un artista. En Colombia hay mucho artista bueno, pero a veces no le sabe llegar al público.

Han visto al rap colombiano crecer, cambiar, desarrollarse, de todo. ¿Cómo ha sido presenciar esa trayectoria del rap colombiano desde que empezaron hasta hoy? ¿Qué les ha sorprendido, qué les ha gustado o disgustado?
Yo hago un balance: cuando empezamos con El Ataque del Metano las redes sociales no existían. Nos tocaba ir por las calles pegando carteles; los espacios que nos daban en emisoras que no conocían de rap eran limitados; en los programas a los que íbamos nos advertían “cuidado con una mala palabra”; cosas así. Hoy hay medios especializados, una que otra revista, hay merchandise de moda, ropa. Y está el streaming y las plataformas que ya tienen el rap en un punto de mira y lo mueven por X o Y motivo. El cambio ha sido abismal desde que empezamos. Abismal. Si bien es cierto que todo lo que sale no es bueno, las redes sociales ayudan al artista a que sea conocido. 20 años atrás si un artista salía –bueno o malo– tenía que buscar la forma de darse a conocer. Hoy lo puede hacer a través de las redes. El cambio ha sido gigantesco.

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Hoy, 2019, ¿cuáles son los valores que representa La Etnnia? ¿Qué los mueve para rapear? ¿Qué quieren contarle a la gente?
Lo que nos sigue moviendo es el rap, el amor a la música. Como lo decimos en Mi religión, con Alcolirykoz, ese simbólico bautismo fue como un matrimonio con la música y el rap. Desde el inicio como bailarines de break hasta ahora; eso es un compromiso con el rap, la cultura y los valores. Soy papá y quiero transmitirles a mis hijos lo mejor. Uno ya no ve las cosas como antes, de pronto las crónicas siguen siendo las mismas, aunque antes eran más explícitas y tenían unos putazos de por medio.

¿Y sienten una responsabilidad o un peso de mantener el rap y no dejar que la propuesta caiga? Porque yo creo que, para varios, y definitivamente para mí, ustedes dan esperanza, al llevar tantos años haciendo rap.
Eso que usted me dice es bacano, estoy seguro de que es así, pero no me siento responsable; la responsabilidad es de los que están empezando. Si uno se mete a hacer algo tiene que demostrar para qué está hecho, no es simplemente “uy esos manes porque ya son cuchos tienen que sacar la cara”, no. Los que están empezando también tienen que sacar la cara por lo que están haciendo.

¿Y siguen escuchando mucho rap?
Sí, claro. Nosotros escuchamos de todo un poco, como músico uno tiene que ser abierto. Yo fui de los que era solo rap y uno se vuelve muy radical. Rap y rap. Uno va creciendo en la música y como persona, y se da cuenta de que debe tener el prisma abierto. Estábamos equivocados. Ahora somos coleccionistas de música, desde los 80 coleccionamos vinilos y cuando hemos estado en Europa y Estados Unidos siempre nos ha gustado consumir rap. Uno escucha de todo men, y es difícil decir “me caso con este artista” porque hay mucha información. Escuchamos funk, jazz, disco, Michael Jackson, Diomedes Díaz. Mi papá era coleccionista de vinilos y los ponía todos los días. Uno crece con esa mentalidad también.  

¿Cómo fueron esos primeros años en el break? ¿Cómo era esa escena en Colombia?
Mucha gente lo veía a uno como loco. En el 84 y 85, cuando llegaron las películas, había un programa de Alfonso Lizarazo que se llamaba Baila de Rumba a donde iban artistas y bailaban. En ese programa salía mucho break. Fue en esa época cuando nos empezamos a enamorar del break y ya había bailarines como los Hard Breakers, los Naranjitos y otros grupos que eran bravos; si hubiesen seguido no le tendrían nada que envidiar a los New York City Breakers de la película Beat Street (1984), porque aquí los bailarines eran tesos, men. Todo ese color era muy parecido a Estados Unidos que uno veía en televisión y trataba de imitar. Ahí se dieron los primeros pasos.

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¿Cuáles son esos principios fundamentales que los han impulsado y sostenido en casi 30 años de rap? ¿Cuáles son esas claves de las que quizás otros grupos pueden aprender?
Yo creo que es el amor a la música, men. Si hubiésemos sido un grupo de vallenato o de salsa también hubiésemos conseguido muchas cosas porque nosotros nos casamos con el concepto del amor al arte. No solo es hacerla sino tener claro que la música es amor, una manifestación de la vida muy bacana que hay que saber desarrollar.

¿De qué forma sigue puliendo sus habilidades como rapero?
¿Sabe qué men? No es por pertenecer a una escuela o hacer ejercicios de la voz: los años le dan a uno la madurez para cantar, para desarrollar lo que se quiere plasmar en una canción sin tanto esfuerzo. Hay canciones que en su momento daban lidia porque uno no encontraba la forma de decirlas, pero los años lo desenvuelven a uno.

Cuando el rap empezó en Colombia, y durante muchos años, se trataba de crónicas explícitas y violentas de lo que pasaba en los barrios. Hoy hay muchos casos de historias más personales y se pueden abordar más tópicos desde distintas perspectivas. Con este disco ustedes traen de vuelta un poco de esas historias callejeras, más allá de las habilidades y los juegos de palabras, que quizás son menos predominantes hoy que antes. ¿Cómo se acercan a ese panorama?
La Etnnia lo tomó así porque era nuestro entorno. Crecimos en el barrio y el rap fue nuestro canal para desahogarnos frente a lo que estábamos viviendo. Crecimos en los 80 en un sector que era fuerte como Las Cruces, todavía lo sigue siendo, pero también el país estaba viviendo una época violenta: era la época de Pablo Escobar, las bombas, y en el noticiero solo había tragedia. El rap nos sirvió para exorcizar demonios, para contar lo que vivíamos en nuestro entorno. Si yo hubiese nacido en el norte mi visión sería otra y plasmaría lo que yo vivía. Es muy válido si alguien quiere plasmar no lo del barrio sino su vida particular. Desde que suene bien, bacano y esté bien producido, bienvenido sea.

¿Hay algo que a La Etnnia le falte lograr en la música? ¿Algo que los mantenga hambrientos? ¿Algún logro que tengan en la mira?
Yo soy de los que pienso que un artista muchas veces no es conforme, men. Porque uno va creciendo en esto y no deja de crecer. Uno siempre está como “quiero, quiero, quiero”, pero no es porque quiero que me conozcan más sino porque uno siente que hace falta dar más: muchas historias por contar, conocer mucha gente, de pronto aconsejar a más pelados.

¿Cuál es su canción favorita de su carrera?
Es difícil, como dicen las mamás cuando les preguntan por su hijo favorito. Pero hay dos canciones que me marcan mucho: Pasaporte Sello Morgue de El Ataque del Metano porque yo abro el disco cantando esa canción; es un plus bacano. Y la otra es Noicanicula porque yo la escribí, pero no había salido del closet en cuanto a la ganjah. ¿Sí me hago entender? Yo era muy amigo de Zebra y le pedí que la cantara porque sentía que me iban a lapidar.

¿Y cuál le sacude las tripas de este último disco?
Raíces me parece una chimba porque es un retrovisor a todo lo que se ha hecho. Hay agradecimiento a nuestros padres y contamos un poco de esos momentos duros pero que eran felices también. Mucha gente dice “es que ustedes nacieron en Las Cruces, eso por allá es feo”, pero no, en la canción hablamos de que en medio de las carencias había cosas bacanas.


 

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