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Tambor 2: historias de vida y muerte en el rap de N. Hardem

N. Hardem cierra un capítulo con “Tambor 2”.

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Maria Paula Murcia

El MC bogotano, parte del Sello Indio, publicó la segunda parte de la serie Tambor, su proyecto más personal en el que él se encarga de todos sus rapeos e instrumentales.

Por: Santiago Cembrano - @scembrano // Fotos: María Paula Murcia

“Tengo que partir porque es hora de despertar”. Esas son las últimas palabras que escuchamos, a modo de despedida, casi al final de Tambor, el EP que el rapero bogotano N. Hardem presentó a finales de 2015. Desde entonces ha publicado dos proyectos más (Lo que me eleva con El Arkeólogo en 2017 y Rhodesia con Las Hermanas en 2018), se integró junto con un grupo de MC, DJ y graffiteros al Sello Indio, hizo colaboraciones, tocó en Buenos Aires y en Sao Paulo… en fin. 

La vida de N. Hardem –sin duda uno de los mejores raperos de Colombia– siguió, pero algo lo ataba al proyecto de Tambor. Este es un espacio particularmente íntimo e introspectivo –más de lo que de por sí ya es su música– al ser totalmente producido y rapeado por él. En su momento, Tambor había sido una exploración personal de lo que estaba viviendo en ese momento, de la pérdida de su perro Tambor y de un familiar, de una ruptura sentimental. También fue una excusa para poder hacer Raheem aka Tambor, la canción que le da sentido al EP y en la que se aventura a rimar sobre una muerte próxima por su vida rápida. 

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Cuando estaba acabando Tambor, en 2015, Hardem sufrió un accidente. En su proceso de recuperación, lo primero que escribió fueron canciones que hacen parte de Tambor 2, su nuevo EP publicado hace unos días. Este nuevo capítulo de la saga de Tambor explora una etapa que ya quedó atrás, pero a la vez le da sentido a su accidente, busca comprenderlo y, al narrarlo, lo cuenta hacia afuera de la mejor forma que sabe: con música. Además de retratar sus heridas y su proceso de cicatrización, también muestra y relata un proceso de maduración, tanto personal como de su búsqueda y propósito. Si bien no es una pieza conceptual, Tambor 2 sí cuenta una historia. Hardem me la explicó a mí, y yo la transmito acá. 

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En el primer corte del disco, Intro, se da la bienvenida, luego de cuatro años, al universo de Tambor 2. Se escucha a lo lejos la voz del maestro de la música tropical Saulo Sánchez, primo de N. Hardem, exclamando “Tambó, tambó”. Con la canción Seiza Aka Earth, que le agrega rapeos a un beat que ya existía como bonus track en Tambor, se reafirma el personaje que salió de ese EP, e incluso del álbum Cine Negro (2014): es, quizás, un Hardem 1.0. El perro que aparece en la portada de Tambor llega a Tambor 2 todavía cachorro, medio adolescente. Seiza AKA Earth da cuenta de una época de exploración todavía desaforada. 

Caléndula Aka Rainhands, tercer track y segundo capítulo del EP, muestra a un personaje que se ha hecho más fuerte, pero también carga con más tribulaciones. Y así llega, convencido de sí mismo, a 2 Soon Aka Aurora, el interludio y cuarto corte. Lamenta la partida antes de tiempo de los suyos, y convoca a la comparsa y la cantaora para velarlos. Se deja llevar también por su ambición: "ir a un casino y sacarme el doble; salía el doble… el doble de pobre”.  Y luego llega una profecía de que le ofrecían flores y orfebrería, y así lograba saciar su cofre. Pero esto no es la satisfacción de su deseo de riqueza: es su muerte, y el cofre es el ataúd.  Perdió el juego. O, en palabras de Hardem, “hasta ahí llegó el mancito”. 

Tras su muerte, el personaje planea sobre árboles, quizás en paisajes como Chicaque, Chiribiquete o Chingaza, en Árboles Aka Heaven, que inicia el tercer capítulo. Y entonces mira hacia atrás, explora quién fue. Se responde: "fui el melómano del melanoma. Rap phenomenon, ¿de dónde son? Son de la loma". Considera pues qué hizo, pero también qué quedó pendiente y truncado por su muerte. “Aún me faltan entrevistas con Nardwuar, un mejor hardware, un jaguar, piezas por tatuarme. Que dejen de llamarme Hardem, carpe the fucking diem; fundar un quartet, mostrarles con quién competían". Concluye entonces que no se puede morir todavía. Entra en el limbo absoluto en Uchi, sexta canción y que trae también una breve exploración sonora, una redefinición del concepto de Tambor. Y empieza el proceso de aterrizaje, aunque todavía no llegará, aún es temprano. Quizás reencarnó o quizás siguió su camino. En todo caso, la muerte no lo detuvo. 

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La parte final se narra con las últimas dos canciones. En Oráculo Aka Peace el personaje ya está en tierra. Más importante aún, está tranquilo, y quiere compartir su historia. Esta llega con 3+1 Aka Morning, en la que Hardem narra su accidente cerebral que sufrió cuando estaba acabando el primer Tambor. Así, 3+1 fue lo primero que escribió después, y ahí expresó lo que necesitaba: en la numerología, el 3 representa la comprensión y el 1, el conocimiento. “Era lo único que pedía en ese momento: un poco de conocimiento para salir del mierdero y comprensión para poder asimilarlo y trabajarlo. Y así va, en ese mantra, solo quiero conocimiento y comprensión”. Después de todo, el personaje sale aparentemente bien librado. La historia tiene un final doloroso, pero feliz. 

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Con Tambor 2, Hardem queda en paz con todo el proyecto de Tambor. Estas letras estaban ahí hace años, acechándolo, y publicarlas también le permite darle cierre a esa etapa y concentrar sus fuerzas en los proyectos que vienen y en los que está trabajando ahora. Para entender mejor el significado de Tambor, qué representa para él y las historias que cuentan sus canciones, hablamos con N. Hardem. 

Han pasado dos discos y cuatro años desde Tambor. ¿Por qué esto es Tambor 2 y no otro proyecto?

Necesariamente, porque es la continuación creativa, de impulso, musical, de historia y de todo de Tambor. En cuanto terminé el 1 ya estaba empezando este, y sabía que hacía parte de la misma etapa, que no podía estar en otro lado. Como están escritas las canciones, todos los beats son míos, todas las canciones fueron pensadas para seguir representando ese mismo universo del 1 de una forma más madura y consciente de la música; y pensando un poquito más en el producto. Esto ya está grabado con un micrófono profesional y masterizado conscientemente. No es un EP de punk como el primero. Y los beats de Tambor retratan Tambor: son breaks y atmósferas; bajos, ocasionalmente; sintes. Tienen más aire de canción que de beat rapero.

¿Cómo describiría esa etapa de su vida que Tambor y Tambor 2 retratan?

Como dolorosa, en una búsqueda más agitada de mí mismo. Reflexiva, bastante triste. Buscando la reafirmación del ser después de varios sucesos importantes.

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Esto es difícil de preguntar, pero vamos. En Tambor 2 hace alusión a coágulos en su cerebro, a un accidente cerebral… y en otro lado ha dado pistas de que hubo algún tipo de accidente en esa época en su vida. ¿Qué tanto marcó eso este Tambor 2? Porque según entiendo el primer Tambor lo estaba acabando cuando se accidentó. 

Sí, tal cual. El primer Tambor es la inmersión a eso y lograr salir. Tambor 2 son los primeros pasos del ascenso, en materia compositiva, luego de la vuelta. En mi cabeza todavía como que operaban los referentes, los gustos y las barras (rimas) que operaban en el primero, solo que quiero creer que un poquito mejor.

Algo que caracteriza a los dos “tambores” es que rapea sobre sus propios beats, mientras que en los otros discos lo hace sobre beats de otras personas. ¿Cambia algo esa particularidad a la hora de escribir y rapear? También la pregunta podría ser cómo es hacer beats sabiendo que los va a rapear…

Siento que tengo todo el tiempo del mundo y no el tiempo del otro. Hay gente que sostiene que la música es una escultura del tiempo o del aire, qué se yo… no estoy haciendo mi forma lingüística o poética y luego viendo cómo encaja esto de la mejor forma en una escultura de alguien más, poniendo mi historia en el paisaje de alguien más; o esperar que el paisaje de alguien más se adapte a la perfección a mi historia. Sino que soy yo frente al gran espacio vacío y me empiezo a hacer otras preguntas. Es una vuelta muchísimo más mía, claro está, y me da el espacio de hacer canciones, que es una cosa que me gusta también. Por eso canto más, por eso hay formas y variables y no es solo el beat de rap sobre el cual sé que voy a escupir barras y vamos a ver qué pasa.

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¿Puede profundizar más en esa diferencia? ¿Qué significa hacer canciones respecto a simplemente escupir barras?

La canción en sí misma de principio a fin tiene una intención, y es que al ser tú el dueño de todo eso –por llamarlo de una forma fea– la puedes trabajar, ser consciente de todos los elementos y llevar tu obra completa al lugar que pretendes hacerlo. Las canciones como las he hecho hasta hoy, con beats de otras personas, surgen como algo fortuito. Como, “uy, ¡pasó! Acá hay una canción”. Pero sí siento que influye en hacer canciones tener la música en la cabeza y dirigirla hacia allá. La letra también la llevo mucho más a la médula y a la sensación que quiero trabajar porque también sé qué quiero que diga el beat. O una vez tengo el beat sé cuál quiero que sea el paisaje o en qué mierda estaba pensando cuando lo hice y de qué quiero hablar.

¿Y de las que tiene cuáles son canciones?

En Lo que me eleva (EP de 2017) hay canciones. Todas. Menos Real a mi manera, creo. Aunque, en principio, y era un beat re distinto, Real a mi manera siempre fue una canción para mí. En el primer Tambor hay más barras que canciones. Todo ese EP es una excusa para sacar Raheem Aka Tambor, que sí es una canción. En Cine Negro (álbum de 2014) hay más barras que canciones, pero hay barras con intención como F.A.L.L.. En Rhodesia sí hay canciones, pero el trabajo fue muy distinto. Tampoco estaría en la categoría barras, ni siquiera. Afuera bien y Esfinge son canciones.

 

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¿Cómo encaja Tambor 2 con su presente musical?

Tambor 2 es un cofre al que tenía que ponerle llave ya. Ahí hay bastante película. Ni siquiera es un conjunto de canciones vigentes para mí, de lo que estoy viviendo hoy día. Hablan de vueltas muy reales, más reales que otras cosas que he trabajado, pero es un capítulo que tenía que cerrar en algún momento. Aun así, Tambor es el proceso más vivo de los procesos de Hardem, entonces siempre esperé a que él me hablara, que me dijera como “bueno, ya estamos llegando a tener el tiempo”. Tuve que regrabar y reescribir, hice una canción al final. Es un capítulo medio olvidado que había que desempolvar y sacar para poder avanzar, porque me tenía también un poco intranquilo.

La narrativa de Tambor 2 plantea una ruptura entre dos personajes. Más allá del disco, ¿sí hay una ruptura clara entre esa primera identidad y la que vino después?

Sí, claro. Queda la esencia y muchas menos preocupaciones banales, y en la música se refleja, en esa búsqueda por apreciar la tarea y tratar de llevarla, creciendo con ella, comprendiéndola, tratándola con cariño, regando la planta. Buscando que sea un ejercicio no solo envanecedor sino edificante. Ahora soy ese mismo personaje creciendo, madurando. Rhodesia fue un episodio crítico de esta segunda versión del personaje, de la que salieron muchas cosas enriquecedoras también.

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Ha hablado del poder de atracción que tienen las palabras que rapea. En Heaven menciona la fundación de quartet y lo hizo, y antes de su accidente hablaba en Raheem sobre la muerte. ¿Cómo ha descubierto ese poder de las palabras y cómo utiliza o afronta ese impacto?

Me ha pasado que cuando escribo ese tipo de cosas no son vueltas del ejercicio consciente de escribir, como cuando escribo sobre una temática, sino que son cosas que escribo aferrado a la musa, por llamarla de alguna forma, y luego resultan sucediendo. Y es creepy, qué visaje que esas cosas sucedan, especialmente en los trabajos más ligados a la intención que a la premeditación como Tambor y Rhodesia; pues, la diferencia entre temas con espíritu a dedicarme a escribir barras. Cuando sucede me parece raro, pero no es algo en lo que piense a la hora de escribir. 

Siento que Tambor es un proyecto que tiene una relación particular con la muerte: con el primer Tambor veló a su perrito “Tambor” y también a un familiar. En Tambor 2 también hay algo de muerte. ¿Cómo es la relación de Tambor con gente que ha perdido y con sus procesos?

La muerte me resulta, de muchísimas formas, una idea fascinante. Desde muchísimos ángulos, desde la física muerte hasta la muerte del ídolo o del ego de la que también hablo en Tambor 2. Es un tema en el que ando en círculos a través de mi música; todo el tiempo hay algo relacionado con la muerte. Siempre me he sentido cercano a la muerte, y hasta tengo un gusto estético por esa mierda. Siempre vuelvo de una forma u otra, siempre encuentro formas de volver. Las cosas que más siento cercanas son ideas que tienen que ver con eso. A veces me resulta peligroso. Hoy hablaba con una amiga y le mostré una canción nueva que estoy haciendo, y le decía “qué visaje, ¿por qué hago tanta música para muertos?”, y ella me dijo “pues ya hay mucha música para vivos”. No sé, hay algo en el réquiem, en la nostalgia. Intento que no me saque tanto de la cinta rap, pero ese plano espiritual y etéreo sí me atrae. 

Hay una línea en Oráculo que me parece hermosa y cuando la escuché me cogí la cabeza y todo: “Cambios de forma que otros deciden llamar suicidios”. Y en general en el EP plantea esa idea de que al morir la persona va a un limbo y luego vuelve. ¿Puede compartir cuáles son sus creencias espirituales o religiosas y cómo concibe lo que hay después de la vida?

Eso es tan abstracto como las mismas líneas que salen ahí. En esa época estaba super pendiente de la muerte de Prince. De hecho, esa línea me remite a eso y a otra vuelta que era como las leyendas de héroes o seres que cambiaban a formas de animales o cosas así, o tener un tótem. Declaime, una persona con la que mantuve una relación más o menos cercana por esa época y del que estaba muy pendiente, decía que Prince era como un man despierto, woke, había pasado por el awakening, y que simplemente había trascendido; unos rollos metafísicos relativos a eso. Armé esa línea en ese orden de ideas. No tengo ninguna afiliación ni ningún tipo de idea concreta al respecto, pero puedo estar acercándome a ello a través de pensamientos como ese: quizás eso que algunos decidimos llamar suicidio o aquí se detuvo o aquí murió puede ser – en eso que no conozco y no me atrevo a ahondar – simplemente un cambio de forma.

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También me pareció muy bonita y me conmovió la parte de “me curé con cantos, mimos de Diosas y MPC” de Oráculo. Yo lo interpreté como que la música lo sanó de alguna forma. Mucho se habla de la música como curación y tal, pero sí creo que alude a eso. ¿De qué forma – tras su accidente – la música aportó algo a su curación?

Totalmente. Si le debo a algo haber salido bien de cierto proceso es a tener un propósito. Y mi propósito en ese momento – y lo sigue siendo ahora – era hacer música, encontrarme con la música, aprender a hacer más de lo que quiero hacer. Tiene otras cosas dentro: asimismo escucharla, buscarla, el digging. Y entregarme a la práctica, depositarme en ella. Eso fue lo que mantuvo a flote psicológicamente también. 

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En Heaven habla de lo que le falta al personaje, por lo que quiere volver, y habla de que dejen de llamarlo Hardem. Eso me pareció curioso, ¿puede profundizar un poco en por qué rapea eso?

En ese momento estaba super sensible a la idea de lo que yo estaba haciendo como persona y lo que me había pasado como ser humano, cuando afuera, de muchas formas, seguía siendo únicamente “Hardem”. Es algo que muchas veces no me trama del mundillo este, y algo con lo que tengo mucho cuidado al relacionarme con la gente. No me interesa relacionarme con alguien y ser únicamente Hardem, aunque se le pueda sacar provecho a eso. Trato de que mis vínculos con la gente no dependan de eso, o no sean únicamente eso. Y si lo son, hablar en ese mismo lenguaje. Esa rima era más como un dolor o vuelta de que la gente a la que le había tomado aprecio, de cierta forma, no tomasen a N. Hardem como la totalidad de mi persona. También porque mis inquietudes creativas o artísticas trascienden el hecho de ser o no Hardem o de rapear o no.

 

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