Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Cinco lecciones que nos dejó la visita de los Rolling Stones

557554__dms2645.jpg
_dms2645.jpg

Por: @chuckygarcia 

Cinco miradas breves a lo que dejó su show en Colombia. No se trata de poner en tela de juicio los alcances de un concierto que le cumplió al público y saldó una deuda que el país tenía con la historia de la música, pero sí de repasar algunas cosas que aún no terminan de cuadrar.

Uno. Seguimos siendo un país donde el valor musical de los grandes artistas que nos visitan a veces es menos que una anécdota. Siempre se hablará más de la oblea de Mick Jagger, el chicharrón de Madonna, el collar de arepas de Beyoncé, etc. Tanto así como si el artista ya probó el ajiaco; o si durante su show se puso un sombrero vueltiao y usó expresiones como “Parce”, “Qué chimba” o “Del putas”.

Dos. Como alguien dijo en Twitter, los noticieros tuvieron medio año para preparar algo más significativo sobre esta visita, pero no. Se limitaron a lo de la oblea ó, peor aún, a mostrar los dobles de Jagger. Para un meme, eso está muy bien, pero ¿es todo lo que hay que contarle al colombiano del común, en prime time, sobre una banda que más allá del rock es un capítulo de la historia global de la música y de la cultura y el entretenimiento en el siglo XX?

Publicidad

Tres. Hablando de mecato y en plata blanca, aún no es tan claro qué tan grande es el pedazo de la torta que le toca a una ciudad como Bogotá cuando es la sede de un evento de esta magnitud; y qué parte de ese pedazo alimenta realmente a la escena de la música local. Un concierto privado (o incluso un festival privado) no tiene ni puede echarse encima el piano de sacar adelante a la escena local de la ciudad que lo acoge; pero eso no impide que uno se pregunte en qué beneficia directa o indirectamente a la promoción de la música local.

Cuatro. Es más que claro que los empresarios cumplieron con poner a una banda nacional para que abriera el show de los Rolling y para que pudiera mostrar su música ante un público numeroso y medianamente receptivo, pero según parece esto último no sucedió. Del show de Diamante Eléctrico en medios grandes no se publicó casi nada (solo un medio, al mejor estilo de una canción de Luis Miguel mencionó únicamente que habían tocado bajo la lluvia); y en redes los comentarios eran idénticos a los que desde hace 25 años se vienen escuchando cuando hay teloneros nacionales: que son malos, que lo importante es el artista grande y que da igual quién toque antes; que para qué los ponen si nadie les para bolas y cuando lo hacen los chiflan. ¿Será que eso solo pasa en este chiflado país, o acaso a todas las demás bandas latinoamericanas que durante este tour abrieron para los Rolling también las chiflaron, independientemente de si eran buenas, malas o regulares?

Publicidad

Cinco. Siempre será especial ver el ambiente de concierto alrededor del estadio. Las filas desde temprano, los que se rebuscan la vida vendiendo merchandise de toda clase (no todo original, obvio); incluso los anillos de seguridad de la policía le dan un toque único y provocan la idea de lo que se viene en materia de música es gigante. Cuando hay conciertos en el estadio, lo que sucede de puertas para adentro es lo que paga la boleta, pero lo que acontece afuera también hace parte de lo que uno recordará por muchos años. 

 

  • Publicidad