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José Vásquez “Quévaz”: El Papá de los bajistas vallenatos

En época de huepajé es tiempo de invocar el poder de los decanos de los sonidos nacionales. Esta es la historia no contada de José Vásquez, un duro innovador, trasgresor, con un legado plasmado en Diomedazos, Binomiazos o cortes del Joe Arroyo

Los Cumbancheros del Ritmo
Los Cumbancheros del Ritmo. A la derecha de la foto, con bajo en mano, José Vásquez "Quévaz". Autor: El Profesor Héctor Díaz Chinchilla, (fundador del grupo Los ocho del Norte).
// Foto publicada en el libro Historia Musical de Convención realizado por Fernando Javier Jaramillo Forero.

José Vásquez es un mago del ritmo en Colombia. Un genio virtuoso del bajo y la guitarra que, con su forma de tocar, fue responsable de un quiebre en la historia. Después de él, el vallenato no fue el mismo. Les traemos su vida musical contada por él.

Por Jenny Cifuentes @Jenny_Cifu

“El Jimi Hendrix del vallenato”, le dice Carlos Vives. José Vásquez es el crack que hace décadas revolucionó las cuerdas en el género. Un virtuoso con guitarra y bajo que le metió mano a un cargamento de canciones sabrosas, himnos parranderos eternos grabados en la historia de la música del Caribe colombiano con los que todo el mundo ha farreado, pasado tusas, o cantado a grito herido abrazado con los amigos.

Vásquez es el cerebro de la famosa guitarra de Sin Medir Distancias, el hit que popularizó Diomedes Díaz y versionó Juanes en su reciente álbum. El bajista del tema La Plata, en vivo, la de: “No sea tan sapo y tan lambón, m…”; y de decenas de registros del “Cacique de La Junta”. El hombre que grababa cumbiones con Joe Arroyo y que puso al “Centurión” a cantar Las Mujeres, pieza de su inspiración, tramacazo para bailadores y carnavaleros.

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Uno de los músicos que hizo tronar los bajos con El Binomio de Oro, grupo insigne que en los 70 armaron el fallecido cantante Rafael Orozco y el acordeonero Israel Romero, con el que convulsionaron el vallenato. Éxitos Binomistas tipo El Higuerón, La Candelosa, Esa o El Parrandón, lucen las líneas de bajo de “Quévaz”- como lo bautizó Orozco-, que se le meten a uno en el subconsciente, lo hacen querer tocar air guitar, subir el volumen y que explote el parlante.

“!Suéltame los cañones José Vásquez!”

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“!Suéltame los cañones José Vásquez!”, decía Rafa cuando arrancaba José, porque ese bajo era detonante. Sus guitarras rompedoras de moldes, apuntando directo a la fiesta y al sentimiento, se oyen en batazos de su autoría como Colombia o Te Seguiré Queriendo. Ambas, piezas de estudio obligado entre aprendices, que hoy cargan con un poco de tutoriales y versiones en la red.

“Quévaz”, teclista, compositor, arreglista y productor, amante obseso del estudio de grabación, ha desplegado su sonido además con Los Corraleros de Majagual, Calixto Ochoa, Alfredo Gutiérrez, Andrés Landero, La Niña Emilia, Fruko, Silvestre Dangond, Los Betos, Iván Villazón, Martín Elías; con jóvenes artistas actuales vallenatos: el acordeonero Javier Matta o el cantante Diego Daza y sigue el listado.

Ha dicho presente con su bajo en episodios claves de varias épocas de la música latina. Ahí estuvo en shows del Binomio al lado de Wilfrido Vargas en temporadas merengueras ochenteras; tocando meneíto con acordeón en actos de los De Oro y Gaby de Sweet Edition cuando atacaba el furor de ese baile; o grabando con Daddy Yankee para el álbum Barrio Fino en Directo (2005) y el famoso tema Llamado de Emergencia (2008) entre perreo y descontroles reggaetoneros.

José Vásquez las ha hecho todas. Es el patriarca de los bajistas del vallenato. Su huella está en el sonido de Carlos Vives y La Provincia, en los bajistas y guitarristas actuales del género y hasta en artistas de otros estilos como los Rolling Ruanas que, narran, se iluminaron con los bajos del Binomio. La consigna es clara:

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Quévaz ¡tu papá!

“Quévaz” es un tipo sencillo, bacano y sentimental que ama el bajo con pasión. Tiene unos dedos largos como ganchudos y afilados. Siempre se le ve masticando chicle y cuando toca luce al mismo tiempo sabrosura y actitud de bárbaro, así esté calmado dándole al instrumento en su casa en Barranquilla.

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Jose Vasquez en el Show de las estrellas 1988
José Vásquez, "Quévaz", presenta su composición para el Binomio de Oro, Colombia, en el Show de las Estrellas de 1988.
// Jorge Barón Televisión

Un aura igual a cuando mandaba sus altas descargas en conciertos épicos del Binomio como el del Madison Square Garden de Nueva York en 1981- la primera vez que fueron-; los de las Ferias de La Chinita en Venezuela iniciando los 90, cuando la masa enardecía y él, mientras tocaba, caminaba por toda la tarima haciendo su pasito de pato; o en ediciones gloriosas del Carnaval de Barranquilla que lo exhibían en escena con gafa oscura, brincando y boleando mecha.

Es un peso pesado que, como cuenta, “siempre se mandó sus locuras en el bajo” y gestó una manera propia de tocar que marcó la historia y trascendió.

“Antes con Los Corraleros de Majagual o Calixto Ochoa, se tocaba era el contrabajo. Después estuvo el gran bajista cartagenero “Calilla”, pero el que revolucionó el vallenato fue José Vásquez. Lo primero que modernizó nuestra música vallenata fue el bajo del maestro. Él es un eslabón que conecta las épocas del vallenato”, dice Carlos Vives, quien en el Festival Vallenato 2018 en su obra La Iliada Vallenata, que repasaba la cronología de esta música, rindió homenaje al bajista.

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Un pelaíto tocando con los duros: Landero, Calixto, Alfredo y Los Corraleros

A los trece años José Vásquez compró su primer bajo en Maicao, Guajira. Un Teisco, japonés, que le costó $950. Su papá le había dado $1.200 y él llegó feliz a la casa con instrumento en mano y vueltas en el bolsillo.

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Escogió la marca porque era la que usaba Cristóbal García “Calilla” (bajista de Los Corraleros de Majagual y de Alfredo Gutiérrez), a quien vio de niño por un huequito en una caseta, cuando fue a presentarse en su pueblo Chiriguaná, en el Cesar.

Vásquez, nacido en el 55 en Fundación (Magdalena) y chiriguanero de crianza, confeso admirador extremo de “Calilla”, tocaba guitarra desde los 8. Aprendió fijándose en la postura de los dedos de su padre, un antioqueño guitarrista y tiplista, que lo hacía oír bambucos, pasillos y rancheras, y que siendo dueño de un billar, le asignó muy pequeño, la tarea de poner la música en el negocio.

Y aunque era difícil encontrar discos, cuenta, escuchaba “el rock de aquellos tiempos”, temas en guitarra, y ya siendo un poco más grande, baladas, cortes de Julio Erazo, Los Corraleros y álbumes de Carlos Santana que sedujo con su magia.

***

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“Lo que más hacía yo era escuchar. Quería crear algo con base en eso. Fui conociendo los sonidos y comencé a creerle a mi oído. A los 12 se me metió el bajo en la cabeza (por esa música que ponían en el billar), pero no había visto ninguno. Solo me lo imaginaba, pensaba que debía ser parecido a la guitarra.

Ya cuando lo tuve, de trece, entré al conjunto de Marcial Pava de Chiriguaná. Marcial, mi maestro, me dio cipote oportunidad, y claro, aproveché. Ahí yo inventaba cómo tocar porque nadie me había enseñado. Todos los días aprendía. Hacíamos presentaciones y a diario ensayábamos.

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Un año después, en una caseta, “El Turco” Gil (maestro de acordeoneros vallenatos), me dejó tocar unas tandas con Los Hermanos López que son una institución del folclor, en la que ya cantaba Jorge Oñate, y les gusté.

Al día siguiente de la presentación acordaron con mis padres que me fuera con la agrupación a vivir a La Paz (Cesar), con la condición de seguir allí el colegio. Los López viajaron a grabar a Bogotá, y yo soñaba con eso. La esposa del acordeonero Miguel López me regaló los pasajes de bus y grabé en su disco Reyes Vallenatos (1972), pero en ese viaje la pasé muy mal. Tremendo frío. Un pelaíto sin saber qué hacer. Hasta duré 27 días sin bañarme porque abrí la llave, me quemé y no volví a usar esa vaina.

Los Cumbancheros del Ritmo
Los Cumbancheros del Ritmo, bajista José Vásquez "Quévaz".Autor: El Profesor Héctor Díaz Chinchilla, (fundador del grupo Los ocho del Norte)
// Publicada en el libro Historia Musical de Convención realizado por Fernando Javier Jaramillo Forero.

Antes de que ese LP saliera, me fui para la orquesta de La Jagua de Ibirico, Los Cumbancheros del Ritmo, que fue mi gran escuela. Interpretábamos música tropical, porro, cumbia, covers de Nelson Henríquez, La Billos Caracas Boys. Yo ya estaba haciendo mis cosas en el bajo, pero era el único de la banda que no leía música. Nunca aprendí. Fui empírico. La música más bien la cogí como mi amiga, y yo amigo de ella.

Una vez alternamos con el maestro Calixto Ochoa que estaba muy ranqueado y yo pedí que me dejaran tocar con él. Calixto me felicitó y fue una alegría porque lo admiraba mucho. Pasados unos meses, su bajista tuvo un accidente, entonces “Calo” me escribió invitándome a ingresar a su grupo.

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Yo me sorprendí tremendamente, y no me quería ir a otra región lejos de mi pueblo porque era muy pelao. Los compañeros de la orquesta me decían que tenía que hacerlo. ¿Cómo no iba a tocar con Calixto?

Pero antes de empezar con él, viajé a San Jacinto y me enrolé con Andrés Landero. Yo tenía como 15 años y me encantaba. Era el tiempo en que estaba pegada La Hamaca Grande y Mercedes.

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Vi que se anunciaba una presentación de él en un club en Barranquilla, y empeñé una guitarra de mi casa. Con eso pagué el taxi y me fui a buscarlo. Cuando llegué, inventé un cuento para que me dejaran entrar. Me le acerqué y le dije: “me contaron que está buscando bajista, maestro”, que también fue una mentira que se me ocurrió. "Puede ser", me contestó.

Y así fue. Estuve casi un año viviendo en su casa y tocando con él. Después, sí me fui a Sincelejo a vivir también en la casa del maestro Ochoa, grabamos los LP Me Voy Pal Campo (1973) y María Bonita (1974).

Estando con el grupo de Calixto, Alfredo Gutiérrez me vio tocar y me convocó para su agrupación. Era lo más grande porque para mí, es el mejor acordeonero del vallenato y entrar a su conjunto era llegar al sitio más alto.

Yo estaba muy bien con Calixto y no encontraba la manera de decirle que me iba. Pero como él era muy enamorado y se fijó en una novia mía, eso me sirvió medio de pretexto para hacerme el bravo, y me uní a Alfredo. Mientras tocaba con él, Rodolfo Aicardi y Su Típica R.A.7, grabaron un tema mío: Ella Volverá (A Quién no le gusta esto! 1974).

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A quien no le gusta esto Rodolfo Aicardi
Portada del sencillo A quien no le gusta esto de Rodolfo Aicardi, compuesta por José Vásquez.
// Discos Fuentes

Estuve una temporada tocando también con Los Corraleros de Majagual (porque Alfredo fue de los fundadores y me llevó). grabamos “La Cañaña” (Corraleros 76). En esa época, nos gustaba tocar canciones del Grupo Bota de Venezuela, que era rock con ritmos latinos.

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Después de estar con Alfredo, me fui para orquesta La Revelación con Juan Piña en Medellín, estuve dos años. Pasé las duras y las maduras tocando sin saber leer. ¡Qué cosa berraca!

Para montar los números me tocaba valerme de no sé qué, pero salí adelante. Yo, en un momento había decidido ya irme a ser el teclista de Pastor López, pero el día que Pastor me iba a recoger, cerraron la frontera con Venezuela por unos muertos que hubo y no nos pudimos reunir.

Estando con Juan Piña me invitó El Binomio de Oro a grabar las cuerdas de la canción Te lo Dije Mujer (Los Elegidos 1977). Hice un solo y fue la primera guitarra que se grabó en la nueva época del vallenato. Y de ahí en adelante, la guitarra se siguió incluyendo en el género.

Después de Te lo dije mujer sonando en la radio, me metieron al grupo. Fui cogiendo el bajo también, y terminé de bajista y guitarrista, compartiendo ese trabajo con Alcides Torres, el fallecido “El Maño” Torres y con “El Papa” Pastor, que llegó después y es como mi hijo, todos ellos, junto a Rafa e Isra, unos berracos”.

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Con el Binomio formando la revolución

Antes de que existiera el Binomio, Vásquez había grabado con el acordeonero Israel Romero y el cantante Daniel Celedón el LP en que se registró por primera vez el éxito Amanecemos Parrandeando (Rumor Vallenato, 1975), coreada en Colombia por los siglos de los siglos, publicada luego en un mosaico del grupo.

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“Con José Vásquez nos conocimos cuando estábamos pelaítos, narra “El Pollo Irra”. Él empezó a tocar muy niño con Alfredo Gutiérrez. Una vez nos encontramos en San Juan del Cesar en una caseta y consiguió que yo tocara una canción con el conjunto de Alfredo - que era mi ídolo- y él en el bajo. Me dijo que cuando yo hiciera mi grupo, me iba a acompañar. Pasaron como 5 años y al armar mi agrupación le recordé su promesa.

Cuando fundamos el Binomio de Oro con Rafa, queríamos dar una propuesta diferente, pero sin alejarnos de las raíces. Entonces, además de incorporar bombo, batería, timbal, piano, sintetizadores, violines -que en otros ritmos se hacía, pero en el vallenato era un atrevimiento-, empezamos a meter arreglos de guitarra en el medio de las canciones.

Eso no lo hacían los grupos, la guitarra la tenían como acompañante. Llamamos a José y grabamos los primeros arreglos independientes de guitarra en Te lo dije mujer. Después vinieron Te Seguiré Queriendo (en la que Rafa dice: “Quévaz, lloren guitarras”, que la gente sigue repitiendo), Dime Pajarito y muchas más.

También implementamos un matrimonio entre bajo y acordeón, y lucíamos a los más talentosos bajistas guitarristas. En una temporada, incluso, tuvimos a los cuatro bajistas juntos, pero no nos sobraba ninguno porque cada uno era un gran tesoro.

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José Vásquez tenía mucho sabor, además era muy armónico y muy rápido. Cuando presentábamos mano a manos con Diomedes y por ejemplo, sabíamos que él iba a empezar a mandarnos versos, pullas y esas cosas que se hacen para divertir al público, una de las jugadas con que respondíamos era poner a José en la delantera.

En grandes eventos, los merengueros dominicanos de moda u orquestas como El Gran Combo de Puerto Rico, se cuadraban delante del Binomio a deleitarse, les gustaba mucho lo que ejecutábamos entre bajo y acordeón”.

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Los de Oro impactaron a Wilfrido. En ese entonces, Rey del merengue, el dominicano se montaba con ellos a tocar Relicario de Besos, y grabaron juntos, entre otros, el track América En Carnaval (1991) con petición de Wilfrido de tener como bajista a “Quévaz”.

Es que Vásquez creó proezas con el bajo, y en esos años se podía experimentar más con los instrumentos porque no existía la restricción comercial de tiempo actual, en que las canciones deben durar 3 minutos.

Ese crecimiento del bajo se oye en toda la discografía del grupo, en muchos cañonazos: El Higuerón, El Que Espabila Pierde (con video del artista en sus 20s y toda su actitud rockera vellanateada), en Mosaico No 1, el muy versionado El Parrandón en que Orozco anuncia: “Y con ustedes el sabor del Pollo Irra y Quévaz” o en la romántica Esa, que cuenta el maestro, compuso armado de requinto, y que luce una línea de bajo maravillosa.

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“José Vásquez es un bastión muy importante en el vallenato y en el desarrollo del bajo. Casi siempre se resalta al cantante y al acordeonero, pero detrás hay personas súper relevantes y una de ellas es el maestro. Es una piedra angular en el aporte a la evolución del bajo en el género.

50 años atrás, no estaba desarrollado el estilo y José - y otros de su época- fueron prácticamente los inventores. Pero Vásquez y “El Maño”, fueron los más sobresalientes después de Calilla. José es definitivo en la forma de tocar vallenato. Todos aprendimos de él, los de mi generación y los que le siguieron”, afirma “El Papa” Luis Ángel Pastor, bajista y director musical de La Provincia, banda de Carlos Vives.

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El gurú de las cuerdas y hasta más

Con mucha modestia, recalcando que la música es una sin importar el género, y que se ha nutrido de muchos estilos, cuenta Vásquez:

“Nosotros modernizamos la armonía en el vallenato, antes se tenía otro concepto.

Pero uno no puede decir que se ha inventado nada, porque toda la música ya está hecha. Los bajistas de la época, El “Maño” Torres, Camilo Torres, “El Punda” Cotes, etc. iniciamos con base en “Calilla”, que fue el que abrió la ventana por donde entramos.

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Con El Binomio creamos vallenato nuevo, partiendo de Alejo Durán, Abel Antonio Villa, Alfredo Gutiérrez, Lisandro Meza. También versionamos sus canciones. Por ejemplo, grabamos ese Mosaico No. 2 de cumbias en que usamos muchos instrumentos que no eran del vallenato.

Hicimos cosas que los demás conjuntos no hacían. Por eso la gente siempre estaba pendiente de qué cosas nuevas íbamos a publicar. Aunque también había quienes nos criticaban, es normal.

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Siempre me ha motivado experimentar con instrumentos de cuerda o inspirarme en otros aires. Yo metí mucho el cuatrico llanero. Está en el Ripiti – Ripita con Alfredo Gutiérrez (El Rey del Carnaval 1979). Ya con El Binomio, en la canción Tu Dueño, grabé bajo y una guitarra de 12 cuerdas. Fue la primera guitarra de ese tipo que sonó en el vallenato y la usé porque me encanta ese sonido, parece el del tres cubano.

En De Nuevo en tu Ventana, de mi autoría, incluí un requinto de tiple, que se usa en la carranga, y el solo de mi canción Colombia, lo hice pensando en esa herencia de la música caribeña, lo africano que escuchaba tanto. Sobre Te Seguiré Queriendo, no puedo contar cómo la compuse, porque la hice muy borracho y no me acuerdo.

Me quedé dormido con la grabadora al lado. Al otro día llegaron Israel y Rafa, se llevaron el casete y cuando yo fui bueno y sano al ensayo, ellos ya tenían montados los arreglos de la canción. Eran unos berracos. Me pusieron el casete y yo salía cantando llorando, me mamaron mucho gallo con eso. Ese tema tiene bastantes versiones, una del merenguero que hizo el disco Abusadora con Wilfrido, Sandy Reyes.

Con El Binomio empezamos a llevar el nuevo vallenato a Bogotá. Tocamos en La Media Torta, en el Hotel Tequendama. Nos invitaban a televisión, iniciamos a hacer programas con Jimmy Salcedo, con Jorge Barón. Rafa e Isra salieron hasta en comerciales. El Binomio fue el que abrió ese camino, esa relación entre el vallenato y la televisión”.

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-Así presentó Jorge Barón a Quévaz y su tema Colombia en su fiesta de fin de año de 1988.

Parrandón con elegancia tropical, coreografía y futbol: “Esto es azuquita hasta el lunes”

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“Israel y Rafael también quisieron darle una imagen elegante al vallenato con esas pintas chéveres de las carátulas que compraban en boutiques de Barranquilla o cuando viajábamos afuera. Ellos eran enfermos por la pinta. Siempre estábamos uniformados y se hacían coreografías de los temas.

En los periódicos hasta publicaban reportajes de La Copa Binomio de Oro que era un torneo que se inventaron Rafa e Israel en que jugábamos contra periodistas y amigos músicos. Es que nos gustaba mucho el futbol. Cuando había conciertos en los pueblos a veces tratábamos de llegar un día antes para jugar con el Alcalde y también antes de grabar los discos, -en los años que se podía- nos íbamos a alguna finca con cancha, ensayábamos y jugábamos.

Luego de pegar vallenato en todo el país, con el Binomio estuvimos en Venezuela, Aruba, Curacao, México, Estados Unidos. Fuimos al Madison Square Garden en el 81 y volvimos varias veces (“El Maño” fue la segunda vez en el 87). Pero no viajé tanto al cono sur con ellos porque cuando empezaron esas giras - como en los 90- , ya estaba con Diomedes.

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En Venezuela El Binomio era una locura, nos dieron en Maracaibo La Orquídea de Plata, máximo galardón para una agrupación. Ese día tuvimos tres presentaciones: a las 4 de la tarde en Valledupar en el Festival Vallenato; a las 10 p.m. en Maracaibo hicimos el concierto, nos dieron el premio, tomamos un vuelo chárter y a las 12 de la noche estábamos tocando en el Country Club de Barranquilla.

La agenda era bien agitada, pero era lo normal. Una noche en Maracaibo tocamos 12 shows en sitios diferentes en la Fiestas de La Chinita. El último día lo llaman Amanecer Gaitero, iba desde las 4 p.m. hasta las 10 a.m. del día siguiente. Nosotros, siempre lo dábamos todo en la tarima porque cuando es tocando, es tocando y eso es lo que uno debe hacer”.

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Grabando con todo el mundo

“A mí me gusta la grabación y no me le he negado a nadie. Varias veces me retiré del Binomio. Una vez me fui para Los Betos, (aunque ya desde antes grababa con ellos) hicimos varios LP, grabé canciones como Sigue La Trilla (1985) o Gitana (1980).

A Joe Arroyo le toqué mucho los cumbiones, siempre me llamaba para que se los grabara. Toqué en su disco El Campeón (1982), él grabó mi tema Las Mujeres en el álbum Musa Original (1986). El Joe, Fruko y yo, grabamos una composición mía: Chao Amor, en la que yo canto. La hicimos solo los tres, y eso salió en el LP Wganda Kenya Kammpala Grupo (1977).

Yo grabé con Jorge Oñate, La Niña Emilia, Los Diablitos, Pedro Ramayá, toqué el bajo en el primer disco de Silvestre Dangond con Román López, y toda la vida he sido bajista de Dolcey Gutiérrez. Ahora ando retirado de los shows, para estar más con mi familia, descansar un poco, pero sigo trabajando en el estudio.

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Entre las últimas cosas que he hecho están: un vallenato con Chelito De Castro, grabaciones con Iván Villazón, Alfredo Gutiérrez y Diego Daza. También grabé bajo y produje “la nueva” de Diomedes: Orgullosa. Me llamaron para que la termináramos, porque encontraron la obra pero le faltaba el bajo, la tumbadora, coros bien hechos. Hicimos dos canciones. Quedó otro tema guardado que grabó Diomedes junto a Ovidio Granados”.

El día de “usted no sea tan sapo y tan lambón, m…”

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Con Diomedes grabé desde el disco en que está Me Deja El Avión (De Frente 1977), y me hice parte formal de su agrupación a mediados de los 90.

Entré luego de la muerte de “El Maño” Torres y Juancho Rois (noviembre, 1994) prácticamente hasta que falleció de Diomedes, porque me retiré del conjunto dos años antes de que muriera, pero seguía grabando con él. Grabé también en un álbum de homenaje que se publicó con un par de canciones suyas y otras cantadas por Rafael Santos y Martín Elías (Entre Díaz y Canciones 2015).

Recuerdo mucho ese show que hicimos en Soledad, en el barrio Hipódromo, cuando en pleno concierto Diomedes insulta al tipo. Era apenas la tercera noche que yo tocaba en vivo con él, había entrado al grupo ese fin de semana.

Es que él había llegado algo tarde y se puso a hablarle a la gente, relajado. Un man del público empezó a gritarle que ya empezara a cantar, y se manda ese: “usted no sea tan sapo y tan lambón, m…”. Sony Music tuvo que comprarle los derechos al ingeniero de sonido James Villalobos para sacar eso así como estaba. Y sigue sonando.

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Ese bajo también se lo han aprendido los jóvenes. Muchos de los instrumentistas nuevos son muy talentosos, siempre me están llamando a mostrarme cositas. Yo lo que les digo a todos los músicos jóvenes es que no dejen de estudiar el instrumento.

Si pueden a todo momento, porque, aunque uno no tenga el bajo en las manos, mentalmente también se puede estudiar. Oír géneros diferentes es otra forma de instruirse. Les digo a los jóvenes que sigan haciendo la música que les nace en este momento, esa es la que tienen que hacer, esa es la de ellos. Así los critiquen. Porque no se puede estar haciendo lo mismo toda la vida”.

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¡La música nos une!

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