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Cadete Pilar Rendón

Decir: "no puedo", "no soy capaz" o "me da miedo" son frases que las mujeres del Ejército tienen vetadas por completo. Allí, y como bien me lo explicaba una de las alférez que estuvo en el recorrido de aquel día, el sexo femenino nunca se rinden frente a los nuevos retos, al contrario, siempre da la batalla una y otra vez. Si ellas fallan en algún ejercicio que hace parte de su entrenamiento físico lo vuelven a intentar una, dos, tres o las veces que sea necesario, porque en la milicia como en la vida todo âœes cuestión de sentirse bien con uno mismo, de superar temores, de decir yo "SI PUEDO". Izquier, dos, tres, cuatro La verdad no recuerdo si la orden que nos daban para trotar era así, pero es lo que quedó en mí mente luego de aquel totazo en la cocorota (porque como buena guerrera me llevé mi golpe de batalla a casa). Y es que tras correr toda una mañana, entonar canticos, hacer cuclillas, pasar por el polígono “pegarse en el hombro con el fusil“ intentar recordar las clases de insignias, honores, estrellas, etc., etc., se torna difícil que mente y cuerpo estén al cien por ciento para enfrentarse a la gran pista de obstaculos, sin embargo, mi muy chicanero ser dijo: "esta facil", "yo puedo hacerlo mejor que esa que va adelante"... ¿El verdadero resultado? Casi no logró superar la primera estación ni con ayuda de mi brigadier Torres. ¡Qué papelón!. Me acordé de las veces en las que mi mama se sienta a ver el Desafío y dice frente al televisor: "ah no, esa prueba esta facil". Claro, como no es ella la que esta alla (bajo 40° de temperatura) arrastrandose por la arena, pues todo parece ser "botado". Pero, ese día comprendí que ni saltar tronquitos es tarea sencilla, mucho menos cuando uno es tan "paticortica" como lo soy yo. Subir paredes usando botas de cuero que pesan mas que lo que pesaba mi maleta en el colegio es complejo. Estar en la arena y avanzar lo mas rapido posible tras tener a un oficial gritandote al oído: âœmuy lenta, muy lentaâ, nada divertido. Y, desde luego, ser la única en caer de espalda, pegarse en la cola y luego cuasi romperse la cocorota en la última estación del recorrido, frustrante y doloroso. Lo cierto es que como bien lo aprendí de aquella alférez (cuyo apellido no recuerdo) no interesa si eres la única que cae en competencia, lo importante es aprender a levantarse hasta alcanzar el triunfo. Y así lo hice, con un poco de miedo, pero quiza mas segura que antes, volví a tomar impulso en la pista, me mentalicé en que sí podía lograrlo y suas, ahí fue cuando me volví a pegar⦠Mentira, en ese momento de di cuenta que al igual que las oficiales del Ejército, yo, y cada una de las mujeres que habitamos en este planeta, tenemos madera de guerreras. La segunda fue la vencida ¡LO LOGRE! El estresante momento de "La Diana" Luego de un "ameno" trote mañanero, mi compañera de trabajo y yo llegamos al cuartel en el que estan ubicadas las habitaciones de estas mujeres pertenecientes al Ejército. Quienes tras explicarnos que teníamos 15 minutos de "Diana" para cambiarnos, peinarnos y dejar el cuarto limpio y ordenado se convirtieron en mi peor verdugo. Pues odio que me afanen cuando me estoy arreglando, odio no tener tiempo para vestirme con calma y en ese momento (entre los gritos provenientes de un lado y otro) odié no saber cómo usar el cinturón que debía sostener el gigantesco pantalón que me tocó en mi uniforme militar. Transcurridos los minutos correspondientes a La Diana, salí del cuarto con el pantalón sostenido entre las manos, las botas desamarradas, la gorra a medio poner y el pelo mas enmarañado que nunca y me di cuenta que realmente estas mujeres tienen mucha disciplina, quiza algo que nos hace falta a la mayoría que asistimos al curso de cadetes por un día al momento de estar bajo el agua, frente al espejo o arreglando nuestro dormitorio.  El color rosa no me representa como mujer No hay algo de lo que me quiera quejar sobre mi día en la Escuela Militar de Cadetes, todas y cada una de las mujeres que nos asistieron en nuestro entrenamiento fueron pacientes frente a los graves problemas de motricidad que padecemos y se transformaron en un libro abierto antes nuestras constantes preguntas. El almuerzo fue muy familiar, y, sin duda, la comida sabía a gloría, el jugo esta deliciosamente refrescante y la silla se acoplo a la perfección con mis nalgas. Quiza la única observación que tengo frente a esta aventura es el regalo que muy amablemente nos dieron en el transcurso del almuerzo: una camiseta color rosa. Y no es que sea desagradecida, simplemente no entiendo por qué la prenda debía tener esta tonalidad, por qué no regalar una camiseta azul, amarillo pastel o morado a ese grupo de mujeres que demostraron ser todas unas guerreras. A mí el rosa nunca me ha representado como mujer, es un color triste, no tiene fuerza, pero bueno, ese solo fue un pequeño traspiés en medio de tanto aprendizaje y âœsacada de leche❠en nuestro día como cadetes del Ejército Nacional de Colombia. Lo último que me queda por decir es: ¡Gracias! Gracias al Capitan Orlando Gómez Camacho por la invitación, al Coronel Juan Manuel Padilla Cepeda por todas sus explicaciones y el tiempo compartido, y a cada una de las brigadieres y alférez que nos instruyeron durante el día.

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Decir: "no puedo", "no soy capaz" o "me da miedo" son frases que las mujeres del Ejército tienen vetadas por completo. Allí, y como bien me lo explicaba una de las alférez que estuvo en el recorrido de aquel día, el sexo femenino nunca se rinden frente a los nuevos retos, al contrario, siempre da la batalla una y otra vez. Si ellas fallan en algún ejercicio que hace parte de su entrenamiento físico lo vuelven a intentar una, dos, tres o las veces que sea necesario, porque en la milicia como en la vida todo "es cuestión de sentirse bien con uno mismo, de superar temores, de decir yo "SI PUEDO".

Izquier, dos, tres, cuatro

La verdad no recuerdo si la orden que nos daban para trotar era así, pero es lo que quedó en mí mente luego de aquel totazo en la cocorota (porque como buena guerrera me llevé mi golpe de batalla a casa). Y es que tras correr toda una mañana, entonar canticos, hacer cuclillas, pasar por el polígono "“ pegarse en el hombro con el fusil "“ intentar recordar las clases de insignias, honores, estrellas, etc., etc., se torna difícil que mente y cuerpo estén al cien por ciento para enfrentarse a la gran pista de obstaculos, sin embargo, mi muy chicanero ser dijo: "esta facil", "yo puedo hacerlo mejor que esa que va adelante"...  ¿El verdadero resultado? Casi no logró superar la primera estación ni con ayuda de mi brigadier Torres. ¡Qué papelón!.

Me acordé de las veces en las que mi mama se sienta a ver el Desafío y dice frente al televisor: "ah no, esa prueba esta facil". Claro, como no es ella la que esta alla (bajo 40° de temperatura) arrastrandose por la arena, pues todo parece ser "botado". Pero, ese día comprendí que ni saltar tronquitos es tarea sencilla, mucho menos cuando uno es tan "paticortica" como lo soy yo. Subir paredes usando botas de cuero que pesan mas que lo que pesaba mi maleta en el colegio es complejo. Estar en la arena y avanzar lo mas rapido posible tras tener a un oficial gritandote al oído: "muy lenta, muy lenta", nada divertido. Y, desde luego, ser la única en caer de espalda, pegarse en la cola y luego cuasi romperse la cocorota en la última estación del recorrido, frustrante y doloroso.

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Lo cierto es que como bien lo aprendí de aquella alférez (cuyo apellido no recuerdo) no interesa si eres la única que cae en competencia, lo importante es aprender a levantarse hasta alcanzar el triunfo. Y así lo hice, con un poco de miedo, pero quiza mas segura que antes, volví a tomar impulso en la pista, me mentalicé en que sí podía lograrlo y suas, ahí fue cuando me volví a pegar". Mentira, en ese momento de di cuenta que al igual que las oficiales del Ejército, yo, y cada una de las mujeres que habitamos en este planeta, tenemos madera de guerreras. La segunda fue la vencida ¡LO LOGRE!

El estresante momento de "La Diana" 

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Luego de un "ameno" trote mañanero, mi compañera de trabajo y yo llegamos al cuartel en el que estan ubicadas las habitaciones de estas mujeres pertenecientes al Ejército. Quienes tras explicarnos que teníamos 15 minutos de "Diana" para cambiarnos, peinarnos y dejar el cuarto limpio y ordenado se convirtieron en mi peor verdugo. Pues odio que me afanen cuando me estoy arreglando, odio no tener tiempo para vestirme con calma y en ese momento (entre los gritos provenientes de un lado y otro) odié no saber cómo usar el cinturón que debía sostener el gigantesco pantalón que me tocó en mi uniforme militar.

Transcurridos los minutos correspondientes a La Diana, salí del cuarto con el pantalón sostenido entre las manos, las botas desamarradas, la gorra a medio poner y el pelo mas enmarañado que nunca y me di cuenta que realmente estas mujeres tienen mucha disciplina, quiza algo que nos hace falta a la mayoría que asistimos al curso de cadetes por un día al momento de estar bajo el agua, frente al espejo o arreglando nuestro dormitorio.

El color rosa no me representa como mujer

No hay algo de lo que me quiera quejar sobre mi día en la Escuela Militar de Cadetes, todas y cada una de las mujeres que nos asistieron en nuestro entrenamiento fueron pacientes frente a los graves problemas de motricidad que padecemos y se transformaron en un libro abierto antes nuestras constantes preguntas. El almuerzo fue muy familiar, y, sin duda, la comida sabía a gloría, el jugo esta deliciosamente refrescante y la silla se acoplo a la perfección con mis nalgas.

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Quiza la única observación que tengo frente a esta aventura es el regalo que muy amablemente nos dieron en el transcurso del almuerzo: una camiseta color rosa. Y no es que sea desagradecida, simplemente no entiendo por qué la prenda debía tener esta tonalidad, por qué no regalar una camiseta azul, amarillo pastel o morado a ese grupo de mujeres que demostraron ser todas unas guerreras.

A mí el rosa nunca me ha representado como mujer, es un color triste, no tiene fuerza, pero bueno, ese solo fue un pequeño traspiés en medio de tanto aprendizaje y "sacada de leche" en nuestro día como cadetes del Ejército Nacional de Colombia. Lo último que me queda por decir es: ¡Gracias!

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Gracias al Capitan Orlando Gómez Camacho por la invitación, al Coronel Juan Manuel Padilla Cepeda por todas sus explicaciones y el tiempo compartido, y a cada una de las brigadieres y alférez que nos instruyeron durante el día.

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