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ABC para entender la importancia de Roger Waters y Pink Floyd

El diamante rebelde de Pink Floyd que revolucionó el mundo

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Experimentos psicodélicos y letras deprimentes fueron el origen de la banda conceptual más importante del planeta. El rock dejó de ser un escándalo de adolescentes para tomar las dimensiones del verdadero arte, que hace 45 años encontró el álbum más importante de su historia en el prisma de una bandera clavada al otro lado de la luna. Bienvenidos al lado oscuro

Por: Daniel S. Paéz – Redactor Biblia Apóstoles del Rock

El gris y deprimente Reino Unido de la posguerra engendró al rock eufórico y adolescente de The Beatles y The Rolling Stones. Pero en un sótano de Londres se estaba gestando un proyecto menos efusivo y optimista: Pink Floyd, liderado por el desequilibrado guitarrista Syd Barrett y su tímido amigo Roger Waters en el bajo, acompañados por un grupo de músicos nada convencionales, que tenían más interés en el jazz y la música minimalista que en el blues y el rock. Combinando un sonido impredecible con una puesta en escena que incluía proyecciones de imágenes abstractas, esta banda se convirtió en la más aclamada del underground británico de los sesenta. A pesar de la gigantesca fama que los alcanzó a la década siguiente, sus principios y su estilo nunca estuvieron en venta. Cada álbum ofrecía una nueva historia, un rumbo diferente con una música aparentemente simple y lenta, pero llena de capas de sonidos y ruidos que rompían cualquier estructura e instrumentación: hicieron cantar a un perro, sacaron armonías de una caja registradora y compusieron una sinfonía pop sobre la enloquecedora rutina del mundo moderno.

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“Para nosotros la cosa más importante es ser visuales y para los gatos que nos miran, tener diversión. Esto es todo lo que deseamos”. Roger Waters

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En 1973, The Dark Side of the Moon los puso en el número uno de las ventas, su crítica sombría hizo que toda la humanidad se sintiera identificada. Más de 1.500 semanas en los listados de Billboard definieron al discurso de Pink Floyd como el sermón preferido de todos. Ningún otro álbum ha condensado la luz de la sociedad tanto como éste. Discos que parecen una sola canción, producciones que introdujeron el sonido cuadrafónico a la industria, portadas alucinantes y espectáculos multimedia cada vez más sorprendentes, llevaron a estos genios a proyectos cada vez más ambiciosos concluyendo su lucha de egos con el inolvidable The Wall, la ópera rock más completa (película, disco doble y show en vivo) y la personalidad retraída y conflictiva de Barrett, convertida en la metáfora más cruel de la fama. Después del éxito insuperable del álbum, vino la separación de la banda, que siguió sin sus fundadores haciendo giras cada vez más prodigiosas, pero con un repertorio estancado. La decisión del bajista de retomar sus creaciones con Pink Floyd (aunque con otros músicos) sirvió como un redescubrimiento del movimiento más introspectivo y denso que ha habitado el planeta. Su sonido sobrecogedor sacó al rock de cualquier estereotipo y lo puso al servicio de la imaginación.

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El diamante demente Syd Barrett fundó Pink Floyd en 1964 y trabajó cuatro años con la banda, sembrando la semilla de una música sin concesiones ni miedos. Su época con ellos produjo el sonido crudo e impredecible que dibujó el punto de partida para las exploraciones ilimitadas que siguieron sus compañeros, ahora con David Gilmour en su lugar. Su retiro fue causado por una personalidad inestable, sustentada en el abuso de las drogas y un carácter irascible y autodestructivo que, en 1972, lo llevó a aislarse definitivamente del mundo, sin usar ningún medio de comunicación y apenas visitar a algunas personas a lo largo de los más de treinta años que pasaron antes de su muerte, causada por un cáncer. A pesar de su corta carrera, es uno de los músicos más influyentes de la historia y una de las mayores leyendas del rock. No sólo Pink Floyd le compuso varias canciones como homenaje (Shine on you Crazy Diamond y The Wall), también el movimiento que se definió como rock progresivo le debe su vida al genio descabellado de Barrett, padre de la experimentación y la búsqueda de efectos sonoros mucho más allá de lo que brinda un instrumento. La lista de artistas que quisieran ser al menos la mitad de imaginativos y realmente tan dementes como él, es infinita.

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MUY CERDO

Roger Waters iluminó a 20.000 personas en Bogotá con su gira The Dark Side of the Moon Live y se puso la corona del mejor concierto del año. Una roca lunar desprendida de la historia de Pink Floyd y el material de su carrera en solitario desde 1984, que incluso elevaron por los cielos del Simón Bolívar a un cerdo inflable del que nunca se supo paradero alguno. Lo que sí se sabe es que, desde el 9 de marzo de 2007, fecha del espectáculo, no se ha visto otro coloso de helio y casta rosa surcando el espacio aéreo. El animal de imaginería brillante y conciencia política en carne viva será recordado por haber interpretado canciones como In the flesh, Mother, Sheep, Shine on you Crazy Diamond (con la imagen de Syd Barrett cruzando a pie la monumental pantalla a espaldas de Waters), y su personal Leaving Beirut, con el coro “¡Oh!, George, esa educación de Texas debió joderte mucho cuando eras muy pequeño”.

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Del gran Muro al Live 8, pasando por los tribunales Cuando The Wall cayó con su molde de revolucionaria película musical que la Metro Goldwyn Mayer presentó en 1982 y que Pink Floyd había construido como una de las paredes sobre las cuales se edificó el rock contestatario a partir de 1979; el magnífico polvo de la demolición no dejó ver muy bien hacia dónde se dirigía tanta gloria. O sí. Entre la foto de sus cuatro músicos recostados al emblemático montaje de su gira en 1980  y la de su reunión por un día ante las cámaras del festival Live 8 en el Hyde Park de Londres en 2005, quedaron registrados 25 años de pleitos legales por cada uno de los ladrillos y mascotas inflables de la marca Pink Floyd y la maquinaria de arte, entretenimiento y sociedad que sus integrantes (en especial Roger Waters y David Gilmour) abrazaban contra su pecho mientras bailaban sobre las ruinas de su propio Muro de Berlín. Un primer circo benéfico (el Live Aid) habría tratado de juntarlos en un mismo escenario en 1985, pero ni Bob Geldof ni su alter ego Pink, la ficticia estrella de rock y huérfano de la Segunda Guerra Mundial que deviene en dictador en la película Pink Floyd: The Wall, lo consiguieron. Mientras que Gilmour, el baterista Nick Mason y el tecladista Richard Wright incluso habían salido de gira después de la anunciada disolución, Waters estaba en los tribunales y solo salía a su paso para conseguir que las maletas de sus ex compañeros fueran bajadas del avión. En 1987, no obstante, Gilmour logró que Waters bajara la guardia ante las cláusulas de explotación del grupo, y que el mundo de la música ganara un primer pleito para quedarse con la custodia de lo que 18 años más tarde, sin que nadie los presentara y durante cinco canciones, fue conocido como “el regreso de Pink Floyd”.

“Con la llegada del éxito y la fama de The Dark Side of the Moon llegué a preguntarme si podría seguir siendo un socialista”. Roger Waters

“Cualquier pelea entre Roger y la banda que haya habido en el pasado es insignificante en este contexto”, escribió David Gilmour en la página web oficial de Pink Floyd días antes de su aparición. Los hijos de los padres que habían estudiado todas las partes de The Wall en la universidad, y los jóvenes que de niños habían escuchado temas como Goodbye Cruel World, pero que ahora creían en que la solución al hambre de África estaba en el Live 8, por un momento pudieron poner pausa a aquel Corte Final que el grupo pactó para jamás volverse a ver ni unir su sangre desde que abandonaron los estudios de grabación en 1983.

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