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Colombia al Parque: cuando la música colombiana no termina siendo para todos

Las contradicciones y dilemas del subvalorado Colombia al Parque.

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Catalina García de Monsieur Periné - Foto: Alejandra Mar

Colombia al Parque es uno de los festivales más amables, ricos culturalmente y diversos que tiene el país. Sin embargo, sus cifras de asistencia están muy lejanas de otros eventos. ¿Qué hace que haya una diferencia tan abismal entre evento y evento? ¿Debería haber tanta brecha entre cada uno? ¿Se debería medir el éxito/fracaso de un evento por sus números?

Por: Juan Pablo Castiblanco Ricaurte - @KidCasti // Fotos: Alejandra Mar - @alejandra.mar

Hace un par de semanas el Festival La Kalle, organizado por nuestra emisora hermana junto a la Alcaldía de Bogotá en el marco del Festival de Verano (sí, ya sabemos, “verano” en Bogotá), presentó orgulloso el record de haber convocado 148 000 personas en la Plaza de eventos del Parque Simón Bolívar. El cartel estuvo encabezado por Los Tigres del Norte, y por afamados artistas urbanos, vallenatos, populares y de regional mexicano como Jessi Uribe, Paola Jara, Kvrass o Mike Bahía. En julio Rock al Parque también marcó un lleno histórico, superando los 154 000 espectadores cuando, en el tercer y último día de festival, juntó a Fito Páez, Juanes y un homenaje de la Orquesta Filarmónica de Bogotá a la historia del evento.

Este 29 y 30 de agosto y 1 de septiembre se llevó a cabo la edición XVIII de Colombia al Parque. Al cabo de dos días de programación en el Parque Simón Bolívar (no en la Plaza de eventos sino en donde se ubica el Escenario Lago de Rock al Parque) y una gala inaugural en el Jorge Eliécer Gaitán, el reporte fue de 18 000 asistentes entre los tres días. ¿Qué hace que haya una diferencia tan abismal entre evento y evento? ¿Debería haber tanta brecha entre cada uno? Incluso, afilando la pregunta, y en tiempos de viceministerios de creatividad y economías naranjas, ¿se debería medir el éxito/fracaso de un evento por sus números? (PD: ¿Se debería valorar la música por su número de reproducciones en digital?)

Dicen mamás y tías que las comparaciones siempre son odiosas y a final de cuentas cuando se trata de arte y cultura es aún más difícil unificar criterios. La única razón para poner lado a lado a un evento promovido por una emisora privada como La Kalle, al festival de rock gratuito más grande de Latinoamérica, y al reciente Colombia al Parque, tan solo obedece a que los tres fueron gratuitos y realizados en el mismo lugar; de ahí en adelante, todo comienza a complicarse, pero al menos sirve para tener unos marcos de referencia.

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Desde el 2017 el curador de Rock al Parque, Chucky García, también pasó a dictar la línea de Colombia al Parque y a complementar los resultados de las convocatorias distritales. Esto marcó sin duda un intento de “descongelar” el concepto de música colombiana entre nuevas generaciones, sacarlo del estigma añejo y poner las bases para formar una nueva generación de colombiólogos defensores de su folclor. Si bien Colombia al Parque ya venía invitando artistas de la nueva ola como Systema Solar o Puerto Candelaria, la mano de García fue más radical y buscó unos diálogos más extremos, invitó a bandas internacionales, y puso a artistas como Mitú o Herencia de Timbiquí a cerrar. Justamente el concierto de esta última agrupación en el 2018 marcó un quiebre en la historia del festival pues casi que duplicó los promedios de asistencia de años anteriores y puso a pensar a sus directivas si se les había crecido el enano.

Los 26 000 asistentes a Colombia al Parque 2018 más una serie de arreglos a su sede habitual, el Parque de los Novios, obligaron al festival a moverse al Parque Simón Bolívar. “El cambio de parque significó reto para nosotros para comunicar a la gente. Más allá del número de asistentes, que bajó, es un logro mantener el mismo espíritu en el Simón Bolívar”, explica Gareth Gordon, gerente de música de Idartes. Jaime Cerón, subgerente de artes de Idartes, complementa afirmando que “Colombia al Parque es un festival pequeño que al tener baja complejidad no tiene filtros de seguridad, menos policía, lo cual lo hace más amable. La idea es que se pueda aumentar manteniendo condiciones, que la gente esté cómoda. Si crece se pierde la posibilidad de disfrutar de muchas maneras”.

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La amabilidad de la que habla Cerón y que se ha convertido en el sello distintivo del evento ha permitido que la convocatoria sea radicalmente diferente al de cualquier otro concierto; efectivamente van niños, mascotas y, como lo quiere resaltar Chucky García, más del 50% del público fueron mujeres lo cual indica que hay una mayor percepción de amabilidad y comodidad en el ambiente. “Son pocos los espacios que hay para los niños. Si ellos no adquieren costumbre de ir a eventos de música en vivo a los 18 años no van a pagar boletas. Somos un país con bajo índice de pago de boletas comparado a vecinos. Pensando en la sostenibilidad del sector es importante conquistarlos”, explica Gareth Gordon.

Colombia al Parque 2019 fue un festival tan arriesgado que se atrevió a mezclar en su gala inaugural en el Teatro Jorge Eliécer Gaitán a la Orquesta Filarmónica de Bogotá interpretando el repertorio del disco ganador al Grammy Latino 50 años tocando para ti, con el intrépido montaje de la Banda Vocal N Voz (una particular conjunción de beatbox, acapella, cumbia y música de gaitas, 100% vocal), la explosión champetera de Tribu Baharú, y un grupo japonés de cumbias, porros y salsa conocida como Minyo Crusaders (si se preguntan “¿qué pensarán de nosotros en Japón?”, acá está la respuesta).

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Banda Regional Mixe (México)

Los japoneses no fueron los únicos invitados internacionales y a ellos se sumaron en los conciertos del Parque Simón Bolívar bandas de Bélice (The Garifuna Collective), Chile (Inti Illimani Histórico) y México (Banda regional Mixe de Oaxaca; un inesperado collage infantil y juvenil de ska, punk balcánico y banda de pueblo). ¿Por qué? ¿Descache? Nada de eso; aunque suene muy hippie, las fronteras siempre han sido divisiones caprichosas con fines políticos que no han logrado quebrar lo que la cultura, y en este caso la música, ha unido. Sus presentaciones fueron una forma inusual de preguntarnos por nuestra identidad, por la música que hacemos, por cómo nos podemos ver desde afuera.

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Según García, “en la música colombiana los maestros están arriba, y para gran parte del sector hay bandas que están por debajo en las jerarquías. En el rock la distancia que hay entre una banda joven y un Aterciopelados es enorme, mientras que la que hay entre una Totó la Momposina y una propuesta joven consolidada es mucho más corta en cuanto a interpretación y propuesta. Los ‘nuevos’ vienen de muchos años de trabajo, investigación y tratando de generar contenidos”. Esta visión hace que Colombia al Parque sea un punto de encuentro entre maestros fundamentales de los distintos géneros nacionales y propuestas emergentes. Por eso este año leyendas de la música tropical como Michi Sarmiento (bastión de la salsa e integrante de Los Corraleros del Majagual, Michi y su Combo Bravo, socio creativo de Joe Arroyo o más recientemente Ondatropica) o el gran Fruko junto a su orquesta Los Tesos, tuvieron presentaciones estelares donde revivieron sus grandes obras y se reintrodujeron a nuevos públicos.

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Por su parte, agrupaciones como Malalma, María Cristina Plata, Chontadelia o el Ensamble Baquiano mostraron cómo pueden ser el relevo generacional de la tradición, cuidándola, pero agregándole nuevos elementos sonoros. Como sucedió en años anteriores, hubo una tarima alterna para los cambios entre conciertos que estuvo protagonizada por dos actos que juntaron lo tropical, caribeño, reggae, dancehall, entre otros, con lo electrónico: Don Alirio y El Gran Latido Soundsystem. Y con Monsieur Periné en el cierre, se evidenció que las bandas nacionales pueden ser grandes y tener shows de primera talla sin sacrificar mensaje, ideales, ni calidad artística.

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Colombia al Parque termina siendo un sorprendente y agresivo playlist crossover que salta de región a región, de género a género, de generación a generación sin ningún pudor. Y entonces, si el festival es tan chévere, tan amable, tan rico culturalmente, ¿por qué no va más gente? Aunque Chucky García cree que esta nueva etapa del festival puede llegar a convocar hasta 30 000 o 40 000 personas, lo cierto es que para este tipo de eventos los números son algo relativo que no deberían medir su éxito, sobre todo si se tiene en cuenta que el 90% de sus artistas no tienen forma de colarse en el mainstream; que son contados los medios que van a hacer cubrimiento; que, aun siendo un evento de ciudad y con potencial turístico, no hay muchas instituciones gubernamentales aliadas.

Gareth Gordon cree que los festivales son procesos de constantes preguntas que responden a cambios musicales en su entorno: “uno podría escalar la pregunta de la asistencia a cualquier festival porque es un desafío buscar balance entre dar gusto o intentar mostrar cosas nuevas. Esa es la magia de la curaduría. Si se hace un análisis global, el nicho del world music no va a competir con músicas globales”.  Y aunque sea lastimosamente cierto, no deja de ser una realidad triste y un índice de cómo se sigue percibiendo al artista local pequeño y por debajo del internacional. Como se preguntaba Café Tacuba en El fin de la infancia, “¿seremos capaces de bailar por nuestra cuenta?”.

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Afrotumbao
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Banda Regional Mixe
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Monsieur Periné
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Rubiel Pinillo, Carlos Elliot & Los Parranderos de la Florida
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