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Colores Santos: 25 años de una de las mayores obras de Cerati y Melero

Dos décadas y media después recordamos uno de los hitos musicales en la historia de Latinoamérica.

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Hay quienes dicen que el cuarto integrante de Soda Stereo bien estaba entre cualquiera de estos tres nombres: Tweety González, Richard Coleman y Daniel Melero. Desde los inicios de la banda, los tres tuvieron que ver con Cerati, Bosio y Alberti. Ellos, como músicos o amigos, estuvieron presentes en acompañamiento musical o en asesoría de producción. Cuenta la historia, además, que a Daniel Melero se ofreció para ser parte de la banda, pero Cerati declinó el ofrecimiento justamente por ver que la química musical y humana entre los tres estaba tan compacta, que una persona más sobraba.

Por: José "Pepe" Plata 

Aun así, la relación con Melero fue muy estrecha y provechosa. La famosa balada Trátame suavemente, que Soda grabó en 1984, era una canción prestada por Melero y que luego él grabó con su banda Los Encargados en 1986, y que está incluida en su único disco llamado Silencio. La relación de amistad y música se hizo más estrecha en 1990 cuando Melero fue invitado por Soda a grabar lo que sería Canción Animal en Miami. Un disco que también contó con la participación de la percusionista Andrea Álvarez y del teclista Tweety González. El resultado sería además uno de los discos más recordados en la carrera del trío y un hito en el rock de aquella época.

La admiración y el respeto, pero también la camaradería y la sorpresa estarían luego de regreso en 1991 cuando Cerati participara en el disco de Melero llamado Cámara. Fue un momento lo suficientemente especial porque si bien Soda reinaba en el continente, Cerati tuvo espacio para estar en el disco del amigo y consejero. Pero el vínculo se tenía que estrechar y materializar. Otras colaboraciones musicales argentinas habían hecho ya historia como Spinetta-Paéz (La, la, la 1986) y García-Aznar (Tango, 1985), así que esta tenía que destacarse por igual.

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De este modo, el camino para hacer algo conjunto estaba listo. Cerati tenía en su mente tres discos que le habían dado el combustible sonoro en los últimos dos años: Joy 1967 - 1990 de Ultra Vivid Scene, Screamadelica de Primal Scream y Loveless de My Bloody Valentine. Discos en los que había estructuras sonoras con programaciones, efectos y juegos de producción, discos que además marcaron la pauta en aquel entonces. Melero tenía tras de sí el estar inmerso, descubriendo las nuevas tendencias sonoras locales de bandas emergentes que ofrecían grupos como Suárez, Juana La Loca, Tía Newton y más. Y además, su gran bagaje con el uso de equipos y máquinas. Todo este ambiente desembocó en las horas de grabación que se llevaron a cabo a comienzos de 1992 en los estudios que en aquel entonces tenía Soda Stereo: Supersónico.

Pero había un asunto triste también: el padre de Cerati, Juan José, había fallecido en enero de 1992, dejando una sensación de alivio, tristeza y melancolía en Gustavo, y que fueron canalizadas en la creación de canciones que luego estuvieron en el disco. Hay que recordar cómo estuvo presente esta situación en la sencilla Té para tres de Canción Animal.

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350 horas fueron necesarias para grabar una obra que de plano estuvo hecho para no ser tocada en vivo. ¿Por qué? Cerati tenía una nueva carrera contra el reloj: Grabar lo que sería Dynamo, el nuevo disco de Soda. Melero se ocuparía de producir bandas y grabar temas para lo que serían sus próximos discos. Y si en el mundo se hablaba de ese sonido de “shoegazing” en el que había capas y capas de efectos y sonidos entre el noise y la melodía, aquí se hacía uso de capas y capas de sonidos, samples y efectos a través de equipos como el sampler MPC 60 de AKAI y el sintetizador EMAX II. Se explotaba además el sonido house y groove que se había escuchado en Manchester, y que poco a poco también llegaría al continente.

Podría hablarse de un disco introspectivo, pero sería reducirlo a una expresión única. Cuando se publicó, cumplió la cuota de rigor de generar videos promocionales para labores de difusión. Y es así como se tuvieron los registros de Hoy ya no soy yo y Vuelta por el universo, pero no hubo presentaciones ni momentos para verlo en vivo.

Podría decirse que es un disco mínimo, pero para nada lo es. Es un disco que aprovechó lo que más pudo los recursos de las máquinas y solo tuvo dos invitados en las grabaciones. Fueron Flavio Etcheto en la trompeta y una joven cantante y artista llamada Carola Bon,y quien le pasó a Cerati un demo de sus canciones y este la invitó a cantar en esta producción. Lo que fue, fue hecho en un espacio único como era aquel estudio y luego fue masterizado en Miami por Michael Fuller en Fullersound. El diseño gráfico corrió por cuenta de Alejandro Ros, el responsable de grandes trabajos gráficos en el rock argentino para artistas como Los Fabulosos Cadillacs, Babasónicos o la Bersuit.

El recurso electrónico que se explotó ampliamente acá marcaría un camino definitivo para Cerati en sus futuros trabajos. El sampler lo acompañó en varios años y discos como lo fueron Amor Amarillo (1994) o Medida Universal (1999 junto a Flavio Etcheto en el proyecto Ocio). Y frente a las canciones, el impacto fue tal, que durante sus giras como solista, fue común escuchar algunas provenientes de este disco como: Marea de Venus, Tu medicina o Vuelta por el universo.

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Cinco lustros después, este disco suena vigente, necesario y es un momento cumbre en el mundo musical del continente. Con la tristeza de saber que había la intención de hacer otra colaboración entre Cerati y Melero que se iba a materializar en otro disco, la historia se encargó de decirnos que solo esto quedó y que cada vez que lo escuchamos, le damos una nueva oportunidad.

El repertorio musical fue presentado en casete, vinilo y disco compacto. La edición  argentina original en disco compacto incluye un arte gráfico especial en el que la letras se incluyen y los créditos están completos. Ediciones posteriores como la de Colombia o Estados Unidos no incluyeron esta pieza. Una edición de la época cuesta entre cuarenta y sesenta dólares (120000 - 180000 pesos aproximadamente).

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El contenido de esta placa nos trae once piezas así.

1. Vuelta por el universo: Una canción de amor para el mundo, justo con una base musical que nos recuerda: I want to break free de Queen. En ella Gustavo habla de una relación que existe en el universo y que permite viajar en él.

2. Marea de Venus: La exploración del universo femenino como algo que inquieta, la oleada de mujeres que siempre estuvo presente en la vida de Cerati, entre su madre, seguidoras, esposa y amigas. Un hipnótico catálogo de nombres y actividades hechas por mujeres.

3. Cozumel: Un homenaje musical a una isla en cosas mexicanas. Melero es quien canta y nuevamente, las referencias al espacio vuelven a estar presentes. Cerati hace los coros y suena una magistral forma de entender el futuro.

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4. Quatro: Una pieza netamente electrónica, que jugaba a ser un llamado a la pista de baile en el que una base house se cuela con sonidos de sirenas alejándose. Y una sola palabra repetida muchas: Quatro.

5. Pudo ser: En esta, Cerati y Carola Bony narran una canción sobre las posibilidades y el paso de las situaciones y posibilidades. Y en ella está presente uno de los recursos de producción que más gustó en el disco: el sampleo de una moneda cayendo al piso.

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6. Hoy ya no soy yo: Otro de los sencillos de difusión

7. La cuerda planetaria: Melero pone la voz de nuevo en una canción que hace una nueva reflexión sobre el paso del tiempo, las distancias y el cosmos. Una obra maestra del pop, la electrónica y en últimas del electropop latinoamericano

8. Madre Tierra: Podría asemejarse a una canción de marcha, pero todo queda atrás cuando se escucha la voz de Carola dando un confort. Y es aquí donde Flavio Etcheto aparece tocando una trompeta que parece tener eco en el cielo.

9. Tu medicina: Aquí hay ecos del pasado, justo haciendo referencia al alivio que se siente cuando ya no se está más. Una canción suave, lenta, pero densa.

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10. Alborada: Última pieza instrumental del disco. Una especie de composición ambient, en la que se juega a entrar en un trance. ¿Música de la luz? ¿Luz hecha música?

11. Colores Santos: La canción de la despedida; con esta se cierra un disco en el que la canción número once le otorga un lugar sagrado a la sensación del color, al sentir que los ojos escuchan y ven, y en donde el amor está presente como algo difuso o posible.

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