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Con su encarcelamiento, España le dio la razón al rapero Pablo Hasél

¿Encarcelaron al español Pablo Hasél por rapear y tuitear? Masticamos y analizamos la importancia de uno de los casos más visibles en los que la libertad de expresión de un artista es limitada por la justicia española.

Pablo Hasél - rapero español
Pablo Hasél
// Video YouTube Ni Felipe VI

Luego de diez años de juicios y sentencias aplazadas, el rapero catalán Pablo Hasél entró a prisión por enaltecer al terrorismo e injuriar a la Corona en sus canciones.

Por Santiago Cembrano @scembrano

“¡Fuck tha Police!”, gritó NWA desde Compton, en 1988, frente a la brutalidad policial y el perfilamiento racial que vivían cada día al sur de Los Ángeles. El grupo de MC Ren, Ice Cube, Eazy-E y Dr. Dre elevó una canción como protesta. Todo su disco Straight Outta Compton, de hecho, registraba su cotidianidad llena de pandillas, armas y crack, y Estados Unidos enloqueció ante el gangsta rap.

Mientras más críticas llegaban desde la prensa y los grupos más conservadores, más discos se vendían. NWA se describía a sí mismo como el grupo más peligroso del mundo, y en Fuck tha Police fantaseaban con vengarse de esa policía que creía que tenía la autoridad de matar a la minoría.

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Tal fue el escándalo que, en 1989, la agrupación californiana recibió una carta del FBI que espetaba que la canción promovía la violencia y el irrespeto contra las autoridades policiales. Aun así, nunca dejó de reventar las bocinas: más de treinta años después, es un himno mundial que suena aún más duro cada vez que la policía asesina ciudadanos.

¿Por qué llevaron a prisión a Pablo Hasél?

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“¡Nunca nos callarán! ¡Muerte al Estado fascista”, gritó el rapero Pablo Hasél, directamente desde Lleida (Cataluña), el martes 16 de febrero de 2021.

Ese día Pablo Hasél fue arrestado y trasladado al centro penitenciario de Ponent, condenado por enaltecimiento del terrorismo e injurias a la Corona en sus canciones y su cuenta de Twitter.

La orden judicial impuesta por la Audiencia Nacional le había dado plazo hasta el pasado viernes para ingresar voluntariamente a prisión, pero él se atrincheró en la Universidad de Lleida, acompañado por decenas de simpatizantes. “Sería una humillación indigna acudir por mi propio pie ante una sentencia tan injusta. Tendrán que venir a secuestrarme”, tuiteó cuando se venció el plazo.

Fue en mayo de 2020 cuando el Tribunal Supremo le impuso a Hasél esta condena, pero su historial judicial se extiende más allá de este fallo.

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En 2015 se le impuso una condena de dos años por hechos similares, pero fue suspendida. Hay dos condenas más de los juzgados de Lleida, ambas recurridas, o sea que todavía no son firmes: una de 2016 por agredir a un periodista de TV3 durante la ocupación del rectorado de la Universitat de Lleida y otra de 2020 por agredir a un testigo que declaró en un juicio en el que un agente de la Guardia Urbana de Lleida fue acusado (y absuelto) de agredir a un menor, amigo de Hasél. El rapero catalán también está imputado por presuntos desórdenes públicos en la Subdelegación del Gobierno Lleida tras la detención en Alemania del expresidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, en 2018.

Pero son sesenta y cuatro tuits y un video de YouTube de entre 2014 y 2016 los delitos por los que la Audiencia Nacional falló contra Hasél. “Las manifestaciones son necesarias, pero no suficientes, apoyemos a quienes han ido más allá” y “Sí nos representan”, tuiteó, junto con sendas fotos de Victoria Gómez e Ignacio Varela Gómez, del grupo terrorista Grapo.

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También señaló a la policía (“¿50 policías heridos? Estos mercenarios de mierda se muerden la lengua pegando hostias y dicen que están heridos”). Y aunque el rey emérito Juan Carlos I y el rey Felipe Vi no escaparon de sus tuits, su canción Juan Carlos el Bobón fue la que más indignó a los españoles defensores de la monarquía y las buenas costumbres, así como la que provocó la sentencia en su contra: “¿Qué legitimidad tiene el heredero de Franco / Que en juergas y putas nuestra pasta está tirando?”, rapeó sobre el primer monarca que hubo tras la dictadura.

Por rapear y tuitear lo encarcelaron, entonces. Ya, que había antecedentes y es más complejo que eso, sí. Que sus letras son violentas y radicales, también. Pero, si bien existen matices, no se puede perder de vista el hecho de que en 2021 un artista está siendo privado de su libertad, en parte, por el contenido de sus canciones.

Los tuits de Pablo Hasél

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Y acá da igual si te gusta o no lo que dice, si rapea bien o mal o si estás de acuerdo o en contra de la monarquía española. Incluso, da igual si es verdad o no lo que rapea Pablo Hasél en sus temas. Es su verdad, y así la expresa, y eso tiene que pesar más que la honra de la Corona que habría manchado con sus letras, aun si ya la habían mancillado las acciones de la familia real.

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Para los magistrados que fallaron contra Hasél, sus publicaciones ponían en peligro al orden constitucional, la paz social y las personas a través de exaltaciones a la violencia y llamados a adherirse a ella. “No se trata pues de un mero comentario en el que se vierte una opinión, sino que se trata de un mensaje que encierra claramente una invitación a realizar una conducta igual que la de sus referentes, se incita a tratar de emular sus actos. En definitiva, actividad violenta y terrorista que representa una forma de lucha encomiable y positiva según su criterio”, expresó el fallo.

Por otro lado, en un voto particular, la magistrada Manuela Fernández de Prado defendió la libertad de Hasél, puesto que su actuación encajaba dentro de la libertad de expresión y no ponía en riesgo a nadie.

El hecho de que fuera un artista, además, hacía especial el caso: “El artista que canta una canción se convierte en un personaje que lleva a cabo una representación que le aleja de la realidad. La provocación, la ambigüedad, la crítica ácida tiene cabida entonces en mayor medida que si se tratase de una expresión pegada a la realidad, porque se trata de una representación en la que puede jugar la ficción”. Justamente porque los magistrados coincidieron en que no había riesgo real la sentencia de Hasél fue reducida de la inicial de dos años a los nueve meses finales.

¿Por qué es tan importante el caso de Pablo Hasél?

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En efecto, la libertad de expresión ha sido el derecho fundamental que Hasél ha invocado en su defensa durante los múltiples procesos que lo han acusado en los últimos diez años, junto con la creación artística. Durante el juicio de 2018, expresó que lo que buscaba era denunciar injusticias y defender sus derechos y libertades democráticas.

Y como es tradición en el rap, asumió el rol de periodista contrapoder: “A ver si encima voy a ser yo el culpable de que el rey dilapide dinero público yéndose de caza por África, o de que se compre el silencio de sus amantes con dinero público. Yo no soy el culpable de eso, yo me limito a contarlo, como lo han hecho tantísimos medios. Si hay que pedir prisión para cada medio que haya contado esto, no habría suficientes cárceles. Son hechos objetivos”. Luego del fallo, Hasél tuiteó: “Jamás claudicaré. Jamás, fascistas de mierda”.

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Protesta contra la detención del rapero Pablo Hasél en Barcelona
Los manifestantes colocan contenedores de basura y les prenden fuego para bloquear el tráfico durante una manifestación para protestar contra la decisión de la Audiencia Nacional española de sentenciar al rapero catalán Pablo Hasel el 30 de enero de 2021 en Barcelona, España. Tras su condena por algunas letras de canciones y tuits que criticaban la corona y las instituciones de España, el rapero fue condenado y se le dio diez días para ingresar voluntariamente en prisión.
// Foto: Miquel Benitez/Getty Images

En los últimos días, además de la manifestación unánime de solidaridad con Hasél de la escena del rap español (Dano, Erik Urano, Titó, Kase.O, Frank T, Griffi, ToteKing, entre otros han expresado su apoyo al rapero y su rechazo a la condena), más de 200 artistas publicaron un comunicado que exigía su libertad, así como que los delitos que causaron su condena salieran del Código Penal.

“La persecución a raperos, tuiteros, periodistas, así como otros representantes de la cultura y el arte, por intentar ejercer su derecho a la libertad de expresión se ha convertido en una constante. Así, el Estado español ha pasado a encabezar la lista de países que más artistas ha represaliado por el contenido de sus canciones. Ahora, con el encarcelamiento de Pablo Hasél, el Estado español se está equiparando a países como Turquía o Marruecos”, empezaba el comunicado.

Joan Manuel Serrat, Javier Bardem, Pedro Almodóvar, Vetusta Morla, SKA-P y los demás firmantes resaltaron que “el encarcelamiento de Pablo Hasél hace que la espada de Damocles que cuelga sobre la cabeza de todos los personajes públicos que osemos criticar públicamente la actuación de alguna de las instituciones del Estado se haga aún más evidente. Es necesario que se difunda esta situación a nivel internacional, para poner de relieve en qué situación nos encontramos. Somos conscientes de que, si dejamos que Pablo sea encarcelado, mañana pueden ir a por cualquiera de nosotros, así hasta conseguir acallar cualquier suspiro disidente”.

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Ese mismo día, el Gobierno del presidente español Pedro Sánchez prometió una reforma del Código Penal para que casos como el del rapero no tuvieran penas de cárcel, sino solo los que fueran una clara amenaza para el orden público.

Ya desde 2015, cuando fue expedida la Ley Orgánica de protección de la seguridad ciudadana (conocida también como Ley Mordaza) el relator de las Naciones Unidas Maina Kiai, Amnistía Internacional y Humans Right Watch habían recomendado su derogación y alertado respecto al daño que representaba para los derechos y libertades de los españoles.

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Desde entonces, ha habido ajustes a la ley, y la reforma prometida por el gobierno de Sánchez profundizaría este proceso. Y aunque el comunicado gubernamental no se refirió a Hasél, la relación era evidente: “El ministerio, en su propuesta, considerará que aquellos excesos verbales que se cometieran en el contexto de manifestaciones artísticas, culturales o intelectuales, debieran permanecer al margen del castigo penal. En este sentido, el Gobierno entiende que el derecho penal ni es la herramienta más útil, ni es necesaria, ni es desde luego proporcionada para responder a comportamientos, aun pudiendo rozar la ilicitud, cuyo castigo penal supondría un desaliento para la libertad de expresión, tal y como han declarado el Tribunal Constitucional, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, la Unión Europea y la mayor parte de la doctrina española”.

Asimismo, el partido Podemos anunció que iba a registrar en el Ministerio de Justicia una petición de indulto para Pablo Hasél. La derogación de los denominados delitos de opinión y un proyecto de ley para reforzar la libertad de expresión han sido iniciativas del partido.

Jaume Asens, presidente del grupo parlamentario, indicó en una rueda de prensa que “No puede ser normalidad democrática que, mientras se cierre la investigación por la presunta corrupción en la monarquía, se encarcele a quien la critica en canciones".

Para más inri, el encarcelamiento de Hasél llegó apenas días después de que alrededor de 300 neonazis marcharan por Madrid hasta el cementerio de la Almudena para homenajear a los españoles que combatieron a las órdenes de Hitler durante la Segunda Guerra Mundial. “El judío es el culpable, el enemigo siempre ha sido el mismo”, proclamó una de sus líderes. Abundaron los saludos nazis. Y la policía, tan tranquila.

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(Lean también esta charla con Ernesto Castro sobre el trap y su relación con la crisis española y los empleos precarios)

El de Hasél es quizás el más visible, pero dista de ser el único caso reciente en el que la libertad de expresión es limitada por la justicia española. Por ejemplo, el rapero Valtonyc ha estado exiliado en Bélgica desde 2018 luego de que fuera condenado por injurias al rey, enaltecimiento del terrorismo y amenazas en sus canciones. Aunque España ha solicitado la extradición, Bélgica la ha rechazado, pues sus acciones no son delitos bajo la ley belga.

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En 2020, un sindicalista vasco fue condenado por llamar a prenderle fuego a “la puta bandera” y el actor Willy Toledo fue juzgado (y absuelto) por publicaciones de Facebook en las que se cagaba en Dios y en la Virgen. En 2016, los titiriteros Raúl García y Alfonso Lázaro llegaron a estar cinco días en prisión por un cartel que decía “Gora Alka-ETA” durante su representación de La bruja y don Cristóbal. Vamos, que queda difícil diferenciar estas acciones de las de una dictadura.

Así, el caso de Hasél, sumado a todos los anteriores, pone contra las cuerdas a España, y la enfrenta con su propia historia de censura y violación de la libertad de expresión. Mientras él entra a la cárcel, salen a flote la pulsión punitiva española, las restricciones a los derechos fundamentales y las interpretaciones legales más torpes de jueces y magistrados.

El Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) ya ha llamado la atención a España más de una vez por este tipo de fallos, y ha enfatizado que “La libertad de expresión se extiende a informaciones e ideas que ofenden, chocan o molestan”. La reforma prometida por el gobierno deberá lograr el difícil equilibrio de seguir protegiendo a las víctimas del terrorismo mientras garantiza y asegura el derecho a la libertad de expresión.

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O, dicho de otra forma, la reforma deberá lograr que ningún rapero sea encarcelado por las líneas de sus canciones, por más ofensivas que sean. Difícil tarea para los estados autoritarios que encuentran en el rap todo lo que buscan aplacar: una voz burlona y grosera que no se amilana y les escupe en la cara la verdad que no lograron ocultar. Lo han intentado domesticar y, a pesar de lo mainstream y comercial que es el rap hoy, no han podido.

Entonces, el poder ha buscado otros caminos. En diciembre de 2020, el estado de Maryland, Estados Unidos, aprobó que las letras de las canciones de rap fueran usadas como evidencia de culpa. ¿Qué pasa entonces con todos los que, como Hasél y Ice Cube, encuentran en el rap el vehículo para narrar su entorno y protestar contra las injusticias que detectan en él? El rap es violento porque relata la violencia que hay en el mundo, pero es más fácil apuntar a silenciarlo que ocuparse del verdadero problema que lo estructura.

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A finales de los 80, cuando NWA publicó Straight Outta Compton y “Fuck tha Police”, las calles de Compton y Los Ángeles estaban llenas de pobreza y desempleo, terreno fértil para las guerras entre pandillas, la epidemia del crack y los abusos policiales. No era eso lo que mostraban los noticieros, ocupados en lavarle la cara a Ronald Reagan o en extrapolar los asesinatos y así crear miedo y preparar el terreno para mayor intervención policial. “Nuestros raps son documentales”, explicó Ice Cube cuando le reclamaron por la crudeza de sus letras. Y Chuck D, de Public Enemy, ya había dicho que el rap era como el CNN negro. Esa es la tradición que precede a Pablo Hasél, y por eso su encarcelamiento es un golpe a toda la cultura e historia del hip hop.

El viernes 12 de febrero, cuando debía entregarse, Pablo Hasél publicó su nueva canción Ni Felipe VI. Empieza con declaraciones del Rey en los Premios de Periodismo de la Asociación de la Prensa de Madrid: “No cabe la menor duda de que sin libertad de expresión y de información no hay democracia”.

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En el coro, la canción resalta el poder del arte, perenne ante los intentos de mordazas. “No hay quien me quite esto, ni Felipe VI / Muestro la verdad en el remite de mi texto”. Él entra a prisión, y es cuando sus canciones cobran más validez y vigencia, y a esas no se les puede meter a una celda. Pablo Hasél llevaba más de diez años denunciando a España como un estado fascista, que abre espacio para expresiones de odio de la derecha pero que oprime las denuncias que señalan las injusticias del país. Al encarcelarlo, trágicamente, España le dio la razón.

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