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Cuando Japón se apropió de la salsa: la historia de La Orquesta de la Luz

La Orquesta de la Luz es una de las agrupaciones de salsa más taquilleras. ¿Les resulta extraño que sean japoneses? Lean aquí una breve historia de los diálogos entre las músicas latinas y Japón.

Orquesta de la luz
Orquesta de salsa japonesa
// Foto: página oficial laluz.jp

Mucho se habla del impacto que ha tenido la cultura japonesa en Latinoamérica. Desde el anime, pasando por la arquitectura hasta las actualesvtubers, pero ¿les sorprendería saber que hubo un grupo salsero japonés que saltó al estrellato? Esta es la historia de La Orquesta de la Luz.

Por Juan Camilo Ospina Deaza

Para hablar de la relación entre la música latina y Japón es necesario hacer un sobrevuelo por el magnetismo cultural y los flujos migratorios que conectaron a las faldas del Monte Fuji con los senderos que conducen a Monserrate.

Por ejemplo, fueron las letras las que atrajeron a los primeros inmigrantes japoneses. Más específicamente: las descripciones que hizo Jorge Isaacs en su novela María (1867) de la hacienda El Paraíso y sus alrededores, en pleno Valle del Cauca.

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La historia está bien documentada. Fueron esas imágenes las que cautivaron tanto la curiosidad de un grupo de migrantes que terminó por convertirse en la primera colonia nipona en territorio colombiano, en la década de 1920. Uno de ellos, el jardinero Tomohiro Kawaguchi, es, de hecho, el primer migrante japonés en Colombia de quien se conoce su nombre y oficio.

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Fue entre 1929 y 1935 que tres grupos de japoneses que venían con la intención de establecerse en el Cauca ingresaron por Buenaventura. Eran en total 159 personas, la mitad de las cuales tenía menos de 14 años.

Mientras que en 1984 la población de latinoamericanos residentes en Japón sólo llegaba a 4260 personas, en 1990 aumentó a 72.673 y en 1995 se había triplicado a 223.812. Estas migraciones fueron estimuladas por Japón, pues acababan de abrir sus fronteras para que sus nacionales pudieran irse del país y les resultaba estratégico para el fortalecimiento de las relaciones internacionales y los negocios.

Ya en la isla se pueden encontrar muchos artistas que han sido cautivados por los ritmos latinos. El tango, por ejemplo, llegó durante el periodo conocido como Democracia Taisho (1912-30) con la llegada de marineros argentinos a las costas niponas.

Para la apropiación del tango fueron fundamentales la Orquesta Típica de Tokyo y la famosa cantante Ranko Fujisawa. Como explica el historiador Hosokawa: “los ritmos sudamericanos fueron percibidos como muestra de la pasión latinoamericana”.

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La rumba (de origen cubano) entró a Japón gracias al hit El Manicero, de Moisés Simons. Uno de los temas más populares entre europeos y estadounidenses que tenían negocios con los japoneses. El cine Hollywoodense fue, desde luego, otro de los vehículos para que los japoneses escucharan a los músicos cubanos.

Sin embargo, al hablar de la música latina en Japón no podemos olvidar a Los Turpiales, una banda de latinos migrantes en Japón, compuesta por un argentino, un colombiano y un brasileño.

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Ellos comenzaron a tocar boleros al estilo puertorriqueño, mexicano y canciones populares brasileñas en parques de la ciudad y estaciones de tren. A medida que su repertorio se hizo popular, fueron invitados a actuar en lugares formales y desarrollaron una pequeña base de fans.

Álvaro Ríos, el cantante colombiano de Los Turpiales, fue invitado a cantar con los Tokyo Cuban Boys, un grupo que tocaba música cubana desde la década de 1940. Roberto Pino, otro miembro de la banda de Argentina, se convirtió en DJ en una estación de radio de Tokio y, eventualmente, produjo un programa de radio latino, especializándose en lo que él llamó "música tropical bailable”.

Sobre la salsa ya veremos el impacto de La Orquesta del Sol y La Orquesta de la Luz.

En épocas recientes, las colaboraciones musicales entre Japón y Latinoamérica se han intensificado. Desde Martha Cecilia Yokoi (que ha dedicado su vida en este país a la misión de divulgar la cultura colombiana a través de su grupo musical Fiesta Esmeralda), pasando por el Minyo Cumbiero (el proyecto del Frente Cumbiero con Minyo Crusaders) o el junte entre el músico experimental ibaguereño Julián Mayorga con el japonés Ryota Miyake, Flash Amazonas, hasta artistas japoneses que tocan ritmos latinos y afrocaribeños como Ska Flames, Nahki (Reggae), Lisa Ono (bossa nova), Lucia Shiomitsu (Paraguayan harp) y Ranko Fujisawa (tango).

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Y ni qué decir de las influencias japonesas en Colombia. Se puede rastrear un círculo de nicho de J-rock de bandas colombianas como Kira, Damask, Soryu, Eikon Klaein, RAION, Neko Machine, Ragnarok, Invaders Must Die (IMD) y Merlotte.

Los miembros de las bandas colombianas de J-rock aman la cultura japonesa, a pesar de no conocer del todo el idioma. Su repertorio es, en su mayoría, en español y en inglés, pero cuando acuden al japonés lo hacen usando el rōmaji, un sistema que convierte los sonidos japoneses al alfabeto romano.

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La salsa en Japón

Entre tantas idas y vueltas la salsa (que bien sabemos ha anidado particularmente en Nueva York, Puerto Rico, Cuba y Colombia) ha sido, sin duda, la escena latina más extendida en Japón. Hoy hay una movida que conjuga bares, escuelas de baile y eventos.

Desde principios de los 90, de hecho, también se establecieron festivales de música latina en Japón con salsa y merengue, como el Festival de Baile Latino o el Día anual de la Salsa (sannmarusan) en Tokio; y el Festival Latino de la Isla de la Salsa en Fukuoka.

Además de los festivales, la productora Japonicus de Shogo introdujo la cumbia en la escena alternativa con sus propias noches: Rebel Fiesta Party, Pachamama y Clandestino. Esto propició también el desarrollo de una escena cumbia local con bandas como DF7B, Rojo Regalo, Tequila Cokes, Copa Salvo, Real Thing, Mexican Club Band, Los Oxxos Sexos e incluso tiendas de discos locales como Discos Papkin.

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La Orquesta del Sol (OS) y La Orquesta de la Luz (OL)

En cualquier caso, no hay duda en que dos nombres resuenan sobre los demás en este panorama. El primero de ellos es el de La Orquesta del Sol, que tal vez no hubiera existido si no es porque Tito Puente y la Fania All Stars recorrieran Japón desde los 60.

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Gracias a estas visitas "Pecker" Hashida creó en 1978 la Orquesta del Sol, el primer grupo de salsa japonés.

El segundo de ellos es la La Orquesta de la Luz, formada por Nora Suzuki (también cantante de La Orquesta del Sol) a mediados de los 80.

Cerca de 1987, Suzuki ahorró y viajó sola a Nueva York para buscar managers que pudieran financiar un tour para la Orquesta de la Luz en esa ciudad. Esta decisión, según Nora, marcó la diferencia entre La Luz y la Orquesta del Sol, que no se hizo tan famosa fuera de Japón.

En esta visita logró contactarse con Richie Bonilla, famoso por lanzar las carreras de Willie Colón y Héctor Lavoe. Así describió el encuentro Nora a BBC Mundo:

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"Escuchó el casete, le enseñé las fotos de La Luz y entendió que éramos una orquesta japonesa que tocaba salsa. Primero no lo podía creer. Estaba muy sorprendido (…) Le dije que tocar nuestra salsa en Nueva York era nuestro sueño y me prometió que organizaría presentaciones de la Orquesta en vivo".

Aunque la banda de la Luz gustó mucho, Bonilla les puso una condición: el grupo debía pagarse sus pasajes a Nueva York. Ellos tuvieron que ahorrar US$2.000 por cada uno, en lo que tardaron más de dos años.

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Solo tuvieron que aterrizar en Nueva York y llenaron todas las plazas en las que tocaron. Cuenta Bonilla que "Cuando vinieron, la salsa estaba por el piso, a causa del merengue. Pero cuando La Luz apareció en escena, todo el mundo quería verlos”. Este éxito les aseguro la posibilidad de grabar su primer disco. "Entonces Ralphie dijo 'que alguien los grabe en Japón y yo los distribuyo'", cuenta Bonilla.

A esta tarea mandaron a Sergio George, quien afirmaba que “la comunicación fue completamente en inglés o en japones, nada de español, en español solamente era ella cantando, pura fonética, no sabía lo que decía”.

La grabación fue un reto ya que ¡en Japón no existían lugares donde se pudiera grabar salsa! El disco salió en Japón con el sello BMG Víctor y RMM lo distribuyó en América Latina en 1990.

El álbum encabezó la lista Billboard de música latina durante 11 semanas. George produjo otros dos álbumes de La Luz en Japón: Salsa no tiene frontera y Somos diferentes. En 1993 La Luz recibió la Medalla de la Paz de Naciones Unidas. La primera mitad de los 90, Bonilla organizaba tres tours, de cinco semanas al año, por varias ciudades de Estados Unidos, Europa, y países de América Latina y el Caribe como Perú, México, Puerto Rico, Colombia, Venezuela, Panamá, Ecuador, Chile, Costa Rica, Guyana Francesa, Martinica, Aruba, Curacao, Saint Marteen. Pero volvieron a juntarse en 2002 y desde entonces siguen actuando juntos en Japón y otros países.

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En 2019 lanzaron un álbum para celebrar su aniversario número 35, Gracias Salseros, y desde 2015 tienen un plan para "latinizar Japón". Apenas unos meses después de lanzar su primer disco, la Orquesta De La Luz tocó en uno de los escenarios más importantes del mundo: el Madison Square Garden, en Nueva York.

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En el concierto, ocurrido en 1991, no solo cantaron el que ya era su gran éxito, Salsa caliente del Japón, sino que compartieron micrófonos con dos leyendas del género: Oscar D'León, el faraón de la salsa, y Tito Puente, "el rey de los timbales".

A La Luz no le llegaron críticas por su música como se puede pensar hubiera ocurrido hoy, cuando más se discute sobre la apropiación cultural. Sin embargo, su experiencia pone en evidencia algunas de las tensiones internas de la salsa. Un género profundamente narrativo, que cuenta historias de amor, vivencias cotidianas, luchas de opresión y, como explica la analista Luisa Fernanda Coy, profundamente relacionado con la identidad latinoamericana.

Esta tensión la vivieron tan a flor de piel que los nombres de sus hits discuten esa relación entre ritmo y tierra de nacimiento: Salsa no tiene frontera y Salsa caliente del Japón. Esta última se puede interpretar como una carta de presentación del grupo en la que se cuenta la historia de la Orquesta de la Luz y afirman que “no importa de dónde sean, ellos tienen ritmo y corazón”.

Frente a este panorama uno podría preguntarse ¿Cómo puede un no-latino cantar salsa? ¿pueden los japoneses ser “verdaderos” salseros?”. Tal vez esta pregunta no es tan inocua cuando se tiene en cuenta el orgullo con el que los “locales” se burlan de aquellos que intentan bailar salsa y no tienen el “swing”, o como se plantea desde algunos sectores “es que eso se lleva en la sangre”.

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Desde otro ángulo, el analista Shuhei Hosokawa afirma: “OL, en cambio, despolitiza y deserotiza la salsa con el propósito de la recepción internacional”. Para Hosokawa, La Orquesta de la Luz se desmarca de las características propiamente étnicas de la salsa y esto se ve reflejado en su distanciamiento de la llamada “salsa romántica”; es decir, salsa con letras sensuales y arreglos de influencia bolero.

En cualquier caso, el aparato industrial de apropiación ha sido dispar en ambas vías. Mientras los productos culturales japoneses se han convertido en objetos de consumo masivo en Latinoamérica, no ocurrió lo mismo en la dirección opuesta, a pesar de intentos como el de La Orquesta de la Luz.

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