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El acto perfecto: Depeche Mode en vivo

Así estuvo el concierto de la banda en México. Siguiente parada, Bogotá.

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No hay como ver una banda que sude cada centavo de la boleta. Con un profundo respeto interpretativo y estético por cada una de las canciones que la convirtieron en un referente de la música moderna y de la cultura pop; y sin las deformidades de sonido que a veces llegan con los años o porque sencillamente han tocado sus hits unas ochenta y ocho mil veces y la rutina los jode.

Por: @chuckygarcia

Que banda es Depeche Mode, y qué forma de testificar en vivo que ellos son a quienes más les compete establecer una diferencia considerable frente a muchas otras bandas de su tiempo e incluso frente a todas esas nuevas figuritas que, a pesar de estar montadas en la gigante burbuja especulativa que ha creado la transnacionalización de la música en vivo, no son más que actos placebo o efímeras grandilocuencias para el consumo inmediato. Como una especie de nueva y costosa tendencia de comida rápida.

El en vivo de Depeche Mode no recurre al revival, no renace ningún espíritu ochentero y no tiene trucos; su show apela a la sencillez en todo caso y con poco más que un escenario con pantallas de video, juegos de luces dispuestos de forma asimétrica, un corredor al fondo y un tramo de tarima que se alcanza a meter entre la gente. Así fue en el Foro Sol de Ciudad de México, donde incluso abarrotó dos fechas seguidas y la entrada más costosa valía unos $320.000 pesos colombianos.

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Hay en el repertorio de su concierto una línea de tiempo, por supuesto, quienes crecieron con la banda o llegaron a conocerlos mucho después pero son capaces de ubicar a qué álbum pertenece cada tema podrán identificar cuáles fueron primero y cuáles llegaron después; pero quien no tenga idea de eso podrá darse por bien servido porque es un show tan parejo entre canción y canción que es absolutamente redondo y todas suenan presentes, actuales.

Las canciones de su último álbum, “Spirit”, no pasaron desapercibidas en la gran capital mexicana; Depeche Mode no le da licencias extra a las clásicas para que dejen relegadas justamente a las menos conocidas y durante las dos horas que dura la presentación cambia los conceptos que normalmente se suelen aplicar a este tipo de bandas: eso de es “uno de los mejores show en vivo del mundo” no viene a lugar, por ejemplo, basta con decir que es “uno de los mejores shows de Depeche Mode como banda que uno puede ver”, porque contrario a desdibujarse el grupo inglés escribe una nueva impresión para sus fans más acérrimos o los espectadores de a pie.

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Interpretando sus grandes éxitos no entra a una zona de confort ni tampoco los transforma en lo que no son, podría pasar por una de esas bandas más bien conservadoras que la gente destaca porque sus canciones en vivo suenan igual que en sus discos de estudio pero en Depeche Mode esa cosa goda luce más bien actual. Pero “actual” no al estilo de esas madres de 40 años (la edad de carrera del grupo) que pareciera que usan la misma ropa de su hija de 15.

Y que frontman es Dave Gahan, viniendo del mismo reino donde nacieron Mick Jagger y David Bowie qué cojones tiene para haber creado sus propios pasos de baile y su forma de atrapar al público. A lo largo de todo el show solo desaparece en un par de ocasiones, y lo hace para que el también cantante, teclista y guitarrista Martin Gore interprete un par de temas a voz y teclados, lo cual nos lleva a una última cosa.

O bueno, a dos. La primera, que Depeche Mode conserva intacto ese diálogo entre teclados que finalmente es el que sintetiza su ADN, a veces medio industrial y vitalmente pop synth; y la segunda, que en Bogotá tienen que ir a verlos y aún más siendo viernes y quincena. No hay excusas.

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