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El 'Caribe Atómico' de Aterciopelados cumplió 20 años

'Caribe Atómico' no solo fue una mirada al sonido nacional sino un repaso ecléctico de los tiempos en los que la globalización se hacía ley

Aterciopelados

Cuando el mundo musical latinoamericano se hacía la pregunta “¿cómo sonaría el año 2000 en el continente?”, la respuesta ya tenía un nombre: Aterciopelados y su Caribe Atómico. Y era tan solo 1998. A través de esta producción, la banda tuvo la madurez suficiente para hacer un disco íntimo, global y a la vez distinto.

Por: José “Pepe” Plata // @owai

No es un secreto que a pesar de que la dupla creativa de Andrea Echeverri y Héctor Buitrago ha transitado por diferentes fases y tendencias musicales, siempre se ha mantenido vigente. Su escuela fue escribir su historia en un tiempo en el que la apuesta por lo local era la respuesta a un clima social tenso. Cuando el mundo pensaba que el rock en español iba a durar, las bombas se encargaron de callarlo.

En ese entonces el refugio natural de los bares alternativos se convirtió en la perfecta ruta para arar un camino con un público local dispuesto a escuchar aquello que la ciudad daba pero que los medios no presentaban. Así, ya en 1993 con la aparición de Con el corazón en la mano, el mundo conoció un punto de vista distinto desde Bogotá. Luego fue el continente quien los recibió y los disfrutó a través del naciente circuito alterlatino que estuvo vigente entre Argentina, Chile, Colombia, España, Estados Unidos, México y Venezuela.

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Ya entre viajes e influencias, de lo latino se pasó al mundo.  Fue así porque ya el mundo tenía como referencia a Radiohead, Portishead, Massive Attack o Tricky junto a la mirada de los sonidos que no encajaban dentro del rock convencional. Las máquinas tuvieron una necesidad fundamental como camino creativo en un tiempo donde la gran pregunta sobre el mundo se convirtió en la obsesión por ver el año 2000 en el calendario.

Frente a su antecesor, La pipa de la paz (1996), grabado en Londres, este tuvo la oportunidad de ser grabado entre Nueva York y Bogotá, flexibilizando así las intenciones sonoras de la obra y optando por hacerse de un modo calmado; intensificando las semanas de grabación y explorando las posibilidades de la variación de las composiciones.

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Fue así como el trabajo de producción le correspondió al venezolano Andrés Levín; el mismo que desde la capital del mundo ha trabajado con Los Amigos Invisibles, Natalie Merchant, David Byrne, El Gran Silencio, Tina Turner y más. Entre el estudio Kampo de Nueva York y Audiovisión de Bogotá se hizo un trabajo que desligó a la banda de los sonidos previos que implicaron lo rudo, lo citadino o lo local.

La necesidad de un discurso conceptual centrado en el planeta y la humanidad hizo que el disco se concibiera como una obra completa y en la cual la base de la banda solo fueron cuatro personas: Héctor y Andrea, junto a Alejandro Gómezcáceres en la guitarra y Mauricio Montenegro en la batería. La colaboración de personajes como Alfredo de la Fe, Arto Lindsay, Marc Ribot entre otros, hizo que se tuviera una fina red sonora.

Ese discurso venía enmarcado en una serie de realidades únicas y particulares que moldearon el disco. Una de ellas era naturalmente el cambio de milenio y lo que eso significaba para el mundo. Las respuestas no estaban en la actualidad, estaban en el futuro, en la llegada del nuevo milenio. El “2000” aún no llegaba, pero ya se estaba dejando ver a través de la realidad de internet y una serie de miradas claves sobre la humanidad y el mundo. Así fue posible encontrar a través de Caribe Atómico una narración llena de ingenio y humor negro sobre el medio ambiente, género y cultura popular.

El cuarto disco de la banda fue ese faro artístico que a través de sus canciones nos dio a entender el lugar en el que como personas y como seres de un ecosistema tenemos que estar. Como seres capaces de comprendernos únicos a través de la diferencia y como personas con la necesidad de reconocer cómo el medio ambiente es la base de la existencia y el mantenimiento de la vida.

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Tras este disco se dio el paso a comprender que Colombia tenía otras maneras de entenderse en el mundo más allá de Carlos Vives, Shakira, Joe Arroyo o el grupo Niche. Caribe Atómico no solo fue una mirada al sonido nacional sino un repaso ecléctico muy diciente para los tiempos en los que la globalización comenzaba a hacerse ley: un diálogo a cuatro bandas entre rock, electrónica, folclor colombiano, y folclor latinoamericano en la forma de tango, ranchera y bossa nova.

Fue así como se logró tener un disco cuya realidad sonora fue y es esta:
1. Caribe atómico: Con las olas del mar y una exploración intensa se narra una realidad tan triste como cierta. El Mar Caribe está contaminado y necesita ser salvado. Es el llamado de atención, de acción. Y quien no lo atienda, se condenará.          

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2. El estuche:  Aparte de ser un clásico de su repertorio, esta canción es una pieza que nos adelanta la realidad del empoderamiento; como es opción de no seguir los dictados de la imagen, en un tiempo en el que estamos afectados por ella. Y su musicalidad nos presenta la reminiscencia de pistas electrónicas y un aprecio por los mariachis.

3. Maligno: Entre el sonido de las pistas electrónicas, con un matiz de bolero y tango, tenemos una declaración de (des)amor que se constituye ya en una canción latinoamericana con dos décadas de vigencia.

4. El desinflar de tu cariño: Es una canción que tiene todo el ánimo para ser algo alegre, movido, entre algo estilizado y feliz, pero la temática de una decepción amorosa es un juego estético divertido.           

5. Miénteme: Si hay decepciones previas en el amor, aquí hay la linda y tortuosa nueva ilusión a través de la mentira del amor. Una canción dulce y densa, pero con el delicioso gusto del espejismo romántico.

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6. Cosmos: Un corrido mexicano casi gastado da el comienzo de una canción que luego explota y se vuelve danzable justamente por ese amor que se hace grande.                     

7. Péndulo: Un delirio místico musical que habla sobre poseer la mente de alguien; de darse cuenta de una posibilidad de adueñarse de un sentimiento sobre una base de poder magnificar el amor.

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8. Humo y alquitrán: La descripción de los estragos de la contaminación bien dejan en claro que, si no se toman las medidas necesarias, lo que viene será peor. Y ya es peor. Hormigón, alquitrán, carbón, basura que se describe y que ya se ve en vivo en el ecosistema.

9. Mañana: Con una base rítmica que invita al baile, encontramos una intención de cambio; una estilizada bossa nova que habla de desprenderse del desorden, de postergar las cosas, de no sacarle el cuerpo a las responsabilidades. Y de tener cinco en disciplina.

10. Doctora Corazón: Tal vez una de las joyas de la banda; la narración de infidencias amorosas de un consultorio sentimental que se abre a través de la Doctora Corazón, al mejor estilo latinoamericano. Con narraciones del esquivo y doloroso amor. 

11. Reacio: Lentos y profundos suspiros describen la aproximación del romance; con una pista sonora densa hecha con máquinas se narra una frustración amorosa. Una en la cual hay sutiles referencias a las torturas románticas.

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12. Días: El cierre del disco es una oda a dejar pasar los días. A que se vive y se siente, pero también se piensa. Una canción lenta, calmada en la cual el paso del tiempo son la condena única del tiempo. Todo pasa; todo pasa y seguirá pasando.

Dos décadas después de haber sido presentado, este disco se siente vigente, actual, fresco y necesario. Ya la gente ha ido envejeciendo, pero ciertamente esto es lo que queda.

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Luego del #metoo y del empoderamiento, queda algo escrito en 1998, tan vigente y tan actual como esto:

 

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