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Felices 50 años a uno de los pilares del rock colombiano

The Speakers en el maravilloso mundo de Ingesón: la joya del rock latinoamericano que se ha vuelto uno de los discos más buscados en su edición original.

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The Speakers en el maravilloso mundo de Ingesón

A sus cincuenta años, el disco de The Speakers en el maravilloso mundo de Ingesón, es la muestra de un obra de arte criolla, que lejos de ser local, fue ya global. Un disco fundamental en el rock latinoamericano y su variante psicodélica.

Por José "Pepe" Plata // @owai

Cuando se mira la década de los sesenta en Colombia, es imposible desligarla de un concepto importante como es el de la aparición de la cultura joven. Sí, aquella que está entre ser niño y adulto. Algo que no existía previamente porque la vida estaba definida por el estudio y el trabajo; de modo tal que pasaba del colegio a una instancia que era el trabajo o el matrimonio.

Pero no había espacio para ser joven. O inclusive, era malo serlo. Era sinónimo de no tener algún propósito en la vida o de ser alguien que no encajaba dentro de la sociedad. Con la aparición del rocanrol en los años cincuenta, la juventud fue así una “porción de la vida” distinta al adulto y al niño.

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Una situación que así como rompió con la música, rompió con todo. Colombia no fue ajena al mundo del rocanrol que al comienzo consistió en un fenómeno artístico local que consistió diversos ejercicios musicales en adaptar las canciones que llegaron a través de los Beatles, Rolling Stones, Kinks, Animals o más. O también buscar repertorios propios tratando de emular lo conocido.

Pero esas adaptaciones poco a poco pasaron a ser una búsqueda de un repertorio propio que mostrara así la versión local del rock.

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Y de ese germen, aparecieron grupos como Los Flippers, Ampex, Los Yetis, Streaks y más quienes tomaron las riendas de algo que Colombia comenzó a degustar desde los cincuenta. Y de ese germen, tomar el nombre de The Speakers es primordial. Una banda formada en la Bogotá que se transformaba en los sesenta y en la cual la juventud fue la base de creación.

En sus inicios, el contagio les dio para grabar discos como The Speakers (1965), La casa del sol naciente (1966) y Tuercas, Tornillos y Alicates (1967). Pero fue en 1968 cuando la banda tuvo un quiebre en su vida musical que sería el sello definitivo para la historia. Fue la publicación de The Speakers en el maravilloso mundo de Ingesón.

Con este disco se quiso promocionar el estudio de grabación Ingesón que adquirió la primera consola de ocho canales que se trajo a Colombia y que otorgó horas de grabación para que la banda experimentara con ese equipo a cambio de que incluyera el nombre del lugar.

La banda había tenido cambios en sus integrantes pero el gusto de hacer música permanecía como el germen de poder hacer algo que era nuevo en el mundo y aquí. La cantidad de situaciones que el mundo y la juventud habían vivido en aquel entonces fueron suficientes para hacer que la música tuviera el peso para reflejar un dinamismo único y también ser el reflejo de un grupo que usó, además de sus instrumentos, algo nuevo llamado consola de ocho canales.

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Ella dio rienda suelta para experimentar, divertirse y sorprenderse porque precisamente todo era nuevo para la banda. Para el mundo de aquel entonces, fue nuevo mayo del 68, la revolución sexual, el feminismo, la nouvelle vague francesa, los ejes oriente - Moscú y occidente – Washington, las descolonización de países de África y el Caribe, el Che Guevara, la prensa marginal, el nadaismo, la píldora y los métodos anticonceptivos, los cimientos del dub en Jamaica, el hippismo, la Tropicalia, el inicio de la Fania All Stars, el Popart, 2001 de Kubrik y unas cuantas cosas más.

Lo que buscaba ser un disco capaz de reflejar un estado mental terminó siendo una obra maestra y también el fin de la banda.  Luego de haber sido ofrecido como obra a los sellos discográficos de aquel entonces como CBS, Sonolux, Philipps o Bambuco; decidieron usar el rechazo como base para lanzar su disco de manera independiente.

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Para ello, entraron en contacto con Manuel Drezner, quien estrenó en aquel momento ese equipo que les dio la posibilidad de hacer un disco con el solo compromiso de mencionar el estudio donde se hizo. Ingesón le abrió las puertas a tres jóvenes que como niños en dulcería se engolosinaron con los aparatos de grabación para con ellos grabar un disco que terminó siendo tan de avanzada, que ahora se cotiza como una joya del rock latinoamericano.

Con esta placa, Bogotá estuvo a tono el mundo, con tan solo doce canciones que exploraron el rock, el folk y la psicodelia haciendo de las suyas en los jóvenes. Doce canciones en tan solo mil copias que se prensaron de este vinilo y que fueron el inicio de la leyenda.

Una que hizo que no se vendiera el disco, que se convirtiera en un disco de culto, que se pensara que la banda había sido una banda mexicana, pero que definitivamente fue hecho acá, en las calles de Bogotá. Tan solo 31 minutos con una identidad propia capaz de sonar así:

Por la mañana: Una canción que puede ser la inspiración de un canto bajo la ducha, pero con el asunto de ser una declaración lasciva de espionaje y aprecio.

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Oda a la gente mediocre: Un juego funky psicodélico de tres minutos y diez segundos para menear la cabeza.           

Hay un extraño esperando en la puerta: Aquí hay una descripción única sobre esos peludos de aquella época que fueron hippies.

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Si la guerra es buen negocio, invierte a tus hijos: Desde aquella época había ya un sentimiento de búsqueda de la no violencia. Con un coro infantil se declara la guerra a la guerra.        

Reflejos de la olla: Usando los detalles de la selva, se hace una cruda reflexión sobre el hombre y la diferencia.

Historia de un loto que floreció en otoño: Jugando con los efectos de la consola se llega a tener la voz de un extraterrestre que describe un proceso de la naturaleza. Pero es psicodelia pura.

Niños: Si la esperanza son los niños, ¿por qué hay tristeza en ellos? Esta ácida canción es la respuesta a eso.

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No como antes: Lo que se puede considerar como una canción del despecho es un reproche a la impaciencia.

La banda le hace a ud. caer en cuenta que…: Una canción que puede sonar fatalista, pero es una fanfarria sobre el destino tragicómico del hombre.

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Nosotros, nuestra arcadia, nuestra hermanita pequeña: Gracias por los buenos ratos: Otra pieza instrumental donde una flauta y una guitarra llevan la batuta hacia una guitarra con distorsión que le da final a la pieza.          

Un sueño mágico: Si los Beatles tuvieron a su Sargento Pimienta, aquí tuvimos la adaptación de un lugar idílico de colores y vibraciones, de sensaciones y percepciones que cambian cada vez.     

Psalmo Siglo XX, era de la destrucción: Una canción de tristeza y despedida porque justamente el temor de una bomba atómica estaba latente.

En aquel entonces, tan solo tres personajes de nombres Rodrigo García, Humberto Monroy y Roberto Fiorilli hicieron lo que mejor supieron hacer. Hacer del rock y la juventud, de la psicodelia y la diversión, una declaración de vida.

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Lo demás fue esperar que la historia hiciera lo suyo.

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