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Hip Hop al Parque 2018: un encuentro con la historia

A propósito de la visita de uno de los pioneros al Festival Hip Hop al Parque, es tiempo de revisar cómo montarnos a la historia del hip hop.

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Foto: Alejandra Mar

Hip hop al Parque es uno de los festivales musicales más cuestionados desde afuera y desde adentro. Por el cartel, por la caduca idea de lo underground y lo real o por el estigma clasista contra los raperos colombianos. Este año, en la edición 22, la presencia de Grandmaster Flash y una cargada selección de dj´s honraron los principios y el espíritu de la movida. Y cuestionaron a la escena local, que también busca un espacio dentro de la cultura pop.

Por Fabián Páez López // @Davidchaka

Se discute mucho sobre quién fue el primer rapero, pero está más que claro que DJ. Kool Herc, Afrika Bambaataa y Dj Grandmaster Flash fueron los que sentaron las bases de lo que hoy por hoy es el movimiento más poderoso de la industria de la música: el hip hop. Son la santísima trinidad (una trinidad que, dicho sea de paso, también abonó el terreno para que existiera lo que conocemos hoy como música electrónica). Para los hip hoppers es una historia bien sabida, pero acá hay que seguir contándola.

Herc fue el padre. Sus fiestas a principios de los 70 en el Bronx (el “microdistrito” neoyorkino que en ese entonces vivía en el olvido y al margen del progreso económico de la ciudad) se hicieron legendarias. Todo porque patentó la técnica de manipular en las tornamesas las canciones de grandes del funk como James Brown, de tal forma que repetía la base rítmica sin la voz; los breaks. Usaba dos discos con la misma canción alargando esos primeros cuatro tiempos para que la gente bailara. Herc fue el guía de un nuevo tipo de fiesta, inauguró el break dance y de paso sembró la semilla del sampleo.

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(Vea acá las fotos del primer día de Hip hop al Parque 2018)

Bambaataa fue quien le imprimió el espíritu al movimiento. Pasó de ser miembro de una pandilla a ser un predicador del peace, unity, love and having fun (paz, unidad, amor y pasarla bien). Fundó la comunidad Universal Zulu Nation, unió a las pandillas que estaban en guerra en Nueva York y agrupó bajo un mismo nombre las manifestaciones de los jóvenes que vivían alrededor de él: el break dance, el grafiti y el rap se convirtieron en el ritual: la palabra que los vinculó fue el hip hop.

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Grandmaster Flash, quien también creció en el Bronx,  aterrizó todo. A mediados de los 70 era como un científico loco e inquieto que convirtió los discos en instrumento. Los marcó, los devolvió, los rayó, loas manipuló y desbarató la forma en que se pensaba la música hasta entonces. Le dio una vida protagónica al oficio del dj y sentó las bases del scratch y la mezcla. Su historia, junto a la del grupo The Furious Five, quedó registrada recientemente en uno de los títulos más promocionados de Netflix, The Get Down. Con The Furious Five grabó en 1982 la canción The Message, tal vez la grabación más importante en la historia de la movida, no solo por pionera, sino porque dio un horizonte a las letras.
Desde entonces, la predica se fue esparciendo por el mundo. El hip hop se extendió subrepticiamente por las urbes del planeta y hoy, después de numerosas las luchas y una incesante producción es el género más relevante del mercado de la música. En Colombia, la fiesta más grande es Hip hop al Parque, que celebró su edición 22 poniendo en el cartel a Grandmaster Flash.

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El encuentro con la historia propia

Que el hip hop en el mundo haya llegado al lugar que ocupa hoy se debe a muchos factores. Pero tal vez el más evidente de ellos es el eminente ingreso del género en las lógicas del mercado norteamericano. Ese aparato industrial hizo que no solo importaran las cifras de fans en las plataformas digitales o los discos vendidos, sino que avivó un interés omnívoro que incluía las luchas de las comunidades negras, las historias de los íconos, el espíritu de los jóvenes y hasta los dramas internos. Se capitalizó al movimiento en todas las formas posibles. Prueba de ello es que no solo la mencionada The Get Down ocupa un lugar importante en el catálogo de Netflix, que es sin lugar a dudas la empresa de televisión por streaming más popular del mundo. También hay documentales y hasta filmes dramáticos que cuentan la historia de varias las figuras más representativas del rap como Unsolved, Biggie & Tupac, The Defiant Ones, Straight Outta Compton, Rapture, Hip Hop Evolution y 8 Mile. Eminem, NWA, Ice Cube, Nas, Public Enemy, Run DMC, Tupac, The Notorious B.I.G, Dr. Dre y una larga lista de nombres claves del rap aparecen como protagonistas de esos títulos. Y todos ellos hicieron parte del dj set de Grandmaster Flash en Hip hop al parque, una selección de tracks históricos, uno tras otro, que estuvo acompañada de visuales en homenaje a los pioneros en Nueva York.

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Este año el festival recibió, además, a Grand Wizzard Theodore, el inventor del scratch. Pero después de esa cátedra de historia, vale la pena voltear la torta y preguntarse ¿qué le falta al hip hop local para formar un aparato tan sólido y popular, por lo menos al interior del país, como el norteamericano? ¿Nos alcanzaremos a desarmar del clasismo para abrazar a los históricos del hip hop local como fichas claves de la historia de la ciudad? Y, sobre todo, ¿qué falta para terminar de construir un producto de exportación, maduro y con una voz relevante en la industria de la música local? 

Este año, según la política pública de la Secretaría de Cultura, las bandas distritales del festival fueron seleccionadas, todas, por convocatoria. No hubo ningún invitado nacional. Se recibieron alrededor de 130 propuestas de agrupaciones de rap, de las cuales solo fueron seleccionadas 8: Supreme Records, Andy Joint, Rap Bang Club, Entre Pacto, KNE Clandestino, Koala, Tynoko y Kriska. Eso sin contar la cuota de dj locales: DJ C.H Scratching, Dj Kamos y Deejay Boka. Desde luego, muchos proyectos se quedan por fuera cada año. Pero los números comprueban que a lo largo y ancho de la ciudad se hace rap al por mayor. Desde Ciudad Bolívar hasta Suba y desde Usme hasta las Cruces, Chapinero y Soacha. Y la mayoría de los que cogen un micrófono tienen clavado entre ceja y ceja, como tarima de rigor, pasar por Hip hop al Parque. Es el sueño de muchos. 

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No obstante, cada año hay críticas de lado y lado se refuerzan estigmas errados sobre la movida del hip hop criollo. Diana Avella, rapera y programadora de las bandas internacionales del festival, dice que lo que nos distancia de los estadounidenses es que "son mercados industriales distintos. Estados Unidos tiene una historia larga desde el capital, desde la mercantilización de la cultura. En Colombia eso no existe. Nosotros no somos un país de exportación musical más allá de Shakira, J Balvin y Juanes. Acá los artistas de rap hacemos esto de manera independiente y con unos contenidos que se acercan mucho al origen del hip hop. De todos modos, el rap empieza a salir a la luz porque hace un giro en el contenido de las letras. Y ese contenido está más cercano a otros temas muy diferentes a los que aborda el rap colombiano".

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¿Qué nos hace falta entonces? "En el interior nos hace falta hacernos preguntas y acercarnos a otros géneros musicales. No necesariamente para hacer lo que ellos hacen, pero sí para aprender. El problema de la gente del hip hop es que se centran en un solo aprendizaje. Y lo otro es que nos tiramos muy duro. Cuando a la gente no le salen bien las cosas siempre le queda más fácil culpar a los otros, pero resulta que el problema lo tienen debajo de la cama". 

Como todos los años, a pesar de que la mayoría de ediciones hay nombres importantes en el cartel del festival, parece persistir un halo de inconformismo que, aunque forma el espíritu el universo hip hop, y aunque muchas veces es por simples gustos personales, parece estar mal direccionado. Las discusiones de siempre, que se hacen visibles por culpa de las redes sociales, se encierran en categorías de pares opuestos que califican a los miembros más activos del movimiento como “Real” y “Falso” o “Comercial” y “Underground”. Términos que podrían tener sentido cuando tocaba viajar para conseguir discos (o comprarlos piratas en San Andresito) o en el caso de que se quisiese hacer del rap un culto secreto. Pero para quienes se dedican a hilar rimas, la historia es otra y esas categorías de juicio hoy están caducas. "Yo pienso que el real es el que honra los principios del origen del hip hop: la hermandad, el respeto, el conocimiento, el respeto por la hermandad, la música y la conciencia colectiva. Y pues hay mucho rapero que cree que es real, pero no sabe dónde está parado. Real es el que honra a su cultura", me dice Diana Avella.

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“Eso del underground era antes. Ahora hay que intentar adaptarse, saber moverse en internet y no quedarse con cosas del pasado, porque lo que queremos es vivir de hacer música. Hay que aportar y pagar por los eventos, porque hay músicos que se suben a una tarima sin tener con qué comer. Tenemos también que hacer featurings con otros ritmos, porque eso le queda es al rap siempre”, cuenta también Andy Joint, uno de los ganadores de la convocatoria distrital de este año y que pisa por cuarta ocasión la tarima del festival.

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Andy Joint empezó a rapear desde finales de los 90  y su fórmula detrás de los platos es un nombre más que clásico de la escena bogotana, Dj Cap. Su sola presencia en tarima comprueba la longevidad del rap bogotano, y de otro de los factores que indican que se caldea un cambio, el de la renovación generacional: Cap tiene una hija de 19 años y Andy una de 12, que ya nacieron y crecieron seguidoras del rap.

Pero además de abarcar nuevas generaciones, el hip hop local hoy atraviesa (o debe aún hacerlo) un relevo de mentalidad. Que un tipo como Grandmaster Flash llegue a Colombia convertido en una figura pop es un recordatorio de que hay que sepultar la idea del “underground” (Si es que no está ya sepultada y lo que se oyen son solo ecos tardíos). Según Will Martínez, Manager de una de las agrupaciones jóvenes más atrevidas a la hora de experimentar de la movida bogotana, Rap Bang Club, "todo gremio, para que tenga unos años de claridad o de auge tiene que pasar por unos años oscuros. Pero el rap colombiano, aunque muchos de los supuestamente raperos crean que no, para mí está pasando por un gran momento y es porque la gente está rompiendo con las etiquetas. Hay grupos de rap que se atrevieron a hacer cosas diferentes, que fueron como mártires. Paradójicamente, le dieron un empujón a la movida, pero se ganaron el odio de muchos".

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La identidad del rap

En los 80 el rap apareció en los márgenes y fue un aliado de los movimientos por la reivindicación de los derechos de las comunidades negras. La marginalidad, el racismo y la falta de oportunidades se tornaron un discurso compartido. Si bien la masificación provocó que las letras dejaran de ser tan combativas como en la época de Public Enemy o Run DMC, hoy Jay Z, Childish Gambino o Kendrick Lamar representan la voz de una comunidad creciente en demandas y creciente también en autogestión y poder. Desde ese ángulo, entre tanta crítica vacía, cuesta todavía ubicar el elemento común de la comunidad hip Hopper en Bogotá, cuál es el caballito de batalla en el que se van a montar todos para dar el salto, para ocupar otros espacios.

Lo que pasó con hip hop al parque este año, además de ser un encuentro con la historia, con el origen del hip hop, los dj, pudo significar el encuentro con un nuevo discurso.

Por primera vez en la historia del festival pasó por la tarima una rapera que está alternando en las grandes ligas de la industria en EE.UU.: Rapsody; que vino acompañada de 9th Wonder, uno de los productores de Kanye West, del sello de Jay Z. Rapsody ha colaborado con, nada más ni nada menos que tipos como Anderson Paak y Kendrick Lamar. También es la primera vez que vino una dj internacional mujer, que además tiene 11 años: Kool Flash.

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La fiesta de este año fue un recordatorio de los nombres y los valores que le dieron vida a movimiento. Pero también tiene que servir como invitación a buscar los de la escena local; en una ciudad en la que, según el último estudio de tendencias presentado por la Cámara de Comercio de Bogotá, el género que más se escucha es el hip hop, la asistencia para ver el cierre con una leyenda como Grandmaster debería acercarse a los números de Rock al Parque. Dice Diana Avella: "lo primero que debe hacer la gente es cuestionarse si realmente están interesados en conocer y vivir la cultura de hip hop. Si la respuesta es sí, este cartel fue perfecto porque nos remembró la historia viva del hip hop. Si lo que querían era ver otro tipo de historias relacionadas con otro tema, deberían cuestionar su relación con el hip hop".

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