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Historias de resistencia: pasado y contingencia de la canción protesta chilena

Jaime Concha, bajista y fundador de Juanafé, cuenta cuál ha sido la historia y el papel de la música protesta en la historia de Chile.

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Juanafé, cortesía Francisca Wienecke

La cantautora y acordeonista Pascuala Ilabaca; Jaime Concha, bajista y fundador de Juanafé; y la agente de booking y managment de Egun Producciones, Camila León, cuentan cómo han vivido y participado activamente de las permanentes jornadas de manifestación social en Chile. También cómo han gestionado, desde su lugar en la música, las acciones comunitarias de resistencia.

Por Fabián Páez López @Davidchaka

Este es el primero de una serie de contenidos en los que los músicos nos cuentan cómo han vivido las recientes jornadas de manifestación social en Latinoamérica. El paro, como un acto de protesta sostenido en el tiempo hasta lograr la concreción de las peticiones populares, en lugares como Chile y Puerto Rico, ha despertado un sentido comunitario poco antes visto entre jóvenes y demás ciudadanos habituados a modelos laborales represivos y absorbentes. Ha generado, también, que ciudadanos y músicos se reapropien de lo público. Y también ha desatado la preocupación en mucha gente por adquirir una cultura de la información que esté a la altura del debate político.

En este texto, Jaime Concha, bajista y fundador de una banda chilena icónica con 15 años de trayectoria, Juanafé, nos cuenta cuál ha sido el papel de la música protesta en la historia del país y de por qué allí parece existir una cultura musical más reactiva y contingente ante la situación política que en otros países.

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Sobre la tradición de la música protesta en Chile

“Nuestra tradición musical hace que nosotros, como músicos, siempre salgamos cuando hay problemáticas sociales o políticas. En los años 60 y 70 se fraguó en Chile un movimiento musical que quizá es el movimiento musical más importante que ha brindado el país, donde ha estado Violeta Parra o Víctor Jara. Se llamaba La nueva canción chilena.

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Ese movimiento se creó justo cuando empezó a existir la migración del campo hacia la ciudad en los años 60. Algo que pasó en muchas partes de toda Latinoamérica. El campesino que empezó a venir a la ciudad cambió un poco las raíces folclóricas que tenía y el canto folclórico empezó a cantar las problemáticas de las personas que se iban a vivir a las ciudades. El canto de Violeta Parra, por ejemplo, tiene mucho de eso, de esas nuevas historias que se empiezan a contar a manera de folclor.

La Violeta Parra generó con este canto más contingente, más político y muy profundo, también, un despertar de muchos jóvenes de la época. En La nueva canción chilena había artistas como Víctor Jara, Isabel Parra, Quilapayún, Inti Illimani, que trataban de cantar el contexto social en el que estábamos.

Todo ese movimiento artístico participó muy activamente en la campaña política de Salvador Allende cuando salió electo presidente en los 70. Eran artistas que participaban en los movimientos sociales y también trabajaban junto al pueblo en la reconstrucción de lugares, en las cosechas. Cuando hubo el boicot, financiado por la CIA, del abastecimiento en Chile, esta gente salía a trabajar y funcionaban de manera organizada como una célula política. Había sellos discográficos que eran de estos artistas. Hay uno muy importante que era la Discoteca del cantar popular, que funcionó hasta el año 73. Después de eso, cuando llegó el golpe militar, se privatizaron todos esos recursos que eran del Estado.

Después de ese periodo pasó un gran apagón cultural y, en resistencia contra la dictadura, se generó otro movimiento de cantautores, también con mucha poesía. Tenía que ser bastante oculta porque se censuraban mucho las canciones. Ese movimiento se llamó El canto nuevo, que estaba basado en cantautores también.

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Las nuevas generaciones de músicos 

Nosotros, las generaciones que estamos ahora haciendo música, hemos crecido bajo el ejemplo de estos artistas. Para nosotros es muy importante hacer canciones con contenido gracias a la historia que tenemos. Víctor Jara, Violeta Parra, Quilapayún, Inti Illimani o Los Jaivas, marcan una pauta de cómo tienen que ser los artistas y lo involucrados que tenemos que estar con los movimientos sociales.

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Es muy bello ver cómo siguen pasando cosas, injusticias sociales, problemáticas políticas como las que hay ahora o violaciones profundas a los derechos humanos como hay ahora en Chile y está en nuestro ADN como artistas salir a responder con mucha poesía, canciones nuevas. Hay otros artistas muy importantes que son Los prisioneros, que fueron importantes para varios lugares de Latinoamérica. Y muchas de sus canciones reflejan el sentir de la gente. Para nosotros se ha vuelto algo normal salir a protestar con creaciones nuevas, con artistas tocando en la calle gratis para toda la gente, porque sabemos que históricamente ha sido una herramienta para los movimientos sociales que ha dado muchos frutos. Y creo que es una de las cosas más importantes que tenemos que aportar como chilenos. Esa es nuestra historia de una poesía mucho más comprometida, combativa, pero sobre todo dispuesta para la transformación social. Nos hemos dado cuenta cómo este arte ha servido para impulsar transformaciones sociales y acompañar las luchas que se dan en nuestro pueblo.

Esa es nuestra escuela. Era gente profundamente comprometida. Personajes que no basaban su carrera en una industria musical. Su creación no estaba basada en un modelo industrial. Lo de Violeta fue increíble porque hizo una investigación folclórica superprofunda. Viajó por todo Chile recopilando el canto a lo humano o a lo divino, un canto muy autóctono. Y lo que hizo cuando llegó a Santiago fue transformar todas esas formas folclóricas en canciones contingentes de lo que estaba ocurriendo. Aún hoy son contingentes. Lo hizo con un canto muy profundo. Eso marcó a toda la generación que viene después de ella. Todo el mundo se volcó a ese tipo de música. Y era un movimiento independiente. Eran los artistas más populares y no dependían de la industria, ninguno de esos artistas tuvo un manager. Nunca tuvimos ese modelo. Era mucho más arcaico. Yo creo que eso hizo que en Chile los artistas seamos grandes gestores también. Es muy difícil encontrar en Chile a algún artista que esté del otro lado político. Hay muy pocos, porque el arte está comprometido con el pueblo totalmente.

A pesar de que hubo grandes protestas en Chile en 2006 o 2011, perdió un poco de fuerza porque el modelo de mercado te sometía un poco a no hacer estas canciones porque las otras te permiten moverte mejor en el mercado. Pero esto que pasó fue como un reseteo. Toda la gente se volvió a la calle. Artistas de todo tipo. Incluso los que no cantaban temas sociales están en las calles. Es muy interesante porque las canciones no tan sociales en Chile están quedando fuera de contexto.

Ese tipo de ejemplos como Violeta Parra o Víctor Jara que no son modelos industriales de producción musical jamás entraron en esas dinámicas son un tremendo referente para nosotros de que se puede hacer un arte tan revolucionario como ese y tan profundo, como logró ser, sin necesidad de una industria musical gigante. El arte trasciende mucho ahí. No es necesario ser mainstream para poder hacer arte de calidad que de verdad impacte en la sociedad. Que es lo que te motiva a ser artista, tratar de hacer una obra trascendente que acompañe a la gente.

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Hoy se han rescatado muchas canciones antiguas. Himnos hermosos como El derecho a vivir en paz de Víctor Jara, El baile de los que sobran, que tiene que ver mucho de lo que está pasando. Y no solo ellos. Mucho artista underground, sobre todos los hip hoperos que tienen la capacidad de sacar la música rápido, están enriqueciendo todo y es algo que uno espera. Que los músicos podamos responder con canciones. Es una herramienta de lucha potente porque de verdad que sube la dignidad de las personas. La emoción que puedes sentir cuando escuchas una canción que de verdad te llega al corazón...imagínatelo en estos momentos. Es como canciones de guerra”.

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