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Le explicamos con canciones cómo fue la lucha de las mujeres para poder votar

El voto en Colombia no siempre fue para hombres y mujeres.

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Aunque las elecciones por votación pierden cada día más credibilidad, por lo menos en nuestro país, no siempre fueron la discordia por un tema de corrupción, alguna vez fueron el referente de lucha de cientos de mujeres colombianas por ser reconocidas como ciudadanas y el comienzo de un camino largo de disputa por la igualdad, que en pleno 2020 sigue en pie, pero con otro nombre: “aborto”. Sin embargo, no nos desviemos por ahora… Aquí le vamos a explicar con algunas melodías pegajosas todo el proceso que hicieron nuestras antecesoras para que tengamos algunos derechos civiles hoy en día.

Por: JohanaArroyave

Diciembre de 1957 tuvo uno de los días más representativos en la historia de Colombia. El primer día de ese mes, bajo el Gobierno de Gustavo Rojas Pinilla, se aprobaron los acuerdos para crear el Frente Nacional (un pacto o acuerdo entre liberales y conservadores, los partidos políticos del momento) pero, además, por primera vez en la historia del país, las mujeres pudieron ir a las urnas a ejercer su derecho al voto.

Pero ese fue el final feliz, el nudo de la historia y del que pocas personas saben es que para llegar ahí fue necesario un proceso de lucha de años y varias muertes. La sociedad del siglo XIX obligaba a las mujeres a no ir más allá de sus casas, de las escuelas de sus hijos o de cualquier lugar que sus esposos decidieran, la devoción era el común denominador del momento. Sí, eran días de gritar “quiero escapar” como esa vieja canción de Kudai.

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Por aquí empezó la revolución:

Debido a la Guerra de los Mil Días (1899-1902) varias familias colombianas tuvieron que salir del campo y llegar a las grandes ciudades (muy parecido a la actualidad), como muchos de ellos no podían acceder a un trabajo formal debían ingresar al mundo laboral como empleados domésticos, de esta manera las mujeres empezaron a vincularse de forma no directa en el mundo laboral, pero los salarios eran bajos y las jornadas abusivas - no es que haya cambiado mucho la situación- y además el sueldo no les llegaba directamente a ellas, su dinero por trabajar lo tenía que recibir un represéntate legal, es decir el mancito que tuvieran al lado. El abuso era una constante…

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Le debemos mucho a las pioneras… varias mujeres empezaron a salir activamente a la calle y a conformar las primeras protestas del género, allí exigían mejores condiciones laborales y jornadas de ocho horas. Gracias a estas chicas en 1917 se conformaron organizaciones exclusivamente femeninas, como el Sindicato Nacional de Obreras de la Aguja, La Sociedad de Obreros y Artesanos de Montería y la Sociedad de Obreras Rendición de la Mujer. Desde estos lugares peleaban por resignificar el papel de la mujer social y políticamente… Era hora de gritar “independencia” como lo hizo Ana Tijoux.

En 1922 gracias a los sindicatos de mujeres creados y a entidades internacionales como la Organización Internacional del Trabajo, se modificaron en el Congreso algunos puntos del código civil para las mujeres, el resultado, que las chicas pudieran administrar libremente sus bienes de uso personal, no todo tenía que ser a orden del marido. Poco a poco íbamos ganando libertad.

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En 1928 se crearon escuelas domésticas en todo el territorio nacional para enseñar a las mujeres oficios que eran ‘propios de su género’, entre ellos la cocina, los tejidos y algunas labores caseras. El Gobierno opresor que pensaba que no servíamos para nada, era momento de darle 'calavera' a esos pensamientos.

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Lo bueno, cada día se hacían más grandes los grupos de mujeres que se reunían para exigir mejores condiciones de vida en el mundo. ¿Qué el feminismo no sirve de nada? La historia nos lo ratificará, en 1929 se celebró en Bogotá el Congreso Internacional Femenino, en el cual participó como delegada colombiana Ofelia Uribe de Acosta. Los temas principales que se debatieron en este espacio fueron: el papel de la mujer en el sistema educativo, en el matrimonio, en la política y en la sociedad. El resultado de este encuentro fue la creación de una comisión de mujeres que presionaron insistentemente a la Cámara de Representantes y al Senado de la República para que aprobaran el proyecto de Régimen de Capitulaciones Matrimoniales, que había sido presentado por Ofelia Uribe, una ley que buscaba que la mujer pudiera decidir libremente en el matrimonio y que se reconocieran sus derechos civiles. ¿Cuándo iban a entender que nuestra vida solo nos pertenecía a nosotras?

En 1930 se autorizó el ingreso de las mujeres a la universidad para que estudiaran, no sirvió de mucho pues por razones económicas el sexo femenino siguió excluido del ambiente escolar, así que la libertad educativa se limitó solo a unas pocas, muy pocas, y algunas de las mujeres que lograban terminar los estudios debían volver a sus casas porque nadie les daba trabajo por tener vagina. Había sido una traición.

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La lucha continuaba y cada vez era más intensa, los debates entre las representantes de los sindicatos y el Gobierno eran muy álgidos, el Congreso estaba dividido, algunos apoyaban a las mujeres y otros aseguraban que darles voz era “perder las buenas costumbres”, pasados los días se logró llegar a un acuerdo, aprobaron la Ley 83 de 1931, que autorizó que la mujer pudiera recibir directamente el pago de su trabajo y que ningún marido intercediera. Pero no era suficiente, en muchos hogares el hombre le quitaba a su esposa el salario, le impedía hacer libre uso de él e inclusive la maltrataba y le cobraba arriendo por darle “un techo”, era una verdadera tortura.

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Así que grupos de chicas de Bogotá, Neiva y Manizales crearon un pliego de peticiones y reunieron firmas a nivel nacional para pedir al Congreso que se modificara esta ley y ¡lo lograron! Nació la Ley 28 de 1933 en donde se le daba a la mujer la libertad de hacer lo que se le viniera en gana con sus bienes.

Pero nos seguía faltando algo, hasta esa fecha las mujeres no teníamos ni voz, ni voto, muy literal, no éramos ciudadanas y por no serlo tampoco teníamos derecho a participar activamente en temas políticos o sociales. Entonces en 1944 organizaciones como la Unión Femenina de Colombia, fundada por Rosa María Moreno e Hilda Carriazo, y la Alianza Femenina de Colombia, dirigida por Lucila Rubio, solicitaron el reconocimiento de los derechos de las mujeres, pero los medios de comunicación no ayudaban…  Nos subestimaron.

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El Gobierno cerró las puertas y bajó el argumento de que “reconocer a la mujer era traer al país la ruina moral”, nos dijeron “no” una vez más. Sin embargo, la lucha continuó, con cartas, firmas, protestas, programas de radio y una movilización intensa femenina lograron la reforma constitucional de 1945, con ella le concedieron la ciudadanía a la mujer, aun así, no les dieron acceso a votaciones políticas ni la posibilidad de ser elegidas en cargos públicos, estos estaban destinados solo para quienes tuvieran pene.  Pero sus degradaciones no funcionaron, nos levantamos con más fuerza.

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No nos íbamos a cansar, las exigencias de los gremios femeninos eran más grandes que los “no” de la sociedad. Llegó 1953 y con ese año la dictadura de Gustavo Rojas Pinilla con quien se logró negociar la participación de las mujeres en la política y en los sectores administrativos de varias entidades públicas, Esmeralda Arboleda y Josefina Valencia fueron nombradas en la Asamblea Nacional Constituyente, y desde allí, junto con el apoyo y la participación de otras mujeres como Bertha Hernández de Ospina y María Currea de Aya, se logró la aprobación del Acto Legislativo N.° 3 de 1954, que le concedió a la mujer el derecho al voto y a ser elegida.

Aunque desde 1957 las mujeres pudieron votar, sus posibilidades de representación eran escasas, ya que muy pocas eran incluidas en las listas para las corporaciones públicas o nombradas por el gobierno para instituciones del Estado, nos ha tomado 66 años llegar a donde estamos y aún hay gente que cuestiona el feminismo y la lucha femenina.

Vea también: Mujeres que con sus letras ponen en lo alto el feminismo

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