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Liberman Arango, el encuadre del rap antioqueño

Liberman Arango, aka LibreCaminar, es uno de los directores que está cambiando el juego audiovisual del rap en Colombia. Hablamos con él sobre su particular forma de poner a dialogar al cine con el entorno del rap en Medellín.

Liberman Arango
Liberman Arango
// Alejandro Lopera @lopvisual

Hablamos con el director y fotógrafo antioqueño Liberman Arango sobre el diálogo entre el cine y el rap. Un intercambio que se aprecia a plenitud en Profundo, su más reciente videoclip junto a Luis7Lunes y Afterclass Records.

Por Cristian Cope | @CopeLtda // Fotos de Alejandro Lopera | Lopvisual

De niño era un juego
de niño:
Cerrar los ojos
contra la luz
y ver, a contraluz, el rojo
de la sangre a través
de los párpados.

En 1995, el poeta antioqueño José Manuel Arango firmaba su libro Montañas, un primoroso poemario en el que el lenguaje y el simbolismo dan paso a una realidad construida y transformada por la mirada.

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Para Arango, las figuras literarias se convierten en el “enigma” de lo visible: la naturaleza (frescura del verde que irrumpe en la ciudad, el árbol que sirve de arrimo para el hombre) y la violencia (la sangre en las calles, los cuerpos en el río, la dura apariencia de montañas).

Un ejemplo que simboliza la poética desde la tierra, mostrándonos un nuevo canto a la expresión del hombre con las montañas y los paisajes que lo han sabido esculpir.

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Casi tres décadas después, Liberman Arango decide darle continuación a este hilo de sangre que esconde entre las montañas de Antioquia algunas de las historias más funestas por haber, moldeándolo a través del arte y la disciplina que apasiona sus entrañas: el cine y el rap.

Liberman es un hijo del campo acobijado por las calles del barrio Castilla de Medellín. Este director y fotógrafo paisa se define a sí mismo como un explorador constante de la imagen en movimiento, un hustler que a través de su lente procura siempre mostrar una realidad de ciudad: una ciudad son muchas ciudades.

En palabras del escritor Gilmer Mesa, “la ventaja de nacer en los barrios populares es que lográs crecer en la antípoda de donde están los focos de interés”.

Al igual que Mesa, Liberman nunca ha buscado que los focos de luz se centren en su figura; por el contrario, su atracción hacia el poder de la imagen lo sumergido cada vez más en su amada Medellín, manteniéndolo alejado de las opulencias que rodean cierta parte del contexto audiovisual de su ciudad.

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Sin quererlo, el rap se convierte en la piedra angular de su obra. Sus salidas en Castilla a grafitear paredes y muros son acompañadas por unos audífonos que escupen rap noventero sin irrupción alguna.

El rap comienza a forjar su percepción con respecto al entorno, y el paisaje en la mirada pasa a convertirse en la banda sonora de videoclips, cirugías y atracos.

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El cine y el rap

El diálogo entre el cine y el rap se aprecia a plenitud en Profundo, su más reciente videoclip ​junto al rapero Luis7Lunes y la banda de Afterclass Records.

Retomando el caminar emprendido en MAAT Bless, video también dirigido por Liberman, Luis mantenía firme su premisa inicial: “Quiero espacios abiertos, quiero verde, no quiero ciudad”, tal como lo manifestó en entrevista con Santiago Cembrano.

En aquella oportunidad, referentes como El Renacido (2015) de Alejandro González Iñárritu y La Ascensión (1977) de Larisa Shepitko marcaron el norte, mientras que el páramo de Belmira, ubicado a unas dos horas de Medellín, serviría de escenario para lograr el encuadre deseado.

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En Profundo, las praderas y los paisajes rurales siguen siendo la postal de fondo. Solo que en esta cinta, la ambientación se centra en un estado natural propio del género conocido como western, una corriente de películas situadas en el oeste estadounidense de antaño, célebres por destacar diferentes sucesos históricos a través de figuras como vaqueros, indios, alguaciles y renegados nómadas.

Esto nos lleva a encontrarnos frente a una cosedura, una camisa empapada de sangre, un Luis7Lunes agonizante; con un Vic Deal y un Maco Maat que intentan –exasperadamente– mantenerlo con vida, un AvenRec que expele maldad pura en medio de escopetas, botellas de licor y humaredas de habano… aires tarantinescos impulsados por una música tallada en las montañas de San Pedro de los Milagros.

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***

Para conocer a fondo los diferentes procesos y elementos que se deben tener en cuenta a la hora de grabar un videoclip profesional, charlamos con Liberman Arango, aka LibreCaminar, uno de los directores que está cambiando el juego audiovisual del rap en Colombia.

¿Cómo nació el videoclip de Profundo?

Cuando comenzamos a contemplar la posibilidad de hacer Profundo, la idea era seguir con la misma lógica de MAAT Bless.

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De entrada, aparentemente a todos nos pareció el propio disparate, pero yo sí estaba convencido que quería hacer un video natural, en un espacio natural y ver qué podría pasar ahí.

Cuando terminás de ver MAAT Bless, al menos a nosotros nos pasa, uno es como “hey, ¿qué más pasa después de esa historia?”. Cuando íbamos a hacer Profundo, lo primero que le pregunté a Luis fue que si quería rapear a cámara, con sus prendas de escenario o “ropa de rapero” que llaman.

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Me dijo que no, ”vamos a actuar otra vez”. A Maco y a Víctor les pregunté lo mismo, si aceptarían volver a actuar, y a partir de ahí comenzamos a crear la atmósfera.

Queríamos hacer una apología a los momentos violentos de Colombia, como un contexto llevado a los años noventa, sobre todo por la apariencia de los personajes.

Ahí fue cuando decidimos involucrar a AvenRec: el man vive en una finca, tiene la propia apariencia y entiende muy bien ese comportamiento. Ahí ya arrancamos con cuatro personajes claros, siempre viendo qué más se nos podía ocurrir.

Luego aparecen las películas del western, del viejo oeste gringo, que terminan convirtiéndose en el norte y en nuestra referencia principal. Películas que nos veíamos cuando éramos pequeños, incluso Luis, por ejemplo, dice que las veía mucho.

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En mi caso, cuando ni pensaba en una formación cinematográfica, siempre acompañaba a mi papá a ver sus películas de Vicente Fernández y del western tradicional.

Mi familia es de finca, de campo, entonces amaban series como El Gran Chaparral y Bonanza, ambas de vaqueros. Mi abuelo era dueño de una finca de café y tenían un único televisor, en el que se congregaban casi que cuarenta personas a ver las series de western. En la actualidad sigue siendo uno de los géneros que más me gusta.

Liberman Arango
Liberman Arango
// Foto: Alejandro Lopera

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Profundo se desarrolló a la par de ese contexto, pero partiendo de algo esencial: que la muerte no estuviera presente en un sentido literal. No hay disparos, no hay cortadas, todo ya está dispuesto en el espacio. Ahora vamos a ver el perfil de los personajes: Víctor nunca se dejaría un bozo, Aven no se metería la camisa ni usaría botas texanas.

Logramos confrontarlos un poco y sacarlos de ese rol de raperos, que estuviesen netamente actuando. Como dice la canción, nos fuimos todos a esa profundidad de ver qué hay más allá, todo enmarcado en la violencia de los años noventa.

Cuando estábamos terminando la grabación, recuerdo que por mi casa se parcha mucho Víctor Gaviria con su compinche, Javier Quintero “Rivas”. En alguna oportunidad me los encuentro y les digo que les voy a hacer un pequeño homenaje por esas películas que nos han dejado –Sumas y restas, La vendedora de rosas–, referentes más locales.

Una vez finalizado el clip, les caigo a la casa donde trabajan y se los mostré en un portátil. “Oíste, hombre ¿esta gente qué es lo que dice en esta canción?”, decía Víctor. Fue bonito conocer su postura, sobre todo saber que más allá de lo cinematográfico, les cautivaba mucho la letra. “Nos parece muy especial que esta obra tenga tanto contexto de violencia, tanta sangre, y nunca veamos quién genera todo”. Apenas les escuché esto, lo primero que pensé fue: “la logramos”.

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Luis7Lunes graba Profundo en San Pedro de los Milagros, y ustedes filman el video en la vereda El Zarzal, ubicada en Copacabana. ¿Cómo llegaron a definir la locación?

El entorno fue puro azar. Estábamos buscando una locación que fuese adecuada, y apareció la posibilidad de grabar en la finca de la familia de Luis. Casi todo el video lo grabamos en el cuarto útil de la finca, un gran acierto desde la producción.

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Todos dormíamos ahí, rodamos sábado y domingo, pero llegamos desde el viernes. Hicimos un asado y al otro día le dimos parejo. Era más bien un parche, se disfrutó mucho el rodaje.

Aprovechando que mencionas a Víctor Gaviria, ¿qué significa su obra para Liberman Arango?

Partiendo de lo que ha hecho con sus cortos, indudablemente hay un gran ser humano como creador. Increíble cómo una persona te puede presentar escenarios tan crudos pero tan cotidianos, que así uno no los viva sino que los ve a través del noticiero o los escucha en la radio, ya comienzan a convertirse en un panorama.

Cuando alguien te los presenta en primeros planos o planos secuencia, con textos que parecen ser apresurados pero que a la vez son muy profundos, uno es como ¿pero qué está pasando?

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Ojalá algún día, como director, se llegue a una relación de ese tipo, y por qué no, convencer a Víctor que se vaya a grabar un videoclip con uno. Quién quita. Con el solo hecho de tenerlo a él viendo la pieza, ya es algo muy satisfactorio.

Al igual que a “Rivas”, Javier Quintero, que es como el personaje que siempre ha estado a la sombra, pero que ha sido fundamental en proyectos como Rodrigo D. y La vendedora de rosas. Coincidencialmente, hace tres años somos vecinos. Siempre es interesante ver ese diálogo entre generaciones tan distantes. Y bueno, a ellos se les hace natural ver este tipo de imágenes, ver la sangre en la puesta de escena… pero lo más gracioso era que me hacían repetir las escenas para entender qué decían los pelados al rapear. Víctor, de manera muy jocosa y respetuosa, me decía: “ustedes los jóvenes la tienen clara, ya no hay que decirles nada”.

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Y otra cosa, estos pelados de la USA, Primo Profit y RLX, están haciendo un álbum que lleva su apellido como título, “Gaviria”. Lo compusieron tras verse todas las películas. Cuando estuve con Víctor le mostré y fue como “esta gente sí está loca, hermano”. Le comenté si había posibilidad de hacerle unos retratos para el acompañamiento visual del álbum, y dijo que de una. “Dígales que me manden ese álbum y vienen y lo escuchamos acá otra vez”.

Cosas que uno cree que nunca se relacionarían, terminan tejiéndose de alguna manera. En una latitud totalmente distinta, alguien escribió doce, catorce canciones de rap inspiradas en las películas de Víctor Gaviria. Eso es algo bien bonito.

También te refieres a la importancia de “Rivas” para Víctor dentro de su equipo de trabajo. ¿Cómo está conformado tu equipo de producción?

Con Profundo pasó como una evolución desde varios aspectos. En cuanto a gastos o dinero invertido, el mismo entorno nos ha enseñado los procesos. El dinero varía acorde a los videos, pero siempre se mantiene el reconocimiento por el trabajo del otro. La gente que está en el rap lo entiende de una manera más sencilla: grabar una canción, grabar un álbum es un gran esfuerzo.

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Uno trabaja en otras cosas para invertir en su proyecto. En el cine pasa algo similar, solo que no existen los clanes o las pandillas: hay colectividades y se complejiza más, porque hay equipos caros de por medio. Yo pasé por eso hace años cuando trabajé en un colectivo, hay diferencias y uno crece desde varios aspectos. Pero en un punto me dije, todo bien, voy a intentar hacerlo por mi lado. Pero algo como Profundo no lo puede hacer una sola persona. Profundo se logra terminar justamente por la cantidad de personas involucradas.

En los créditos del video no falta ni una sola persona, están todos los nombres que colaboraron. El color lo hicimos en México, con un colorista senior, muy teso, que colabora con nosotros hace tiempo. El trabajo del man es impresionante. En MAAT Bless volvimos a coincidir luego de casi tres años. En este segundo video le enviaron el disco duro con los archivos a la casa de la mamá en Cali, donde tiene fibra óptica. Esos pequeños detalles también dan mucho ánimo. Así como uno admira a Luis haciendo sus letras, a Aven haciendo sus beats, a Víctor haciendo sus diseños, incluso a Maco con su poder histriónico, cada integrante de este proceso creativo tiene un poder increíble y de admirar.

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No es que trabajemos juntos como parche. Hay personas que trabajan en mi equipo de foto, que he venido cultivando desde hace años. Personas que anteriormente eran asistentes de luces, hoy son foquistas, han tenido la posibilidad de aprender e ir escalando, y esa vuelta me parece hermosa. Todo esto es una escuela.

Liberman Arango
Liberman Arango
// Foto Cortesía

En la medida de los posible, uno de los requisitos que pido a la hora de aceptar una propuesta laboral es poder trabajarla con mi equipo, con mi gente. Cuando salen oportunidades como la de Profundo, ellos me han manifestado, textualmente, que es como una válvula de escape. Del equipo hay gente que trabaja en comerciales, en videos para artistas que ni siquiera les gusta… todo se vuelve operativo dentro de lo que llaman “la industria”. Puede que cambien los esquemas y las ideas, pero todo se torna repetitivo, porque terminás poniendo las luces en los mismos lugares, utilizando las mismas locaciones. Todo se vuelve monótono y para nada divertido, y para mí eso es fundamental en las películas que trabajo como director. Como fotógrafo, intento que el ambiente se genere, pero uno no es el que maneja la banda. Si esto deja de ser un juego, no vale la pena anotar los goles.

Acá también entra el gran aliado de este video que es 0301Films, un rental de equipos cinematográficos que abrió hace poco gracias a Sebastián Jiménez y Natalia Tamayo. Cuando le comenté a Sebas que iba a hacer unos videos de rap, sin titubear me tiró la frase: “yo meto”. Acá me remito a palabras que dice Gambeta: “Si alguien le toca a usted la puerta, lo primero que vaya a hacer no lo haga conmigo. Si en cuatro años vuelve a tocar la puerta, es porque siguió en el juego y no estaba simplemente por la euforia del momento”.

Le pasé a Sebastián la lista de equipos que necesitaba para el video. “Hágale, vámonos”, me dijo. Metió el vehículo de transporte, él también fue al rodaje… y ese mismo día, coincidencialmente, habían salido los discos físicos de Luis. Persona que iba llegando al rodaje, tome su disquito firmado. Más allá de contar las luces que se nos cayeron o los equipos que nos faltaron, estas cositas son las que perduran como experiencias de vida. Hace cuatro años vengo haciendo un ejercicio muy teso, y es escribir diarios de los rodajes. Por más que uno esté rodando, uno no alcanza a filmarlo todo, ¿y pa’ qué filmarlo todo? Siempre trato de escribir lo que sentimos todos alrededor del video, ese motor que nos mueve.

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¿Cuál crees que es ese factor diferencial que destaca a un buen videoclip de los demás?

Nada más hoy estaba hablando con una colega colombiana que vive en Londres. Me comentaba que tiene la posibilidad de escoger los videos musicales que quiere dirigir partiendo de las bandas que le gustan. Lo hace para vivir. En Colombia, hoy por hoy, suele pasar lo mismo, exceptuando el rap: uno acá no viviría de hacer videos de rap, y le pongo sello a esta vuelta; de otras músicas, sí.

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Hacer videos de rap no es hacer cine. Es otro lenguaje y por eso se le llaman videoclips. El cine como tal es una herramienta y otro contenido de forma diferente: porque uno filme con cámaras de cine no quiere decir que esté haciendo cine. En el cine lo principal es la forma, es seguir ciertos códigos, tal como pasa en el rap. Acá es donde se han creado muchas disyuntivas, sobre todo, en los nuevos creadores. Nunca voy a considerar que mis videoclips son cine. Cero. El cine es una cosa y el videoclip es otra totalmente distinta. A mí me parece incluso tan potente el videoclip que llega a ser una herramienta demasiado subvalorada. Un video te puede brindar tantas posibilidades, desde el simple hecho de meter la cámara a un cajón y solo escuchar al man cantando, hasta proyecciones en paredes o muros… pero todo esto está lejos de ser un contenido cinematográfico.

Yo me siento orgulloso del recorrido que he tenido con el rap. Es algo con lo que crecí. Todavía tengo ese sentimiento de la calle, del grafiti, de andar solo, de haber vivido en Castilla cuando llegué del campo y bajar solo al centro a pintar, de graduarme de un colegio público donde veía todos los días a parceros empistolados. Gracias al rap, en gran parte, pude ver de verdad lo que es la calle.

También pude encontrar gente que compartía ese mismo motor creativo, y pues el rap no solo es el que rapea: es también el que hace el beat, el que hace la letra, los grafiteros, los que hacen los videos. El rap es una colectividad gigante. Esto lo he hablado con Luis: el rap no es un trabajo, es lo que nos mueve la vida. Tal como lo expresa Luis en Me voy antes junto a Gambeta: “si nos juntamos terminamos hablando de rap; llego al rancho, y hacemos podcast por WhatsApp”. Uno aprende a vivir con el rap, y eso mismo es lo que quiero transmitir en los videos.

Esa creo que es la principal diferencia, para mí, entre hacer videos de rap y los de “la industria”. Hace poco unos amigos montaron una productora y les explicaron cómo funciona todo el nicho del reggaetón, donde un tigre sale, lo fichan y le dan diez millones para grabar su primer video. Grabar en una locación brutal en la Amazonía, grabar desde un helicóptero, ¡brutal!, pero eso no te va a llenar como lo que estamos haciendo con los parceros. Yo no quiero construir mi carrera artística a partir de grabar este tipo de videos; lo disfruto, sí, porque no deja de ser un entorno creativo.

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Con Luis nos hemos entendido muy bien porque siento que está en una etapa muy madura de su carrera. Como que no le teme a nada. Hacer los videos que estamos haciendo, aunque no nos estamos inventando nada, no es algo muy habitual en el campo del rap local. Acá tenemos referentes del rap, del cine, del teatro, la carátula del disco de Luis es un cuadro pintado… hay una construcción más allá del rap.

Cuando en MAAT Bless le dije a Luis que no quería que saliera con ropa de diario, “ropa de rapero”, de una me dijo “vamos pa’ esa”. Listo. En Profundo, lo mismo: –“Papi, ¿lo actuamos otra vez?”, –“Se fue, sin mente”. Acá ya comienzan a detonarse más cositas, como una buena mezcla sonora. Esto hace que el espectador vaya percibiendo que está a punto de ver algo particular. Yo no usaría nunca el término “diferente” porque ¿diferente de qué? Todos los videos de rap no son iguales, los de reggaetón tampoco; tal vez los de música popular sí, porque siempre sale el caballo y la finca. Puede que algunos videos vayan ligados a unos estándares, pero ahora con todo el movimiento que hay dentro del rap local, las posibilidades ahora para hacer un videoclip son tantas, muchísimas.

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Anteriormente, quizás por el simple hecho de pensar en los equipos, por la falta de colectividades, porque siempre se pensaba en coronar era el disco, el hacer un video era algo que iba quedando relegado de a poco. Ahora es todo lo contrario, se le está dando casi que la misma importancia a la pieza audiovisual. Esto suma, y hay un público que siempre está atento a las novedades audiovisuales. Incluso algunos festivales de cine tienen ahora una categoría dedicada a los videoclips.

En resumidas cuentas, esto es simplemente una apuesta. Tenemos pensado hacer el videoclip de Galopa, el de Séptimo Round, el de Amor, dinero y salud… pero hasta ahora son ideas, nada más. De ahí a que lo logremos, no lo sabemos; puede que sí, puede que no. Ahí vamos fluyendo a la marcha, pero Profundo nos enseñó que sí se puede hacer. Lo grabamos y lo publicamos en poco más de veinte días. Es cuestión de juicio.

¿Se puede ser autodidacta en el campo de los videoclips?

100%, y no solo con los videoclips. Si algo he aprendido en el camino cinematográfico y en la escuela de donde vengo, que es la de películas documentales, es que uno puede tener muchos oficios. Somos seres muy repetitivos, así no se lleve la misma rutina. Es indiferente la rutina al comportamiento humano. Así como estamos hablando nosotros, yo sé que vas a coger esa botella de agua, tomás y la dejás en el mismo lugar. Uno aprende esas vueltas es filmando al otro, con calma, sin afanes. Así comencé a filmar a diferentes personas: a gente que trabaja en la calle, a políticos, a indígenas, a mujeres, hombres, negros, blancos… podría hacer una lista bastante extensa de oficios y características de personas que he filmado. Eso me permite entender un poco, al menos, de una persona que lustra zapatos, por ejemplo. O cómo es el comportamiento de una persona a la que uno entrevista en un hotel muy lujoso, quien llega asustada y rodeada de escoltas.

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A partir de eso, uno puede aprender muchas cosas, y hoy en día sí que más. Los tutoriales en video ya son un camino que puede aportar muchísimo a la persona que comienza, aunque también depende mucho de adónde se vaya, puntualmente en el videoclip. Si hoy en día fuera a hacer mi primer videoclip, creo que haría una cosa loquísima; primero, porque estamos en un momento de la historia donde la creación se posibilita mucho: podés grabar con un celular, una cámara ya no vale tanto como antes, pensás la idea y ya, nos fuimos.

Uno puede grabarse a sí mismo con un palito de selfies, o encerrarse a pensar los planos un año, editarlos y sale: hiciste el video solo, de manera autodidacta. De ahí a que hayas hecho ese trabajo con rigor y con cuidado es diferente. En mi caso, yo hice el intento de estudiar, duré dos semestres en el Poli (Politécnico Jaime Isaza Cadavid) y chao. Yo quería pasar a la de Antioquia, donde estaba lo más cercano a lo que quería: estudiar cine. Como no pude, me tocó optar por las escuelas de comunicación, y esa vuelta me hacía pensar que estaba en el colegio todavía: matemáticas, lengua materna, electrotecnia… le enseñaban a uno a calcular hasta cuánta energía gastaba una lavadora, con eso le digo todo.

Liberman Arango
Liberman Arango
// Foto Cortesía

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Eso me llevó a meterme a clases de otros semestres: apreciación cinematográfica, teoría de la imagen, teoría del sonido… y yo decía: “eh, esto tan interesante”. Fuera de eso nos ponían a ver películas, y yo no lo podía creer. Así conocí a un personaje, que también es “profe” y crítico de cine, y que ha sido fundamental en mi camino: Carlos Mario Pineda. En uno de esos ejercicios de clase, me puso a ver una película rarísima: Reconstruction (2003), de Dinamarca. Yo me vi esa película por lo menos diez veces. Hoy en día me la vuelvo a ver y soy maravillado, en ese momento era más un problema, porque no entendía nada y tenía que entregar un análisis cinematográfico: qué era la poética, los personajes, las luces, el encuadre. Ahí fue que me di cuenta que se me hacía más fácil analizar esas cosas, todo lo que conlleva la imagen.

Lo otro es que era un enfermo por los libros de fotografía, pero mal. Por leer fue que dejé de ir a clase. Eso desencadenó en que el promedio se fuera por el piso… papito, chao. Así fue que estudié un semestre más, sin pagar, y metido en la biblioteca. ¡Qué favor me hicieron! Solo tragaba libros de fotografía y análisis cinematográfico, y así aprendí qué es el cuadro, qué es la luz, etc. También me clavé en los libros que hacían referencia a la fotografía análoga, así no tuviera cámara análoga. Así aprendí los equivalentes tanto en análogo como en digital, y me seguí yendo por ese camino autodidacta.

No tuve otra forma de aprenderlo sino haciendo: prueba y error, hágale y estréllese. Mis primeros trabajos ni siquiera los pongo en el currículum, porque para mí, esos errores fueron mi propia universidad: filmando películas cortas, grabando a la gente en los viajes, en los parches… esa fue mi escuela. Si uno está comprometido con la causa, se puede lograr siendo autodidacta.

¿Es fácil hacer videoclips en Colombia?

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Si pensamos esto como un negocio financiero, no, no es sencillo. Al menos en el rap, lo aclaro. Porque no sé cómo lo manejan en la música popular, no sé cómo lo manejan en el reggaetón… no sé si sea una mafia, o si hay productoras que lo hacen y tienen todo el poder. Así tuviera la respuesta correcta, tampoco lo podría asegurar, porque así son los negocios.

Es lo mismo que dice Gambeta: “Yo no digo cuánto gano, así no saben cuándo pierdo”. Yo hablo desde lo que sé y lo que sé es de rap. Acá todo lo que hacemos es contado: yo tengo tanto, este man tiene tanto, el otro tanto. Lo mismo pasa cuando se hace un disco: que el master vale tanto, que sacar los discos físicos vale tanto. “¿Qué vamos a hacer?”, nada: juntémonos, metámosle, pidámosle al de las letras que nos colabore para este video que en el próximo le pagamos sin falta. Entre todos estamos construyendo algo que, ojalá, a todos nos tocara algo más adelante. Si seguimos con este motor, en unos diez años, quizá no vayamos a vivir del rap, pero no vamos a seguir gastando de nuestro billete.

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También hay que tener en cuenta que, en Medellín, en estos momentos, solo están dando un estímulo para videoclips de todas las músicas. Solo un beneficiario de 20 millones, ¿y el resto qué? Esto es un llamado también a la música independiente, a no pensar en el fondo público con este tipo de circunstancias. Y no es que quiera bajar los ánimos, pero es lo que se vive en el presente. Estamos dándole de tercos, porque a veces nos toca hasta dobletear o tripletear turnos. Luis, por ejemplo, sale del hospital: “papi, estoy rendido y me toca clavarme en el doctorado”, entonces no aguanta decirle que vayamos a hacer un video. Él me confesó hace poco, incluso cuando estábamos haciendo Profundo, que en MAAT Bless, cuando íbamos subiendo el cerro con el guía, se sentía tan cansado que en un punto se preguntaba: “¿yo qué hago acá?”.

Son apuestas que hay que hacer. Si solo hubiésemos pensado en las finanzas, haber hecho Profundo nos hubiera valido un billete largo. Solo pensar en la gente con la que trabajamos, gente muy tesa y con tarifas importantes, para haberles pagado dos días… eso hubiera sido por ahí cuarenta o cincuenta palos (millones), pagando el trabajo justo de cada persona. En tan solo equipos se nos hubieran ido por ahí ocho o diez palos, solo el color del video hubiera valido por ahí cuatro palos. Uno va sumando y solo piensa “uy, uy, uy…”.

Es la realidad, no hay que dejarlos de hacer, pero si alguien piensa en que va a vivir de hacer videos de rap, muy jodido.

Liberman Arango
Liberman Arango
// Foto Cortesía

La pregunta del millón, al menos la que hacen muchos de los que recién comienzan en este entorno: ¿hay que tener plata para hacer videoclips?

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Esa es dura, porque yo en algún punto también fui ese personaje. Cuando estaba más pelado, de unos 19 años, yo veía a Laberinto ELC y pensaba: “Ufff, qué brutal poder hacerle un video a Laberinto”. Por cosas del destino, tiempo después nos conectamos, y en ese momento estaba en una colectividad que se llamaba K-minantes y logramos hacerles el video de Amargura. Hace poco volví a ver el video y le da a uno es risa: ver el bar, con los mariachis, con la muchacha actuando. En ese momento, éramos ese tipo de personas: –“Oe, ¿que si nos vamos a juntar a hacerle un video a Laberinto? ¿quién tiene una cámara libre?”, –“¿A Laberinto? ¡Cóoomo! Yo meto firme”. Recuerdo que en ese video éramos por ahí unas veinte personas, y yo no tenía ni una cámara para hacer fotos. Un parcero tenía una Canon 7D y con esa hicimos la fotografía, y entre varios escribimos el guión. Era esto mismo que hacemos ahora, pero a otra escala.

Hoy en día ya se ve mucho el crecimiento, y los aparatos que usamos para este video de Profundo ya son equipos de cine. Otra herramienta bonita que usamos fue los anamórficos, con esa óptica es que se filma el western, y hace que el cuadro se vea más alargado. Hay que jugar con esa infinidad de opciones. Uno ve pelados haciendo videoclips de rap usando un estabilizador y una cámara pequeña, y lo están haciendo bien; otros prefieren tirarse con un celular y lo mismo, el resultado es positivo. Eso es pura decisión. Es más un gusto que un limitante, en lo absoluto.

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Acá volvemos a lo mismo, tanto el lenguaje como la tecnología, si bien han permitido que haya una expansión, también han generado mucho desconocimiento. Así como el que va a comenzar a hacer videoclips nunca se ha preguntado, no quién los ha hecho, sino cómo se han hecho, lo mismo pasa con la gente que está rapeando. Llegan a rapear y les preguntan: ­–“Hey, ¿escuchaste ese tema de KRS-One?” –“¿Qué? ¿Quién es ese?”. Ahí mismo uno sabe desde dónde están posicionados, y lo que siempre dice el “Chachá” (D.J.H. aka Ignorancia Sofisticada): “la euforia”.

¿Qué se debe tener en cuenta a la hora de hacer ese primer acercamiento con el artista? Según tu experiencia, ¿cómo se debe mostrar una primera propuesta propia como director?

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Hay muchas cosas, pero acá lo más esencial, siento yo, es que uno en verdad sí sienta la vuelta. Es como cuando uno conoce a una persona por primera vez, uno sabe si hay o no empatía. En mi caso, estuve en Amargura (2009), luego llegó Javato Jones (2016), y hasta ese punto yo seguía siendo una persona muy solitaria en cuanto a la creación que tuviese que ver con el rap. Me había metido de lleno al cine, pero en el cine no encontré a nadie que le gustara el rap tanto como a mí.

Y en esa época también hacía grafiti, salía solo a pintar en Castilla y en el centro de Medellín… era otra lógica. Sobre todo porque venía de vivir en Bogotá, y en un barrio industrial como el Restrepo, donde hacían zapatos, que era en lo que trabajaban mis papás. Todo esto llevó a que tuviera cero contacto con gente, nunca tuve una ganga ni un clan ni ningún parche, nada. De un tiempo para acá, siento que estoy recuperando todo eso que perdí en la juventud, y por eso estoy tan metido y tan clavado en la vuelta.

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Así se fue dando todo, paso a paso. El contacto con Javato Jones fue gracias a un amigo que trabajaba con ellos, me presentó a Javi (Kase.O) y a Muna y terminé haciendo clips publicitarios para la marca. Ahí conocí a Vic Deal porque también les diseñaba, a Crudo porque tenía el estudio ahí, luego llegaron las fiestas y los cyphers… y a mí me llevaban a grabar todo. Cuando se hizo ese cypher, fue como “bueno, aquí algo está pasando”. En ese momento no conocía a MBZ, tampoco a Fly So High, porque estaba muy alejado de todo lo que estaba pasando en la escena local, y ese justo fue el “boom”.

Luego hicimos un par de cosas más pequeñas con Crudo cuando estaba sacando el Voyage / El Pasaje; Javi se va, Muna se va, se acaba Javato Jones… pero un día me escribe Javi: “Tío, quiero hacer un video en Medallo, el de Yemen (2016), voy con una gente y quiero que me lo produzcas”. Yo quedé como “quieto”, porque yo soy fotógrafo, y pues escribía en ese momento mis películas documentales, pero este man venía con un fotógrafo, un director y una directora de arte de afuera. Ahí mismo llamo a un parcero que es productor: “Santi, tenemos este camello, hay tanta plata, nos la paga Rap Solo”… y arranque a buscar. Así fue que terminé haciendo la producción ejecutiva con Santiago Velásquez: primero de cámara y foquista.

Luego paramos un rato, me salieron viajes y rodajes de otras vueltas, así que seguía divagando. Luego, en una de esas salidas con Muna, me encontré a Gambeta; fuimos a Aranjuez y les hice unas fotos para una camiseta que iba a salir de Javato con Alcolirykoz y que nunca salió. Coronamos, todo bien, pero desde eso comencé a escribirle a Gambeta: “Hey, niño, ¿cómo vamos ahí para hacerles un video, pues?”, y el man siempre me decía: “Compadre, esas vueltas de video siempre nos la hace Eldelasfotos (Julián Gaviria)”. Yo me quedaba pensando, “pero, ¿quién es ese man?”. No entendía la lógica, simplemente creía que hacer videos de rap era igual a cuando uno se junta con un amigo y le dice: “Oe, tengo esta idea de este documental, tengo tanta luca, vamos a camellar”. No. Ahí fue que me di cuenta que esta vuelta tiene algo esencial del rap: los códigos.

El caso es que un día en un cumpleaños, en el que ni siquiera estaba el cumpleañero, por cosas del azar y del destino terminé parchando solo con el Sison (Beats) a las cuatro de la mañana en el parque de El Poblado. Empezamos a hablar sobre hacer una película y un documental de No Rules Clan, y yo le decía. “Sííí, de una, ¡yo meto!”. La cosa se quedó ahí, pero después pude conocer a Diego (Anyone/Cualkiera), que justo andaba con muletas en esa época, casi no se podía mover. Eso fue mera cinta. Desde ahí ya quedamos de amigos, les caía a la casa… por fin tenía un crew para parchar. Acá me remito a las palabras que dice Diego: “en NRS no hay reglas, no hay un manual, es simplemente el parche: haga y ya”. Y así mismo es que uno conoce a la gente.

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Gracias al parche me escribió Víctor, a decirme que querían camellar conmigo el video de Arde Roma, de El armador del sol. Lastimosamente no se dio, pero el solo hecho de parchar con NRS me abrió la puerta a todo, absolutamente a todo. Incluso, hasta terminé pasando un 31 de diciembre con la mamá y la familia de Diego en Envigado, una experiencia bien bonita. Con el Inocent Kidd lo mismo, compartimos un 31 en la casa de Diego, justo un año antes de que cogieran a mi tigre.

Y acá volvemos a lo mismo que te contaba ahora, uno siempre cuenta las anécdotas de cómo se hacen los discos y los videos, pero deja a un lado todas esas historias que desatan la convivencia, la hermandad con los parceros. Conocí al D.J.H., a AvenRec, a Kometa, a Crime Pays, supe que hay un man de Bogotá que se llama Hardem… todo esto se volvió una bola de nieve gigante. Terminé siendo muy amigo de Hardem, al punto que siempre que viene a Medallo se queda en mi casa. Y cuando fui a Bogotá, lo mismo, me conectó con el Mismo Perro, con Skore, Saga, Indio, Nano… la ganga seguía creciendo. Y acá vuelvo a jugar con las palabras del Anyone: no existe un manual para hacer un video de rap, simplemente parchando se dan las cosas.

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¿Qué se viene para Liberman Arango en lo que resta del 2021?

Seguir cultivando y explorando ese espíritu creativo en torno al videoclip. La idea es hacer unos videos con Hardem, con toda la banda de NRS, por ahí R.L.X. también me dijo que quería que pilláramos una vuelta con el Primo (Profit). Obviamente seguimos a muerte con Lucho (Luis7Lunes) y todo el parche de Afterclass. Ojalá con Alcolirykoz algún día se diera el junte, a su momento y a su tiempo, bajo el rigor que ellos tienen. O puede que salgan más cosas con el D.J.H., que de un álbum de instrumentales salió un videoclip bien bonito. Por ahí el Aven va a sacar unas cositas en diciembre, entonces ahí estamos pillando también.

Ya en el ámbito creativo, seguir trabajando en mi primera película y documental de largo aliento, se llama Ahogo. Lo vengo trabajando desde 2013 y es sobre las familias desplazadas de Hidroituango.

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Acompañándolas y documentándolas desde esa época, lo que ha significado una balanza en todo lo que hago: acá estás filmando algo que podés crear a tu antojo, pero luego vas y te quedas con ellos allá, a comer lo que comen, a sentir lo que sienten… para ya después volver a dormir en tu cama cómoda mientras ellos siguen allá. Hace unos días se les metió el ejército a darles bala y a tumbarles las casitas, el mismo ciclo de siempre. No todo en la creación debe ser color de rosa ni tan “ficticio”, por decirlo de alguna manera. El cine lo que le aporta a uno es eso, esas formas tan viscerales de ver estos paisajes.

También ando terminando otro corte, ese sí lo vamos a sacar este año; Edson Velandia le va a hacer la música. Cuando Hardem me dijo que tenía un tema con Velandia en Verdor, le dije que justo el man me estaba acompañando en este corto con la música. Una locura, porque siempre terminamos siendo los mismos con los mismos.

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Un agradecimiento especial a todo el equipo que hizo posible el rodaje de Profundo: @luis7lunes, @avenrec.cots, @afterclassrecords, @0301films, @wemakecolor, @alejodelacalle_, @vicdeal, @maco_maat, @julls93, @joha.yepes, @juan.rtpo, @sique.deli, @anmadiazr, @lopvisual, @fertopip, @sebas0301, @maicol9476, @felipemartinezu, @jppj127, @ruedasonido, @iconblastisdead, Hugo de Jesús López, Licidia, Albeiro Valencia, Comunidad Vereda El Zarzal, Javier Quintero "Rivas" y Víctor Gaviria.

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